En días en que asistimos a una
desmadrada guerra sucia de espías en connivencia con sectores de la justicia y un
periodismo que sin ningún empacho es capaz de publicar ilegalmente escuchas
tanto legales como ilegales, la problemática de la comunicación vuelve a estar
en el centro de la agenda, como ha sucedido tantas veces desde el momento en
que comenzó el conflicto entre el kirchnerismo y el grupo Clarín. Excede los
límites de esta nota indagar en la política comunicacional del kirchnerismo y
en las diversas etapas por las que ésta atravesó. Con todo, me quiero centrar
en la importancia que tuvo la propia CFK en la comunicación de su espacio, algo
que se expresaba en sus apariciones públicas, fueran o no a través de cadenas
nacionales. La expresidenta es, sin
dudas, de las mejores oradoras que ha tenido este país. Los tonos, la
terminología, los énfasis, la ironía y la formación cultural, la constituyen,
te guste o no su gobierno, en lo que podría considerarse una estadista. Me
parece que eso es inobjetable aun para el más acérrimo de los
antikirchneristas. A su vez inauguró una nueva forma de comunicar que también
ha sido utilizada por líderes carismáticos de la región que tuvieron
enfrentamientos igualmente duros con la prensa del establishment, como Chávez o
Correa. La razón es bastante simple: al poner en tela de juicio el pretendido
rol de transparencia o de canal fidedigno de la prensa tradicional, la relación
entre el líder y el pueblo debe ser directa. En este sentido, más allá de un
uso por momentos abusivo, la utilización de las cadenas nacionales era la única
manera de garantizar que el mensaje llegara a la ciudadanía sin el recorte
sesgado del medio que lo reprodujera. También en esta línea, la utilización de
las redes sociales, no solo por parte de la expresidenta sino, en general, por
los famosos o personajes más o menos públicos con deseos de comunicar, se
transformó en una herramienta a través de la cual el emisor puede expresarse
sin la necesidad de que un medio le preste micrófono. En los primeros años de
alcance masivo de las redes, 2009, 2010, 2011 aproximadamente, la militancia
kirchnerista se apropió de ese espacio casi como un bálsamo en un contexto en
que ya resultaba evidente la capacidad de invisibilización de agenda
alternativa que tenían los medios dominantes. Tal apropiación se hizo
desordenadamente, por prepotencia de trabajo individual y sin una línea clara,
de modo que a partir del 2012, siempre aproximadamente, claro, la balanza se
fue equilibrando para rápidamente desbalancearse a favor de un antikirchnerismo
de call center con inteligentes estrategias comunicacionales y una retroalimentación
con la agenda de los medios tradicionales. Eso no quiere decir que el control
de esos espacios sea total ni que no pueda colarse en los intersticios una
contraagenda, pero, en general, en esas batallas diarias que suelen darse por
la imposición de los temas, gana el actual oficialismo porque en las redes gana
el que confunde.
Tras su salida de la
administración, la expresidenta, que, como decíamos antes y por buenas razones,
por cierto, no fue amiga de los reportajes ni las conferencias de prensa,
apenas si brindó alguna entrevista y sus apariciones públicas fueron en actos o
a través de sus redes sociales. Misma línea sigue “la fuerza propia” de La
Cámpora, con la excepción de Axel Kicillof y esporádicamente Andrés Larroque. Yo
sigo siendo enemigo de someterse a los programas de debates donde siempre gana
el periodista pues es el que aparece como moderado y neutral frente a dos
posiciones antagónicas, pero resulta incomprensible la aversión a comunicar a
través de los medios que tiene parte del kirchnerismo duro. Insisto en que no
estoy proponiendo ser parte del circo pero la política en la actualidad es
telepolítica también y quien quiera ser una figura de alcance nacional debe
tener una estrategia respecto a cómo se maneja en los medios, estrategia que no
puede ser simplemente “no aparecer”.
