Episodio 1
La última moda viral a partir de
Tik Tok es lo que se conoce como Filosofía “delulu” y proviene del K-pop
coreano, ese estilo de música tan particular que Corea del Sur exporta en su
estrategia de soft power y que, como
ya hemos desarrollado aquí, combina la autoexplotación más salvaje con la
hiperexposición en redes. Tal como explica el profesor de lingüística Mateus
Barrios en esta nota de la BBC https://www.bbc.com/mundo/articles/cx8jr58d33yo , “delulu”
es un término que comenzó a usarse en 2014 y que, si bien hoy ha ampliado su
significado, originalmente designaba “los delirios parasociales” de los
fanáticos del K-pop, lo cual se expresaba en el establecimiento de conexiones
emocionales unilaterales con personajes famosos hasta convencerse de que la
relación era verdadera y la atención recíproca.
Lo cierto es que,
etimológicamente hablando, “delulu” proviene del inglés “delusional”, el cual podríamos traducir como “delirante” pero
también como “iluso”, algo que, en este caso, parece ser más adecuado.
Es que, efectivamente, de lo que
se trata en la filosofía “delulu” es de exacerbar la ilusión, crear nuestro
propio mundo, “mentalizarnos” positivamente para cambiar la realidad. Desde
este punto de vista, pensar realistamente es nocivo para las personas y sí…,
tal como ustedes observan, se trata de una nueva versión de la autoayuda para
la denominada Generación Z, esa que nació entre los años 90 y el 2010 y, sea
por ignorancia, sea por vanidad, considera que el mundo nació con ella.
Filosóficamente hablando, los “delulu” combinan perfectamente con ese revival de la filosofía estoica mal
entendida para alcanzar una combinación fatal con el new age pseudo hippie y los 15 segundos de vacío de significado y de
sentido del influencer en Tik Tok.
Si el afuera es una mierda, tu
trabajo mal pago, no tienes para el alquiler, las relaciones cara a cara son
cada vez más difíciles y, sobre todo, si tus padres pueden darte casa, comida y
conexión a internet, la filosofía “delulu” es la “solulu” tal como reza el
slogan de los que creen que la solución está en escapar de la realidad mientras
las cuentas reales las paga un tercero.
Episodio 2
Algunas semanas atrás, escribía
unas líneas en www.theobjective.com https://theobjective.com/elsubjetivo/opinion/2024-03-01/hitler-negro-filantropo/ sobre
el caso Gemini, la IA de Google que fuera parcialmente suspendida por la
compañía a raíz de una serie de imágenes que se habían viralizado.
Específicamente, algunos usuarios se habían mostrado sorprendidos por la
distorsión de la realidad histórica que arrojaba la tecnología que,
supuestamente, tiene una respuesta (correcta) para todo. Quien buscó soldados
nazis, obtuvo como imágenes presuntamente representativas, soldados negros,
asiáticos y hasta alguno con el pelo azul, presuntamente, LGBT. Algo igualmente
curioso sucedió a quienes en su búsqueda intentaron hacerse de imágenes de
papas católicos ya que lo que encontraron fueros papas negros y hasta papisas,
esto es, otra representación de lo que nunca sucedió. En la nota en cuestión,
advertía que esta decisión política de Google programando al algoritmo para aggiornarse al canon de la ideología woke, podía tener como consecuencia que
las nuevas generaciones cayeran en contradicciones perturbadoras: ¿los nazis
eran los que creían en la raza superior y cometían genocidios o los que
aplicaban un enfoque interseccional y diverso al momento de designar sus soldados?
¿La Iglesia católica es una institución patriarcal, conservadora y verticalista
o un espacio que denuncia al supremacismo blanco heteropatriarcal y promueve
cupos para negros y mujeres en sus espacios de máxima jerarquía?
