viernes, 7 de octubre de 2016

El presidente Snapchat (publicado el 6/10/16 en Veintitrés)

Días atrás, en ocasión del anuncio del nuevo índice de pobreza, Macri realizó una afirmación sorprendente: “Quiero decirles que este punto de partida que tenemos hoy es sobre el cual quiero y acepto ser evaluado como presidente”. Tales palabras pasaron de largo en la prensa del establishment que, una vez más, puso énfasis en la intervención del INDEC que llevó adelante el kirchnerismo durante un largo período. Es correcto criticar tal intervención y la manipulación de los números, lo cual, a su vez, no fue ni siquiera una estrategia comunicacional exitosa. En otras palabras, los indefendibles números del INDEC de Moreno no solo dieron lugar a que cualquier paracaidista cuantificara su desagrado inventando números de inflación sino que sirvió para que una enorme dispositivo mediático pusiera en tela de juicio toda palabra oficial, lo cual, claro está, fue una injusticia pues es falso que el kirchnerismo haya mentido en el resto de los indicadores. Con todo, no es interés de estas líneas discutir cuánto de ese 32,2% le corresponde al kircherismo y cuánto al macrismo sino la frase pronunciada por Macri pues esta es un síntoma de lo que alguna vez comentamos en este espacio y quisiera desarrollar a continuación.  
Porque lo primero que salta a la vista es cómo un gobierno decide públicamente afirmar que acepta ser evaluado trescientos días después de haber asumido pero lo más interesante es por qué el primer mandatario es capaz de decir eso y en qué contexto tales palabras pueden no resultar escandalosas. En este sentido, nuestra hipótesis es que Macri puede hacerlo en el marco de una cultura del puro tiempo presente tan propia de un sistema económico al que no le interesa ni el futuro ni el pasado sino el consumo constante e inmediato.
Alguna vez citamos al filósofo alemán Peter Sloterdijk para explicar esto cuando nos decía que lo propio de la prensa capitalista son las “Y”, esto es, la mera agregación de información sin conexión alguna: una cosa tras otra, otra y otra en la que todas valen lo mismo porque son simplemente eso, una cosa detrás de otra. Así, es lo mismo la pelea de Pampita, el campeonato de Futsal o el resultado del referéndum en Colombia pues se trata de noticias que valen una unidad y que no tienen ni pretenden conexión alguna. Incluso alguna vez citamos a otro filósofo, llamado Byung Chul Han, quien nos decía que una de las características de estos tiempos es la pérdida de un sentido de finalidad. Y sin finalidad, sin rumbo alguno, las noticias y los hechos no valen nada dado que la verdad e incluso la realidad surgen de las relaciones entre las cosas y de las cosas mismas con lo que fueron alguna vez y con lo que alguna vez serán.
Así, con el latiguillo de “no mirar al pasado”, el actual gobierno elige poner un yaguareté en lugar de un prócer en los nuevos billetes porque, justamente, no quiere tener ningún compromiso con el pasado ya que elegir un prócer sobre otro supone tomar una posición y, sobre todo, generar relaciones y continuidades. Pero aquí solo se busca el “presente” a tal punto que un presidente puede decir que acepta ser juzgado desde el día de hoy y automáticamente la relación con el pasado desaparece. En este sentido, Macri es siempre un presidente nuevo y es por eso el Presidente “Snapchat” esto es, la red social que se caracteriza por la caducidad de sus publicaciones en tanto permite publicar una imagen y que esta se borre, a más tardar, a las 24 horas. En Snapchat yo posteo siempre en el presente y no tengo pasado porque todo lo que fui publicando se fue borrando y soy siempre el hoy; en Snapchat siempre estoy en un “nuevo punto de partida” y acepto ser evaluado desde mi actual posteo que es ahora y que desaparecerá en un rato, hasta que haga un nuevo posteo a partir del cual volveré a aceptar ser juzgado y así infinitamente.
Solo siendo un presidente Snapchat es que Macri puede seguir sosteniendo que es “lo nuevo” y puede seguir afirmando la acción “Cambiemos” sin que lo cambien a él. Porque  “Cambiemos” no es el llamado a la revolución permanente sino un slogan que solo puede sostenerse a partir de dos operaciones: una referencia a “los otros” como un pasado a ser superado pero siempre amenazante, y la eliminación del pasado “propio”. Los k son el pasado y viven en el pasado; nosotros, los Cambiemos, no tenemos pasado y ni siquiera los diez meses de gestión son parte de nuestro pasado. Cada día somos distintos y somos distintos justamente porque hemos logrado desconectar la relación entre las cosas y la dimensión temporal de las cosas. Por ello, el liberalismo de Macri no es “el fin de la historia” que indicaba Fukuyama entendiendo por tal la ausencia de novedad sino todo lo contrario: es el fin de la historia en tanto novedad permanente.  
A su vez, sin continuidad de las cosas, sin sentido último, sin conexión, desaparecen valores caros a la política como el compromiso, la lealtad y la promesa. Dicho de otra manera: Macri puede, sin esmerilar su imagen, decir que va por la pobreza cero y luego aclarar que no la puede alcanzar, afirmar que no va a devaluar y luego devaluar, informar que no va a realizar ningún tarifazo y después subirte 500% la tarifa, porque existe un dispositivo que aísla los hechos, los deshistoriza y los descontextualiza. Por ello desaparece “la promesa” o, en todo caso, pierde importancia y valor a pesar de que nos vengan a decir que hoy tenemos la posibilidad de encontrar fácilmente los archivos. Pero no importan los archivos que demuestren contradicciones. Importarían si pudiéramos establecer relaciones entre las cosas y si pudiéramos darnos cuenta que las recetas de hoy ya fracasaron en el pasado, que los tipos que están en el gobierno no nacieron de un repollo, etc.
La promesa ya no existe o no tiene valor porque supone generar un vínculo entre el presente y el futuro, o entre el momento en que se hizo la promesa y el momento en que esta debió cumplirse pero ya no existe ni el pasado ni el futuro. Por esta misma razón: ¿qué lealtad y qué compromiso puede existir si todo es presente? La lealtad y el compromiso suponen una continuidad en el tiempo. Soy leal o tengo un compromiso con algo que perdura pero todo desaparece en el presente si todo vuelve a empezar a cada instante. De aquí que, si nada de lo que ocurrió puede conectarse con lo que hay, todo el tiempo tenemos al presidente nuevo que, por no tener historia, nunca ha fallado ni tiene responsabilidad alguna por lo que ocurrió ayer.      

En el mundo en el que hay un presidente Snapchat que en tanto tal es eternamente nuevo, cualquiera que intente generar relaciones entre las cosas, contextualizar y trazar trayectorias históricas de las ideas y los hombres, será acusado de realizar operaciones ideológicas y de forzar hechos que deben permanecer desnudos, intocables e inmunes a cualquier contaminación; será acusado de pretender decir y pensar algo que perdure un poco más de 24 horas.    

3 comentarios:

  1. Extraordinario como de costumbre, Dante.
    Te pido permiso para asociar tu idea de "falta de memoria a largo plazo", con otras que se desprenden automaticamente de éstos modelos neoliberales:
    El darwinismo social.
    El concepto de "ley de la selva" y de supervivencia del más fuerte.
    La ausencia del estado como ente que organiza, regula, asiste y distribuye.
    La sensación de que nuestro futuro está determinado de antemano, y de que el destino individual depende más del azar (por ejemplo de la condición en la que nos tocó nacer) que del esfuerzo que realicemos.

    Hay varias más, ahora que pienso, y en todas estamos bien cerquita de los animales.
    Cuántos millones de años hemos involucionado?
    En qué nos hemos convertido?

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  2. "El fin de la historia en tanto novedad permanente" gran frase de un gran articulo.
    Saludos Dante ...
    Martin de berisso

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