De la misma manera que con los directores técnicos de los equipos de fútbol, cuando hay una crisis política los fusibles son los ministros: a diferencia de lo que sucede en los regímenes parlamentaristas, el primer ministro/presidente no puede ser “removido” y es por eso que las crisis la pagan los miembros del gabinete.
Esto fue lo que ocurrió con Lousteau tras la crisis entre el gobierno y el campo. Es un fusible funcional a todos los intereses en juego: para el gobierno, es la forma de hacerse a un lado de los errores cometidos y recargar la culpa sobre el joven ahora ex ministro en lo que respecta a la decisión de imponer las retenciones móviles indiscriminadamente; para los dirigentes del campo, es una excusa para distender la tensión y lograr un acuerdo sin mostrar debilidad. En tanto, la oposición política y mediática hace varias interpretaciones: los más críticos, esos que antes defenestraban a Lousteau por su participación en el gabinete “cristinista”, ahora que se ha ido, no ahorran loas ante la joven promesa de la economía. De repente, Lousteau pasó a ser un muchacho inteligente que se dio cuenta que los modos de Moreno no son los adecuados y que le habría acercado a Cristina una serie de propuestas brillantes para bajar la inflación “enfriando” la economía. Se construye así una fantasía en la que habría en el gobierno dos bandos: los dialoguistas y razonables, liderados por Alberto Fernández, entre los que se encontraba Lousteau, y los rupturistas autoritarios, liderados por Kirchner y cuyos miembros más representativos son Moreno y Delía. Los buenos y los malos. Entre tanto, la imagen de Cristina, sin duda deteriorada, es presentada como de la mujer débil de su marido. Así, la segunda fase de la operación “doble comando” ha llegado. En un primer momento se trataba de imponer la idea de que el gobierno tenía dos cabezas lo cual, aparentemente sería malo. De esta manera se trataba de desgastar a los dos por el gobierno de ella ante el temor de un regreso de Kirchner en 2011. Ahora que la imagen de Cristina es la más baja desde su “explosión” como candidata, van por Kirchner. Lo que viene, será mostrar que ella, en realidad no gobierna, que es débil y que tiene problemas de crispación y bipolaridad. No hay entonces doble comando. Hay uno sólo que es el de Kirchner. En este sentido es sintomática la tapa del diario Perfil del sábado la cual, mostrando la foto de asunción de Carlos Fernández (hombre del ex presidente), tituló “Reasumió Kirchner” (SIC).
Párrafo aparte merece la particularidad de la elección de los ministros de Economía en los casi 5 años de gobierno kirchnerista. Sin duda se trata de personajes de perfil bajísimo, algo a lo que lamentablemente no estábamos acostumbrados. Salvo Lavagna, quien justamente fue desplazado cuando empezó a tener demasiado protagonismo, el resto de los ministros de economía del kirchnerismo apenas si le conocíamos la cara. Se dice, seguramente con razón, que este perfil no es arbitrario: se buscan personajes maleables porque, al fin de cuentas, el que toma las decisiones en materia de economía es Kirchner. Seguramente es así y me pregunto cuál sería el problema de que así fuese. Quienes rezongan ante la debilidad de los ministros de economía y la ubicuidad de Kirchner consideran que el problema de la economía es simplemente un asunto técnico y no de política. Grave y, a veces, poco inocente error. El rumbo y las decisiones de la política económica no pueden ni deben ser meramente técnicas. Son y deben ser decisiones políticas en las que cualquier presidente debe tener injerencia directa. Evaluemos en todo caso si la política económica es la correcta, cuáles son las decisiones políticas que hay detrás de ella y hacia dónde nos llevan. Preocupémonos cuando algún operador presenta, como si fuera un elogio, a un economista como “un técnico”. O en todo caso preocupémonos si es ese “técnico” el que toma las decisiones.
Pero volvamos a los fusibles: el próximo va a ser el secretario de Comercio Moreno. Aparentemente se le pediría un paso al costado el 25 de mayo cuando el gobierno intente relanzarse con un paquete de medidas. De este modo, el gobierno va a afirmar que la distorsión de los índices del INDEC fue obra de la discrecionalidad de este sujeto al cual se mantenía sólo porque era alguien que peleaba por el bolsillo de la gente pero que ya cumplió un ciclo. En tanto, la oposición, que parece tener una obsesión con el Secretario de Comercio, dejará de tenerla, y dirá que en realidad toda la culpa es de Kirchner y que Moreno era un sicario.
Es muy curioso lo que sucede con Moreno desde la oposición, pues las mismas personas lo culpan de hechos que se contradicen ente sí: por un lado, le endilgan modos mafiosos (los cuales, sin duda, tiene), para mantener los precios bajos y, con ello, afectar la rentabilidad de los empresarios; sin embargo, por otro lado, esos mismos críticos son los que afirman que la inflación está descontrolada. De esto se sigue que, o bien es falso que los aprietes de Moreno hacen que los precios no suban, o es falso que la inflación se descontroló. Dado que la inflación parece estar situada en un preocupante 20% (al menos en la canasta básica de alimentos), el Gobierno debería pedirle la renuncia a Moreno no por sus malos modales sino, en todo caso, por no poder cumplir bien su labor de detener los precios. Su salida es inminente pues, cumple, como el joven Lousteau, con los requisitos suficientes para ser el fusible funcional a los intereses de todos los actores.
