¿Existe una tensión
entre suponer que la gran disputa política de la actualidad es la batalla
cultural que se libra especialmente en el terreno de los medios masivos de
comunicación y, al mismo tiempo, considerar como valor esencial del movimiento la
militancia territorial? De la respuesta que demos a esta pregunta puede surgir
este otro interrogante: ¿necesitamos más semiólogos que analicen los medios y
disputen agenda o más militantes clásicos que “bajen” y construyan desde la
base un poder territorial con características propias?
Para responder
ambas cuestiones me voy a servir de algunas categorías de uno de los últimos
libros del sociólogo español y experto en comunicación, Manuel Castells: Comunicación y poder.
Lo que indica
este académico, uno de los más citados en el mundo, es que, en la actualidad,
la política es fundamentalmente una política mediática, es decir, transcurre en
y a través de los medios masivos de comunicación. Todo pasa por allí, comenzando
por el nivel de conocimiento que el electorado puede tener de un candidato.
Pues tener presencia en los medios parece transformarse, de por sí, en un
mérito y en un sinónimo de legitimidad y hasta de existencia (“Ser es ser
publicado” diría Borges).
A su vez, la
política mediática es la que hace que alcancen fama y respeto los asesores de
imagen pues, bajo esta lógica, las campañas se basan en la instalación de
agendas y candidatos, y en la práctica del acoso sistemático al adversario.
Pero de la mano de estos dos aspectos Castells menciona un tercer elemento de
la política mediática: la personalización. Esto significa que, bajo la
suposición de que la construcción de significados se da a través de imágenes
que se “incrustan” en el cerebro para desde allí construir redes de asociación,
lo que hay que hacer es instalar una imagen y la imagen más fácil de instalar
es la de un rostro (esto incluye el carácter, su aspecto, sus modos, etc.).
Así, en la política mediática, votamos rostros, esto es, ni programas, ni
partidos. Sólo rostros. En palabras de Castells: “Quizás el mecanismo más
fundamental que vincula política mediática y personalización de la política sea
lo que Popkin denominó “Racionalidad de poca información” [cuando demuestra]
que los votantes suelen ser “avaros cognitivos” que no se encuentran cómodos
manejando temas políticos complejos y que por lo tanto basan su voto en
experiencias de la vida diaria como la información obtenida en los medios de
comunicación y las opiniones basadas en la interacción diaria con su entorno
(…). La manera más simple de conseguir información sobre un candidato es
formarse opinión a partir de su aspecto y rasgos de personalidad”.
La
consecuencia natural de esto es bastante curiosa pues los mismos medios que editorializan
con tono decadentista el hecho real de la disolución de los partidos y los
cultos personalistas, son los que ayudan a constituir el fenómeno que ellos
mismos critican.
Pero volviendo
a los interrogantes iniciales, si, efectivamente, la política hoy fuese nada
más que política mediática, necesitaríamos aunar fuerzas para dar la disputa en
el terreno de la comunicación masiva. Sin embargo, el kirchnerismo, al tiempo
que da una enorme batalla en la arena de los medios también se erige sobre un
valor que, algunos, consideran anacrónico: la militancia. Por supuesto que
entiendo que militante se puede ser en diversos órdenes y en distintas formas
pero yo me estoy refiriendo a la celebración de la militancia territorial, la
de los barrios, la del cara a cara y casa por casa, la del estrechar los
vínculos comunitarios y solucionar los problemas cotidianos del vecino. Reivindicar
este tipo de acción política, juzgan los críticos, es no comprender que la
política en la posmodernidad es líquida, desterritorializada, pura fachada; es
haberse quedado en categorías de la modernidad como soberanía, territorio y
comunidades esencializadas. Además sería reproducir el verticalismo feudal que
tanto habría caracterizado la constitución de identidades políticas en Latinoamérica.
Ahora bien, esta
militancia tan antiposmoderna, que levanta banderas (aunque no prácticas) de
los años 70, y que en tiempos de dictadura fue resistencia, es la reivindicada
por la mayoría de las agrupaciones juveniles que acompañan al gobierno y que, pareciendo
apoyar la lógica dilemática que planteé al principio, tienen un profundo
rechazo a la exposición mediática. Así, salvo el caso a cuenta gotas del
“Cuervo” Larroque, prácticamente no hay referentes juveniles que provengan del
territorio y circulen frecuentemente por los medios. Y los que tienen una
historia más larga vinculados a movimientos sociales y solían aparecer con
asiduidad en radio o televisión, como por ejemplo Luis D elía, hoy utilizan
canales propios para no exponerse a la lapidación mediática de periodistas y
audiencias que sólo los interpelan para confirmar prejuicios. Entiéndase bien:
no es una crítica al accionar de los militantes en los medios. Es, simplemente,
una descripción de lo que, parecerían, dos campos claramente delimitados: el de
la política mediática y el de la militancia territorial.
