sábado, 23 de abril de 2016

El Frente ciudadano (publicado el 21/4/16 en Veintitrés)

El miércoles 13 de abril, frente a una multitud de seguidores, la expresidenta, CFK, brindó un extenso discurso minutos después de haberse presentado ante el juez Bonadío. El último acto público que la tuvo como oradora había sido el 9 de diciembre de 2015, siendo aún presidenta, de manera tal que la expectativa era enorme. El discurso fue transmitido en una cadena nacional de hecho aunque esta vez, por suerte y por el horario, no se superpuso a ninguna novela ni al programa de Majul. Los análisis sobre las palabras de la presidenta han sido de lo más diversos de modo que será difícil ser original pero, en general, se inclinaron hacia cuestiones de formas o estuvieron teñidos de un enorme sesgo de parte de los mismos que imploran y exigen “el fin de la grieta”. Tratando de eludir esos enfoques quisiera restringirme a analizar un aspecto interesante del discurso, aquel en el que la expresidenta llama a constituir un “Frente ciudadano” lo más amplio posible y con una sola clave de entrada: la pregunta ¿estabas mejor antes del 10 de diciembre?
Como requisito frentista es de los menos exigentes que se haya propuesto dado que se supone que cualquiera que respondiera “sí” a tal pregunta estaría dentro y en boca del gran emblema de la politización de la última década parece un cambio. Nadie dice que esto suponga una claudicación. Más bien se trata de interpelar a otros sectores, aquellos que no fueron hasta Comodoro Py a recibirla, votaron a Macri por diversas razones y hoy se encuentran arrepentidos o decepcionados por las medidas que está llevando adelante la nueva administración.
El peronismo, desde sus orígenes, siempre fue frentista, más allá de que luego podríamos discutir conceptual e históricamente la compatibilidad entre el frentismo y la verticalidad de la construcción. Pero en todo caso, lo que llama la atención es la referencia a la idea de “ciudadanía” pues se trata de una categoría más “legalista”, vinculada a una tradición universalista, socialdemócrata, progresista y de liberalismo igualitarista. En este sentido, el concepto de ciudadanía parece reemplazar categorías identitarias muy caras a la tradición peronista como ser la de “trabajador”, “pueblo” o “nación” y alinearse con uno de los pilares de la construcción política kirchnerista: los derechos humanos. En otras palabras, la bandera enarbolada por los gobiernos de Néstor Kirchner y CFK, dotaron a la perspectiva nacional y popular de un elemento que no estaba presente en el peronismo original y que permitió que en el kirchnerismo confluyeran sectores progresistas que, en algunos casos, hasta son capaces de definirse como antiperonistas. En los últimos años me he interesado por esa identidad kirchnerista dejando de lado la inútil discusión acerca de si esa identidad suponía o no una superación del peronismo. Por ello, quien suela seguir estas publicaciones sabrá que considero que el kirchnerismo tiene una base peronista pero le ha agregado a ello elementos de otras tradiciones más allá de que está claro que en la doctrina social de la iglesia, de la cual abrevó el peronismo, no es posible decir que éstos estuvieran completamente ausentes.
La idea de Frente “ciudadano”, entonces, no es ajena al kirchnerismo aunque sí resulta más extraña al peronismo clásico. De hecho está más cerca de la lógica de “los indignados” europeos que de la tradición “nac and pop” y tiene vasos comunicantes con la idea de “empoderamiento” y de que “cada uno es su propio dirigente” tal como dijo la propia expresidenta en el discurso frente a Comodoro Py. Insisto en que esto no supone ningún juicio de valor sino una descripción que tiene un interés intelectual, más vinculado a la historia de las ideas, y un interés práctico/político vinculado a tratar de desentrañar cuál es el tipo de construcción que CFK pretende para este momento histórico. Pues está claro que los tiempos son otros y, en tanto tal, parece razonable suponer que el tipo de construcción también debiera ser otro. Con todo, hay sectores del kirchnerismo que continúan con recelo ante el “pejotismo” e incluso también hacia algunas formas