En el año
2003, Maxwell Boykoff y Jules Boykoff publicaron el resultado de una
investigación que, desde mi punto de vista, permite profundizar los análisis
sobre medios de comunicación tan necesarios en la Argentina de hoy. Lo que
hicieron estos investigadores fue analizar 636 artículos vinculados a la
problemática medioambiental publicados entre 1988 y 2002 en los principales
diarios estadounidenses (New York Times,
Washington Post, Los Angeles Times y Wall
Street Journal). Tal trabajo fue motivado por una pregunta inicial: ¿por
qué existe una tensión tan grande entre la opinión de la comunidad científica y
la opinión del ciudadano medio respecto a este tema? Pero para que pueda
comprenderse mejor este interrogante es necesario dar dos informaciones complementarias.
En primer lugar: comenzar en 1988 no es una fecha arbitraria pues se trata del
año en que por primera vez un científico de la NASA, en el mismísimo Congreso
de Estados Unidos, indicó que el cambio climático obedecía a la acción del
Hombre y que, de no haber una acción inmediata, el daño sería irreversible. En
ese mismo año, la Primer Ministro británica Margaret Thatcher también advirtió
sobre el riesgo por el que atravesaría el planeta si se continuaba con esta
espiral de contaminación. Estos dos casos, naturalmente, hicieron que la
cuestión medioambiental comenzar a ganar un espacio en los medios de
comunicación que antes no existía. Pero, en segundo lugar, el ejemplo del
tratamiento de la agenda, llamemos, “ecologista”, es un caso interesante porque
allí se da un fenómeno no muy frecuente que los autores se encargan de
documentar, pues el enorme consenso existente en la comunidad científica acerca
del modo en que la acción del Hombre está afectando el futuro del planeta
contrasta con el escepticismo que, en esta materia, expresa la opinión pública.
Dado que generalmente el ciudadano común toma
conocimiento de los avances científicos gracias a los medios, es natural
sospechar que la disociación entre el punto de vista de la comunidad científica
y la mirada de la opinión pública puede estar originada en los modos en que las
noticias se expresan. Y un indicio de esto puede aparecer si respondemos por
qué los medios de comunicación (en este caso, los medios gráficos)
mayoritariamente otorgan el mismo espacio a la palabra de un científico que a
la palabra de algún referente de otra área que pone en tela de juicio la visión
de la comunidad científica. Lo diré de otra manera: si está probado que es el
Hombre el que atenta contra el planeta y por “probado” entiendo la opinión casi
unánime de la comunidad científica al respecto, ¿tiene sentido que un diario
ponga en igualdad de condiciones como parte de un debate entre “pares”, o entre
posiciones igualmente legítimas, la mirada de un científico y la mirada escéptica
que, por ejemplo, sostuvieron referentes del partido republicano o líderes
religiosos? En este punto es probable que todos acudamos a una teoría
conspirativa por la cual podríamos decir que poner en pie de igualdad ambas
posiciones obedece a que existen sectores de la dirigencia estadounidense
cómplices de las principales industrias contaminantes que, a su vez, tienen
intereses comunes con los principales medios de comunicación. Los
investigadores entienden que algo de eso hay pero van más allá y es ahí donde
la hipótesis me resulta interesante pues lo que ellos afirman es que lo que
iguala dos posiciones cuya base de sustentación es claramente distinta, es lo
que podría traducirse como “norma del equilibrio”, esto es, una serie de
principios inherentes al periodismo más allá de su línea editorial. La norma
del equilibrio exigida a todo buen periodista presupone que la manera correcta
de informar a la población es presentando siempre las dos miradas (antagónicas)
que existen sobre una temática. Así, cualquiera que haya estado dentro de un
medio sabrá que cuando un referente público dice “A” se hace preciso buscar
algún referente público que diga “No A”. Gracias a esta lógica es que puede
comprenderse que de los 636 artículos analizados por los investigadores el 78%
presentaran los dos puntos de vista como si tuvieran la misma legitimidad y la
misma jerarquía.
