Antes que nada responsabilizo a la Señora Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner y al Señor Presidente de UNASUR, Néstor Carlos Kirchner, por la eventual censura de esta Carta y agradezco al Señor Eduardo Anguita por defender mi trabajo cuando desde el poder exigían que se cocine mi cabeza.
En este clima de terror jacobino en el que hordas patoteriles asolan las calles y amenazan la integridad física y psíquica de los ciudadanos que, como quien les habla, ejercen con valentía el poder de la palabra, no puedo más que formularme una serie de interrogantes: ¿Cómo es posible que en la pantalla de la Televisión Pública, esto es, un canal que debe ser del Estado y no del Gobierno, se solvente con el dinero de todos nosotros un programa que aun sin la legitimidad que otorga un rating alto, se dedique sistemáticamente a ofender y perseguir colegas que hacen del pensamiento independiente su principal condimento?
Sí, efectivamente, y para decirlo sin rodeos, me estoy refiriendo a ese programa que diariamente a la hora en que la familia se sienta a la mesa, si, claro está, el “Fútbol para todos” lo permite, no hace más que reproducir una burda propaganda oficialista que nada tiene que envidiarle al tristemente célebre Gómez Fuentes. Si bien usted ya sabe de qué estoy hablando, mi ética periodística, esa que desde la eternidad es observada con severidad por Mariano Moreno o Rodolfo Walsh, hombres que probablemente hayan pasado por momentos tan difíciles como éste y cuyo desenlace es bien conocido por todos, me obliga a mencionar este programa con todas las letras: Cocineros Argentinos.
¿Qué novedad nos ofrece este programa? ¿Es posible que los hombres y mujeres que responsablemente contribuimos al fisco y cumplimos con nuestras obligaciones fiscales estemos aportando mensualmente 600.000 pesos para que un grupo de pseudo profesionales con estilo algo desacartonado, no ofrezcan nada nuevo detrás de sus escritorios y sólo calumnien el nutritivo alimento de la información libre?
Porque uno puede digerir, aun con tránsito muy lento, que el erario público se haga cargo de los sueldos terrenales de los Obispos; incluso puede aceptar que se subsidie desde el Estado a las escuelas privadas confesionales mientras en la Argentina hay hambre, pero evidentemente aun en esta, llamemos “democracia”, carente de valores y autoritaria, existe el límite de la Moral, el alimento del alma.
¿Qué esperan Narda Lepes, Martiniano Molina y la Hermana Bernarda para alzar la voz? ¿Acaso tienen miedo? ¿Acaso sus familias han sido amenazadas? ¿O será que los responsables de los Medios en los que ellos se desempeñan no tienen la hombría que el ya mencionado Eduardo Anguita posee y que refrendará en la publicación de esta Carta?
¿Cuánto tiempo más permitiremos que, justamente en el año de nuestro bicentenario y con un proyecto de nación inacabado al que le faltan varios minutos de horno, se nos diga que el asado con parquet es nuestra Comida nacional? Estoy de acuerdo en que el asado, que proviene de nuestras vacas y de nuestro campo es lo que identifica nuestro ser nacional pero ¿y el parquet? ¿Eso es “lo nuestro”? ¿Y el fuego del asado? ¿A quién pertenece el fuego? ¿Al movimiento nacional y popular o a los ciudadanos que sufrimos diariamente el caos de tránsito? ¿Acaso Prometeo robó a los dioses el fuego para distribuirlo clientelísticamente de la mano de los Barones Bonaerenses?
Preguntas y más preguntas cuyas respuestas dejo al lector inteligente, aquel que, claro, vive con miedo y que, como todos, da varias vueltas en el auto mirando atentamente antes de entrar a su casa. Es por lo dicho anteriormente que este ciudadano le exige a la Señora Presidenta que también se ocupe de los Derechos humanos de los que, pese a la inseguridad, aún estamos vivos y que debemos armarnos con cuchillos y hasta tenedores para defendernos frente a la pasividad de nuestra policía ante los menores asesinos que entran por una puerta y salen por la otra. Ojalá este mensaje se haga extensivo a toda la clase política para que nuestros hijos dejen de migrar hacia países prósperos como España y Grecia. Por el futuro de ellos y por el futuro de nuestra nación, este ciudadano común les pide encarecidamente a los políticos que hagan algo pues así no se puede vivir más. Saluda atte. Dante Augusto Palma
En este clima de terror jacobino en el que hordas patoteriles asolan las calles y amenazan la integridad física y psíquica de los ciudadanos que, como quien les habla, ejercen con valentía el poder de la palabra, no puedo más que formularme una serie de interrogantes: ¿Cómo es posible que en la pantalla de la Televisión Pública, esto es, un canal que debe ser del Estado y no del Gobierno, se solvente con el dinero de todos nosotros un programa que aun sin la legitimidad que otorga un rating alto, se dedique sistemáticamente a ofender y perseguir colegas que hacen del pensamiento independiente su principal condimento?
