Desde hace ya
algunos años, en Argentina, venimos hablando de un fenómeno que el periodista
Jorge Lanata bautizó “la grieta”. Tal categorización quizás sea uno de los
pocos aciertos del devenido multimillonario animador y capocómico aunque,
claro, esa “grieta”, como muchas veces hemos dicho, no es en un sentido “nueva”
si se la piensa como una fractura social entre los argentinos. Pues hay grieta
desde que existe la Argentina e incluso desde mucho antes de que este
territorio adopte la organización política y administrativa que hoy presenta.
En todo caso, lo que ha habido son momentos donde el contexto político hace más
o menos visible esa grieta, algo que coincide, no casualmente, con los tiempos
en los que la Argentina tuvo gobiernos populares.
Sin embargo,
puede que esta breve introducción esté presa del microclima de aquellos que, de
una u otra manera, trabajamos en medios gráficos y audiovisuales y formamos
parte de los intensos debates que se dieron en los últimos años. Así, si uno
indaga bien, en realidad, la única grieta que en general interesa a los medios
de comunicación, y que es verdaderamente novedosa, es la grieta generada al
interior de la corporación periodística. En este sentido, más allá de numerosos
antecedentes de disputas entre periodistas o modos de ver el periodismo, está
claro que, como nunca en la historia, el rol del periodismo está puesto en tela
de juicio. Pero ¿a quién perjudica que el periodismo esté “expuesto”? ¿A la
sociedad? ¿A la democracia? Nada de eso. Los únicos perjudicados son los
periodistas y por ello los que están obsesionados por cerrar la grieta de la
corporación son los propios periodistas tanto del establishment
liberal/republicano de derecha como los “progres” de izquierda.
En su momento,
en esta columna, señalamos al multipautado vocero de Mauricio Macri, Luis Majul,
como el abanderado del cierre de la grieta, algo que se observa en su muestra
itinerante de periodismo y su recurrente ataque a lo que él considera “periodismo
militante”. Su estrategia es bastante simple, algo, por demás, esperable: la
grieta se cierra constituyendo un enemigo “exterior”. Solo con ese enemigo
exterior, con un “ustedes, los que se quedan afuera”, será posible constituir
un “nosotros, los que estamos adentro (del periodismo)”. Eso que debe quedar
afuera, es, por supuesto, el “seisieteochismo” y, para lograr ello, el
periodista ha exigido al nuevo gobierno que quite el programa del aire y ha
dicho públicamente que habría que iniciárseles juicios a sus panelistas. Pero
la pobreza argumentativa de Majul es parte de una cosmovisión compartida por
gran mayoría de sus colegas y hasta por funcionarios del actual gobierno. A
continuación, entonces, quiero repasar algunas de las afirmaciones que surgen
de esa particular visión del mundo. La primera: “El periodismo no puede ser
militante”. Pues claro, si por militante entendemos acomodar la realidad a los
intereses del partido o la facción. ¿Hay alguien que defienda que eso es
periodismo? Nadie en su sano juicio. Cuando se habla de “militante” lo que
debemos entender es el hecho de que todos hablamos desde una determinada
perspectiva. Los hechos existen pero la agenda y la descripción de los mismos
están hechas por seres humanos con lenguaje, intereses, objetivos e historias
que hacen imposible la neutralidad. Así, quien ejerce el periodismo se enfrenta
a una aporía: tiene el desafío de apuntar hacia la neutralidad u objetividad pero,
al mismo tiempo, reconocer que éstas son imposibles de alcanzar.
Segunda
afirmación: “El periodismo afín al gobierno kirchnerista escracha y hace
propaganda”. Varias cuestiones para indicar aquí: ¿por qué acusar o denunciar a
alguien (sea político, empresario, periodista o lo que sea) es escrachar si se
hace desde determinada línea editorial y es hacer periodismo si se hace desde
otra línea editorial? ¿Si Majul denuncia a un político, a un empresario o a un
periodista y utiliza archivos hace periodismo y si lo hace 678 (o un medio con
línea editorial afín al último gobierno) escracha? Por otra parte: ¿por qué se
considera propaganda hablar bien de un gobierno pero no se considera propaganda
(opositora) hablar mal de un gobierno? ¿Periodismo es hablar siempre mal de un
gobierno? Quien haya inventado tal definición está menospreciando al periodismo
porque el periodismo debe ser crítico y ser crítico significa poseer la
capacidad de evaluar negativa o positivamente una acción. ¿Se imaginan un
crítico de cine que dijera que todas las películas son malas… o que dijera que
todas las películas son buenas? ¿Sería un crítico o, más bien, sería un
imbécil? ¿Usted seguiría creyendo en él?
