sábado, 28 de febrero de 2015

2016: ¿hacia un gobierno de los idiotas? (publicado en Veintitrés)

Protágoras, el pensador contemporáneo de Sócrates que rivalizaba con sus ideas y pasó a la historia como perteneciente a la tradición de “los malos”, esto es, de los sofistas, decía que solo a través de la educación y las instituciones democráticas el Hombre podía dejar de pensar en sí mismo para pensar en términos colectivos. De esta manera decía que pasar del “yo” al “nosotros” es la clave no solo para que nuestras parejas dejen de decirnos “egoístas” sino, por sobre todas las cosas, para que exista la política.
En la antigüedad existía un término muy preciso para quienes se encerraban en su propia particularidad, en sus propios asuntos, en su “yo”. Se los llamaba “idiotas”. Con el correr de los siglos el término fue variando su significado y hoy cuando decimos “idiota” pensamos en un sinónimo de “tonto” o de alguien “con pocas luces”. Pero en su origen, el “idiota”, era el que se abocaba a la esfera de privada delegando su rol en la discusión pública, aquella en la que la comunidad decidía sus leyes y su vida como tal. Claro que entre la antigüedad y nuestros tiempos pasaron muchos siglos y cambiaron varias cosas. Así, desde la modernidad parece normal desentenderse de los temas públicos e interpretarlos como asuntos de meros administradores de un Estado que debe entrometerse lo menos posible en el goce y la persecución de nuestro plan de vida. Pero en aquel siglo V AC, en pleno florecimiento de la democracia directa ateniense en la que los asuntos públicos ya dejaban de ser asuntos exclusivos inherentes al título de nobleza, replegarse en el ámbito privado era ser un idiota.      
En palabras que se le adjudican al propio Pericles: “Un ciudadano de Atenas no abandona los asuntos públicos para ocuparse solo de su casa, y hasta aquellos de entre nosotros que tienen grandes negocios están también al corriente de las cosas de gobierno. Miramos al que rehúye el ocuparse de política, no como una persona indiferente, sino como un ciudadano peligroso (…) Es opinión nuestra que el peligro no está en la discusión, sino en la ignorancia; porque nosotros tenemos como facultad especial la de pensar antes de obrar”.
Como se puede observar en aquel pasaje representativo de una cosmovisión y una época, el choque de paradigmas es enorme más allá de que nos consideremos parte de la misma tradición occidental. Mientras en la antigüedad el peligro era el indiferente, el que delegaba, justamente, porque en ese accionar perdía la oportunidad de ser libre y afectaba a la comunidad, en la actualidad se habla de peligro cuando hay intromisión del Estado. Como muestra Hannah Arendt, libertad y política parecen separarse, o, en todo caso, el concepto de libertad se transforma y pasa a ser la antítesis del accionar político y colectivo. Así, libertad y política (como vinculada a lo Estatal) pasan a ser, desde la modernidad, conceptos en tensión. De aquí que hoy, vaya paradoja, pareciera que cuanto más alejado se está de los asuntos públicos más se cree que crece el campo (privado) de la libertad; y mientras en la antigüedad, aquel que no participaba era considerado un ignorante, en la actualidad, aquel que se desliga de las responsabilidades políticas y mira con desconfianza todo lo que atañe a “lo político” sea esto lo que sea, se cree “el más vivo del barrio”. Como ven, entre el idiota visto como ignorante y el idiota visto como aquel afectado de idiocia, hay una cierta línea que puede hacernos comprender los cambios de significado del término.        
Hecha esta breve introducción cabe interrogarse: ¿El próximo será un gobierno de los idiotas? Dicho de otra manera: ¿hay una buena parte de la sociedad argentina que es idiota y que, en tanto tal, va a elegir al idiota que mejor los represente?
Para avanzar en este aspecto hay que decir que en la Argentina hay una enorme tradición idiota que incluye a dirigentes y a individuos de distintos sectores sociales, tradiciones y pertenencias políticas. Hay idiotas de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. En los 90, por ejemplo, el peronismo se llenó de idiotas y en la actualidad los idiotas parecen haber copado el radicalismo.   A su vez, la idiotez en el sentido clásico, no solo en la Argentina, se ha naturalizado e instalado como verdad natural. En la marcha del 18F, por ejemplo, ha habido muchos idiotas, muchos que detrás del significante Nisman incluían su enojo por la reivindicación de la política, por la maximalización del Estado, por pagar impuestos para que luego se redistribuya el dinero entre los que menos tienen. La dirigencia política que asistió a la marcha es idiota también, lo cual plantea por momentos un verdadero contrasentido pues han elegido, presuntamente, la política pero pretenden ser gobierno y estar al frente de un Estado que sea mínimo; pretenden ganar la calle, ocupar el espacio público pero solo para decir que hay que despolitizarlo todo, quedarse  “adentro” y “seguros”.
Curiosa ambición la de ser los líderes de la impotencia estatal, los administradores de la profundización de la desigualdad que el mercado produce. Serán los dueños de un poder formal delegado por una mayoría idiota que quiere llevar al paroxismo su goce individual desvinculado de la esfera pública pero se enoja cuando en algún momento le tocan el culo, sea porque los bancos se quedan con su dinero, sea porque se queda sin trabajo, o privatizaron su jubilación. Son los mismos que se indignan cuando el Estado, ese que es visto como sinónimo de corrupción, no les da la cobertura que pretenden los que no quieren comprometerse con él. Particular posición la del idiota: no quiere que el Estado se entrometa pero quiere que aparezca con eficiencia cuando lo necesita; no quiere pagar impuestos pero quiere educación pública de calidad y no ver pobres en la calle; quiere cada vez obtener más ganancia pero no quiere inflación; quiere estar más seguro pero defiende las políticas que conllevan desigualdad y se queja de los planes sociales pero prefiere gastar en la militarización del barrio.         

