lunes, 30 de agosto de 2021

El desafío libertario (editorial del 28/8/21 No estoy solo)

 

La irrupción del fenómeno libertario está en el centro de la campaña más allá de que aún haciendo una magnífica elección en CABA y en Provincia es de esperar que no alcance los dos dígitos. Sin embargo, el fenómeno Milei, por ejemplo, ha llevado al oficialismo local a ceder hacia la derecha su plan original de presunta moderación. Cedió primero cuando admitió una lista de derecha como la de López Murphy en la interna y siguió cediendo cuando radicalizó su discurso por derecha subiendo a Macri al ring. Es curioso lo que sucede en Argentina porque todo el tiempo se habla de los dos grandes polos que no dejan lugar a terceras vías y sin embargo los dos espacios se encuentran obligados a ceder ante variantes minoritarias más o menos cercanas. En otras palabras, el kirchnerismo duro debió pasteurizarse aceptando a Alberto Fernández y a Massa para obtener los 10 puntos que necesitaba para ganar y JxC debe renunciar al estilo “tibio” de Vidal y Larreta para recuperar esos 10 puntos que se le pueden ir por derecha.

Por supuesto que el libertarismo plantea interesantes discusiones filosóficas en torno a la libertad y al rol del Estado, las cuales no desarrollaremos aquí porque no son parte de la campaña. Es que, de hecho, lo que atrae de Milei es más el personaje mediático que su lectura de clásicos anarcoliberales. Es más antisistema su carácter y su retórica que su propuesta, la cual, por cierto, más allá de que él lo niegue, ha sido implementada en Argentina por varios gobiernos. Con todo, la reacción frente a Milei suele ser la indignación y la zozobra. Es la salida más fácil. Allí se condensa todo el mal. Allí está el fascismo. Puede ser verdad ello, máxime cuando uno observa cómo se compone el resto de la lista y sus apoyos pero es preferible comprender antes que enojarse.

Por lo pronto Milei es el único que pone sobre la mesa la discusión sobre la riqueza. Su propuesta no lleva a la redistribución sino a la concentración pero él plantea que es necesario ante todo crear riqueza. El gobierno, en cambio, no ha implementado medidas que impulsen la creación de riqueza. Más bien hay una pobre redistribución de la escasez y en todo caso solo ha avanzado en el orden discursivo: leía hace algunas semanas que alguien en Twitter mencionó, haciendo un juego de palabras, que más que “Conectar Igualdad”, lo que define al gobierno es el “Comentar igualdad”. Efectivamente, todo el tiempo se está comentando la igualdad pero no se está avanzando realmente hacia ella. Nadie puede pasar por alto la pandemia como atenuante pero hoy no queda claro qué planes tiene el gobierno para el futuro máxime cuando aun en el caso de que haya un acuerdo benevolente con el FMI, que nos dé un par de años de gracia, la situación de la Argentina para 2024, 2025 y los años sucesivos será dramática y probablemente obligue a una nueva renegociación o un default con los acreedores privados.

Con todo, es real que, de a poco, hasta los referentes de los movimientos sociales plantean que, por ejemplo, los planes sociales no son la solución y que hay que avanzar hacia un modelo de trabajo. Es de celebrar que el trabajo vuelva a aparecer en el centro de la escena. Sin embargo, el gobierno no parece tener en claro cómo hacerlo y todo está reducido a una disputa acerca de quiénes serán los intermediarios en el eventual proceso de transformación. Por otra parte, como lo demuestran ya varios estudios y lo empiezan a afirmar con más frecuencia economistas e investigadores más o menos cercanos al gobierno, no hay redistribución posible en la Argentina sin creación de riqueza. En este sentido, parece necesario salir rápidamente de esta trampa en la que los espacios populares y de izquierda solo discuten cómo redistribuir sin tomar en cuenta cómo crear riqueza; mientras la derecha parece solo preocupada por crecer sin importarle cómo se redistribuye ese crecimiento.

