-El 2023 es el punto cúlmine de
un largo proceso que comenzó en 2001 y que, con un paréntesis en los mejores
años del gobierno kirchnerista, va del “que se vayan todos” al “que gobierne
cualquiera”. El cambio como significante vacío es la clave del triunfo de Milei
en el balotaje y, a su vez, su principal lastre en el gobierno pues ese
significante no puede permanecer vacío indefinidamente.
-A propósito de ello, quedó en
evidencia que los clivajes impuestos por Milei en el debate público fueron los
más efectivos: primero el “casta vs anticasta” para llegar al balotaje; luego
el “cambio vs continuidad”, con buena dosis de peronismo vs antiperonismo, para
definir la elección.
-Otra manera de interpretar el
escenario del triunfo en términos de clivajes nos llevaría a decir que la
bronca venció al miedo, más allá de que, para la segunda vuelta, el factor
Macri, presentado como garantía de racionalidad y templanza, pudo haber ayudado
a disipar algunos temores.
-Macri es el otro gran vencedor
de la jornada y deviene un poder en las sombras. Si fuera peronista ya estarían
hablando de “doble comando”. Naturalmente es todo demasiado reciente pero, a
nivel gobernabilidad hacia adentro del espacio ganador, la gran incógnita es
cómo acabarán interactuando los egos de Milei y Macri, especialmente cuando el
primero tiene la lapicera pero el segundo tiene la tinta, es decir, los
equipos, los fierros mediáticos, los gobernadores, los intendentes y la fuerza
necesaria para sacar leyes en el congreso.
-Justamente en este sentido, es
evidente que el sistema de partidos argentino ha volado por el aire y ya ni
siquiera es posible sostener esa suerte de reagrupación que se había alcanzado
a partir de 2015 entre una coalición de centro derecha y una de centro izquierda.
Entendemos que formalmente o de hecho habrá una alianza entre Milei y el
macrismo pero no sabemos qué ocurrirá con el sector del PRO perdidoso ni con
los restos de Juntos por el Cambio: ¿acaso cederán a la jefatura de Macri?
¿Acaso intentarán articularse para crear un nuevo espacio de centro con el
radicalismo a la cabeza?
-Interrogantes aún peores rodean
al peronismo: ¿Massa se retira definitivamente o intentará, también en las
sombras, ser quien mantenga unido al peronismo y encuentre puentes con otras
fuerzas políticas frente al gobierno? ¿Qué rol jugará CFK y el kirchnerismo,
hoy circunscriptos al conurbano en una provincia que gobierna Kicillof y que
dependerá en demasía de la bondad del gobierno nacional? ¿Y qué hará el propio
gobernador que, en 2027, no tiene reelección? ¿Tiene la espalda y la capacidad
para articular un gran frente detrás de su figura?
-Aunque resulte ahora anecdótico:
no hubo fraude y el sistema electoral demostró ser robusto más allá de la
ansiedad de los periodistas y las delirantes acusaciones de LLA; el peronismo
perdió en todos los distritos excepto PBA, Formosa y Santiago; incluso en PBA,
más de 100 de los 135 distritos quedaban en manos de LLA; la gente entendió que
debía pronunciarse afirmativamente, de modo que el voto en blanco fue más bajo
que lo esperado.
-Otro elemento anecdótico ya:
ganar un debate por paliza no garantiza votos; tampoco pareció ser determinante
el apoyo de diversas corporaciones, desde artistas, pasando por deportistas,
hasta sectores económicos.
-El Massa candidato fue mejor que
el Massa ministro y la excelente y profesional campaña presidencial de Massa
fue todo lo que no fue la gestión de gobierno al que perteneció.
-Habrá tiempo para volver sobre
el punto pero fue vergonzoso que ni Alberto Fernández ni Cristina Kirchner
estuvieran presentes en el bunker con Massa. Si bien su ausencia durante la
campaña podía obedecer, justamente, a intentar separar al candidato de la
gestión, con distintos niveles de responsabilidad, este resultado tiene mucho
que ver con la pésima gestión de gobierno. Alberto con su narcicismo, su
incapacidad para construir y su maestría para disolver el poder, incluso el
propio; y Cristina torpedeando desde el inicio un gobierno al que no renunció
para posicionarse desde la comodidad de un insólito “oficialismo opositor”.
-Otro punto sobre el que habrá
tiempo para volver: si bien a mediano plazo, un eventual fracaso deja el
espacio para el regreso estelar de un progresismo recargado, lo cierto es que
hoy, buena parte del triunfo de Milei se debe a la deriva de la agenda
progresista. Como pasó en Estados Unidos y en Brasil, si bien a priori no son
agendas contradictorias, el énfasis en “los derechos” de minorías obturó hacer
foco en las necesidades de las mayorías y eso se pagó en las urnas. Frente a un
candidato que llegaba con un discurso anti privilegios de la casta política, la
militancia solo ofreció pánico moral, un discurso estatista más zonzo que
peronista, agitar el fantasma del fascismo y la dictadura, y salir a militar la
existencia de ministerios.
-Sin embargo, no solo el
progresismo fue vencido, sino que esta elección confirma que al peronismo en sí
cada vez le cuesta más hacer pie en una sociedad de cambios vertiginosos. Nada
es irreversible, pero el triunfó de Milei expone también la fibra de una nueva
subjetividad individualista con la cual, al menos esta versión del peronismo,
tiene dificultades para conectar.
-En el futuro mediato e
inmediato, en línea con lo dicho anteriormente sobre el cambio entendido como
“significante vacío”, Milei deberá lidiar con la peor de las expectativas, esto
es, la expectativa que se genera cuando nadie sabe qué carajo vas a hacer.
Desde el más ignorante que cree que cobrará dólares hasta el más cándido que
considera que los problemas macroeconómicos obedecen al gasto político, en
breve habrá hordas de votantes desilusionados para los cuales el teorema de la
imposibilidad de Arrow o las discusiones teóricas de sectas paleolibertarias no
serán suficiente, especialmente cuando se va al supermercado, se sube a un
transporte público o se paga una factura de servicios.
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