Al actual gobierno se le podrán listar varios errores pero lo cierto es que defiende una concepción de la política distinta, más cercana a la tradición clásica, aquella que, por ejemplo Perón reivindicaba en aquel antológico discurso de 1949 que llevó el título de La Comunidad organizada. El hombre como animal político supone un nosotros esencial que choca contra el atomismo moderno y el repliegue del hombre hacia la esfera de lo privado. Esta década extendida fue entonces un quiebre en muchos sentidos y enfrentó formas de entender la política y el Estado caros a la tradición occidental. Por suerte, como pocas veces en nuestra historia, existe la posibilidad de dirimir estas miradas antagónicas en las urnas pero a contramano de lo que indicaba Protágoras, los ciclos de los gobiernos populares que traen enormes mejoras a sectores de la población castigados permitiendo la inclusión de aquellos que habían sido arrojados del sistema, paradójicamente, no tienen como consecuencia la profundización del “nosotros” en lugar del “yo”. Más bien todo lo contrario: cuanto más se mejora, más crecen los idiotas, más avanzan los “yo” en detrimento del “nosotros”, y más se abandonan los asuntos públicos en pos de la esfera privada. Parece una rueda fatal, del yo al nosotros y del nosotros al yo, casi un determinismo histórico más allá de que el gobierno todavía tiene en sus manos, sin margen de error, mostrar que eso no es así. Pero el riesgo cierto de un futuro gobierno de idiotas está a allí agazapado, deseoso, violento y, por sobre todo, interpelante.       

3 comentarios:

  1. La mayoría tal vez ni había nacido cuando ese discurso del Gral. Perón. Los escritos de Dante parecen pulirse o desenlodarse ante el cotidiano ejercicio de la observación y la práctica periodística axiológica y principista. Demasiada guerra e ignominia persiguen al que piensa en la democracia-patria desde un grupo supuestamente hegemónico que ya está en inevitable declinación.
    Gracias a vos y a los jóvenes que representás.
    Fdo. Daniel S. Moreno.

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  2. lineafiel-Eglantina García Pais28 de febrero de 2015, 15:23

    Me ha agradado la nota. Como sostengo ante quienes intentan degradar tu pensamienyo, si te pagaran en orden a la capacidad que demuestra, deberían investigarte, ya que podrías hacerte con el país entero. Felicitaciones. Te admiramos.Gracias.Eglantine.

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  3. No va a faltar el "idiota" (en la acepción "moderna") que te critique por el uso de esta palabra dado que muy probablemente evite cualquier mención al significado histórico del vocablo. Me imagino ciertos programas de tv/radio (los que estamos suponiendo; para que dar nombres, no?)dándole a este asunto. Como no pensar esto desde, por ejemplo, cuando leuco denuncio que había un periodista (que en esa entonces tildaban de oficialista) que lo quería "ir a buscar con una ametralladora a la salida de la radio". Muy bueno tu comentario. Saludos , Luis Diego

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