En el momento en que escribo
estas líneas se rumorea que habría PASO en el oficialismo y que quien
disputaría la elección contra Scioli, sería la fórmula “Wado” de Pedro y
Manzur. Todo puede cambiar de aquí a unas horas y ojalá este editorial se olvide
y se autodestruya cinco minutos después de haber sido leído. Sin embargo, trabajaré
sobre esta hipótesis.
Wado a la cabeza tiene varias
lecturas posibles: la primera es haber aprendido una lección después del
fallido episodio “Alberto Fernández”: “la fórmula la debe encabezar uno de los
nuestros”. Seguramente CFK no estará arrepentida de la decisión que tomó en
2019 porque sirvió para ganar y evitar cuatro años más de macrismo, pero, sin
dudas, se hizo un mal gobierno.
El costo político de este fracaso
no se puede saber con precisión todavía, pero resulta evidente que, si en 2019
el dedo de CFK servía para elegir un candidato y hacerlo ganador, cuatro años
después el escenario resulta completamente diferente. En otras palabras, no
solo el dedo de CFK es insuficiente para ganar, sino que con todo el aparato
dirigido a favor de la fórmula “K”, un reglamento cuyos requisitos son
imposibles de cumplir para cualquiera que pretenda competirles, la amenaza de
exigencia de listas propias completas, una oferta humillante para los
derrotados y una presión inédita de gobernadores, al menos por estas horas,
todavía no habían podido lograr que Scioli bajara su candidatura.
Si este deterioro del
kirchnerismo hacia adentro del espacio también se evidenciará en merma de
votos, no lo sabemos, pero a juzgar por las encuestas y haciendo algunas
comparativas mínimamente racionales, cuesta pensar que el kirchnerismo por sí
solo sea hoy capaz de colaborar con los 35 puntos de base que pudo haber
aportado en 2019.
Otra lectura posible y
complementaria es que Wado a la cabeza significa que ante una elección que se
presume perdida, aunque no haya seguridad de ello todavía, mejor garantizar un
bloque robusto e “identitario” liderado por un hijo de la generación diezmada. Este
comentario, a su vez, podría matizarse o fortalecerse en función de la
conformación del resto de los cargos, desde senadores de la Provincia de Buenos
Aires (¿acaso con una lista encabezada por Massa?), hasta el último concejal de
vaya a saber dónde. Allí en todo caso se verá si el espíritu del armado es más
bien generoso e incluye “aliados” tan necesarios hoy como veleidosos el día de mañana,
o se ha apostado a una lista lo suficientemente pura como para dejar demasiados
heridos al costado del camino.
En el mismo sentido, habría que
dejar abierta una línea interpretativa para el caso Manzur. Pero, a priori, es
claro que su llegada a la vicepresidencia demostraría un acuerdo entre el
kirchnerismo y “los gobernadores”, los cuales, tras haber desdoblado las
elecciones, querían a uno de los propios en el ejecutivo nacional. Si fue motu proprio, una operación de alguno de los sectores, o una manera de evitar el
acuerdo de los gobernadores con la eventual fórmula competidora, tampoco lo
sabemos.
Pero continuando con la hipótesis
Manzur, otro elemento a tomar en cuenta, positivo desde mi punto de vista, es
que, una vez más, a priori, el intento de “ampliar” hacia sectores del
peronismo más clásico mostraría algún tipo de voluntad de poder o, para decirlo
en criollo, permitiría imaginar que habrá un intento de no perder la elección y
disputarla hasta el balotaje.
Luego aparecen los kirchnerólogos
sobrepsicoanalizados de Twitter que hubieran preferido que el vice de Wado
fuera una mujer trans de 16 años, estudiante del nacional Buenos Aires, que
hable con la “e” y que fuera vegana y marrón, pero la dirigencia política
entendió que de lo que se trata en una elección es de ganar votos y no
solamente de contentar a un minúsculo tribunal de moral progresista. En otras
palabras, la política es, en escenarios fragmentarios como los de la
actualidad, negociación, y la negociación se hace con quienes no piensan
exactamente como uno. Entonces, para posiciones irreductibles y cancelaciones, la
estudiantina de Twitter. Para todo el resto, la política, máxime en un
movimiento como el peronismo que, guste o no, en la actualidad tiene
divergencias sobre algunos temas.
El mejor ejemplo en este sentido
es el de la disputa entre pañuelo celeste o el pañuelo verde, dentro de un
espacio donde hoy se encuentra el peronismo más tradicional que abreva, como
siempre ha abrevado el peronismo, en la doctrina social de la Iglesia, y un ala
más progresista y liberal que abrazó el kirchnerismo, especialmente a partir de
2008, y que eventualmente puede identificarse con La Cámpora.
Por último, continuando con la
hipótesis Wado-Manzur, restaría ver, en todo caso, el lugar de Massa y el
massismo. ¿Qué pedirá Massa para seguir al frente de la economía y, en caso de
que las cosas le salgan bien, evitar que el gobierno no salte por el aire en
medio de la elección? Si yo fuera Massa pediría mucho, pero, ¿qué es mucho y
qué es lo que finalmente quiere Massa? Algunos dicen que ahora, viernes por la
mañana, no hay que descartarlo a Massa en la fórmula presidencial. Pero si este
no fuera el caso, ¿qué debería dársele a él y al Frente Renovador? ¿Acaso desea
ser el candidato o preferiría posicionarse en un lugar expectante, bajo el
supuesto de que Unión por la Patria pierde la elección, y ser eventualmente el
candidato en 2027?
Como les decía al principio,
quizás todo esto cambie en las próximas horas de modo tal que este texto puede
ser de las producciones más inútiles que se puedan ofrecer. De hecho, en estos
minutos ha trascendido que el lugar de Manzur no estaría confirmado y que habrá
negociaciones hasta el sábado por la noche.
Pero incluso si la hipótesis
Wado-Manzur fuera la elegida, este texto continuará siendo inútil porque, como
habrá notado, no se ha hablado de política, sino de la rosca de construcciones
individuales a la que la política argentina se ha reducido. Sin lugar para que
alguien explique sensatamente qué y cómo lo va a hacer, estamos siendo testigos
de, en el mejor de los casos, un capítulo de Succession, la exitosa serie
estadounidense que expone las tramas del poder; y, en el peor de los casos, un
casting de Bailando por un sueño o una nominación de Gran Hermano.
Para finalizar, entonces, sea
cual fuera la fórmula, la semana que viene sabremos a ciencia cierta los
nombres. En caso de que sean Wado y Manzur, deberán explicar cómo, habiendo
sido ministro del interior y jefe de gabinete del gobierno de Alberto Fernández
respectivamente, van a hacer algo distinto de lo que ha hecho la administración
actual; asimismo, una explicación similar deberían dar las fórmulas de Juntos
por el Cambio, encabezadas por funcionarios de primer rango del entramado
macrista que gobernó pésimamente este país por cuatro años.
No soy para nada optimista, pero
con las fórmulas designadas, quizás haya un poco de margen para dejar los
nombres de lado y ver a los políticos haciendo política, esto es, tratando de
transformar las cosas para mejorarle un poquito la vida a la gente.
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