Déjeme hacerle
una pregunta molesta, incómoda. Si no desea recibir este tipo de interrogantes,
abandone ya la lectura de esta nota. ¿Es valiente o simplemente masoquista y
quiere seguir? Muy bien, pero no diga que no le advertí. La pregunta es,
entonces, ¿qué es lo que hace que usted siga siendo usted? ¿Su rostro? No lo
creo pues su rostro ha cambiado. Mire sus fotos de bebé y mírese ahora. Notará
la transformación. ¿Acaso no será la materialidad de su cuerpo? Al fin de
cuentas, pareciera que ha vivido siempre dentro del mismo cuerpo. ¿No? Sin
embargo, recuerde el enigma de la Esfinge que Edipo descubre: el Hombre es el
único animal que a la mañana anda en 4 patas (el niño que gatea), a la tarde
anda en dos (el adulto erguido) y a la noche en tres (el anciano con bastón).
Si usted es un anciano sabrá de lo que estoy hablando y si no lo es y tiene la
suerte de llegar a serlo corroborará que su cuerpo ha cambiado a lo largo de
toda la vida y que la ley de gravedad nunca tiene clemencia. Si el cuerpo en
tanto material es corruptible y no asegura, por lo tanto, que siga siendo
siempre el mismo, la pregunta acerca de qué es lo que hace que usted siga
siendo usted debería ser algo inmaterial. Quizás existe una esencia “usted” que
permanece desde el nacimiento hasta su muerte. ¿Pero cuál sería? ¿Hay alguna
característica, por ejemplo, de su carácter que se haya mantenido siempre? De
haber sido así, ¿no cree igualmente que tal característica podría haber sido
modificada sin que usted deje de ser usted? Piense en la situación de una
primera cita, aquella en la cual usted se “presenta” ante el otro destacando
todas las bondades de su ser. Es posible que en el mismo relato se mezclen dos
aspectos contradictorios de su idea de identidad. Por un lado usted puede decir
“Yo soy” esto o lo otro. Y a su vez también puede decir “yo era” tal cosa pero
luego cambié (esto sucede, generalmente, cuando se está intentando reconquistar
a una ex pareja). Si acepta este segundo comentario mejor sería eliminar para
siempre el “yo soy” y cambiarlo por el “yo estoy”, esto es, mostrar que
cualquier aspecto de la identidad es provisorio. No se “es” ansioso, obsesivo,
ingenuo, generoso o melancólico sino que en determinados momentos de la vida
(quizás siempre hasta el día de hoy pero tal vez no mañana) se ha sido de ese
modo. Porque siempre se puede cambiar.
Ahora bien,
suponiendo que usted ha sido condescendiente conmigo y ha aceptado lo dicho
hasta aquí. ¿Se retiraría tan rápido de la batalla? No creo. Seguramente me
diría “muy interesante tu juego sofístico pero yo soy yo”. Frente a esa
respuesta, mi pregunta volvería a formularse: ¿Está seguro? ¿Cómo sabe usted
que sigue siendo usted? Note que estoy diciendo “sigue siendo”, es decir, estoy
introduciendo una dimensión temporal. Dicho con más propiedad, sería cómo puede
saber que, a lo largo del tiempo, esa “sustancia” cambiante que es usted sigue
siendo usted mismo. Tal aclaración puede darle una pista, pues si hablamos del
tiempo, nada mejor que recurrir a la memoria. Entonces, quizás, lo que hace que
usted sea usted sea su memoria, aquella que le recuerda cuando era chico y
diferentes momentos de la vida en los que naturalmente, usted estuvo presente
aunque, seguramente, con otro aspecto físico. Sin embargo, ¿usted recuerda cada
uno de los instantes de su pasado? No lo creo pues eso le sucede nada más que a
ese personaje de Borges llamado Funes. Entonces, incluso si usted dijese tener
una gran memoria no podría recordar cada fragmento de su pasado de lo cual se
seguiría que, si es la memoria la que hace que usted siga siendo usted, la
falta de recuerdo supondría que usted dejó de ser usted en algunos pasajes de la vida de esa persona que usted
dice ser.
Ahora bien,
este problema de identidad que le planteo, ¿puede trasladarse, por ejemplo, a
una ciudad? Para decirlo con nombre propio, ¿cabe preguntar, por ejemplo, qué
es lo que hace que Buenos Aires siga siendo Buenos Aires? Seguramente sí pues
se supone que la ciudad tiene una identidad. ¿Pero cuál sería ese signo
identitario que se mantiene y la hace seguir siendo la de antes? Si bien los
baches se mantienen, ahora hay más basura, más edificios con amenities que harán que las cloacas
exploten y las piletas y los salones de ocio acaben siendo tapados por las
excreciones de quienes afrontan expensas caras pero cagan con el mismo olor que
cualquier pobre. El ruido tampoco es el de antes: ha crecido a la par del
parque automotor. Por su parte, los hospitales están “peor de lo peor que
estaban” y los únicos árboles que se mantienen son los genealógicos. Es verdad
que el subte está igual que hace 5 años pero se puede obviar ese detalle pues,
al fin de cuentas, usted tiene la misma nariz que a los 18 años y sin embargo,
ya le dije, no tiene manera de probar que sigue siendo usted.