El gobierno ha avanzado en el otorgamiento de derechos civiles, especialmente en consonancia con la agenda de políticas identitarias. De todos los avances, el de la legalización del aborto parece el más relevante y algo similar ocurriría en el caso de la despenalización/legalización de la marihuana. Muchos afirman falazmente que es inmoral avanzar en esta línea mientras hay casi dos tercios de menores en condición de pobreza. Es falaz porque esa agenda no es necesariamente contraria a una agenda que pose su mirada en derechos económicos y una mejor redistribución de la riqueza, tal como ocurrió durante buena parte del gobierno de los Kirchner. Sin embargo, si bien no son, a priori, conceptualmente incompatibles, en la actualidad se ha avanzado mucho en un aspecto y no se ha avanzado en el otro. Esto me recuerda lo que señala el español Daniel Bernabé en su libro La trampa de la diversidad cuando, desde un punto de vista marxista, advierte que los nuevos progresismos no han reparado que están siguiendo el giro que diera Thatcher en la interpretación del término “unequal”. En otras palabras, el “unequal”, que en inglés era traducido como “desigual” pasó a ser traducido desde el thatcherismo liberal como “diferente”. En ese giro, que parece sutil, está toda la transformación de las agendas populares y de izquierda porque la disputa por la desigualdad era eminente económica e incluía eventualmente una disputa de clases. La lucha para incluir al diferente, en cambio, pone la cuestión económica en segundo plano para llevar el asunto a los términos de una disputa cultural/identitaria. Si cuando se discutía en términos de desigualdad se hablaba de inclusión socioeconómica de las mayorías, ahora, cuando hablamos de diferencia, se habla de inclusión cultural de las identidades minoritarias. El problema de la desigualdad se solucionaba con acciones colectivas; el problema de la diferencia, en cambio, es un asunto que atañe a acciones individuales. En este sentido hay quienes advierten que esta última lógica es funcional al establishment económico que hasta podría aceptar hablar con la “e” en la medida en que no le toquen el dinero.

Por supuesto que Milei y el liberalismo en general que se ha desarrollado en Argentina nunca fue demasiado coherente en el sentido de que era liberal solo para lo económico pero siempre fue conservador en lo moral tal como lo demuestra el modo en que muchos de los denominados liberales se opusieron a una reivindicación liberal como la de la legalización del aborto.

Con todo, fenómenos como el de Milei han aparecido en diferentes países en los últimos años y si bien han crecido mucho nunca lograron espacios de preponderancia con excepción de lo que podría ser un Bolsonaro en Brasil, emergente de una crisis de partidos y un escenario de proscripción del principal candidato. Difícil que esto ocurra en Argentina con dos coaliciones más o menos institucionalizadas. Sin embargo, resulta un llamado de atención a la clase política especialmente por el modo en que interpela a la juventud. ¿Se trata de una camada de jóvenes fascistas que aparecieron por generación espontánea? Una vez más, ése es el diagnóstico más fácil. Habrá alguno que otro y si bien se trata de un fenómeno que parece más potente en clases medias y altas de grandes centros urbanos, habría que estar atento a qué sucedería si ese discurso logra penetrar en sectores bajos que también están cansados del orden de cosas y que, a diferencia de lo que se intenta instalar, mayoritariamente no están conformes con recibir un plan social sino que piden trabajo y que se destaque el mérito del esfuerzo.

Para finalizar, digamos que el descontento creciente se distribuirá novedosamente en estas opciones radicales de derecha, algún voto extra para opciones de izquierda, importante número de ausentismo y más votos en blanco. Pero también hay que decir que es probable que la Argentina siga dominada por ambas coaliciones con cierta alternancia en los próximos años. De todas maneras, esto no debe hacer pasar por alto que, dejando de lado sus violentos modos y muchos aspectos rayanos en el delirio, hay algunos principios radicales de Milei que merecen una respuesta sólida. ¿El problema de la inflación en Argentina es la emisión? La respuesta es que la emisión no es el único factor que explica la inflación pero esa respuesta debe dar cuenta del fenómeno por el cual Argentina lleva conviviendo con la inflación décadas mientras eso no sucede en otros países. Asimismo, sí es verdad que la emisión sin ningún respaldo, sin ningún plan para crear riqueza, es un factor determinante para la inflación. ¿El problema de la Argentina son los impuestos? Comparado con otros países no pero se cometen muchas injusticias con el cobro de impuestos y hay una carga cada vez más importante sobre las clases medias que acaban eligiendo la informalidad o sucumbir ante la AFIP. ¿Por qué no avanzar en una reforma impositiva antes que la reforma se haga por la fuerza y en una situación de crisis social aún mayor? ¿Cómo va a afrontar Argentina la deuda y el déficit? ¿Cómo puede sostenerse por mucho tiempo una intervención en el mercado del dólar que acaba creando distorsiones que afectan a la economía? La lista de interrogantes puede seguir y me he restringido a las preguntas económicas para no ingresar en el terreno cultural de por qué tantos jóvenes entienden que hoy la revolución contra el statu quo la da la derecha frente a una corrección política que impone cómo hay que vivir, cómo hay que hablar y qué se debe pensar. Pero mejor que enojarse y desestimar el desafío libertario, es responderlo. Y mejor hacerlo con solidez cuanto antes. No sea cosa que, de repente, un día sea demasiado tarde.        