En este mismo sentido, creo que
la expresidenta se equivoca y se desdibuja cuando se transforma en una
comentarista de la realidad a través de las redes sociales compartiendo notas
de diarios, haciendo denuncias en 140 caracteres o subiendo videos a Youtube. Desconozco
si es una decisión propia o un mal asesoramiento pero su estatura de líder, el
lugar que ya ocupa en la historia y los millones de argentinos que hoy pasan
necesidades que no pasaban en 2015, ameritan otro tipo de posicionamiento.
Yo no tengo la clave ni sé cómo
hacerlo pero lo cierto es que tampoco tengo la responsabilidad de saberlo. Con
todo, me resisto a pensar que tras 12 años de kirchnerismo, no exista un
aprendizaje en lo que a comunicación refiere. No solo en cuanto se apostó a
empresarios que dejaron en la calle a decenas de trabajadores apenas algunos
días después de asumido Macri, en un desenlace que era bastante predecible; sino
que hoy en día no parece haber ninguna línea comunicacional clara, de modo que
la militancia acaba haciendo lo mismo que hace el antikirchnerismo furioso:
compartir notas en redes sociales que confirmen sus prejuicios. Asimismo, se
celebra el periodismo denuncista, siempre y cuando denuncie a Macri, y se le
otorga estatura de héroe a cualquier comunicador que putee al gobierno o
pontifique como si la militancia kirchnerista estuviera buscando un “Lanata
propio”. Por último, considero que Milagro Sala es una presa política pero
también considero que si la única bandera del kirchnerismo va a ser “en la
Argentina hay presos políticos”, lamentablemente, solo se podrá conmover a un
sector minoritario de la sociedad: el espacio progresista urbano. Es doloroso
afirmar esto en un país que ha sufrido la persecución política, la tortura y la
desaparición pero el electorado argentino es más amplio que el público que, como
yo, cree que Página 12 es el diario más respetable y el más interesante para
leer.
Es injusto pedirle algo a alguien
que, como Cristina, ha hecho tanto por el país. Pero al resto de los
argentinos, a aquellos que compartimos un proyecto de país más inclusivo, la
historia nos demanda una lectura crítica, incluso de los aciertos, y, por sobre
todo, un rol menos pasivo. Pues si se quiere ganar una elección no alcanza con
ser joven y portar una remera de Néstor. Y menos aún alcanza con afirmar, en
Facebook, “¡Macri gato, el pueblo está empoderado!”.
Perfecto análsis !!, nos nos creamos "Proges", Militantes, ni mucho menos revolucionarios por publicar consignas en Facebook solamente. Y coincido en la escasa participación de Cristina, si observamos que, por ser tan esporádicas y fugases, cada vez son menos los que acuden a recibirla o encontrarse con ella en la calle.
ResponderEliminarNO SE... PERO CREO QUE ESTABAMOS SATURADOS DE "DECIDORES" GURUES, "TRADUCTORES" ETC. ... LO MEJOR DE ESTOS TIEMPOS ES QUE YA NADIE LE DA BOLA A LA PRENSA... Y MAYORMENTE TODOS LEEN SU REALIDAD, SIN PATRONES NI MATICES, AUTOGESTIONANDOSE LA INFORMANCION QUE EXPLIQUE SU PRESENTE... Y AHI MM Y SU CADENA, PIERDE POR GOLEADA..
ResponderEliminarCREO QUE ESTABAMOS Y ESTAMOS, SATURADOS DE "DECIDORES" GURUES, "TRADUCTORES", GENERADORES DE OPNION, ETC. ... LO MEJOR DE ESTOS TIEMPOS ES QUE YA NADIE LE DA BOLA A LA PRENSA... Y MAYORMENTE TODOS LEEN SU REALIDAD, AUTOGESTIONANDOSE LA INFORMANCION QUE EXPLIQUE SU PRESENTE... Y AHI MM Y SU CADENA, PIERDE POR GOLEADA..
ResponderEliminar