La última
semana dejó una serie de alborotos mediático-políticos que a primera vista
parecen tener poco en común, pues van desde el escándalo generado por las
declaraciones de Elisa Carrió hasta el allanamiento a la empresa Hotesur,
propiedad de la presidenta de la nación.
Como
ustedes saben, Carrió fue miembro fundadora de FAUNEN, Frente que posee como
figuras más visibles a los radicales Ernesto Sanz y Julio Cobos, el socialista
Hermes Binner y el líder de Proyecto Sur, Fernando Solanas.
Sin embargo,
con la excepción de Sanz, cargó contra todos sus compañeros con acusaciones
fundamentadas en hechos que, en todos los casos, sucedieron antes que se
formara FAUNEN. De Julio Cobos, por ejemplo, dijo que está financiado por la
efedrina denunciando que la campaña del kirchnerismo en 2007 (con la fórmula
CFK-Cobos) estuvo apadrinada por dinero negro proveniente de la droga. A Hermes
Binner le exigió que resolviese los enormes problemas de narcotráfico por los que
atraviesa su provincia y Rosario, jurisdicciones que llevan ya un tiempo
suficiente en manos del socialismo. En cuanto a Solanas le espetó la poca
cantidad de votos propios y un discurso cuyo único slogan parece ser “no al
fracking”.
Asimismo, como
si esto no alcanzara, también dijo estar abierta a hablar con los sectores
opositores no narcos, requisito que dejaría afuera al precandidato a presidente
Sergio Massa a quien pidió explicaciones por el presunto encubrimiento de
bandas narco en nordelta.
El denuncismo
serial y compulsivo de Carrió, su mesianismo y su espectacularidad no significa
que todos sus dichos deban ser analizados desde la psiquiatría. De hecho Julio
Cobos no podría desentenderse de las acusaciones que se le hacen al
kirchnerismo en la medida en que fue parte de la fórmula presidencial más allá
de que tras la noche del “no positivo” su situación haya navegado por un limbo
político por más de tres años. En todo caso, entiendo que afirmar que la
campaña del kirchnerismo estuvo financiada por la droga es una mentira
temeraria pero de haber sido verdad le cabría tanto al kirchnerismo como al
cobismo (si es que existe algo que pueda denominarse así).
En cuanto a
Binner, la responsabilidad que le cabe por haber sido intendente de Rosario,
gobernador de la provincia y máximo referente del partido que hoy en día
gobierna Santa Fe, lo obliga a dejar el rol de comentarista de la realidad tan
funcional al rezongo del ciudadano medio de gran centro urbano que consume
programas políticos de Cable por la noche. Pues la cantidad de homicidios
dolosos, las zonas liberadas y la complicidad de los altos mandos de la policía
con el negocio del narcotráfico necesita mayor decisión política y menos
retórica moderada frente a las cámaras.
En lo que
respecta a Solanas tampoco hay nada nuevo pues cómo un candidato del ecologismo
indignado obtiene el escaño de senador por minoría diciéndole “no al fracking”
en una ciudad que no tiene minería es uno de esos misterios insondables del
votante porteño y de la naturaleza humana. Por último, el veleidoso Sergio
Massa, entre tantas performances, debería explicar qué particular atracción
tiene la zona del delta para que se vayan a afincar allí tantos
narcotraficantes. Puede ser la casualidad o el gusto por el lujo, incluso el
aislamiento. Todo eso puede ser sin que necesariamente se sostenga la
connivencia y complicidad. Pero en todo caso, debería salir a dar la cara y
contárselo a la sociedad.
Pero mientras
tomaba estado público la inexplicable situación por la cual el diario Página 12 eliminó los links a las notas en las que Horacio
Verbitsky hacía críticas al exCardenal Bergoglio y el periodista, quizás
incomodado por la acusación de ser oficialista, sobreactuaba y proseguía con sus
incansables disputas personales para indicar que unas polémicas declaraciones
de Scioli en 1990 “no
deberían espantar a un gobierno que mantiene como jefe del Ejército al general
César Milani, reconoce como principal interlocutor en el sindicalismo a Gerardo
Martínez y colma de atenciones a Jorge Bergoglio”, apareció el allanamiento
a la empresa Hotesur, propiedad de la presidenta.