 

jueves, 26 de agosto de 2021

Una juventud con todo el pasado por delante (publicado el 5/8/21 en www.disidentia.com)

 

“Tiene todo el pasado por delante”. La frase corresponde a Jorge Luis Borges y es mencionada por Adolfo Bioy Casares en su diario de conversaciones y anécdotas con el autor de El Aleph. Para ser más preciso, la frase fue pronunciada el 6 de mayo de 1952 cuando ambos conversaban acerca de un artículo escrito por el filósofo Francisco Romero y publicado en la Revista argentina Sur donde el autor afirmaba que las operaciones esenciales de las actividades humanas eran unir y separar. Allí fue que Borges indicó: “Es un presocrático. Tiene todo el pasado por delante”. Transcurridos los años se le adjudica a Borges haber utilizado la frase contra el peronismo para afirmar “Los peronistas tienen todo el pasado por delante”. Con todo, si bien es probable que Borges pensara eso del peronismo, no hay prueba alguna de que haya formulado la frase tal como se ha popularizado y como se desprendiera de la primera enunciación de 1952. Pero más allá de este detalle que poco importa aquí, y más allá de quién acabe siendo el sujeto de la oración, la idea de tener todo un pasado por delante abre la posibilidad de múltiples interpretaciones y servirme de una de ellas es lo que haré a continuación.

Puntualmente quisiera partir de los episodios de derribo de estatuas y la cancelación de referentes de la historia estadounidense, europea y, por qué no, mundial, que se viene produciendo desde un tiempo a esta parte y que dieron lugar a lo que aquí llamé “Ministerio de la Retroactividad”. Me referí de esta manera para mostrar la sutil diferencia con el famoso Ministerio de la Verdad de George Orwell. Como ustedes recordarán, en la novela 1984 había un Ministerio de la Verdad cuya función era modificar el pasado para acomodarlo a las necesidades presentes del Partido. Sin embargo, en la actualidad ocurre algo que no es exactamente lo mismo. Por supuesto que hay intentos vergonzantes de reescritura del pasado con fines políticos pero sobre todo hay otro fenómeno que es todavía más potente: el de juzgar retroactivamente. En otras palabras, el acento está puesto en la creación de un nuevo canon moral que pueda aplicarse al pasado para juzgarlo con las categorías ad hoc del presente tal como se observa cuando se llama la atención sobre el racismo existente en muchos de los que hasta hace poco ostentaban estatuas o formaban parte de los planes de estudios universitarios. Lo que se busca es recortar el pasado, descontextualizarlo e inmovilizarlo. No se trata tanto de adecuarlo al presente y menos aún de comprenderlo; se  trata de aislarlo para dejarlo quieto y juzgarlo.

A propósito de esto, recordé un libro de Eduardo Agualusa publicado en 2004 cuyo título ya dice demasiado: El vendedor de pasados. Hijo de colonos portugueses nacido en Angola, Agualusa nos habla de Félix Ventura, un albino vendedor de pasados que ha creado una clientela exclusiva de empresarios, políticos, generales y miembros destacados de la burguesía angoleña. Por distintas razones todos tenían, o al menos pretendían, un futuro promisorio. Lo que les faltaba era un pasado que esté a la altura de las circunstancias.

Con toques de Borges pero, sobre todo, del realismo mágico del escritor colombiano Gabriel García Márquez, Agualusa crea una historia en la que el personaje principal es capaz de traficar memorias, vender un árbol genealógico falso e inventar mitos familiares y lazos de sangre apócrifos según lo requiera el interesado. Ventura trataba de satisfacer a todos los clientes incluso quienes pedían un nuevo bautismo y una identidad completamente nueva si bien, por supuesto, cada pedido tenía su precio.

“Éste es su abuelo paterno, Alexandre Torres dos Santos Correia de Sá e Benevides, descendiente en línea directa de Salvador Correia de Sá e Benevides, ilustre carioca que en 1648 liberó Luanda del dominio holandés (…) Si quiere todavía puedo buscarle otro abuelo. Puedo conseguirle documentos que prueben que usted desciende del mismo Mutu Ya Kevela, de N’Gola Quiluange e incluso de la misma reina Ginda”.

