La Conferencia
de prensa que brindó Cristina Fernández en Harvard generó un gran número de
controversias. Los opositores al gobierno afirmaron que a la presidenta se la
vio irritada y que no fue clara en las respuestas sobre temas como la
inflación, la inseguridad o la reelección. Por su parte, los afines al gobierno
denunciaron y comprobaron una vergonzosa puesta en escena orquestada por
alumnos argentinos de aquella Universidad con presunta complicidad de medios periodísticos
argentinos. En este sentido, si ya de por sí resultó sospechoso que TN
transmitiera en vivo la conferencia en un horario central que postergó a sus
programas insignia, la dramatización quedó expuesta cuando periodistas
argentinos lograron acceder a un cuestionario con preguntas que siguen la línea
de la agenda de la prensa hegemónica argentina y que había sido distribuido a
través de correo electrónico a los estudiantes interesados en participar del
evento. Uno de los periodistas de Télam acreditado declaró que al llegar a
Harvard le comunicaron que el encargado de la organización de los periodistas
en la conferencia era Juan Ignacio Maquieyra, un joven licenciado en Ciencia
Política en la UCA que está haciendo una maestría en la prestigiosa universidad
estadounidense. Pero Maquieyra, además de, aparentemente, ser buen estudiante,
es afiliado al PRO y fue empleado del Ministerio de Educación de la Ciudad a
cargo de Esteban Bullrich. Según el periodista opositor, Alfredo Leuco, el
militante PRO costea sus estudios en Harvard por una beca de USS 26000 otorgada
por el Banco Ciudad, entidad pública dirigida por Federico Sturzenegger quien
casualmente fue profesor de Harvard durante 3 años además de trabajar para
Mauricio Macri y estar girando por varios programas de TV exigiendo que los fondos
judiciales de los tribunales nacionales sigan siendo depositados en su banco
porque “éste los utiliza para dar créditos a los que no tienen hogar”. Otro de
los que instigó el clima de hostilidad para con la presidenta repartiendo
“tarjetas rojas” para que el alumnado las exhiba siguiendo la línea de la
titular del FMI Cristine Lagarde, fue Tomás Pérez Alati, otro becario vinculado
al macrismo e hijo de uno de los socios del buffet de abogados de Mariano Grondona,
José Alfredo Martínez de Hoz (hijo) y Eugenio Aramburu (hijo del dictador Pedro
Aramburu) que defiende a los Fondos Buitre que litigan contra el Estado
argentino en el CIADI. Por último, Tomás, es nieto del Coronel Eduardo Pérez
Alati que confesó haber pensado en matar a Perón en la embajada de Paraguay.
Claro está que
la trayectoria y los intereses de estos jóvenes no invalidan la pertinencia que
pudieran tener las preguntas que éstos le realizaron a la Jefa de Estado. Es
más, quizás, su cosmovisión y su propuesta política sea la adecuada para la
Argentina y en algún momento pueda volver a convencer a una gran mayoría de
ciudadanos como lo hizo tiempo atrás. Sin embargo, lo que sí cabe indicar, es
que el tipo de consignas efectuadas no obedece a un orden cósmico, objetivo,
neutral y preciso validado por el prestigio de una Universidad, sino,
simplemente, a un punto de vista tan sesgado como cualquier otro.