La decisión fue tomada por el juez Bonadío
(azuzada por el programa de Jorge Lanata en connivencia con las dirigentes políticas
Margarita Stolbizer y Graciela Ocaña), quien acumula 9 expedientes abiertos en
el Consejo de la Magistratura, fue unos de los “jueces de la servilleta” de
Corach y se sospecha que tiene vinculaciones políticas con Sergio Massa. Como
generalmente las causas de corrupción son bastante complejas, los interesados
se aprovechan y en el barullo hablan de empresarios k, de Máximo, de “Subundrule”,
de Boudou, de La Cámpora, de una empresa estadounidense, un banco suizo, la
bóveda, los bolsos y las Islas Seychelles. Falta un Ovni y estamos todos (a
juzgar por el hecho de que buena parte de estas elucubraciones están basadas en
información brindada por los Fondos Buitres, que parece que tienen una agencia
de detectives que trabaja codo a codo con periodistas y dirigentes políticos
locales, no es descabellado que de repente nos digan que el dinero K se lo
llevó el ARSAT 1 a Marte y que gracias al libro de Facundo Manes ya han
conseguido comprobar neurocientíficamente la conexión existente entre quienes
defienden la soberanía nacional y la corrupción).
Ahora bien,
narrados estos hechos, ¿usted se dio cuenta que en ningún caso hablan de
política? Es decir, se hace política de baja estofa con acusaciones que rozan
la justicia y la moralidad de las personas, pero no se habla de política. En
todo caso, el problema de los señalados por Carrió es que no tienen propuestas para
gobernar o, cuando las tienen, no las pueden decir públicamente porque implican
políticas de ajuste y de sometimiento a las corporaciones económicas. Ese es el
problema y sin embargo, se observa cada vez más que aquellos hombres y mujeres
elegidos para representar a la oposición recurren a la justicia por su
incapacidad y su negación para hacer política. Es más, aun cuando todos estamos
de acuerdo en que si existiese un caso de corrupción en el gobierno hay que
investigarlo, asistimos a dirigentes políticos que pese a ser legisladores
asisten más a hacer denuncias a Tribunales que a cumplir con las obligaciones
que se siguen del mandato que el pueblo les otorgó. Pero más preocupante que
esto es que, en realidad, buscan instalar una falacia, esto es, como no se
atreven a cargar contra políticas del gobierno que han sido bien recibidas por
buena parte de la ciudadanía, apuntan al descrédito personal de los
funcionarios. Parecen haberse confundido de poder del Estado porque creen que
son fiscales y se han olvidado que son legisladores, y que tener
responsabilidad frente a la ciudadanía implica mucho más que la compulsión a
judicializarlo todo. La trampa es hartera porque lo que quieren instalar es que
quien tiene una posición soberana frente a los Fondos Buitre, una política
consecuente y firme sobre Derechos humanos, y considera que a la economía debe
dirigirla el Estado y no el mercado, es un ladrón. Y paradójicamente sucede a
la inversa de lo que ocurría en los años noventa. Porque en aquel momento se
denunciaba la corrupción pero se la separaba del modelo económico. Eran los
menemistas los corruptos, no el sistema neoliberal. De aquí que lo único que se
necesitaba eran otros hombres (con De la Rúa a la cabeza) para llevar adelante
el mismo modelo. Ahora, cuando acusan a los kirchneristas de corruptos están
diciendo que es el modelo el corrupto y no solo los hombres que lo llevan
adelante.
La ciudadanía
quiere que se investigue todo lo que haya que investigar porque a nadie le
gusta que le roben pero, por sobre todo, quiere que le digan qué van a hacer
los que quieren gobernar la Argentina, es decir, quiere que le hablen de
política.
Definitivamente la ciudadanía se encuentra en un estado de desorientación sobre política, repiten en un modo cíclico opiniones que se ven o escuchan en los medios, opiniones sobre los casos judiciales de corrupción de cualquier político, pero tal como lo expresas no hablan de política. No se discute de modelos, claramente los representantes de la oposición no quieren hablar de política ni de proyectos y mucho menos de ellos mismos.
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