Naturalmente, ya que alguien va a pagar un pasado nuevo es natural que busque antepasados que de alguna manera lo vinculen a una historia heroica. Sin embargo cabe destacar, al menos a manera de anécdota, el caso de un cliente que había amanecido sin su cara y acudía desesperadamente a Ventura. En un confuso episodio, amaneció con un rostro distinto porque su verdadera cara había sido retirada gracias a un grupo de vándalos que había utilizado las bondades de la cirugía estética. Este hombre sin cara o, para decirlo con propiedad, con una cara que no le pertenecía, se acerca angustiado al vendedor de pasados ofreciendo “una verdad imposible” a cambio de “una mentira vulgar y convincente”. La historia es por demás curiosa porque el hombre al que le despojaron de su rostro se había dado cuenta que ahora gozaba de la libertad e impunidad que le permitía su nueva condición. De aquí que le hiciera a Ventura un pedido particular: “En fin, lo que pretendo es que me consiga lo contrario para lo que habitualmente le contratan. Quiero que me dé un pasado humilde. Un hombre sin brillo. Una genealogía oscura e irrefutable. Debe de haber tipos ricos, sin familia y sin gloria, ¿no? Me gustaría ser uno de ellos”.

La venta de pasados puede ser la nueva etapa que sobrevenga al Ministerio de la Retroactividad y una buena forma de escapar de él. Quizás incluso suponga la creación de un Ministerio del Pasado con su respectivo Ministro del Pasado y con escritores y magos ocupando secretarías y cargos. Eso no lo sabemos. Lo cierto es que si vamos a ser juzgados por leyes impuestas ad hoc, será necesario, entonces, crearnos un pasado ad hoc. ¿A cuánto cotizaría ser parte de un árbol genealógico que muestre que nuestra sangre se compone de, digamos, 5 siglos de gente luchando por aquello sobre lo cual, nos dicen, tenemos que luchar hoy? Quizás incluso podríamos hacer una inversión para que un vendedor de pasados “pruebe” que somos herederos del primer hombre que fue políticamente correcto hace miles de años. Las posibilidades son infinitas y el pasado que cada persona pueda ostentar dependerá de las leyes del mercado, la ideología, el grupo de pertenencia, etc.  

Ahora bien, para concluir quisiera enfatizar en un aspecto más. Me refiero a que desde Tomás Moro, o incluso desde República de Platón, pensamos en las utopías como modelos de transformación que sirven como guía hacia el futuro: planteamos un modelo de sociedad ideal para saber cómo transformar la actual de aquí en más. Asimismo también sabemos que el devenir de la civilización y los temores creados por las enormes transformaciones ocurridas desde fines del siglo XIX, generaron un sinfín de material literario de género distópico desde S. Butler y Zamiatin pasando por Huxley y Orwell hasta Dick y Ballard, por citar algunos. Dicho esto podemos preguntarnos si lo aquí descripto se enmarca en este escenario de disputa entre utopías y distopías. Y la respuesta es que en un sentido parece ofrecer una novedad porque las grandes utopías han caído en desuso y los discursos distópicos de catástrofes por venir perduran pero la gran lucha hoy es por el pasado. En otras palabras, las utopías y las distopías disputan el futuro pero aquí estamos disputando el pasado. En todo caso, podría decirse que las utopías ya no miran al futuro porque son utopías del pasado. El horizonte no está adelante sino atrás. Los jóvenes son invitados a cambiar el pasado antes que a transformar el futuro. Prefieren ser las víctimas reales o ficticias del ayer antes que ser los líderes del mundo del mañana. El ímpetu juvenil por cambiar algo se sostiene pero toda esa indignación está dirigida a cambiar el pasado; pretenden ser los protagonistas de la revolución que nunca ocurrió; son jóvenes que tienen un futuro promisorio de pasado; son los jóvenes que tienen todo el pasado por delante.

Si usted tiene hijos o está pensando en tenerlos debe tener en cuenta este fenómeno. De hecho, no casualmente, en la tarjeta de presentación que el vendedor de pasados, Félix Ventura, otorgaba a sus clientes podía leerse: “Asegure a sus hijos un pasado mejor”.    

 

martes, 17 de agosto de 2021

La foto, la dirigencia mediocre y el silencio de Dylan (editorial del 17/8/21 en No estoy el solo)

 

La política argentina se ha transformado en una competencia de goles en contra a partir de la cual cada uno de los espacios se refuerza menos por méritos propios que por errores ajenos.  Efectivamente, en las últimas horas apareció una foto del presidente y su perro Dylan festejando con asesores, estilistas y amigos de su pareja el cumpleaños de ésta en la Quinta de Olivos. La foto habría sido tomada en tiempos donde las restricciones eran duras y donde muchos las respetaban por razones prudenciales y otros por el temor al castigo que el propio presidente se encargaba de recordar en buena parte de sus intervenciones públicas. El distanciamiento social no corrió en Olivos y ahora todos los que respetaron las restricciones y los que militaron casquivanamente en su contra, salen con los tapones de punta. Y tienen razón en hacerlo más allá de que cada uno conocerá su grado de hipocresía y estatura moral para criticar. Ginés debe estar haciendo una mueca irónica y hasta es de esperar que reaparezca “El surfer” que había sido “linchado” por cadena nacional para preguntar: “¿y ahora? ¿Quién es el boludo?”