del peronismo que los sectores progresistas del kirchnerismo igualan al “baronismo” del conurbano o a las presuntas estructuras feudales presentes en algunas provincias. Sin embargo, eso no aparece con tanta nitidez en los discursos ni de Néstor Kirchner ni de CFK. Para ello tómese la recordada frase del expresidente fallecido en 2010: “nos llaman kirchneristas para bajarnos el precio. Nosotros somos peronistas”; y las continuas alusiones de la expresidenta a su pertenencia peronista, a su carácter de militante y a la necesidad de construcciones colectivas. Si bien a priori no es posible afirmar que la exigencia de organizarse colectivamente (lo cual supone, en algún sentido, una renuncia a la perspectiva personal en función del conjunto) se contradiga con las apuestas más individualistas de “empoderamiento” y “ser dirigente de uno mismo”, se pueden encontrar allí, al menos, algunas tensiones en lo que respecta a las tradiciones desde las cuales esas categorías cobran sentido. Tales tensiones no son novedosas ni en sí mismas ni al interior del kirchnerismo pues uno de los aspectos más curiosos de la construcción política que llega a la administración en 2003 es el haber convivido con las tensiones propias de la confluencia de actores cuyas ideologías y experiencias políticas fueron de lo más diversas. Con el kirchnerismo en la presidencia, más allá de cualquier empoderamiento, la conducción lograba que, andando, los melones (y los intereses) se acomodaran solos. Sin “la birome” el escenario es distinto y es atendible que las diferencias se exacerben más allá de que éstas ya habían empezado a aparecer durante la campaña y explican, en buena medida, la derrota electoral.
Con la muerte de Néstor Kirchner y el triunfo en 2011, CFK apostó por un nuevo sujeto político llamado “la juventud”. Ese sujeto “generacional” pero que también suponía la carga ideológica de ser la de los hijos de los ideales de los años 70 que en tanto criados en democracia no veían como posibilidad la resistencia armada, sea por falta de tiempo, sea por impericia, o sea por una campaña de estigmatización como no conocía la historia argentina, no ha podido hegemonizar ni salir ganancioso del último proceso electoral. El pedido de un “Frente ciudadano” no supone  renegar de la apuesta por ese sujeto histórico pero sí parece un llamado a una perspectiva más amplia que no sabemos si es una herramienta electoral o pretende ir más allá pero que, por lo pronto, pretende interpelar, como se indicaba antes, a los que no votaron al FPV pero también a hombres y mujeres de grandes centros urbanos que lo votaron pero no se sienten representados por la militancia más orgánica. Con todo, sea lo que se pretenda que este frente sea, es difícil poder proyectar la forma electoral que podrá adoptar y probablemente no tenga demasiado sentido ponerse a pensar eso en este momento pues ni la propia CFK lo debe tener en mente ya que los estadistas, en política, pueden advertir las tendencias a largo plazo pero en un país como éste la cantidad de imponderables es infinita. 
No creo que sirva mucho pero, mientras esperamos que escampe, tenga a bien recibir estas reflexiones y notas sueltas de quien solo puede plantear algunos interrogantes.               

                 

4 comentarios:

  1. Muy buena apreciación Dante. Viva la libertad, el Fortin y Cristina

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  2. muy buena su descripcion,soy peronista y estoy y soy pueblo trabajadora y de que hay que ayudar siempre sin medir es tan linda nuestra argentina que la estan lastimando demasiado se bien que hay un Dios que lo ve y solo el puede parar toda esta locura!!

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  3. Muy buen análisis Dante! Que vuelvan en 678 para ayudarnos a pensar esta realidad compleja. Es un sostén que todos necesitamos!

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  4. Está bueno que nos compartas tu reflexión. Y pienso que puede ser el surgimiento de algo nuevo, no sé si con el formato de un partido político o un frente electoral pero sí un espacio donde encontrarnos y accionar.

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