martes, 20 de noviembre de 2018

Es Cristina y es Macri (o al menos eso parece) [Editorial del 18/11/18 en No estoy solo]


En las últimas semanas se aceleraron los encuentros formales e informales entre dirigentes de la oposición de cara a las elecciones del año que viene. De este modo, la tendencia parece dirigirse hacia un nuevo escenario de polarización entre el macrismo y un kirchnerismo más o menos panperonista.

Las encuestas, que hasta los últimos meses daban siempre adelante a Macri, ahora hablan de paridad y de final abierto e incluso hay quienes indican que el ex presidente de Boca podría no presentarse para darle lugar a María Eugenia Vidal, versión que, desde mi punto de vista, no tiene demasiado asidero. En cuanto al kirchnerismo, también están los que sostienen que a último momento CFK podría bajarse por motivos personales o por razones estratégicas, dado que, como indicamos aquí algún tiempo atrás, Macri perdería contra cualquier candidato opositor en balotaje pero podría ganarle a CFK en esa instancia. Sin embargo, ¿qué candidato opositor cuenta hoy con 30% de los votos de piso para indicarle a la ex presidente que dé un paso al costado? Asimismo, se debe tener en cuenta que aun cuando muchos dirigentes opositores, off the record, manifiesten sus críticas al cristinismo, para ellos es menos relevante el balotaje que la primera vuelta porque ahí se juegan sus cargos provinciales y municipales. Así, entre un candidato tapado que de alguna manera pueda llegar a la segunda vuelta contra Macri obteniendo entre 20 y 30 puntos, y los votos que tiene Cristina, que en algunas zonas del país es débil pero en otras puede llegar hasta los 40, no cabe duda de hacia dónde se inclinarán. Por otra parte, no se debe olvidar que las provincias son capaces de desdoblar sus elecciones según le convenga al partido mayoritario, de modo que también podrían especular con ello sin comprometerse directamente con el apoyo a un candidato presidencial. En síntesis, empiezan a haber buenas razones para suponer que una parte relevante del panperonismo acompañaría, de una u otra manera, una eventual candidatura de Cristina. 
En todo caso, la novedad de estas últimas semanas pasaría por el modo en que los dos polos intentarían atraer los votos del tercio que hasta ahora se encuentra disperso.
En el caso del kirchnerismo se rumorea que CFK aceptaría una gran PASO en la que jueguen todos, incluyendo a Massa. En ese punto hay varias cosas para decir. La primera es que si el kirchnerismo impulsara una gran PASO sería un cambio radical respecto de la estrategia utilizada para el año 2017 en la que inexplicablemente no aceptó una interna en la que iba a triunfar holgadamente. En segundo lugar, habría que pensar cuáles son las condiciones que puede pretender Massa para participar. Allí el tigrense no tiene un lugar de muchísima fortaleza porque jugar por afuera parece condenarlo a una elección de un dígito y a una aceleración del goteo que le está haciendo perder dirigentes y votos; y, a su vez, el kirchnerismo podría evitar acuerdo alguno especulando con que, al fin de cuentas, los votos del massismo llegarán de una u otra manera en el balotaje. En todo caso, a Massa no parece quedarle demasiada alternativa que negociar con el kirchnerismo unas PASO en el que las listas se conformen con una modalidad que permita a los perdedores de alguna u otra manera formar parte de la lista definitiva en puestos expectantes. Si esto se logrará o no, lo desconozco, pero tendrá que ver con el cálculo electoral que haga el kirchnerismo. Más allá de los rumores y algunas fotos que hablan de una apertura, al menos hasta ahora, el kirchnerismo nunca ha sido generoso con las candidaturas y ha sido “un mal pagador” en relación con determinados aliados lo cual explica por qué existe dentro del peronismo tanta inquina con el núcleo duro que rodea a CFK y que al momento del armado de las listas, es el que “tiene la birome”.
El oficialismo no tiene muchas opciones aunque puede tener un as en la manga. En otras palabras, subido a la épica del déficit cero, el gobierno debería aceptar que es incapaz de dar una buena noticia de aquí a lo que le quede de mandato. En el mejor de los casos, logrará disminuir la recesión hacia el segundo semestre y llevar la inflación a unos puntos por encima del último año de CFK. En este sentido, que sea reelecto depende de la fragmentación opositora. Si esto no sucediera y el peronismo lograra encontrar una unidad, descartada por falta de tiempo, antes que por ausencia de deseo, la posibilidad de una CFK presa, el oficialismo podría intentar trazar algunos puentes con algún sector del peronismo federal, más específicamente con un Juan Manuel Urtubey que, desde la asunción de Macri, ha defendido las políticas oficiales como si fuera parte del gobierno. Sin embargo, es verdad que esto podría generar un conflicto con el radicalismo y que, al momento de sumar votos, la figura de Urtubey no influya demasiado.    
Mientras tanto, Felipe Solá y Agustín Rossi se han lanzado como los candidatos “del acuerdo” en caso de que CFK decida no ser candidata y un montón de egos con sellos de goma intentan subirse el precio en programas de debate y en Twitter desde el denuncismo y el purismo. Faltando algo más de seis meses para la presentación de las listas sabemos poco pero encontramos indicios de que no hay lugar para una tercera vía, de que el clima antipolítica no derivará en un Bolsonaro sino, como mucho, en el crecimiento marginal del voto en blanco en el balotaje, y que la elección se dirimirá en la polarización entre el macrismo y un panperonismo agrupado, por convicción o necesidad, en torno a la figura de Cristina. Es bastante poco pero es todo lo que hoy sabemos.       

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