Pero más allá de las ironías del destino y de las razones por las que se obedecieron las disposiciones, todos tenemos una anécdota de los sacrificios realizados. Desde la más trivial de festejar cumpleaños por zoom hasta la verdaderamente traumática de no poder asistir al entierro de un ser querido. De aquí que la foto genere impotencia y un rechazo visceral.

El gobierno primero negó la reunión, luego habló de foto trucada y finalmente, a través del jefe de gabinete, admitió que fue un error y que no debería haber ocurrido, línea discursiva a la que se plegó horas más tarde el propio presidente. Otras espadas mediáticas del oficialismo intentaron defender lo indefendible o pusieron el eje en que existen cosas más graves, lo cual es cierto: es mucho más grave que Macri se haya reunido con jueces que luego fallaban en contra de la oposición o es más grave la pobreza, la desigualdad, etc. Pero ese razonamiento es falaz ya que si bien es verdad que todo esto es más grave, que haya habido una reunión social en Olivos está mal. Punto. Por eso, hay momentos donde la mejor defensa es el silencio y/o plegarse al reconocimiento de Cafiero, hacer control de daños y aceptar que vendrán días difíciles porque, además, es de esperar que quien reveló la foto haya accedido a más fotos que irán apareciendo con el tiempo para estirar lo más posible el desgaste. No está ni bien ni mal. O sí pero es la especulación de la prensa y la política con la indignación de la gente y pasa siempre. Una vez más, como hecho en sí el festejo del cumpleaños no es más que una de las tantas transgresiones que deben haber realizado millones de argentinos y no merece la renuncia de ningún presidente, ni siquiera por haberlo ocultado. Sin embargo, había razones para exigir al menos las disculpas públicas porque la noción de ejemplaridad está asociada al buen gobierno y genera una obligatoriedad más potente que la legal: la moral. Contrariamente a ello, lo que se observa es impunidad y también una enorme irresponsabilidad ya que el presidente debe cuidar su salud por él y por la función que cumple. A esto podemos sumarle la torpeza de sacarse fotos sin conocer la máxima de estos tiempos: “si hay foto se va a filtrar”. Nadie sabe cómo, ni cuándo ni a través de quién…pero se va a filtrar. Entonces si vas a asumir el riesgo de un escándalo nacional por la estupidez de festejar un cumpleaños, al menos que nadie se entere. ¿No? Pero vivimos tiempos en que la discreción es un bien escaso.

Desde el punto de vista legal y político la oposición avanzará con el pedido de juicio político que no prosperará porque para que se efectivice necesita mayorías especiales en las cámaras que la oposición no tiene. Sin embargo, será un caballito de batalla para mostrarse tan indignados como activos y será también una devolución inmediata de gentilezas y una demostración más de que la judicialización de la política siempre vuelve como un búmeran. Con esto me refiero a que aquellos que impulsaron la destitución de Fernando Iglesias y Waldo Wolff por twitts misóginos ahora tienen que dar la cara y encontrar algún argumento para fundamentar que el juicio político no debiera prosperar. Lo van a hacer porque lo tienen que hacer pero no lo van a poder hacer con coherencia. Esto nos lleva a otra cuestión que es una cierta sobreactuación de la indignación moral. La diferencia es fina y se confunde todo el tiempo pero lo óptimo sería comportarse moralmente sin moralizar la política porque allí corremos el eje y trasladamos el debate a un terreno cuasi religioso de una disputa entre el bien y el mal. Podría decirse “A Carrió le gusta esto” y, por eso mismo, si creemos que la política es otra cosa que delirios mesiánicos y batallas épicas entre buenos y malos, es que el gobierno debería correrse de ahí. La actual administración ya había sobreactuado al momento de decir que era “El gobierno de la vida” frente a los que priorizan la economía. Nadie le pedía tanto y en unos meses tuvo que abrir todo y establecer por decreto el fin de la pandemia cuando hay más de 10000 casos por día y apenas el 20% de la población con dos dosis. Más cercano en el tiempo, el no correrse de la sobreactuación moral enfrentó al gobierno con una realidad que en cuestión de días le hizo morder el polvo, pues ¿desde qué lugar se le puede pedir la renuncia a Agustín Rossi sobreactuando razones éticas cuando se trató de un castigo político? Esto es independiente de si Rossi tomó o no la decisión correcta. Pero digamos la verdad: Rossi fue corrido de su cargo porque contrarió la decisión del poder ejecutivo y en un sentido está bien que así sea. Pero no nos digan que tuvo que renunciar por el requerimiento ético porque ahora no sé qué van a decir ya que van a tener que hacer diez mil piruetas para justificar, dentro de dos años, que el presidente y la mayoría de sus funcionarios no deben renunciar a sus cargos cuando eventualmente quieran presentarse a la reelección y a diferentes cargos electivos respectivamente.     