A propósito de ello, algunas
semanas después de mi nota, en la web quillette.com, el seudónimo Toadworrier,
utilizado por alguien que dice ser ingeniero informático, publicaba este
artículo https://quillette.com/2024/03/18/google-and-the-gemini-debacle/ donde narraba
algunos de los sucesos recién mencionados y se interrogaba acerca de las
razones por las que un gigante como Google podía haber cometido semejante
dislate. Más allá de que se trata de hipótesis, lo interesante es que
Toadworrier no cae estrictamente sobre el responsable del proyecto, el cual es
un ferviente activista progresista en redes, sino que apunta directamente a los
principios que dice defender la IA de Google. Allí aparece la idea de que la IA
debe “ser beneficiosa para la sociedad”, y “evitar la creación o el reforzamiento
de sesgos injustos”. Nótese que aquí en ningún momento aparece como principio
decir la verdad o ajustarse a la realidad. Más bien, lo que se sigue de estos
principios, es que Google está comprometido con una manera de ver el mundo, lo cual,
a su vez, será expresado por su IA. Por cierto, tendría todo el derecho a
hacerlo, pero quizás sería bueno que lo expresara públicamente con mayor
claridad. Pero, sobre todo, como indica el autor, esto contradice abiertamente
lo que era la misión de Google, esto es, “organizar la información del mundo
para hacerla útil y accesible al mundo”. Este último principio supone una mera
administración neutral de la realidad. Los principios que, en cambio, guían la
representación de imágenes de su IA, expresan un intento de adecuar la realidad
a una ideología previa.
Episodio 3
Quizás por consumir solo
circunstancialmente productos de Disney, se me ha pasado por alto un fenómeno
que, de ser real, va en la línea de lo que estamos desarrollando. El disparador
fue una nota de Tom Smyth, en la plataforma www.vox.com,
publicada casi en paralelo a la nota de Toadworrier, y que lleva como título
“¿A dónde se han ido todos los villanos de Disney?” https://www.vox.com/culture/2023/5/19/23715887/disney-villains-little-mermaid-ursula-jafar-scar-frozen-ii
Allí la observación de Smyth es
muy interesante, pues él entiende que salvo excepciones muy puntuales como
puede ser la Úrsula de La Sirenita, en la nueva era de Disney ya prácticamente
no existen esos villanos prototípicos. Tomando los ejemplos de películas como
Frozen II o Encanto, Smyth muestra que allí ya no aparecen esos villanos
horriblemente malos que generan la zozobra de nuestro protagonista. La pelea
del héroe, entonces, no es contra un antagonista. Más bien es contra sí mismo,
contra su enemigo interior. Así, ya no hay Madrastra, ni Capitán Garfio ni
Maléfica: el enemigo del héroe son sus demonios.
Smyth esboza una serie de
hipótesis acerca de las razones de este cambio que remonta a aproximadamente el
año 2013, sin ahondar demasiado en los elementos culturales que parecen dejar
entrever, a tal punto que culmina la nota indicando que es posible un regreso
de los villanos. Y desde ya que esto es factible por infinita cantidad de
razones, pero este tercer episodio mencionado tiene un hilo de continuidad con
los anteriores y sobre ellos quisiera explayarme mínimamente para concluir
estas líneas.
Es que lo que se puede observar
en los tres episodios es un intento de salirse de la realidad intentándolo de
algún u otro modo con una suerte de “viaje interior”. La filosofía “delulu” nos
impulsa directamente a vivir en un mundo ilusorio en el que la realidad es una
construcción absolutamente caprichosa y subjetiva, el reino de la
autopercepción donde todos podemos ser lo que deseamos.
Por su parte, la IA de Google
propone una reescritura de la historia y se compromete abiertamente con una
ideología dispuesta a modificar la realidad si no se acomoda a los principios
impuestos por la nueva intelligentsia
vanguardista. Si la realidad cede, bien. Si no, peor para ella. ¿Y los
archivos? ¿Y las fuentes? Ya no interesarán: cada uno tendrá su definición, su
imagen a medida, los hechos que confirmen sus prejuicios y que, sobre todo, no
ofendan a ninguna minoría.
Por último, en el caso de Disney,
la realidad no juega ningún rol: el héroe pelea en su interior, tiene sus
propios conflictos y vencerá transformándose a sí mismo. Lo que pase afuera es
menor, todo es un proceso mental. Los malos están dentro de él, en las
representaciones de su mente.
Para finalizar, entonces, digamos
que la realidad ha sido probablemente el gran tema, quizás el único, al fin de
cuentas, que ha inspirado a los grandes pensadores de la civilización
occidental desde sus orígenes. ¿Qué es? ¿Cuál es su origen? ¿Cuáles son sus
leyes? ¿Cómo accedemos a ella?, son solo algunas de las preguntas que nos
seguimos haciendo. Ahora bien, de lo que se trató siempre fue de comprenderla. Sin
embargo, en pleno siglo XXI, pareciera que, paradójicamente, lo verdaderamente importante,
es encontrar un mecanismo para poder escapar de ella.
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