La cobertura
que los medios hegemónicos han realizado de las elecciones en Venezuela podría
ser el ejemplo perfecto para reflexionar acerca de esta interesante categoría
que Ignacio Ramonet bautizó: “censura democrática”. A diferencia de la censura
clásica que proviene del aparato estatal, la censura democrática tiene la
particularidad de realizarse en el marco de sociedades liberales occidentales
donde se goza plenamente de derechos civiles y políticos y donde los medios se
encuentran mayoritariamente en manos privadas. Pero además, a diferencia de la
primera, ésta ya no actúa a través de recortes u obturaciones sino que se
caracteriza por funcionar a través del “exceso” de información, una suerte de “bombardeo”
constante de estímulos presuntamente informativos que acaban ocultando la
verdadera y sustantiva información. Dicho de otro modo, que existan más canales
de noticias no garantiza per se que
el ciudadano esté mejor informado. Porque se trata de una cantidad que no
genera diversidad sino superposición.
Volviendo al ejemplo, especialmente el Grupo
Clarín, rápidamente cambió el eje de la noticia: así, apenas algunas horas
después del aplastante triunfo de Chávez, la noticia era “que Lanata había sido
retenido” en el Aeropuerto. Y así, lo verdaderamente relevante pasó a un
segundo plano. Ya no importaba que Chávez hubiese ganado con el 54% su elección
número 14 (de las 15 en las que participó) y que la oposición haya convalidado
el triunfo sin denuncia alguna de fraude como varios medios de derecha buscaron
instalar. Lo importante era que un periodista había estado demorado aunque ni
siquiera tanto como para perder su vuelo.
Ahora bien, ¿se puede inferir algo más de este
episodio o se está frente a un caso emblemático pero, al fin de cuentas, uno
más, de censura democrática? Lamentablemente creo que el ejemplo puede ser de
suma utilidad para explicitar una estrategia discursiva que es capaz de tener
efectos políticos profundos. Me refiero a que cuando Lanata llega a Buenos
Aires y denuncia que lo que le sucedió en Venezuela es lo mismo que le pasó a
los 30000 desaparecidos en Argentina, está dando excelentes argumentos para
justificar una destitución basada en una distinción clásica entre legitimidad
de origen y legitimidad de ejercicio. Dicho de otra manera, los gobiernos
democráticos que han sido seleccionados por la mayoría de su pueblo, tienen, en
esa decisión, una legitimidad de origen que no es otra cosa que haber sido
elegidos por la voluntad popular. Sin embargo, puede darse que un gobierno con
origen legítimo devenga en una dictadura y, por ejemplo, persiga opositores o
se decrete Presidente Vitalicio. Si así fuese, este representante elegido
democráticamente perdería legitimidad por el modo en que ha ejercido su cargo.
En esta línea, no casualmente, en su nota del
último martes 9/10/12 en La Nación,
Morales Solá, refiriéndose a Chávez y a CFK, afirmó que “ambos pierden en el
ejercicio la legitimidad que tuvieron de origen”. De aquí a justificar que
independientemente de que hayan sido elegidos democráticamente, el ejercicio
que han hecho del poder estos gobiernos bien justifica su destitución, no hay,
ni siquiera, un paso.
Parece
bastante claro, entonces, que cancelada la hipótesis de golpes militares a la
vieja usanza y en un contexto de gobiernos populares con amplio apoyo, la única
posibilidad de la derecha latinoamericana es apuntar a formas de golpes
institucionales que ayudados por el sentido común instalado por los medios y una
gran maquinaria repetidora, pongan en tela de juicio ya no la legitimidad de
origen sino la legitimidad de ejercicio. Así, caído el modelo Capriles que
buscaba derrotar al “populismo” desde las urnas, el modelo a seguir y que
permanece siempre como deseo latente, es el de la vergonzosa puesta en escena
que en Paraguay, basados en artículos periodísticos como bien lo indica el
líbelo acusatorio contra Fernando Lugo, permitió un irregular juicio político
que revistió de presunta institucionalidad lo que no fue otra cosa que un golpe
de Estado, modelo siglo XXI.
Horrorosamente claro y certero Dante... después lo subo a mi blog...
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