Pero lo más llamativo fue la cobertura que los
medios hegemónicos argentinos hicieron de uno de los pasajes del discurso. Fue
cuando uno de los preguntadores editorializó su consigna y recibió una
respuesta de la presidenta que no agradó a un sector de una audiencia que
comenzó a chiflar. Semejante escena, indigna de esta Casa de Estudios, mereció
un comentario ácido de la primera mandataria argentina quien afirmó “Chicos,
esto es Harvard. No es La Matanza”. Cuando esto sucedió, le voy a confesar,
estaba en mi casa viendo en vivo la conferencia y me permití realizar una broma
desde mi cuenta de Twitter (@palmadante) donde indiqué: “Tapa de Clarín mañana:
CFK discrimina a La Matanza y los trata de negros chifladores”. Muchos de mis
seguidores se rieron de la humorada pero tanto ellos como yo comenzamos a
sorprendernos cuando periodistas presuntamente serios, efectivamente, eligieron
esa insólita, para decirlo de manera benevolente y sin ofender, “variante
interpretativa”. No satisfechos con ello, TN mandó móviles a la Universidad de
La Matanza pidiendo la opinión de los alumnos y hasta el propio rector se
consideró “dolido” por las palabras de la presidenta. Ahora bien, volvamos a la
frase “Chicos, esto es Harvard. No es la Matanza”. Evidentemente, si usted la
leyera de manera descontextualizada podría pensar que se trata de una grave
discriminación a uno de los municipios emblemáticos de la Provincia de Buenos
Aires. Pero Cristina Fernández no dejó lugar a dudas pues, al pronunciarla,
interpretó al estereotipo de las mujeres de clase alta que hablan con voz nasal
y “gestito de asco”, como cualquiera de nosotros hace cuando intenta burlarse
de un “nene” o una “señora bien”. Es decir, la presidenta hizo una
representación, actuó, se puso en el lugar de “ellos”, la clase alta de Harvard
que la chifló, y desde ese lugar se burló del modo en que ellos, mientras se
permiten muestras de falta de respeto a la investidura presidencial, desprecian
a los morochos del conurbano a los que juzgan de incivilizados. Dicho esto, hay
que aclararles a los periodistas de vuelo raso, que lo que hizo la presidenta
es una forma retórica denominada “ironía” que proviene del griego eirón y significa “disimulo o ignorancia
fingida”. La ironía es una expresión que justamente quiere dar a entender lo
contrario de lo que significa si se la toma en un sentido literal. Ilustremos
para así ayudar al periodista enfermo de literalidad: un jefe observa a su
empleado en horario de trabajo jugando a un solitario en la computadora y le
espeta “¡Así me gusta, trabajando duro y sin descanso!”. Evidentemente, el jefe
está siendo irónico y lo que le está diciendo a su empleado es que deje la
vagancia y se ponga a trabajar de inmediato.
Seguramente,
el más famoso personaje cultor de la ironía haya sido Sócrates que la utilizaba
como parte de su método. Sócrates fingía ignorancia para lograr que el
interpelado se sienta confiado, “suelte la lengua” y luego quede en ridículo
ante sus punzantes preguntas. Tales formas irónicas han quedado inmortalizadas
en los diálogos de su discípulo, Platón. Sin embargo, los sofistas, expertos en
oratoria, fueron grandes estudiosos de este tipo de recursos y el propio Aristóteles también se dedicó a describir las
ironías en su Ética a Nicómaco. En la
actualidad, cualquier manual de Retórica le dedica algún que otro pasaje a este
tipo de forma harto transitada.
Pero alguien
podrá decir que para identificar una ironía hace falta tener determinado nivel
de conocimiento o cruzar cierto umbral básico de inteligencia y puede que esto
sea así en algunos casos pero lo más importante, sostienen los estudiosos, es
dejar en claro que la ironía no puede interpretarse correctamente si se la toma
de manera aislada. Por ello cualquier análisis de la ironía supone tomar como
variable la audiencia a la cual está dirigida y la situación en la cual está
enmarcada. En este sentido, una ironía no puede ser eficaz si se la pronuncia
en el momento equivocado y ante un público inadecuado porque el receptor no
podrá reconstruir el significado “velado” que el emisor quiso significar. Porque
la ironía es vista por muchos como un tropo
junto a la metáfora, la metonimia o la sinécdoque, esto es, un modo de
trasladar el significado de un lugar a otro, llevarlo “más allá” de lo que “a
simple vista” o, en un sentido literal, parece sugerir.
La pregunta
es, entonces, ¿Cristina Fernández utilizó correctamente la ironía, es decir, la
realizó en la situación adecuada y ante un público capaz de interpretarla? Si
nos restringimos a la audiencia de Harvard podría decirse que la ironía
seguramente no fue comprendida por aquellos que no son argentinos, poco saben
de la significación de La Matanza y probablemente se burlen de las clases altas
(si es que lo hacen, claro) de modo distinto a como lo hacemos en Argentina.
Pero los argentinos que allí estaban comprendieron perfectamente la ironía. En
cuanto a la audiencia que la observó desde la Argentina, aquellos con buena fe y
que tuvieron la suerte de ver el episodio en vivo, habrán comprendido sin
problemas. El resto de los ciudadanos, si desea acceder a la palabra de la
presidenta tendrá que atravesar el tamiz distorsionador de aquellos que piden
diálogo y acuerdos y no respetan las bases mínimas, ya no de la ética, sino de
las normas del habla.
Sos un pibe que adula al gobierno porque te da trabajo y te conviene.
ResponderEliminarSegún un viejo dicho español: "palos porque bogas, palos porque no bogas"
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