La cuestión de la ejemplaridad interpela a toda la sociedad pero parece importante particularmente en ese sector que le preocupa tanto al gobierno: los jóvenes. Se trata de aquellos que han crecido en un mundo líquido y que ya son parte de una generación que nació en los 2000 y pico y que por razones de edad no vivió con conciencia política la Argentina de los primeros ocho años de kirchnerismo; una generación que, como dijimos aquí mismo, se identifica más con el Joker que con el Eternauta, y para la que hay que hacer un esfuerzo extra en mostrar que no todo es lo mismo porque, justamente, vivieron tiempos donde todo parece lo mismo. En este sentido, cuando se disputa contra un discurso de derecha radicalizada que te dice que los políticos son una casta que vive de los impuestos que te sacan de tu trabajo, es un error pensar que se puede vencer permitiendo una x en el documento, cantando las canciones de L-Gante o prometiendo la legalización del consumo de marihuana con fines recreativos. Claro que para muchos jóvenes esas cosas son importantes pero parece menospreciar a una generación entera pensar que las únicas razones por las que ellos votan están vinculadas al reconocimiento de identidades minoritarias, la última canción de trap o fumar porro por la calle sin que los joda la cana. Mejor si a todo eso le sumamos educación digna en todos los niveles, salida laboral para ellos y para sus viejos y un proyecto de país en el que se pueda asegurar que los hijos de los jóvenes de hoy van a estar mejor que lo que se está ahora. Queda lindo creer que los jóvenes son todos espíritus libres y artistas en potencia con el pelo de colores. Pero son más que eso y con una x en el documento, cantando a L-gante y fumando un faso puede que muchos de ellos vayan a votar al Bolsonaro que invente la Argentina, aquel que les habla de los otros asuntos de los cuales también se ocupan los chicos. Es que son simplemente jóvenes pero no son pelotudos.    

Para finalizar, la especulación electoral es lo que importa menos hoy. ¿Le hará perder algún voto al gobierno esta foto? No lo sé. Entiendo que no aunque en algún votante pueda influir. ¿Es asimilable con alguna otra situación en cuanto al impacto? Tampoco lo sé. Recuerdo el caso de los bolsos de López que fue quizás la causa de corrupción que más golpeó al votante K por la sencilla razón de que fue imposible de negar. Pero al día de hoy no se sabe qué ocurrirá y si tuviera que arriesgar imagino que no marcará un punto de inflexión. Sin embargo, será un error más en un gobierno que al no poder mostrar mucho está haciendo hincapié en la campaña de vacunación y en la promesa de una salida de la pandemia. Nada más. Eso es todo. Mientras el gobierno no genere las condiciones para avanzar en políticas de transformación estructural estará atravesado por la política chiquita que se juega en los twitts y en las fotos de transgresiones que saben a impunidad y/o a estudiantina. Mientras eso sucede podemos pedir dos cosas: que la dirigencia argentina sea menos mediocre y que, por las dudas,  el perro del presidente no aprenda a hablar.

   

 

martes, 10 de agosto de 2021

Los vulnerables en el Castillo del Vampiro (publicada el 23/6/21 en www.disidentia.com)

 

Se sospecha que la felicidad es una impostura. Al menos eso es lo que está sucediendo después de haber notado durante décadas que toda persona pública estaba obligada culturalmente a tener apariciones donde se la viese espléndida, alegre y bien predispuesta. Una estrella siempre tenía que brillar para hacer brillante a la marca que la auspiciaba y para instalar que a través de ese consumo hay un acceso directo a la felicidad. Sin embargo, cada vez son menos las publicidades que muestran gente feliz por consumir un producto. La razón es que el paradigma ha virado notablemente en los últimos años. Hoy vende menos el héroe que el antihéroe y Superman debe ir al psicoanalista; el presunto marginal es más celebrado que el que se adecua al establishment. Es la era de los vulnerables.