Si salimos de
esta investigación puntual y pensamos en medios audiovisuales, especialmente la
TV, la escenificación en formato polemista es harto frecuente no sólo en
programas políticos. Y sobre esta base es que pueden hacerse varias preguntas.
La primera es si sobre todos los temas sólo puede haber dos posiciones. ¿No
podría haber tres, cinco o mil posiciones distintas? ¿De dónde surge esta excitación
binaria que imponen los medios? Por otra parte, ¿esta perspectiva promueve el
debate público o más bien lo restringe? Pensemos en un ejemplo: ¿por qué cuando
hablamos de drogas los únicos interlocutores válidos son un periodista que
dirige una publicación dedicada a promover las bondades del consumo de
marihuana y un abogado que establece una cruzada con rasgos profundamente
autoritarios contra la despenalización? ¿Por qué cuando hablamos de aborto
llevamos a una feminista recalcitrante a enfrentar a una mujer que en cualquier
momento asume haber quedado embarazada por obra del espíritu santo? ¿Acaso es
porque en ambas situaciones se presentan posiciones que gozan de una misma
legitimidad o, al menos, representatividad? No, lo que importa es que aparezcan
las dos miradas antagónicas aun cuando pudiera darse que una de ellas sea
defendida por una amplia mayoría y goce de todo el sustento científico. Esta
lógica mediática es la que explica, también, que en el plano político se le dé
un espacio desmesurado a determinados sujetos cuyo mérito, antes que
sustentarse en las urnas o en una propuesta constructiva y coherente, se
caracteriza por una compulsión a la radicalización y a la crítica hiperbólica.
En esta línea,
y ya que hablamos de programas políticos, creo que la investigación realizada
por los Boykoff debió ir un paso más allá, pues lo que ellos denominan “norma
del equilibrio” supone una mirada acerca del rol del periodismo que los propios
medios han constituido. Porque no estamos teniendo en cuenta que cuando en un
estudio de televisión se establece un debate entre dos posiciones radicalmente
opuestas, lo que se quiere mostrar, subrepticia y sigilosamente, es que la
posición correcta se da en el justo punto medio entre esas dos miradas. Y en
ese justo punto medio el que está es el periodista, esto es, el “equilibrado”,
el que encuentra “lo bueno de cada una de las posiciones” y “critica lo malo”
de estas miradas extremas. Se establece así una valoración de los puntos
medios, del centro versus los extremos, y la representación de ese centro donde
yace la verdad es el periodista. Esta construcción está fuertemente
internalizada más allá de que ha habido un cambio cultural importante en los
últimos años que ha puesto en tela de juicio las bondades de pertenecer al
“centro”, o, si se quiere, que ha denunciado que “el centro” no es una mirada
equilibrada entre dos extremos, sino una posición que intenta autolegitimarse
desde la pretendida asepsia de la neutralidad y la objetividad. Por todo esto
es que hay que desconfiar de aquellos periodistas que se vanaglorian de dar
lugar a todo el arco de opiniones mientras presentan un esquema en el que hay
sólo dos voces. Tal desconfianza debe servir para agudizar los sentidos y notar
que detrás de las supuestas dos únicas voces, está la voz del periodista que,
sin decir nada y con apenas la escenificación de una polémica entre contrarios,
emerge como el receptáculo de una única verdad a pesar de no ser otra cosa que,
simplemente, una voz más.
Muy bueno. Sería interesante ver que soluciones "salomónicas" propone o sugiere el presentador
ResponderEliminarTenia miedo leerlo pro penzar que no enteria ,pero me resulta muy ameno y facil de entender ,por eso comprare el libro ,con radio nacional y con vos aprendo mucho ,luego de mi ACV ME COSTABA MUCHO HOY ESTOY MUCHO MEJOR ....UN ABRAZO DE ABUELA .....ESTHER QUINTANA
ResponderEliminarsoy admiradora de DANTE PALMA y no entiendo mucho la compu es mi amigo del face ....con el nombre de ESTHER QUINANA
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