Tercera afirmación: “se puede
defender al gobierno de turno pero solo desde un canal privado”. ¿Por qué? ¿Si
estoy en un canal público y creo que el gobierno de turno hace algo bien no
puedo decirlo? ¿La libertad de expresión tiene más límites si aparezco por la
pantalla de un canal público? Por otra parte, si defender al gobierno de turno
fuera algo solo admisible en un canal privado, ¿eso significa que en un canal
privado cualquiera puede hacer cualquier cosa, incluso cosas inadmisibles para
un canal público? ¿Nos están diciendo que lo que en el canal público era
propaganda en un canal privado se transforma en periodismo? ¿Entonces lo que
define al periodismo es el hecho de hacerse a partir del dinero aportado por
privados? Extraña definición pues pasa por alto uno de los elementos centrales
del derecho a la información. Se trata de un derecho que protege al dueño del
medio (de las presiones políticas y de otros dueños de medios); a los
periodistas (de las presiones políticas y de las del dueño de su medio); y a los
ciudadanos (de las presiones políticas y de la información falsa que pueda
verter un medio). Efectivamente, quien consume medios tiene derecho a una información
veraz. ¿O acaso, en nombre del periodismo y la libertad de expresión, alguien
podría justificar que el dueño de un medio use su dinero para propagar
informaciones falsas mientras se justifica afirmando “con mi dinero hago lo que
quiero”?
Cuarta
afirmación (oída por última vez de boca de un flamante funcionario a cargo de
Medios Públicos) en el contexto de innumerables loas al periodismo como eje
indispensable de las democracias liberales como las nuestras: “la grieta le ha
hecho mucho mal al periodismo”. La pregunta allí sería: ¿le ha hecho mal al
periodismo o a la corporación periodística? ¿Afectar a la corporación
periodística es afectar a la democracia? ¿Por qué la democracia debiera aceptar
sin más que exista en la sociedad un grupo de elegidos a través de los cuales
habla la verdad, la objetividad, la neutralidad y la independencia? ¿Por qué
Dios ha privilegiado a aquellos que han elegido esa profesión y nos ha
condenado al fanatismo y a la mera opinión a aquellos que elegimos otros
caminos? Si lo esencial de las democracias liberales es la asunción de que hay
múltiples verdades, ¿por qué la sociedad debería aceptar que hay una sola
verdad y que ésta es expresada por el periodismo?
Para
finalizar, el fin de la grieta es una necesidad de la propia corporación
periodística. Más que un tema político o de diferencias ideológicas con el
gobierno de turno es un tema vinculado a la representación de la sociedad civil
y a los privilegios sociales que el periodismo construyó autopostulándose como
guardián moral e inmaculado de nuestras sociedades incluso por encima del
discurso judicial y médico.
En este
sentido, el deseo de cerrar la grieta no se hace en nombre de la pluralidad
contra un grupo de fanáticos. Es todo lo contrario. De hecho, obsérvese bien el
formato de los programas políticos en la actualidad. ¿Qué buscan? Presentarse
como plurales. Sin embargo ser plural no es invitar a tu programa a muchas
posiciones irreductibles para que a los gritos se acusen entre sí. Tal puesta
en escena, lo único que pretende es posicionar al periodista como un mediador,
el justo punto medio entre representantes de una sociedad fanatizada. Si la
Argentina se ha transformado en eso que se ve en los programas de TV a los
gritos, está claro que tenemos un largo camino por andar en la búsqueda de
eliminar el fanatismo. Pero en todo caso, pongamos manos a la obra y démosle la
discusión a los fanáticos que se creen capaces de hablar desde un lugar
particular en el que, vaya a saber por qué y a diferencia del resto de los
mortales, se puede ser independiente, neutral, objetivo y alcanzar la que sería
la única Verdad.
Recuerdo aquel concepto de que la política es conflicto, entendiendo por conflicto aquello que marca DIFERENCIAS, El error es asociar el conflicto a la violencia, hay violencia donde hay un absoluto, donde hay una única verdad , donde no hay diferencias. El sistema democrático es el sistema de las verdades. Coincido además con la lectura que haces de la "grieta " en el periodismo .
ResponderEliminarTe felicito como siempre por el gran artículo dante.....
Martin de berisso
Si llegamos a tener la situación actual que tenemos respecto a nuestra política y gobernantes es porque una grieta en nuestra sociedad existe y coincido con vos Dante que no es de ahora.En algún momento la política y los medios se farandulizaron tanto que muestran un hecho político con algo de vedet,cocina,chisme quitando seriedad a un análisis real.No es posible que uno cambie de un canal a otro de noticias y vea y escuche lo mismo.Pasan cosas todo el tiempo,no tienen contenido,generan odios,brechas ,miedos y lo real bien gracias es sólo como lo perciben algunos.Nos falta leer más,sencillez,pensar en uno como en el otro,entender que cada acto propio genera una consecuencia que somos argentinos y latinoamericanos,que debemos dejar de mirar cosas absurdas y repetitivas y escuchar la campana de la realidad propia y cercana,y a partir de ahí ser reales en nuestras decisiones y actos a conciencia que generarán una consecuencia para bien o para mal.
ResponderEliminarTomatelá, misógino abusador, te hacés el piola con las pibas chicas, payaso.
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