Sí, efectivamente, y para decirlo sin rodeos, me estoy refiriendo a ese programa que diariamente a la hora en que la familia se sienta a la mesa, si, claro está, el “Fútbol para todos” lo permite, no hace más que reproducir una burda propaganda oficialista que nada tiene que envidiarle al tristemente célebre Gómez Fuentes. Si bien usted ya sabe de qué estoy hablando, mi ética periodística, esa que desde la eternidad es observada con severidad por Mariano Moreno o Rodolfo Walsh, hombres que probablemente hayan pasado por momentos tan difíciles como éste y cuyo desenlace es bien conocido por todos, me obliga a mencionar este programa con todas las letras: Cocineros Argentinos.
¿Qué novedad nos ofrece este programa? ¿Es posible que los hombres y mujeres que responsablemente contribuimos al fisco y cumplimos con nuestras obligaciones fiscales estemos aportando mensualmente 600.000 pesos para que un grupo de pseudo profesionales con estilo algo desacartonado, no ofrezcan nada nuevo detrás de sus escritorios y sólo calumnien el nutritivo alimento de la información libre?
Porque uno puede digerir, aun con tránsito muy lento, que el erario público se haga cargo de los sueldos terrenales de los Obispos; incluso puede aceptar que se subsidie desde el Estado a las escuelas privadas confesionales mientras en la Argentina hay hambre, pero evidentemente aun en esta, llamemos “democracia”, carente de valores y autoritaria, existe el límite de la Moral, el alimento del alma.
¿Qué esperan Narda Lepes, Martiniano Molina y la Hermana Bernarda para alzar la voz? ¿Acaso tienen miedo? ¿Acaso sus familias han sido amenazadas? ¿O será que los responsables de los Medios en los que ellos se desempeñan no tienen la hombría que el ya mencionado Eduardo Anguita posee y que refrendará en la publicación de esta Carta?
¿Cuánto tiempo más permitiremos que, justamente en el año de nuestro bicentenario y con un proyecto de nación inacabado al que le faltan varios minutos de horno, se nos diga que el asado con parquet es nuestra Comida nacional? Estoy de acuerdo en que el asado, que proviene de nuestras vacas y de nuestro campo es lo que identifica nuestro ser nacional pero ¿y el parquet? ¿Eso es “lo nuestro”? ¿Y el fuego del asado? ¿A quién pertenece el fuego? ¿Al movimiento nacional y popular o a los ciudadanos que sufrimos diariamente el caos de tránsito? ¿Acaso Prometeo robó a los dioses el fuego para distribuirlo clientelísticamente de la mano de los Barones Bonaerenses?
Preguntas y más preguntas cuyas respuestas dejo al lector inteligente, aquel que, claro, vive con miedo y que, como todos, da varias vueltas en el auto mirando atentamente antes de entrar a su casa. Es por lo dicho anteriormente que este ciudadano le exige a la Señora Presidenta que también se ocupe de los Derechos humanos de los que, pese a la inseguridad, aún estamos vivos y que debemos armarnos con cuchillos y hasta tenedores para defendernos frente a la pasividad de nuestra policía ante los menores asesinos que entran por una puerta y salen por la otra. Ojalá este mensaje se haga extensivo a toda la clase política para que nuestros hijos dejen de migrar hacia países prósperos como España y Grecia. Por el futuro de ellos y por el futuro de nuestra nación, este ciudadano común les pide encarecidamente a los políticos que hagan algo pues así no se puede vivir más. Saluda atte. Dante Augusto Palma
Quisiera agregar que esta dictadura ya se fagocitó a Martiniano q no esta más en el programa. Claramente porque esta en la revista de periodismo independiente de La Nación.
ResponderEliminarMuy buen post, me reí bastante. Saludos!
Jua! Me asusté yo también.. Muy bueno! Espero que ese lector inteligente razone estas preguntas desde un punto de vista más critico y profundo! Saludos!
ResponderEliminarMagnífico Dante, sin palabras.
ResponderEliminar¡Qué golpe de efecto Dante!
ResponderEliminarEspléndido, me maté de la risa. Es muy difícil luchar contra los medios hegemónicos, por eso la única esperanza son los medios alternativos como Canal 7, Canal 9, Telefé, los medios de Hadad (bien nacional y popular!), Página 12, Miradas al Sur, Veintitrés, Tiempo Argentino, El Argentino, Radio Nacional, Siete Dias, El infierno de Dante blog...
ResponderEliminarQué bueno que todavía se escuchen otras voces!!!
Estoy tan indignado como vos, Dante!
ResponderEliminarY con mucho miedo.
Me persiguen. Me escuchan.
Debo cortar acá...
lo siento.
Abrazo!
Ese lector no va a escribir ninguna queja por Badía??
ResponderEliminarAl principio pensé que se venía un "Carrasco 2" contra 678. Me comí el offside.
Abrazo, y más atento a los trollengues feisbuqueros.
Escritura de alto impacto político-culinario, muy buena carta! :)
ResponderEliminarEs que a los que desde siempre vienen cortando el bacalao les está cayendo pesado que la torta se empiece a repartir entre más comensales…
Salutes de Bicentenario!
dante, sos un nabo, un papafrita, un salame, tenés menos vuelo que una pavita y lo que escribís importa un pepino.
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ResponderEliminarQuiero denunciar públicamente que Martiniano Molina es cómplice de tamaño atropeyo a la libertad, el cocinero chavista fue conductor de "ese programa" escudando sus intenciones de adoctrinamiento en burdas recomendaciones de alimentación sana.
ResponderEliminarQue triste plagio al "¿hasta cuando?" del genial Capusotto
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