Los cada vez
más fugaces debates que atraviesan la opinión pública en general solo aportan
confusión y un poco de pasto a ese núcleo pequeño de opinadores que desde los
medios tradicionales o las redes sociales creen ser más o menos representativos
de la realidad. Porque solo puede haber confusión cuando en el contexto de un
intento de límite al tarifazo, un gobierno y un presidente cada vez más
desgastado y alejado del ciudadano común, toma el manual que le resultó efectivo
hasta ahora y cree que por el solo hecho de afirmar que todo esto se trata de
una “locura de Cristina”, una mayoría de los argentinos va a consentir. Como
indicamos aquí hace ya unos meses, tras el triunfo en 2017, el macrismo salió
fortalecido pero va a sufrir con el hecho de que ya no podrá utilizar el
argumento de la pesada herencia o el fantasma de Cristina. En todo caso, puede
funcionar en el núcleo duro pero para ganar una elección ya no alcanza.
Tampoco aporta demasiado a la
clarificación de los temas que la ex presidenta responda el exabrupto del
presidente trasladando el debate a una problemática de género, más allá de que
pueda ser entretenido observar las discusiones de novatos filólogos y filólogas
acerca de la etimología de “machirulo”.
Con todo, el peor barro se dio
alrededor de las declaraciones de la gobernadora de la Provincia de Buenos
Aires en torno a la presunta inequidad que suponía la creación de una
importante cantidad de universidades nacionales en la provincia durante la administración
anterior a pesar de que, finalmente, los pobres no accederían a las mismas.
Fueron muy pocos los que se
propusieron dar un debate en serio pues, más bien, lo que hubo fue un montón de
indignados respondiendo que varios premios Nobel salieron de la universidad
pública y que tal caso concreto del ciudadano x que era hijo de obrero y había
llegado a ser doctor, invalidaba los dichos de la gobernadora. El caso concreto
que busca invalidar me recuerda a aquellos momentos en los que, durante el
kirchnerismo, la pobreza bajaba y Jorge Lanata iba al monte a mostrar un
desnutrido. Contra el caso concreto no se puede discutir nunca pero el problema
es que a partir de él tampoco se puede legislar ni crear políticas públicas. Lo
siento por los sensibleros periodistas y por los conmovedores mensajes de
autosuperación de los twitteros de turno.
Pero el argumento de la
gobernadora fue un poco más complejo y, si lo que se busca es disputar con él,
habría que desmenuzarlo porque María Eugenia Vidal indicó que no tenía sentido
crear universidades públicas si el Estado ni siquiera podía garantizar la sala
de tres años a los sectores más vulnerables. En este sentido, los pobres no
llegan a la universidad porque el Estado no se hace cargo de ellos cuando son
chicos, indicó la gobernadora. Y presentado así, y no en el extracto que
circuló, enfrentar ese argumento supone un poco más de esfuerzo especialmente
porque se apoya en algunos datos que son, al menos, parcialmente reales, esto
es, que el Estado tiene enormes dificultades para garantizar un crecimiento
digno de los más vulnerables y que las universidades públicas, a pesar de ser
gratuitas, no desbordan de pobres, mal que les pese a algunas patrullas de
izquierda que en su mundo ficcional hablan de “universidad de los trabajadores”
pero solo los conocen a través de las fotocopias de los textos utilizados en
los primeros años de las carreras.
En todo caso, el argumento de
Vidal es falaz y se apoya en algunos tópicos del pensamiento liberal con base
católica que habla de “solidaridad” antes que de “redistribución” y que bajo el
mantra de “gobernar es asignar prioridades” falsean el diagnóstico afirmando
que hay crisis para luego, con el mohín adecuado y en nombre de los “derechitos
de los pobrecitos”, utilizar recursos de un Estado cada vez más pequeño para
contener a una mayoría creciente de desposeídos. Como también alguna vez
indiqué en este mismo espacio, Vidal es de las que siempre te va a hablar de la
pobreza pero nunca de la lucha por la redistribución de la riqueza. De aquí que
haya que ser algo más dúctil al momento de la crítica. Porque no te dice que
está en contra de la universidad pública. Te dice que no hay plata y que, si no
hay plata, lo que hay que hacer es darle algo de lo poco que queda a los que no
tienen nada y estos no son, precisamente, en general, los que acceden a la
Universidad.