Dicho esto, para
finalizar, quisiera realizar algunas reflexiones tomando como disparadores los
interrogantes iniciales. En primer lugar, hacer política, al menos en la
Argentina, necesita de ambas patas: la mediática y la territorial. Así que
hacen falta más comunicadores y más militantes de base. Si existen hombres y
mujeres que pudieran desempeñar ambas funciones mejor, y si no, que cada uno
aporte en lo que pueda. En segundo lugar, me atrevería a afirmar, como
hipótesis, que la razón profunda por la que la prensa hegemónica y su
consecuente sentido común ataca a la militancia es porque ésta le disputa el
terreno donde hacer política. En otras palabras, la política mediática ha
trasladado el ágora y el espacio público a los estudios de televisión buscando
una política mediada, valga la redundancia, por el medio, esto es, por sus
periodistas y, por sobre todo, por la propia lógica mediática que excede a esos
mismos periodistas. Pero la militancia entiende que la política no se juega
allí sino en el territorio, lejos de los efectismos de los rostros mediáticos,
del cortoplacismo de las campañas y del vértigo de la información. Y esto
planeta una disputa que tiene batallas ganadas para un lado y el otro: muchas
veces la instalación mediática de un candidato no pudo contra la organización
de base pero otras veces sí. Asimismo, antes, la política territorial suponía
cierto control y garantía de ocupación del espacio público. Sin embargo, hoy,
desde los medios tradicionales y las redes sociales virtuales también es
posible movilizar masivamente más allá de que estas movilizaciones tengan,
todavía, mucho de espasmódicas.
De esto se sigue que para hacer política hoy no hay que
descuidar ninguno de los polos del falso dilema: hay que hacer militancia
territorial pero también dar una disputa comunicacional en la que ningún
gobierno la tiene fácil. Creer que la disputa debe darse sólo en la arena
mediática es lo que lleva a creer que una derrota electoral es simplemente un
“error de comunicación”, reduciendo la política a un asunto de expertos en
marketing y candidatos simpáticos con buena llegada al mundo de la farándula.
Lo que sucede en los medios es central y se disputa día a día en cada noticia y
en cada agenda. Pero creer que la disputa debe darse exclusivamente en los
medios dejando de lado lo que se cuece en el territorio, sería equivalente a la
situación en la que un equipo de fútbol tiene que jugar una final de ida y
vuelta y cree que lo que más le conviene es jugar los dos partidos de
visitante.
Muy bueno, considero q es la descripcion clara de la realidad actual de la militancia...los medioste instalan, pero con cimientos debiles, la militancia perdura se hace sobre cimientos firmes..
ResponderEliminarCoincido en que actualmente hay dos polos, ya mencionados, el mediatico y el mas territorial. Tambien creo que en la actualidad los multimedios estan muy mal vistos y hasta casi son usados como escusa o motivo de una derrota o victoria tambien. Y si es asi? El patetico grupo clarin viene manchando nuestra confianza a los medios, y razones no faltan, pero no creo todos los medios tengan q ser vistos como otro "polo", no es que los defienda,pero al fin y al cabo necesitamos un agiornamiento, el kichnerismo nos demostro que si se puede ganar sin pasearse por los canales tv,por ende valoramos la militancia de las sedes y las casa,en las que he participado muchas veces, y que todo aquel q No participo de eso, no sabe lo que se aprende, se siente,y se puede llegar a construir, la realidad es que tambien se pierde si unicamente nos quedamos en casa, y tambien seamos objetivos,vivimos en una epoca globalizada, donde o nos adaptamos o fuimos, ademas quien es quien para juzgar que esta bien o mal,los mismos militantes deciamos q se puede militar de otros lados, otras maneras, y no por eso perder valores y convicciones. La historia demuestra q muchos politicos "de base" de territorio, hoy los vemos casi como panelistas de tv, algunos ya ni los vemos se borraron,pero no existe un politico o gobierno que en algun momento no hayan necesitado salir en alguna radio o tv, ninguno, por eso el debate seria si esta bien ser muy mediatio o poco mediatico, entre otros debates.Y lo de crear un candidato por la cara y venderla, es sabido, tambien juegan mucho los slogans y discursos, no solo la tv muestra rostros, la gente( cholula) existe, no podemos cambiar eso auque no sea agradable, y por lo tanto hay que saber adptarse, adaptemonos a convivir con la caja boba, y si no me equivoco, como decia Peron:" a los enemigos mejor tenerlos cerquita...".
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