Efectivamente, basta con revisar azarosamente las publicaciones de los usuarios en redes sociales para observar un fenómeno que se confirma cuantitativamente: las emociones negativas generan más interacciones y hoy la interacción virtual es la principal fuente de autoestima. El relato de un padecimiento, relevante o trivial, atrae mucho más que una publicación donde se informa acerca de un acto meritorio o una buena noticia. En otras palabras, la historia a contar ya no es la del exitoso sino la del presuntamente discriminado porque el que ganó debe esconder algo. En todo caso le permitimos ser el ganador si antes se demuestra que lo hizo gracias a una historia de superación. De la tiranía del vernos bien y felices pasamos a la obligación de mostrarnos vulnerables para poder ser acreedores y exigir una deuda. Las mujeres con cuerpos esculturales están obligadas a mostrar que tienen acné y “100 gramos de más” porque la vulnerabilidad da un halo de protección mucho más fuerte que el photoshop; los varones musculosos muestran sus abdominales pero aclaran que todo es parte del sacrificio y del esfuerzo para demostrar que pertenecen al reino de los mortales vulnerables; etc. La lista puede seguir hasta el infinito.  

Sin embargo, como se puede inferir de estos ejemplos, denunciar la impostura de una vida pública de felicidad generalmente asociada al consumo, ha producido un cambio meramente cosmético pues se ha atacado al objeto de consumo y no a la lógica consumista. Dicho de otra manera, la forma de oponerse al consumismo de la alegría es consumir padecimientos. Nos oponemos a consumir felicidad pero no nos oponemos a seguir consumiendo. Si no hay lugar para la impostura de lo alegre, al menos que haya espacio para consumir la impostura de lo triste.  

A propósito de esta temática que hemos desarrollado en este espacio desde diferentes aristas, recordé un artículo del crítico cultural británico, Mark Fisher, publicado en 2013 bajo el título “Exiting the Vampire Castle” (“Salir del Castillo del Vampiro”). Desde el punto de vista del marxismo clásico, Fisher critica la persecución y la censura que imponen las nuevas izquierdas identitarias y su rol fuertemente moralizador y amonestador incluso sobre quienes son parte de la clase obrera. Justamente advirtiendo que el reemplazo de la clase obrera por las identidades múltiples es una operación liberal, Fisher afirma que esto se da en un clima cultural, al que él refiere como “El castillo del Vampiro”, en el que el mercado sigue intacto. Solo que ahora es un “mercado del sufrimiento” donde se consumen vulnerabilidades y donde lo que importa es poder echarle la culpa al otro. Dice Fisher:

“El Castillo del Vampiro se especializa en propagar la culpa. Está impulsado por un deseo clerical de excomulgar y condenar, un deseo académico-pedante de ser el primero que sea visto apuntando un error y un deseo hipster de ser parte del grupo de moda. El peligro de atacar el Castillo del Vampiro es que puede parecer como si –y hará todo lo posible para reforzar este pensamiento- uno también estuviese atacando las luchas contra el racismo, el sexismo, el heterosexismo. Pero lejos de ser la única expresión legítima de tales luchas, el Castillo del Vampiro se puede entender mejor como una perversión burguesa-liberal y una apropiación de la energía de estos movimientos (…)

El Castillo del Vampiro se alimenta de la energía, las ansiedades y vulnerabilidades de los jóvenes estudiantes, pero más que nada vive a través de la conversión del sufrimiento de grupos particulares –mientras más “marginales” mejor- en capital académico. Las figuras más alabadas en el Castillo del Vampiro son aquellos que avizoraron un nuevo mercado del sufrimiento –aquellos que pueden encontrar un grupo más oprimido y subyugado que cualquier otro previamente explotado se encontrarán a sí mismos promovidos en sus rangos bastante rápido”.

El texto de Fisher es muy interesante porque muestra las tensiones existentes al interior de lo que podríamos llamar el pensamiento de izquierda en la actualidad. Allí se llama a salir de la lógica identitaria para evitar la atomización, se invita a recuperar la noción de clase social y se advierte que los miembros del Castillo del Vampiro son “pequeñoburgueses” competitivos cuyo vínculo entre sí no es la solidaridad sino el miedo a ser ellos mismos los próximos en ser escrachados y cancelados. De hecho, el ensayo comienza con un Fisher contando apesadumbrado que está pensando en abandonar Twitter por los ataques moralizadores que han padecido, desde las izquierdas, amigos y artistas insospechados de ser de derechas.

