El miércoles 13 de
abril, frente a una multitud de seguidores, la expresidenta, CFK, brindó un
extenso discurso minutos después de haberse presentado ante el juez Bonadío. El
último acto público que la tuvo como oradora había sido el 9 de diciembre de
2015, siendo aún presidenta, de manera tal que la expectativa era enorme. El
discurso fue transmitido en una cadena nacional de hecho aunque esta vez, por
suerte y por el horario, no se superpuso a ninguna novela ni al programa de Majul.
Los análisis sobre las palabras de la presidenta han sido de lo más diversos de
modo que será difícil ser original pero, en general, se inclinaron hacia
cuestiones de formas o estuvieron teñidos de un enorme sesgo de parte de los
mismos que imploran y exigen “el fin de la grieta”. Tratando de eludir esos
enfoques quisiera restringirme a analizar un aspecto interesante del discurso,
aquel en el que la expresidenta llama a constituir un “Frente ciudadano” lo más
amplio posible y con una sola clave de entrada: la pregunta ¿estabas mejor
antes del 10 de diciembre?
Como requisito
frentista es de los menos exigentes que se haya propuesto dado que se supone
que cualquiera que respondiera “sí” a tal pregunta estaría dentro y en boca del
gran emblema de la politización de la última década parece un cambio. Nadie
dice que esto suponga una claudicación. Más bien se trata de interpelar a otros
sectores, aquellos que no fueron hasta Comodoro Py a recibirla, votaron a Macri
por diversas razones y hoy se encuentran arrepentidos o decepcionados por las
medidas que está llevando adelante la nueva administración.
El peronismo, desde sus
orígenes, siempre fue frentista, más allá de que luego podríamos discutir
conceptual e históricamente la compatibilidad entre el frentismo y la
verticalidad de la construcción. Pero en todo caso, lo que llama la atención es
la referencia a la idea de “ciudadanía” pues se trata de una categoría más “legalista”,
vinculada a una tradición universalista, socialdemócrata, progresista y de
liberalismo igualitarista. En este sentido, el concepto de ciudadanía parece
reemplazar categorías identitarias muy caras a la tradición peronista como ser
la de “trabajador”, “pueblo” o “nación” y alinearse con uno de los pilares de
la construcción política kirchnerista: los derechos humanos. En otras palabras,
la bandera enarbolada por los gobiernos de Néstor Kirchner y CFK, dotaron a la perspectiva
nacional y popular de un elemento que no estaba presente en el peronismo
original y que permitió que en el kirchnerismo confluyeran sectores
progresistas que, en algunos casos, hasta son capaces de definirse como
antiperonistas. En los últimos años me he interesado por esa identidad
kirchnerista dejando de lado la inútil discusión acerca de si esa identidad
suponía o no una superación del peronismo. Por ello, quien suela seguir estas
publicaciones sabrá que considero que el kirchnerismo tiene una base peronista
pero le ha agregado a ello elementos de otras tradiciones más allá de que está
claro que en la doctrina social de la iglesia, de la cual abrevó el peronismo,
no es posible decir que éstos estuvieran completamente ausentes.
