Mientras una parte de
la ciudadanía se da cuenta de que el aumento de la nafta, los alimentos, el
transporte, la luz y el gas no se puede pagar ni con la unidad de los
argentinos ni con comentarios indignados sobre “la búsqueda del tesoro” de
Báez, cabe preguntarse en qué museo se encontrará aquella fantasía que nos invitaba
a creer que los medios de comunicación eran esenciales para la democracia en
tanto brindaban una información vital para las decisiones racionales que los
ciudadanos debían tomar.
Alguno dirá que estoy
preso de una visión arcaica del periodismo pero, en todo caso, es la que
comparto con la mayoría de los periodistas, incluso con aquellos que se
consideran progresistas. Sin embargo, es verdad que esta pretensión pareciera
de otra época, de una época en la que la palabra ocupaba otro lugar y tenía
prioridad por sobre la imagen.
Pero hoy la velocidad
del poscapitalismo nos obliga a mercantilizar signos y para que éstos circulen
tienen que ser fácilmente consumibles. En este sentido, un razonamiento
complejo, una idea desarrollada y con matices, no tiene lugar y queda
automáticamente fuera del mercado en pos de todo aquello que pueda ser reducido
a 140 caracteres o, en lo posible, a una imagen, sea ésta de una excavadora o
de cualquier otra cosa. Puro impacto, amparado en una cultura visual
contrariada por decenas de estímulos y una civilización más preocupada por la
confirmación de sus prejuicios que por la búsqueda de la verdad; pura imagen
apuntando a nuestras emociones y a que sean éstas las que motoricen las intervenciones y las perspectivas sobre los
temas centrales de la agenda pública.
Ya que en números
anteriores hemos avanzado en algunas hipótesis para tratar de dar cuenta de las
razones que explicarían un fenómeno que es civilizacional y amplio, aquí me
restringiré a algunas muestras acerca de cómo, desde los propios medios de
comunicación, se promueve la participación de las emociones mucho más que el
pensamiento reflexivo.
Usted dirá que no
habría en esto ninguna novedad pero hay al menos algunas particularidades o, en
todo caso, la ubicuidad de los estímulos de la información existente en la
actualidad agudiza enormemente una tendencia preexistente. Para ello, me tomé
el trabajo de navegar en la página web
del canal TN (tn.com.ar), perteneciente al Grupo Clarín, y en sus diferentes
secciones. Lo curioso no es la agenda ni el sesgo con que se trata la
información pues eso ya lo conocemos y en todo caso cada medio tiene su agenda
y su sesgo; lo curioso es, en primer lugar, la imposición de que las noticias
deben ser evaluadas de algún modo por los lectores; y, en segundo lugar, que
esa evaluación debe hacerse según parámetros “emocionales”. ¿A quién se le
habrá ocurrido que es bueno que los lectores evalúen una noticia? ¿Y en todo
caso quién sabe lo que está evaluando cada lector? ¿Evalúa cómo está escrita la
nota, su bajada de línea, el interés objetivo de la misma o cualquier otra cosa?
Es difícil responder a ello máxime si se observa el modo en que se invita al
lector a que realice la evaluación. En este sentido, por ejemplo, en la sección
principal de tn.com.ar, el sitio promueve que se evalúe la nota según las
siguientes categorías: “Me importa, Me gusta, Me aburre, Me da igual, Me
indigna”.
Si este tipo de
categorías le resultó particular, observe las que aparecen en la sección “TN
Tecno”: “Vendehumo, Lo quiero ya, No me interesa, Están choreando, Me re ceba”
(SIC). Si seguir avanzando en esta nota no lo re ceba, fíjese que en la sección
de Música “La viola”, usted puede elegir entre: “Me hago fan, Me gusta, Ponele,
Me duermo, Derrota cultural”. Y si se hizo fan de este párrafo déjeme incluir
las categorías de la sección “TN y la Gente” donde usted votará entre: “Bronca,
Vergüenza, Indiferencia, Me impacta, Me encanta”; o la sección “TN famosos” en
la que se puede elegir entre: “Me enfurece, Me calienta, Me resbala, Me
estafaron, Me enloquece”. Por último, si no se calentó del todo, sepa que la
sección de “TN Toda pasión” le permite a usted sentir: “Euforia, Orgullo, Nada,
Ira, Vergüenza”.
Lo primero que a uno le
surge es el recuerdo de aquel inolvidable pasaje del cuento de Borges, “El
idioma analítico de John Wilkins”, en el que se exponía una clasificación
completamente heteróclita que buscaba mostrar que cualquier clasificación sobre
lo existente es arbitraria: “En sus
remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes
al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f)
fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se
agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de
pelo de camello, etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos
parecen moscas”.
Sin embargo, claro está, el asunto no es una ironía borgeana ni en
ningún momento se devela la arbitrariedad de las categorías propuestas. De esta
manera, al hecho de que nunca nos digan que el medio tiene una agenda y un
sesgo, le sumamos que cuando usted termina de leer la nota la propia página le
pregunta, tuteándolo: ¿qué sentís? Esa pregunta no es inocente. Es una decisión
editorial porque no le preguntan qué piensa sino que desde la misma formulación
la interpelación es al sentir, esto es, inducen al lector a que se comporte
emocionalmente, a que no analice sino a que actúe irracionalmente, que exprese
“lo primero que siente” como si eso fuera garantía o un certificado de espontaneidad
y, con ello, de acercamiento a unas verdades presuntamente originales del Hombre.
Es el más puro cinismo y una invitación a una participación degradada en una
supuesta comunidad de la información al servicio de las necesidades de un
sistema económico. Una decisión bien racional, con fines bien claros en la que,
paradójicamente, el objeto son nuestras emociones.
Dante, no les pueden preguntar que piensan. Les reformatean el bocho 24 hs. por día y después le van a preguntar qué piensan?. Que van a pensar?. Que Cristina es chorra, que Lázaro es el valijero K, que la culpa es de la herencia y dos o tres "conceptos" más. La verdad es que los comentarios (y no únicamente len el sitio de TN) son tan lamentables que lo único que se puede desear es que no sean representativos de una parte importante de nuestra sociedad. Aunque no soy tan optimista.
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