¡Pero un
momento! ¿Acaso el obelisco no está igual? ¿No sigue siendo ese emblema fálico,
esa porteñidad enhiesta que recibe al turista bien “a lo macho”? Podría decirse
que sí pero si se comparan las postales que se venden sobre la avenida Corrientes
con la imagen actual notará que al símbolo de la ciudad lo rodean metrobuses
alocados que vienen y van captados por cámaras que reproducirán la próxima
tragedia automovilística en los noticieros. No quedará más que ir a la plaza,
entonces, aquella, la del barrio, la que usted jugaba cuando era chico. Pero
está más chica que nunca (seguramente porque ahora usted está más grande,
claro) y está enrejada.
Por lo tanto, lo
que resta sería descansar en la esencia de la ciudad, ese no sé qué del espíritu
porteño, el “targo de Carlitos” (que no era porteño), las mañanas de sol en el
abasto (comprando en el shopping) o pasear por Caminito pensando en el
desembarco de nuestros abuelos mientras ofrecemos sacarle una foto a la
parejita de suecos que desean que le tomen el dólar al precio del blue, y unos japoneses se bajan
contentos de un taxi en el que acaban de ser estafados. Pero quizás sea que a
la ciudad no le interesa la memoria. Prefiere “mirar para adelante”,
transcurrir el día a día, y dejar que continúe el avance material casquivano y
onanista. Todo esto mientras vive con tanto miedo que necesita dos fuerzas
policiales para que la proteja.
Con todo, no
se puede dejar de reconocer que hay cierta coherencia en el comportamiento
electoral de la ciudad con el mayor nivel educativo del país y el mayor ingreso
per cápita: eligió a De la Rúa y también a Erman González por ejemplo. Eligió a
Mauricio por dos veces y si pudiese lo haría por una tercera porque el problema
no es la reelección sino la reelección de “la yegua”. Hasta Fernando Iglesias
logró una banca por la ciudad y también Patricia Bullrich, más allá de que lo
haya hecho desde diferentes partidos (pero la identidad de “Pato” es asunto de
otro artículo, quizás un libro entero o directamente un estudio a publicarse en
6 tomos).
Así que
ríndase. No hay manera de saber si Buenos Aires sigue siendo Buenos Aires de la
misma manera que no hay manera de saber si usted sigue siendo usted. Ni
siquiera hay manera de saber si usted sigue siendo la misma persona que empezó
a leer esta nota, aquella que comenzaba, simplemente, preguntándose qué es lo
que hace que usted siga siendo usted y que ha sido escrita por un autor que no
sabe cuál es la esencia de Buenos Aires pero tiene bien en claro que esto en lo
que se ha convertido, sencillamente, y como diría un porteño, “no está bueno”.
La mejor nota que leo hace mucho tiempo.
ResponderEliminarMe encanta que la filosofía esté en la calle, al igual que la política.
La mejor, saludos!
Estimado Dante:
ResponderEliminarMe parece que el paralelo no se sostiene. Un individuo es un sistema relativamente autónomo que cambia no solamente en su cuerpo y funciones (entre otras cosas)sino también de lugar. Un sistema nómade. En cambio, una ciudad es un lugar. Todo el tiempo se le agregan y quitan personas, cosas, ladrillos, vehículos .. Si uno se encuentra con su compañero de banco de la primaria posiblemente no lo reconozca. Si uno vuelve a una ciudad después de treinta años tampoco podrá reconocerla, pero ese lugar sigue llamándose igual. Y está en el mismo sitio. Esa es su identidad. Cordiales saludos.
ES VERDAD RESULTA MUY FORZADO ENTENDER EL VOTO PORTEÑO CON ARGUMENTOS QUE LO JUSTIFIQUEN PLENAMENTE EN FORMA RACIONAL Y REALMENTE LO UNICO QUE PARECE JUSTIFICARLO ES LA NEGACION "PORQUE SI" DESATADA POR UN ODIO TAN CIEGO COMO INEXPLICABLE EN LA GRAN MAYORIA DE LOS VOTANTES DEL PRO O DE OTROS PARTIDOS OPOSITORES,ES DIFICIL PARA NOSOTROS "VER"TAL CEGUERA DE PARTE DE NUESTROS COMPATRIOTAS QUE FORMAN PARTE DE NUESTRAS AMISTADES O TAL VEZ DE NUESTRAS FAMILIAS,SUENA COMO A UN MASOQUISMO INSISTENTE Y COMO YA DIJE ABSOLUTAMENTE INEXPLICABLE
ResponderEliminarPero como hacemos para BUE "Esté bueno", si el 30 % de la poblacion vive hacinada aquí, y hace brillar la mas fea fasceta del argento. Concuerdo que cada momento cambiamos, pero JAMAS hay que olvidar el pasado, porque de esa forma aseguramos que seamos mas nosotros y no un completo desconocido como la derecha de este pais intenta decada tras decada que seamos.
ResponderEliminarExcelente y compleja disertacion que apelando a esencialmente a la mayéutica,logra provocar en quien la asimila el descubrimiento o la ratificacion definitivos de que mas alla de dudas existenciales que podamos tener, Buenos Aires esta malo, muy malo.
ResponderEliminarQué lástima. Mandé un comentario firmado 'El Étor' y, como no fue publicado, lo perdí. En fin.
ResponderEliminar@HéctorMaskin (en Twitter)
El infierno es un buen lugar para un sofista K.¿?.-...
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