Ahora bien, la gobernadora dice
una media verdad incómoda, aunque también algo desactualizada, cuando afirma
que no tiene sentido poblar de universidades la provincia para que nunca las
pueda usufructuar un pobre. Digo que es una media verdad incómoda pero
desactualizada porque es cierto que, en las últimas décadas, la gratuidad de la
universidad pública no alcanzaba para que una cantidad significativa de hombres
y mujeres con bajos recursos ingresara y culminara sus estudios. Pero es
justamente bajo este diagnóstico que se crearon las universidades del conurbano
y donde quedó demostrado que una de las claves para que los menos aventajados
asistan a la universidad era la proximidad. Parece menor pero no lo es: tener
la universidad cerca de la casa impulsó que miles de jóvenes, y no tan jóvenes,
de bajos recursos, se animaran, lo cual queda de manifiesto cuando notamos que
entre 2008 y 2015 la
matrícula en universidades nacionales creció un 47% en el quintil más pobre del
Conurbano, y un 95% en el quintil siguiente. Otro dato importante es que en una
universidad como la Arturo Jauretche de Moreno, el 85% de estudiantes
son primera generación de universitarios, y en la Universidad de Avellaneda el 72%
de egresados también son los primeros de la familia que van a la universidad. Números similares, por cierto,
se reproducen en el resto de las universidades del conurbano.
En síntesis, si bien es verdad
que sigue siendo difícil para un pobre acceder a la universidad, la creación de
estas universidades en el conurbano ayudó muchísimo a que ese déficit no se
agudizara.
El debate público merece menos
indignación fácil y más reflexión con matices. Incluso sería buena idea quitarse
la responsabilidad de sentirse obligado a hablar de todo si es que de algo no
se sabe. De no ser así, la Argentina será, más que esa “tierra de
oportunidades” que el actual gobierno presentaba al exterior, una verdadera tierra
de confusión.
Como siempre Dante, muy buena nota.
ResponderEliminarCon respecto a la respuesta de Cristina tildando a Macri de "machirulo" considero que fué para la tribuna. Buscó más el efecto que el análisis profundo. Pura estrategia. Quizás podría haberle sacado más el jugo pero interpretó el momento a su manera y lanzó esa frase que por cierto dió que hablar. Igual en la exposición en el senado, Cristina entendió que no es momento para discursar con pureza y discreción. Se siente en campaña y busca intercambiar golpes con el oficialismo a cara lavada.
En lo que te referís a Vidal creo que sos demasiado compasivo con la gobernadora.
Pero siempre que te leo me hacés maquinar el bocho.
Un abrazo
ROB
Recuerdo la película, la sociedad de los poetas muertos, Cúando el profesor se sube a la mesa en el aula y dice " me he subido a la mesa para recordar que tenemos que mirar las cosas de un modo diferente. las cosas se ven distintas desde aquí arriba ". Al leer tus artículos siento eso, que las cosas se pueden leer de otra manera a la que impone el sentido común . Lo remarcó porque es tan inusual como el "no lo sé " en televisión.otra cosa que se nota en los debates es la falacia del "hombre de paja " esto es, distorsionar el mensaje del interlocutor para modearlo a una forma de que sea fácil para la refutación por ende le es funcional a la "tierra de confusión
ResponderEliminar. No agrego más.Te mando un abrazo, Dante querido. A tu disposición para lo que precises.
Martín querido: efectivamente, el uso de la falacia del hombre de paja está a mano todo el tiempo en los debates. Contra el hombre de paja es fácil ganar... No recordaba esa escena de la peli pero sí recuerdo que me la hicieron ver en la escuela primaria y me voló la cabeza como pocas veces me sucedió. Abrazo!!
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