Mucho se ha hablado en estos
últimos años del modo en que, al compás de la globalización, el capitalismo
financiero y las nuevas tecnologías, las corporaciones económicas han
diversificado y reterritorializado sus negocios para ingresar de lleno en el
campo de las telecomunicaciones. Levantando la bandera de la libertad de
expresión y con un discurso republicano que advierte que la mejor manera de
evitar las tentaciones autoritarias de quienes detentan el poder formal, es
mantener a éste dividido e incapaz de perpetuarse, estas corporaciones,
paradójicamente, han constituido un mapa que, sea en forma de oligopolio, sea
en forma de monopolio, ha hegemonizado y controlado la producción y la distribución
de la palabra.
En Latinoamérica, como es
ostensible, existe un enfrentamiento entre gobiernos denominados populares y
estas corporaciones que han visto socavada su legitimidad social en la medida
en que ha sido expuesto públicamente el modo en que, gracias a una complejísima
red, han sido y continúan siendo un factor de desestabilización para la
democracia.
En este marco, los propios
presidentes y medios de comunicación afines ideológicamente a los distintos
gobiernos populares, han hecho del análisis de las noticias y las tapas de los
diarios, una tarea habitual a partir de la cual se puede observar el modo
obsceno en que se manipula, tergiversa y se instalan determinadas agendas.
Sin embargo, se hace muy poco
hincapié es una serie de elementos que son transversales a los medios, es
decir, son independientes de la línea editorial y que tiene que ver más con la lógica
impuesta por el desterritorializado y veloz capitalismo financiero asociado a
las nuevas tecnologías, las condiciones laborales y el día a día en las redacciones,
que con el enfrentamiento existente entre corporaciones y gobiernos
democráticos.
Para graficar esto me serviré de
algunos datos mencionados por el investigador en temas de comunicación y
periodismo, Pablo Boczkowski, en una entrevista publicada en El poder de los medios, un libro de Iván
Schuliaquer que vio la luz en 2014.
Estos datos pueden ayudar a, al
menos en parte, complejizar nuestra mirada cuando intentamos hacer análisis de
las noticias pues no toda nota ni todo título es una operación de determinado
diario para favorecer o perjudicar. En otras palabras, hay otras razones que
explican el comportamiento de un medio más allá de las disputas coyunturales
que tenga. Pensemos por ejemplo en la evidente baja calidad de los contenidos
de los diarios en el soporte papel pero, especialmente, en el soporte digital;
y pensemos, a su vez, que esta baja calidad se ve profundizada en la medida en
que estamos frente a una tribuna de “lectores de títulos” que no tienen tiempo
(o eso creen, al menos) para interiorizarse y profundizar en la noticia. La
baja calidad y el tipo de lector al que nos enfrentamos, no se puede explicar
en los términos de la disputa Clarín
vs Gobierno pues se trata de un fenómeno en el que confluyen innumerable
cantidad de variables. De hecho, podríamos comenzar mencionando un fenómeno
particular: el mayor tráfico de audiencia en la web se da de lunes a viernes en
horario laboral. ¿Por qué es importante eso? Porque quiere decir que los
portales de noticias son consumidos mientras se le “roba” tiempo al trabajo y
nunca es posible robarle demasiado tiempo al trabajo. De aquí que los medios
sepan que el consumidor de noticias online es alguien que tiene poco tiempo y
poco deseo de abocarse a la ingente tarea de profundizar la lectura de notas de
mayor elaboración como pudiera ser algún análisis político serio o algún
estudio que se corra un poquito de la coyuntura y suponga una dedicación de, al
menos, 20 minutos.
Esto explica también un dato que
Boczkowski aporta gracias a sus trabajos de campo realizados, muchos de ellos,
en los principales diarios de la Argentina. Según el investigador, estos
estudios arrojaron que el 85% de las notas que se publican en un medio online
se escriben en menos de 30 minutos. Pero si esto lo ha dejado con la boca
abierta, sepa que solo el 12% de esos 30 minutos (o menos) que se le dedica a
una nota, se utilizan para redactar el contenido de la misma, y que el 88%
restante del tiempo se lo utiliza para titularla. ¿Queda claro ahora qué es lo
importante y a qué tipo de lector se está dirigiendo el periodista?
Asimismo, otro punto interesante
es que Boczkowski incluye elementos para desestimar una de las zonceras que más
ha pululado desde la aparición de internet, a saber, su presunto afán
democratizador. Más específicamente, si alguien suponía que, dado que
cualquiera puede subir contenido a internet, estábamos frente a una herramienta
que nos transformaba en iguales, debemos advertir que ello no es otra cosa que
la promesa ilusoria que las empresas y los propios medios tradicionales han
hecho de la web. Así, Boczkowski, afirma: “medimos cuánto interesa la
información de los blogs y la producción hecha y subida por el público en
general. Y la verdad es que no interesa: tiene una importancia irrisoria en el
tráfico”.
Algunas de las razones para
explicar esto es que internet no es el paraíso descentralizado sino que las
grandes empresas informativas y de entretenimiento participan activamente del
negocio y dominan también allí el mercado; a su vez, como era de esperar, los
patrones de consumo de noticias online reproducen los patrones de consumo de la
era analógica y sus medios tradicionales. En este sentido, los diarios más
leídos en internet son también los más leídos en papel. Por último, el vértigo
y la velocidad que caracteriza tanto a internet como al capitalismo financiero,
ha tenido un efecto de uniformización de la información, lejos de la panacea de
la diversidad que muchos auguraban. La razón es bastante mundana: los
periodistas están pendientes de lo que publican sus competidores en tiempo real
de manera tal que aun cuando la línea editorial pueda divergir, todos están
preocupados por tener la noticia que tiene el otro medio. En este sentido,
Boczkowski, que realizó una de sus investigaciones en Clarín, mostró que el 96% de la información que circula en el sitio
del diario proviene de otros medios (si bien no lo aclara, seguramente, se
trata, en buena parte, de medios vinculados al grupo Clarín) y solo el 4% fue
una información que surgió de fuentes propias de la redacción del diario. En
esta línea cabe imaginar que la mayoría de los medios, incapaces de instalar
agenda como lo hace el Grupo Clarín, incluyen información obtenida enteramente
de otros medios.
Para finalizar, una
característica que puede afectar la labor del periodista actual es la
posibilidad de conocer qué notas son las más leídas. Como usted sabe, todo
sitio tiene un contador de visitas al que el periodista puede acceder para
testear constantemente qué interesa y qué no, en una suerte de “minuto a
minuto” demencial que expone a la información como la más vil y efímera
mercancía.
En este escenario no parece
casual que los principales diarios de la Argentina y del mundo se hayan quedado
con sus plumas estrella al tiempo que avanzaron en la sustitución de las
segundas líneas de periodistas por una franja de jóvenes poco formados y
deseosos de ser las vedettes del día por alguna denuncia escandalosa que el
editor les deje firmar. Se trata de jóvenes que han crecido con internet, pasantes,
o con contratos basura, explotados, pero, en general, felices, ya no por
brindar información o contenido sino, simplemente, por el simple hecho de
pertenecer a una marca; apurados pichones de periodistas apurados que escriben
notitas para un público igualmente apurado.
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