Hay algo más
peligroso que los exabruptos de dirigentes y periodistas opositores en ocasión
de la intervención quirúrgica a la que fue sometida la presidenta y se trata de
la red conceptual que a falta de un nombre técnico llamaré “biopolítica”.
Dejando de lado el sentido que tal término tiene en la academia, lo que aquí
llamo “biopolítica” es un tipo de perspectiva en el que se establece una
analogía entre la vida y la política. Más específicamente, se considera que la
sociedad es un gran organismo y que el líder de esa sociedad encarna en su
cuerpo individual las acciones políticas que impulsa. Dicho en buen criollo: un
gobernante que aplica malas políticas sobre el cuerpo social lo enfermará y la
prueba de ello quedará expresada en su propio cuerpo. No se trata de un castigo
divino sino de una relación directa entre el cuerpo de la presidenta y el
cuerpo de la sociedad. Tal relación descabellada se viene utilizando como un
hallazgo teórico cada vez que el líder de un gobierno populista latinoamericano
sufre algún deterioro en su salud. Cuando esto sucede se dice que el cuerpo del
líder no pudo aguantar porque una política de confrontación y de odio hacia las
clases dominantes es una alteración de la armonía natural que pronto termina
atacando al propio cuerpo. Así, un líder liberal, como aplica buenas políticas,
poseería una excelente salud pero aquel líder que considera que debe intervenir
el Estado enfermará y, si persiste, morirá. Usted seguramente se está riendo
ante este tipo de razonamientos ¿pero leyó las principales columnas de los
editorialistas? Citaré sólo una para no agobiarlo. Me refiero a la de Joaquín
Morales Solá el domingo 6 de octubre de 2013. Allí se puede leer: “Parece producirse una convergencia entre
la decadencia política y la declinación física”; (…) un rasgo también kirchnerista y constante es
la disposición por la confrontación. La guerra y el rencor son malos consejeros
para la salud y la vida; (…) De todos modos, es un modo de gobernar muy
parecido al de su esposo. Y es casi imposible que el cuerpo de un ser humano
tolere que caigan sobre él todas las cuestiones, las grandes y las pequeñas,
las importantes y las insignificantes, de un país. Así, o se paraliza el gobierno o le explota el cuerpo, solía decir un
ministro de Néstor Kirchner cuando lo veía trajinar con los detalles de la
administración” (las cursivas son mías).
Frente a argumentaciones como éstas
bien cabe la mueca risueña, la pena o tal vez la indignación pero hay que ir un
poco más allá y comprender que se está estableciendo, al fin de cuentas, una
analogía entre un conjunto de acciones políticas y una enfermedad (de hecho, en
otras ocasiones, importantes formadores de opinión se refirieron al
kirchnerismo como a un cáncer). Por ello hay que estar atentos. Porque sabemos
cómo se puede curar el cáncer y también sabemos que en la Argentina, en nombre
de la salud de la nación y la patria, se ha producido y se ha intentado
justificar la más vergonzosa de las quimioterapias sociales.
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