La idea de Frente “ciudadano”,
entonces, no es ajena al kirchnerismo aunque sí resulta más extraña al
peronismo clásico. De hecho está más cerca de la lógica de “los indignados”
europeos que de la tradición “nac and pop” y tiene vasos comunicantes con la
idea de “empoderamiento” y de que “cada uno es su propio dirigente” tal como
dijo la propia expresidenta en el discurso frente a Comodoro Py. Insisto en que
esto no supone ningún juicio de valor sino una descripción que tiene un interés
intelectual, más vinculado a la historia de las ideas, y un interés
práctico/político vinculado a tratar de desentrañar cuál es el tipo de
construcción que CFK pretende para este momento histórico. Pues está claro que
los tiempos son otros y, en tanto tal, parece razonable suponer que el tipo de
construcción también debiera ser otro. Con todo, hay sectores del kirchnerismo
que continúan con recelo ante el “pejotismo” e incluso también hacia algunas
formas del peronismo que los sectores progresistas del kirchnerismo igualan al
“baronismo” del conurbano o a las presuntas estructuras feudales presentes en
algunas provincias. Sin embargo, eso no aparece con tanta nitidez en los discursos
ni de Néstor Kirchner ni de CFK. Para ello tómese la recordada frase del expresidente
fallecido en 2010: “nos llaman kirchneristas para bajarnos el precio. Nosotros
somos peronistas”; y las continuas alusiones de la expresidenta a su
pertenencia peronista, a su carácter de militante y a la necesidad de
construcciones colectivas. Si bien a priori no es posible afirmar que la
exigencia de organizarse colectivamente (lo cual supone, en algún sentido, una
renuncia a la perspectiva personal en función del conjunto) se contradiga con
las apuestas más individualistas de “empoderamiento” y “ser dirigente de uno
mismo”, se pueden encontrar allí, al menos, algunas tensiones en lo que
respecta a las tradiciones desde las cuales esas categorías cobran sentido.
Tales tensiones no son novedosas ni en sí mismas ni al interior del
kirchnerismo pues uno de los aspectos más curiosos de la construcción política
que llega a la administración en 2003 es el haber convivido con las tensiones
propias de la confluencia de actores cuyas ideologías y experiencias políticas fueron
de lo más diversas. Con el kirchnerismo en la presidencia, más allá de
cualquier empoderamiento, la conducción lograba que, andando, los melones (y
los intereses) se acomodaran solos. Sin “la birome” el escenario es distinto y es
atendible que las diferencias se exacerben más allá de que éstas ya habían
empezado a aparecer durante la campaña y explican, en buena medida, la derrota
electoral.
Con la muerte de Néstor
Kirchner y el triunfo en 2011, CFK apostó por un nuevo sujeto político llamado
“la juventud”. Ese sujeto “generacional” pero que también suponía la carga
ideológica de ser la de los hijos de los ideales de los años 70 que en tanto
criados en democracia no veían como posibilidad la resistencia armada, sea por
falta de tiempo, sea por impericia, o sea por una campaña de estigmatización
como no conocía la historia argentina, no ha podido hegemonizar ni salir
ganancioso del último proceso electoral. El pedido de un “Frente ciudadano” no
supone renegar de la apuesta por ese
sujeto histórico pero sí parece un llamado a una perspectiva más amplia que no
sabemos si es una herramienta electoral o pretende ir más allá pero que, por lo
pronto, pretende interpelar, como se indicaba antes, a los que no votaron al
FPV pero también a hombres y mujeres de grandes centros urbanos que lo votaron
pero no se sienten representados por la militancia más orgánica. Con todo, sea
lo que se pretenda que este frente sea, es difícil poder proyectar la forma
electoral que podrá adoptar y probablemente no tenga demasiado sentido ponerse
a pensar eso en este momento pues ni la propia CFK lo debe tener en mente ya
que los estadistas, en política, pueden advertir las tendencias a largo plazo
pero en un país como éste la cantidad de imponderables es infinita.
No creo que sirva mucho
pero, mientras esperamos que escampe, tenga a bien recibir estas reflexiones y
notas sueltas de quien solo puede plantear algunos interrogantes.
Muy buena apreciación Dante. Viva la libertad, el Fortin y Cristina
ResponderEliminarmuy buena su descripcion,soy peronista y estoy y soy pueblo trabajadora y de que hay que ayudar siempre sin medir es tan linda nuestra argentina que la estan lastimando demasiado se bien que hay un Dios que lo ve y solo el puede parar toda esta locura!!
ResponderEliminarMuy buen análisis Dante! Que vuelvan en 678 para ayudarnos a pensar esta realidad compleja. Es un sostén que todos necesitamos!
ResponderEliminarEstá bueno que nos compartas tu reflexión. Y pienso que puede ser el surgimiento de algo nuevo, no sé si con el formato de un partido político o un frente electoral pero sí un espacio donde encontrarnos y accionar.
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