Esto fue lo que ocurrió con Lousteau tras la crisis entre el gobierno y el campo. Es un fusible funcional a todos los intereses en juego: para el gobierno, es la forma de hacerse a un lado de los errores cometidos y recargar la culpa sobre el joven ahora ex ministro en lo que respecta a la decisión de imponer las retenciones móviles indiscriminadamente; para los dirigentes del campo, es una excusa para distender la tensión y lograr un acuerdo sin mostrar debilidad. En tanto, la oposición política y mediática hace varias interpretaciones: los más críticos, esos que antes defenestraban a Lousteau por su participación en el gabinete “cristinista”, ahora que se ha ido, no ahorran loas ante la joven promesa de la economía. De repente, Lousteau pasó a ser un muchacho inteligente que se dio cuenta que los modos de Moreno no son los adecuados y que le habría acercado a Cristina una serie de propuestas brillantes para bajar la inflación “enfriando” la economía. Se construye así una fantasía en la que habría en el gobierno dos bandos: los dialoguistas y razonables, liderados por Alberto Fernández, entre los que se encontraba Lousteau, y los rupturistas autoritarios, liderados por Kirchner y cuyos miembros más representativos son Moreno y Delía. Los buenos y los malos. Entre tanto, la imagen de Cristina, sin duda deteriorada, es presentada como de la mujer débil de su marido. Así, la segunda fase de la operación “doble comando” ha llegado. En un primer momento se trataba de imponer la idea de que el gobierno tenía dos cabezas lo cual, aparentemente sería malo. De esta manera se trataba de desgastar a los dos por el gobierno de ella ante el temor de un regreso de Kirchner en 2011. Ahora que la imagen de Cristina es la más baja desde su “explosión” como candidata, van por Kirchner. Lo que viene, será mostrar que ella, en realidad no gobierna, que es débil y que tiene problemas de crispación y bipolaridad. No hay entonces doble comando. Hay uno sólo que es el de Kirchner. En este sentido es sintomática la tapa del diario Perfil del sábado la cual, mostrando la foto de asunción de Carlos Fernández (hombre del ex presidente), tituló “Reasumió Kirchner” (SIC).
Párrafo aparte merece la particularidad de la elección de los ministros de Economía en los casi 5 años de gobierno kirchnerista. Sin duda se trata de personajes de perfil bajísimo, algo a lo que lamentablemente no estábamos acostumbrados. Salvo Lavagna, quien justamente fue desplazado cuando empezó a tener demasiado protagonismo, el resto de los ministros de economía del kirchnerismo apenas si le conocíamos la cara. Se dice, seguramente con razón, que este perfil no es arbitrario: se buscan personajes maleables porque, al fin de cuentas, el que toma las decisiones en materia de economía es Kirchner. Seguramente es así y me pregunto cuál sería el problema de que así fuese. Quienes rezongan ante la debilidad de los ministros de economía y la ubicuidad de Kirchner consideran que el problema de la economía es simplemente un asunto técnico y no de política. Grave y, a veces, poco inocente error. El rumbo y las decisiones de la política económica no pueden ni deben ser meramente técnicas. Son y deben ser decisiones políticas en las que cualquier presidente debe tener injerencia directa. Evaluemos en todo caso si la política económica es la correcta, cuáles son las decisiones políticas que hay detrás de ella y hacia dónde nos llevan. Preocupémonos cuando algún operador presenta, como si fuera un elogio, a un economista como “un técnico”. O en todo caso preocupémonos si es ese “técnico” el que toma las decisiones.
Pero volvamos a los fusibles: el próximo va a ser el secretario de Comercio Moreno. Aparentemente se le pediría un paso al costado el 25 de mayo cuando el gobierno intente relanzarse con un paquete de medidas. De este modo, el gobierno va a afirmar que la distorsión de los índices del INDEC fue obra de la discrecionalidad de este sujeto al cual se mantenía sólo porque era alguien que peleaba por el bolsillo de la gente pero que ya cumplió un ciclo. En tanto, la oposición, que parece tener una obsesión con el Secretario de Comercio, dejará de tenerla, y dirá que en realidad toda la culpa es de Kirchner y que Moreno era un sicario.
Es muy curioso lo que sucede con Moreno desde la oposición, pues las mismas personas lo culpan de hechos que se contradicen ente sí: por un lado, le endilgan modos mafiosos (los cuales, sin duda, tiene), para mantener los precios bajos y, con ello, afectar la rentabilidad de los empresarios; sin embargo, por otro lado, esos mismos críticos son los que afirman que la inflación está descontrolada. De esto se sigue que, o bien es falso que los aprietes de Moreno hacen que los precios no suban, o es falso que la inflación se descontroló. Dado que la inflación parece estar situada en un preocupante 20% (al menos en la canasta básica de alimentos), el Gobierno debería pedirle la renuncia a Moreno no por sus malos modales sino, en todo caso, por no poder cumplir bien su labor de detener los precios. Su salida es inminente pues, cumple, como el joven Lousteau, con los requisitos suficientes para ser el fusible funcional a los intereses de todos los actores.