Políticamente hablando hay un
fenómeno que se replica prácticamente en todos los países de Latinoamérica. Pero
no se trata del triunfo de los gobiernos que reciben el nombre de populares,
progresistas o de centro izquierda. Con todo, sin dudas, estos gobiernos tienen
características en común, comenzando por ser la respuesta que cada uno de los
países dio a la década neoliberal. En este sentido, en general, podemos decir
que se trató de gobiernos que recuperaron el rol del Estado y de la política,
con proyectos económicos inclusivos y con un afán redistributivo. La
consecuencia también fue bastante similar en cada uno de estos países pues el
crecimiento del PBI fue enorme y millones de personas dejaron la pobreza y la
indigencia para incluirse en las capas medias. Asimismo, también es real que
varios de estos gobiernos dieron fuertes señales en pos de la construcción
institucional de una Latinoamérica que solo en bloque podía hacer frente a los
condicionamientos que impone el sistema financiero internacional. Pero es claro
que cada uno de los procesos ha tenido sus particularidades. En este sentido,
no parece razonable englobar las construcciones políticas y a sus líderes
dentro de un mismo espacio sin más aclaraciones. Para decirlo más
específicamente: ¿es comparable el Frente Amplio de Vázquez y Mujica con el
chavismo venezolano? Es más, puede que buena parte del frenteamplismo uruguayo,
desde un perfil más socialdemócrata, acuse de populista a la construcción
bolivariana. En esta misma línea, ¿el socialismo chileno que volvió al triunfo
con Bachelet es el mismo socialismo del que hablaba Chávez y continúa Maduro?
Sin dudas que no y esto obedece a un sinfín de variables que comienzan por las
características idiosincrásicas de cada una de las sociedades y por su historia
política. En estos ejemplos, entonces, se ve la enorme complejidad de
construcciones más movimientistas en el
marco de crisis representativas y construcciones más vinculadas a la continuidad
institucional del sistema de partidos. Siguiendo con las diferencias, ¿podemos
comparar el PT brasileño que acaba de garantizarse la continuidad durante
cuatro años más con el indigenismo liderado por Morales? Tanto Lula como el
líder boliviano fueron referentes de los trabajadores y provienen del
sindicalismo pero la construcción del PT en Brasil es distinta a la del MAS en
Bolivia, tanto como son distintos, en todo sentido, ambos países. Incluso la “revolución
ciudadana” de Rafael Correa, fuertemente cargada de impronta indigenista,
también tiene su propia lógica tanto como la tiene el kirchnerismo, hijo de la
democracia argentina, es decir, del país donde se cometió el mayor genocidio de
la región y donde existió un fenómeno tan particular como el peronismo.
Donde sí hay algo en común es en
que todos han sido exitosos y salvo el interregno de Piñera en Chile, ninguna
de las construcciones políticas mencionadas ha abandonado el poder desde que lo
asumieron. Es más, todos han refrendado varias veces en las urnas sus
administraciones y han salido victoriosos aun cuando eran muchos los que
vaticinaban aires de cambio en la región. En esta línea, en 2013 ganaron
Correa, Maduro y Bachelet, y en 2014
hicieron lo propio Morales y Dilma, y todo da a entender que en segunda vuelta
se impondrá Vázquez en Uruguay. Así, de todos los gobiernos que podríamos
incluir en el campo “popular/progresista/centroizquierda”, el que debe
refrendar su gobierno en lo inmediato es Argentina donde el kirchnerismo, al
igual que el petismo en Brasil y el chavismo en Venezuela, irá por su cuarto
mandato. Sobre este punto en particular, en aquellos países donde la
construcción se hizo sobre un liderazgo fuerte (Venezuela, Ecuador, Bolivia),
reformas constitucionales en línea de promover la posibilidad de la reelección,
garantizaron la continuidad del modelo. En otros (Brasil y Uruguay) los
“liderazgos pares” (Lula-Dilma; Vázquez-Mujica) fueron el modo en que se
“eludieron” las limitaciones constitucionales. En Argentina, claro está, la
temprana muerte de Néstor Kirchner dejó a Cristina Fernández como única
referente de ese espacio y sin haber logrado posicionar con claridad un
continuador como hizo, por ejemplo, Chávez con Maduro que, en vida, declaró
públicamente que su ex canciller sería el hombre capaz de continuar con el
proyecto.
Ahora bien, comencé diciendo que
hay un fenómeno que se replica en Latinoamérica y hasta ahora solo le he
hablado mayoritariamente de las diferencias existentes entre aquellos gobiernos
que se suelen englobar bajo una misma categoría. Pero hete aquí que poco se
habla de las sorprendentes similitudes de las construcciones políticas y
liderazgos que se han presentado como los principales opositores a estos
gobiernos. En este sentido, es un fenómeno digno de estudio lo parecido que
resultan los discursos, los slogans, el sector social, la franja etaria y el
armado político de los candidatos que estuvieron más o menos cerca de vencer a
las propuestas antes mencionadas. ¿Acaso no resultan como salidos de una misma
casa matriz candidatos como Capriles, Neves, Piñera, Lacalle, Massa, Macri,
Lasso y “Tuto” Quiroga entre otros? Más allá de que algunos puedan ser la
referencia de partidos tradicionales más consolidados u otros emerjan sin base
partidaria detrás, todos son varones de entre 45 y 55 años aproximadamente,
simpáticos y/o “buenos mozos”, son empresarios exitosos y buscan representar
una derecha moderna y popular. Resulta sorprendente, incluso, analizar sus
discursos pues si no supiésemos quién habla sería imposible diferenciarlos. Hacen
referencia a un país dividido porque más del 50% vota una opción diferente a la
que ellos representan; piden diálogo y
exigen mirar hacia adelante porque en algunos casos formaron parte directa o
indirectamente de los sectores vinculados a los golpes de Estado en la década
de los 70; ante la evidencia de políticas que han sido bien recibidas por el
pueblo, utilizan el latiguillo no siempre falso pero exagerado de “la
corrupción estatal” sin hablar nunca de la corrupción privada; piden “volver al
mundo” cuando quieren decir “volver a tener políticas neoliberales” y para ello
tienen contacto directo con la Embajada estadounidense como ha revelado
Wikileaks (no me refiero solo a Massa sino a Quiroga, Lasso y Capriles, entre
otros); dicen que falta libertad de expresión en decenas de canales de
televisión, en radios y diarios opositores y oficialistas; piden por las
instituciones y la democracia a pesar de que muchos de ellos son fuertemente
sospechados de promover la desestabilización de las instituciones y la
democracia; promueven la “mano dura” como única solución a la problemática del
delito desvinculándolo de la problemática social fuertemente determinada por
aquellos modelos económicos que ellos defienden.
En este contexto no parece casual
que compartan muchos de sus asesores, quienes evidentemente consideran que una
misma receta es válida para todo tiempo y espacio, casi lo mismo que suponen sus
economistas de cabecera. Parecieran como salidos de una misma fábrica, casi
construidos a imagen y semejanza de un modelo que ya gobernó cada uno de estos
países y ahora se enmascara para exigir un “derecho al olvido”. Dicho esto,
asoma una paradoja pues a pesar de las enormes diferencias existentes entre los
gobiernos populares, todos tienen como principal oposición a candidatos salidos
de la misma matriz, calcados y construidos por los ingenieros del marketing y
la tele política. Eso sí: si bien se presentó como una fábrica de presidentes,
hasta ahora, solo ha logrado construir circunstanciales y ululantes opositores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario