Días atrás, en
ocasión del anuncio del nuevo índice de pobreza, Macri realizó una afirmación
sorprendente: “Quiero decirles que este punto de partida que tenemos hoy es
sobre el cual quiero y acepto ser evaluado como presidente”. Tales palabras
pasaron de largo en la prensa del establishment
que, una vez más, puso énfasis en la intervención del INDEC que llevó adelante
el kirchnerismo durante un largo período. Es correcto criticar tal intervención
y la manipulación de los números, lo cual, a su vez, no fue ni siquiera una
estrategia comunicacional exitosa. En otras palabras, los indefendibles números
del INDEC de Moreno no solo dieron lugar a que cualquier paracaidista
cuantificara su desagrado inventando números de inflación sino que sirvió para
que una enorme dispositivo mediático pusiera en tela de juicio toda palabra
oficial, lo cual, claro está, fue una injusticia pues es falso que el
kirchnerismo haya mentido en el resto de los indicadores. Con todo, no es
interés de estas líneas discutir cuánto de ese 32,2% le corresponde al
kircherismo y cuánto al macrismo sino la frase pronunciada por Macri pues esta
es un síntoma de lo que alguna vez comentamos en este espacio y quisiera
desarrollar a continuación.
Porque lo
primero que salta a la vista es cómo un gobierno decide públicamente afirmar
que acepta ser evaluado trescientos días después de haber asumido pero lo más
interesante es por qué el primer mandatario es capaz de decir eso y en qué
contexto tales palabras pueden no resultar escandalosas. En este sentido,
nuestra hipótesis es que Macri puede hacerlo en el marco de una cultura del
puro tiempo presente tan propia de un sistema económico al que no le interesa
ni el futuro ni el pasado sino el consumo constante e inmediato.
Alguna vez
citamos al filósofo alemán Peter Sloterdijk para explicar esto cuando nos decía
que lo propio de la prensa capitalista son las “Y”, esto es, la mera agregación
de información sin conexión alguna: una cosa tras otra, otra y otra en la que
todas valen lo mismo porque son simplemente eso, una cosa detrás de otra. Así,
es lo mismo la pelea de Pampita, el campeonato de Futsal o el resultado del
referéndum en Colombia pues se trata de noticias que valen una unidad y que no
tienen ni pretenden conexión alguna. Incluso alguna vez citamos a otro
filósofo, llamado Byung Chul Han, quien nos decía que una de las
características de estos tiempos es la pérdida de un sentido de finalidad. Y sin
finalidad, sin rumbo alguno, las noticias y los hechos no valen nada dado que
la verdad e incluso la realidad surgen de las relaciones entre las cosas y de
las cosas mismas con lo que fueron alguna vez y con lo que alguna vez serán.
Así, con el
latiguillo de “no mirar al pasado”, el actual gobierno elige poner un yaguareté
en lugar de un prócer en los nuevos billetes porque, justamente, no quiere
tener ningún compromiso con el pasado ya que elegir un prócer sobre otro supone
tomar una posición y, sobre todo, generar relaciones y continuidades. Pero aquí
solo se busca el “presente” a tal punto que un presidente puede decir que
acepta ser juzgado desde el día de hoy y automáticamente la relación con el
pasado desaparece. En este sentido, Macri es siempre un presidente nuevo y es
por eso el Presidente “Snapchat” esto es, la red social que se caracteriza por
la caducidad de sus publicaciones en tanto permite publicar una imagen y que
esta se borre, a más tardar, a las 24 horas. En Snapchat yo posteo siempre en
el presente y no tengo pasado porque todo lo que fui publicando se fue borrando
y soy siempre el hoy; en Snapchat siempre estoy en un “nuevo punto de partida”
y acepto ser evaluado desde mi actual posteo que es ahora y que desaparecerá en
un rato, hasta que haga un nuevo posteo a partir del cual volveré a aceptar ser
juzgado y así infinitamente.
Solo siendo un
presidente Snapchat es que Macri puede seguir sosteniendo que es “lo nuevo” y puede
seguir afirmando la acción “Cambiemos” sin que lo cambien a él. Porque “Cambiemos” no es el llamado a la revolución
permanente sino un slogan que solo puede sostenerse a partir de dos
operaciones: una referencia a “los otros” como un pasado a ser superado pero
siempre amenazante, y la eliminación del pasado “propio”. Los k son el pasado y
viven en el pasado; nosotros, los Cambiemos, no tenemos pasado y ni siquiera
los diez meses de gestión son parte de nuestro pasado. Cada día somos distintos
y somos distintos justamente porque hemos logrado desconectar la relación entre
las cosas y la dimensión temporal de las cosas. Por ello, el liberalismo de
Macri no es “el fin de la historia” que indicaba Fukuyama entendiendo por tal
la ausencia de novedad sino todo lo contrario: es el fin de la historia en
tanto novedad permanente.
A su vez, sin
continuidad de las cosas, sin sentido último, sin conexión, desaparecen valores
caros a la política como el compromiso, la lealtad y la promesa. Dicho de otra
manera: Macri puede, sin esmerilar su imagen, decir que va por la pobreza cero
y luego aclarar que no la puede alcanzar, afirmar que no va a devaluar y luego
devaluar, informar que no va a realizar ningún tarifazo y después subirte 500%
la tarifa, porque existe un dispositivo que aísla los hechos, los deshistoriza
y los descontextualiza. Por ello desaparece “la promesa” o, en todo caso,
pierde importancia y valor a pesar de que nos vengan a decir que hoy tenemos la
posibilidad de encontrar fácilmente los archivos. Pero no importan los archivos
que demuestren contradicciones. Importarían si pudiéramos establecer relaciones
entre las cosas y si pudiéramos darnos cuenta que las recetas de hoy ya
fracasaron en el pasado, que los tipos que están en el gobierno no nacieron de
un repollo, etc.
La promesa ya
no existe o no tiene valor porque supone generar un vínculo entre el presente y
el futuro, o entre el momento en que se hizo la promesa y el momento en que esta
debió cumplirse pero ya no existe ni el pasado ni el futuro. Por esta misma
razón: ¿qué lealtad y qué compromiso puede existir si todo es presente? La
lealtad y el compromiso suponen una continuidad en el tiempo. Soy leal o tengo
un compromiso con algo que perdura pero todo desaparece en el presente si todo
vuelve a empezar a cada instante. De aquí que, si nada de lo que ocurrió puede
conectarse con lo que hay, todo el tiempo tenemos al presidente nuevo que, por
no tener historia, nunca ha fallado ni tiene responsabilidad alguna por lo que
ocurrió ayer.
En el mundo en
el que hay un presidente Snapchat que en tanto tal es eternamente nuevo, cualquiera
que intente generar relaciones entre las cosas, contextualizar y trazar
trayectorias históricas de las ideas y los hombres, será acusado de realizar
operaciones ideológicas y de forzar hechos que deben permanecer desnudos,
intocables e inmunes a cualquier contaminación; será acusado de pretender decir
y pensar algo que perdure un poco más de 24 horas.
Extraordinario como de costumbre, Dante.
ResponderEliminarTe pido permiso para asociar tu idea de "falta de memoria a largo plazo", con otras que se desprenden automaticamente de éstos modelos neoliberales:
El darwinismo social.
El concepto de "ley de la selva" y de supervivencia del más fuerte.
La ausencia del estado como ente que organiza, regula, asiste y distribuye.
La sensación de que nuestro futuro está determinado de antemano, y de que el destino individual depende más del azar (por ejemplo de la condición en la que nos tocó nacer) que del esfuerzo que realicemos.
Hay varias más, ahora que pienso, y en todas estamos bien cerquita de los animales.
Cuántos millones de años hemos involucionado?
En qué nos hemos convertido?
"El fin de la historia en tanto novedad permanente" gran frase de un gran articulo.
ResponderEliminarSaludos Dante ...
Martin de berisso
Gracias, amigos, por sus comentarios
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