La jornada histórica en la que se
le dio media sanción al proyecto de interrupción voluntaria del embarazo
permite una enorme cantidad de reflexiones que las voy a agrupar en función de
un criterio arbitrario: las incomodidades. Y no me refiero a la incomodidad que
nos ha generado oír a representantes del pueblo afirmar, en pleno debate en el
recinto, que el aborto permitiría tráfico de cerebros y órganos y que iban a
tener que construirse cementerios para embriones; tampoco apunto estrictamente
a un diputado cuyo discurso resultó un plagio de una charla que circula por
internet a pesar de que probablemente este buen hombre cuente con numerosos
asesores. Por último, tampoco refiero a la incomodidad de esta particular forma
de argumentar que tienen algunos representantes que, como mínimo, desde el voto
“No positivo” de Cobos, consultan las decisiones con sus hijos e hijas antes
que con las plataformas electorales o los valores del espacio que representan.
Quiero hablar de las
incomodidades porque, en general, la mayoría de los espacios tuvieron razones
para festejar pero también consecuencias, tensiones y contradicciones que los perturbaron,
y sobre este punto quisiera detenerme pues no he escuchado análisis al
respecto.
En primer lugar, permitiendo el
debate, el oficialismo realizó una jugada maestra de la política porque, como
dijimos alguna vez aquí, se subía a la reivindicación impulsada por movimientos
de mujeres al tiempo que generaba una tensión política enorme en el espacio
peronista que venía “corriéndolo por izquierda”. “Cómo nos van a seguir
llamando conservadores los que apoyan al Papa y votan a una Cristina que nunca
abrió el debate” afirmaba, con agudeza, un funcionario de Cambiemos. Sin
embargo, para el gobierno la discusión no ha resultado gratis aun cuando se ha
visto beneficiado con que la agenda mediática de los grandes centros urbanos se
tiñera más de verde por los pañuelos que por el dólar, al menos, hasta que éste
se mantuvo en subas mínimamente razonables. Es que si el proyecto no se
aprobaba en diputados, Cambiemos cargaría con la máxima responsabilidad porque
más de dos tercios de sus legisladores votaron en contra, número importantísimo
pero menor al 90% de rechazo que tuvo el proyecto entre la Coalición Cívica,
principal aliado de Macri. De hecho, el espacio de Carrió no solo demostró ser
el más conservador sino que su líder amenazó públicamente con romper la
alianza.
En segundo lugar, en el caso del
espacio kirchnerista, casi el 85% de sus legisladores votaron a favor del
proyecto y, sin dudas, lo militaron activamente, con lo cual han sido
determinantes para alcanzar el número necesario para la aprobación. Sin
embargo, como se indicaba algunas líneas atrás, el espacio carga con el peso de
la incomodidad ante el hecho de que teniendo mayorías durante doce años, hubo
una decisión política de no avanzar en el proyecto de interrupción voluntaria
del embarazo. Por supuesto que los equilibrios de fuerza, los tiempos de la
política y los pensamientos de los dirigentes cambian y esa puede ser una
respuesta pero, sin dudas, el kirchnerismo se siente incómodo al ingresar en
ese debate.
En el caso de la izquierda, con
mayor peso en redes sociales y medios del establishment que en el Congreso, sus
pocos representantes votaron a favor de un proyecto que también fue militado
por los espacios que se nuclean en este campo ideológico y, en todo caso, si se
puede hablar aquí de una incomodidad, se trata de una bastante más amplia y muy
interesante para una mesa de discusión. Me refiero, claro está, a cómo caído el
muro de Berlín, la izquierda parece haber cambiado la lucha de clases y la
pretensión de representación de trabajadores y mayorías por la defensa de
minorías y reivindicaciones de la sociedad civil cuyo origen se encuentra
emparentado con la tradición liberal.
Para ir culminando, y pasando por
alto la evidente incomodidad por la que atravesaron los sectores más
conservadores de la sociedad que salieron perdidosos de la votación, si bien se
espera que en el Senado el bloque del PJ-FPV apoye el proyecto y que CFK revea
su postura de antaño, allí la mayor carga recaerá sobre el peronismo agrupado en
el Interbloque Argentina Federal liderado por un Miguel Pichetto que, a título personal,
ya adelantó que votaría a favor y que espera un tratamiento inmediato,
probablemente, en las próximas semanas.
En el Senado, Cambiemos tiene un
tercio de los legisladores pero, en términos futboleros, la pelota estará del
lado del peronismo K, el peronismo no tan K y el peronismo no K. Se augura un resultado cerrado pero el envión
de la media sanción y la presión social y mediática hace presentir que una
reivindicación de colectivos de mujeres que lleva décadas, finalmente se
transforme en ley y que Argentina, junto a Uruguay, encabecen un cambio de
paradigma en Latinoamérica que, en el mundo occidental en general, tiene
importantes antecedentes desde hace ya mucho tiempo.