Algunos años después, sumido en una fuerte depresión, Fisher acabaría suicidándose y de esa manera nos privó de sus agudas observaciones independientemente del hecho de que se pueda o no estar de acuerdo con la totalidad de las mismas.   

Con todo, dejó un espacio a partir del cual cabe preguntarse qué tipo de subjetividades está construyendo este mercado del sufrimiento y si efectivamente esta lógica no acaba vampirizando a los verdaderamente vulnerables esencializándolos en su condición y sometiéndolos a una dinámica perversa de competencia. De hecho, siguiendo con la metáfora propuesta por Fisher es posible unir dos elementos. Por un lado, el que surge de la viejas historias de vampiros en las que una manera de poder descubrirlos era exponerlos frente a un espejo porque ellos no se reflejaban. Por otro lado, el que tiene que ver con que, curiosamente, el objeto por antonomasia que está vinculado a nuestra identidad es el espejo. La unión de estos dos elementos plantea la posibilidad de que estemos frente a una gran paradoja porque puede que cuando los vampiros se paren frente a un espejo en el Castillo se lleven una sorpresa en tanto no se encontrarán con la ausencia de su imagen. Más bien, por el contrario, encontrarán, en el reflejo, su imagen rígida, eterna e inconmovible de vulnerabilidad como si la identidad fuera un ancla inmodificable, una fatalidad antes que un proyecto.    

domingo, 1 de agosto de 2021

Listas (editorial del 31/7/21 en No estoy solo)

 

Listas y más listas; listas con candidatos que ponen la firma sin saber quién estaba en la lista; con cabezas de lista que justifican la ingesta de sapos nacionales por la imposibilidad de importar sapos noruegos; listas integradas por personas que dicen desconocer al gobierno del que fueron funcionarios hace menos de dos años; con extrapartidarios partidarios; con periodistas independientes que ya opinaban como candidatos cuando eran periodistas independientes y opinan como periodistas independientes siendo candidatos; listas con gente que cree que la votan para que sea presidente; listas de un mismo espacio con distintos nombres; con dinosaurios que esconden su negacionismo en la presunta discusión técnica acerca de si fueron o no exactamente 30000; con una historiadora que confunde una causa nacional con su causa personal contra el nacionalismo.

Candidatos en busca de listas; listas en busca de candidatos; listas revolucionarias que siempre tienen los mismos candidatos; listas con pocos listos; listos con pocas listas; renunciamientos muy poco históricos para no perder frente a la otra lista; listas con gente que dice que viene a ayudar; listas con gente que no dice que viene a joder; listas con políticos que aparecen en años impares; listas con los que estaban en otra lista; listas para fueros; listas de los que quedaron afuera de la lista y muestran los dientes; ¿a ver una sonrisa para la lista?

Listas que se distribuyen entre los compartimentos estancos de un Frente enfrentado que necesita dejar contentos a todos. Con candidatos de ella, de él y del otro; con candidatos de los sindicatos, de los movimientos sociales, de las mujeres, de los LGBT, de los jóvenes, de los intendentes, de los que pagaron (y pagarán la campaña), de los candidatos de sí mismos, de los amigos de; listas con ministros que no funcionan; listas con ministros que sí funcionan; listas en las que se renuncia a representar mayorías, no porque las mayorías no puedan ser representadas sino porque se las concibe como una agregación de minorías que solo pueden representarse a sí mismas.

¡Hay lista, lista! ¡Calentita la lista! Listas del AMBA para más allá del AMBA; listas con malos conocidos; listas con malos desconocidos; listas con gente que aparece en la tele y grita; listas con caricaturas; una ancha avenida del medio con muchas listas y pocos votos; listas para salidas elegantes; listas como aguantaderos; una izquierda llena de listas; una derecha llena de listas; un mismo espacio discutiendo si es un sol, una o, una a o una e; listas de candidatos testimoniales; listas con los que vivían en otro lado; listas con gente que no sabe que está en la lista; listos que merecerían ir a votar a la lista de tu hermana.

Un payaso en una lista; listas con prontuarios; el candidato más no sé qué de las listas; la lista de los apolíticos economistas independientes que siempre son liberales; ¿podés creer que ese boludo encabece una lista? Todas las listas que jamás votarías; los que se bajan de las listas; los enojados por no integrar la lista; los contentos por no integrar la lista; el candidato que hace que no votes esa lista; el candidato que hace que pases por alto los impresentables de la lista; los cabeza de lista; los culo de lista.

Listas con algún que otro candidato digno. La dignidad de no estar en ninguna lista.