domingo, 17 de mayo de 2015

Periodistas en apuros (publicado el 14/5/15 en Veintitrés)

Mucho se ha hablado en estos últimos años del modo en que, al compás de la globalización, el capitalismo financiero y las nuevas tecnologías, las corporaciones económicas han diversificado y reterritorializado sus negocios para ingresar de lleno en el campo de las telecomunicaciones. Levantando la bandera de la libertad de expresión y con un discurso republicano que advierte que la mejor manera de evitar las tentaciones autoritarias de quienes detentan el poder formal, es mantener a éste dividido e incapaz de perpetuarse, estas corporaciones, paradójicamente, han constituido un mapa que, sea en forma de oligopolio, sea en forma de monopolio, ha hegemonizado y controlado la producción y la distribución de la palabra.
En Latinoamérica, como es ostensible, existe un enfrentamiento entre gobiernos denominados populares y estas corporaciones que han visto socavada su legitimidad social en la medida en que ha sido expuesto públicamente el modo en que, gracias a una complejísima red, han sido y continúan siendo un factor de desestabilización para la democracia.
En este marco, los propios presidentes y medios de comunicación afines ideológicamente a los distintos gobiernos populares, han hecho del análisis de las noticias y las tapas de los diarios, una tarea habitual a partir de la cual se puede observar el modo obsceno en que se manipula, tergiversa y se instalan determinadas agendas.
Sin embargo, se hace muy poco hincapié es una serie de elementos que son transversales a los medios, es decir, son independientes de la línea editorial y que tiene que ver más con la lógica impuesta por el desterritorializado y veloz capitalismo financiero asociado a las nuevas tecnologías, las condiciones laborales y el día a día en las redacciones, que con el enfrentamiento existente entre corporaciones y gobiernos democráticos.
Para graficar esto me serviré de algunos datos mencionados por el investigador en temas de comunicación y periodismo, Pablo Boczkowski, en una entrevista publicada en El poder de los medios, un libro de Iván Schuliaquer que vio la luz en 2014.
Estos datos pueden ayudar a, al menos en parte, complejizar nuestra mirada cuando intentamos hacer análisis de las noticias pues no toda nota ni todo título es una operación de determinado diario para favorecer o perjudicar. En otras palabras, hay otras razones que explican el comportamiento de un medio más allá de las disputas coyunturales que tenga. Pensemos por ejemplo en la evidente baja calidad de los contenidos de los diarios en el soporte papel pero, especialmente, en el soporte digital; y pensemos, a su vez, que esta baja calidad se ve profundizada en la medida en que estamos frente a una tribuna de “lectores de títulos” que no tienen tiempo (o eso creen, al menos) para interiorizarse y profundizar en la noticia. La baja calidad y el tipo de lector al que nos enfrentamos, no se puede explicar en los términos de la disputa Clarín vs Gobierno pues se trata de un fenómeno en el que confluyen innumerable cantidad de variables. De hecho, podríamos comenzar mencionando un fenómeno particular: el mayor tráfico de audiencia en la web se da de lunes a viernes en horario laboral. ¿Por qué es importante eso? Porque quiere decir que los portales de noticias son consumidos mientras se le “roba” tiempo al trabajo y nunca es posible robarle demasiado tiempo al trabajo. De aquí que los medios sepan que el consumidor de noticias online es alguien que tiene poco tiempo y poco deseo de abocarse a la ingente tarea de profundizar la lectura de notas de mayor elaboración como pudiera ser algún análisis político serio o algún estudio que se corra un poquito de la coyuntura y suponga una dedicación de, al menos, 20 minutos.
Esto explica también un dato que Boczkowski aporta gracias a sus trabajos de campo realizados, muchos de ellos, en los principales diarios de la Argentina. Según el investigador, estos estudios arrojaron que el 85% de las notas que se publican en un medio online se escriben en menos de 30 minutos. Pero si esto lo ha dejado con la boca abierta, sepa que solo el 12% de esos 30 minutos (o menos) que se le dedica a una nota, se utilizan para redactar el contenido de la misma, y que el 88% restante del tiempo se lo utiliza para titularla. ¿Queda claro ahora qué es lo importante y a qué tipo de lector se está dirigiendo el periodista? 
Asimismo, otro punto interesante es que Boczkowski incluye elementos para desestimar una de las zonceras que más ha pululado desde la aparición de internet, a saber, su presunto afán democratizador. Más específicamente, si alguien suponía que, dado que cualquiera puede subir contenido a internet, estábamos frente a una herramienta que nos transformaba en iguales, debemos advertir que ello no es otra cosa que la promesa ilusoria que las empresas y los propios medios tradicionales han hecho de la web. Así, Boczkowski, afirma: “medimos cuánto interesa la información de los blogs y la producción hecha y subida por el público en general. Y la verdad es que no interesa: tiene una importancia irrisoria en el tráfico”. 
Algunas de las razones para explicar esto es que internet no es el paraíso descentralizado sino que las grandes empresas informativas y de entretenimiento participan activamente del negocio y dominan también allí el mercado; a su vez, como era de esperar, los patrones de consumo de noticias online reproducen los patrones de consumo de la era analógica y sus medios tradicionales. En este sentido, los diarios más leídos en internet son también los más leídos en papel. Por último, el vértigo y la velocidad que caracteriza tanto a internet como al capitalismo financiero, ha tenido un efecto de uniformización de la información, lejos de la panacea de la diversidad que muchos auguraban. La razón es bastante mundana: los periodistas están pendientes de lo que publican sus competidores en tiempo real de manera tal que aun cuando la línea editorial pueda divergir, todos están preocupados por tener la noticia que tiene el otro medio. En este sentido, Boczkowski, que realizó una de sus investigaciones en Clarín, mostró que el 96% de la información que circula en el sitio del diario proviene de otros medios (si bien no lo aclara, seguramente, se trata, en buena parte, de medios vinculados al grupo Clarín) y solo el 4% fue una información que surgió de fuentes propias de la redacción del diario. En esta línea cabe imaginar que la mayoría de los medios, incapaces de instalar agenda como lo hace el Grupo Clarín, incluyen información obtenida enteramente de otros medios.
Para finalizar, una característica que puede afectar la labor del periodista actual es la posibilidad de conocer qué notas son las más leídas. Como usted sabe, todo sitio tiene un contador de visitas al que el periodista puede acceder para testear constantemente qué interesa y qué no, en una suerte de “minuto a minuto” demencial que expone a la información como la más vil y efímera mercancía.    
En este escenario no parece casual que los principales diarios de la Argentina y del mundo se hayan quedado con sus plumas estrella al tiempo que avanzaron en la sustitución de las segundas líneas de periodistas por una franja de jóvenes poco formados y deseosos de ser las vedettes del día por alguna denuncia escandalosa que el editor les deje firmar. Se trata de jóvenes que han crecido con internet, pasantes, o con contratos basura, explotados, pero, en general, felices, ya no por brindar información o contenido sino, simplemente, por el simple hecho de pertenecer a una marca; apurados pichones de periodistas apurados que escriben notitas para un público igualmente apurado. 


           

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