La discusión
que se viene dando en los últimos días en torno a la gratuidad de las
transmisiones de fútbol exuda todos los vicios que una discusión pública puede
tener: lugares comunes, mentiras, manipulaciones, ausencia de lógica
comparativa y, sobre todo, enorme demagogia. ¿Debería sorprender? No. Pero
igual me sorprende.
Para ordenar
la exposición comencemos con la discusión de fondo: ¿ver el fútbol por TV es un
derecho? Recuerdo que, en su momento, cuando el gobierno de CFK decidió
intervenir y acabar con el insólito monopolio que nos obligaba a ver tribunas,
a esperar a las 22hs del domingo para que los que no somos de River o Boca
veamos un miserable compacto de goles, y a tener que consumir en un bar si
queríamos ver en vivo a nuestro equipo, dudé acerca de si la televisación
gratuita debía interpretarse como un derecho. Eran tiempos de un “Fútbol para Mozos”
y no “para Todos”. Con el tiempo, la duda se me disipó y entendí que si estamos
comprometidos con una agenda de ampliación de los derechos culturales, las
transmisiones de Fútbol no podían estar ausentes. Porque, no hay que olvidar,
frente al ideario liberal que restringe la lista de derechos a los civiles y
políticos, la tradición del constitucionalismo social, ya en la década del 40,
mostró que los derechos sociales, económicos y culturales son también
esenciales.
Asimismo, las
divergencias y la aparición de nuevas necesidades, nuevas exigencias y nuevos
derechos, muestra que la lista de éstos no es estática sino que es un producto
histórico fruto de disputas y contingencias varias. Con todo, más allá de ese
carácter histórico los derechos suelen naturalizarse pronto a tal punto que,
durante la campaña, Cambiemos tuvo que prometer que las transmisiones de Fútbol
continuarían siendo gratuitas pues la mayoría de la población ya lo entendía
como un derecho adquirido.
Tal promesa,
claro está, aparentemente, no durará ni ocho meses de gestión más allá de que
el gobierno le quiera cargar a la AFA la responsabilidad de la decisión de
volver al viejo esquema de Fútbol pago. La estrategia es bastante obvia: el
gobierno, de manera oculta, le pide a la AFA que públicamente pida un aumento
millonario, funcionarios del gobierno comienzan a instalar que tal aumento es desmedido,
la AFA dice que no le alcanza y que necesita que se rompa el contrato, y el
gobierno dice que ha hecho todo lo posible por sostener la gratuidad pero ha
sido una decisión de la AFA. Luego agrega que los 2500 millones que se iban a
gastar en el Fútbol se van a destinar a otras prioridades y fin del asunto: negocio
redondo para todos.
Si bien es
verdad que hay innumerables derechos que el Estado debe brindar y no brinda,
incluso derechos constitucionales, la aceptación de que las transmisiones de Fútbol
gratuita son un derecho, sería un paso importantísimo como base para el debate,
pues aceptado ese piso no se puede, tan suelto de cuerpo, afirmar que el dinero
se usará para otra cosa. Sin embargo, esto suele pasarse por alto y los que
pretenden el regreso de las transmisiones pagas, ofrecen distintas
argumentaciones. En primer lugar, el año pasado, cuando el candidato Macri no
podía aceptar públicamente su intención de acabar con la gratuidad para que el
negocio lo hagan los privados, decían que el Fútbol gratuito estaba bien pero que
no había que politizarlo. ¿Por qué decían que el Fútbol estaba politizado? Porque
en los entretiempos aparecía pauta oficial. Fenómeno extraño: si esa misma
pauta iba a los medios privados que apretaban al gobierno para que anunciara,
no se producía la politización del medio en cuestión. Pero si esa pauta iba al
Fútbol, el Fútbol se politizaba. Dejando la ironía de lado, digámoslo con
claridad: el gran conflicto con el Fútbol para Todos era que el
gobierno lo pagaba con partidas destinadas a la pauta oficial, lo cual era
doblemente virtuoso porque, por el mismo dinero, el gobierno cumplía con un
derecho cultural y a su vez lograba que sus actos fueran visualizados por
audiencias enormes. ¿Dónde estaba el conflicto entonces? En que la pauta
oficial con que se pagaba el Fútbol no iba a los medios privados.
Pasados los
meses, apareció un segundo argumento que se basa en la idea de que era falso
que las transmisiones de Fútbol fueran gratis porque mucha gente debía tener
Cable para ver la TV y porque, finalmente, el dinero que se le daba a la AFA
provenía de nuestros impuestos. No dicen que un porcentaje importante de
ciudadanos veía los partidos por TDA, aquel sistema que el gobierno está
vaciando para que, justamente, no quede otra salida que abonarse a alguna
empresa si es que deseamos ver, incluso, canales de aire. Pero, por sobre todo,
cometen una falacia enormemente peligrosa porque ese mismo argumento es el que
se utilizó siempre, por ejemplo, para intentar arancelar la Universidad. En este
caso dicen: “los que van a la Universidad la podrían pagar o ya lo están
haciendo con sus impuestos de lo cual se sigue que deberían pagar un arancel”.
Como argumento es bastante particular porque en el fondo indica algo así como
“ya lo está pagando así que puede pagar más”. ¿Se imagina yendo a comprar unas
zapatillas y que el vendedor le diga “este calzado cuesta $1000 pero, ya que lo
va a pagar, pague $1500”?
Una última
curiosidad la aporta el más demagogo de los argumentos. Es curioso porque los
republicanos e institucionalistas acuden a los sofismas que pertenecerían
presuntamente al populismo para convencer a la ciudadanía de que el dinero debe
invertirse en otras cosas. Así, nos interpelan diciendo: ¿sabe cuántos hospitales se podrían
construir con la plata que se le da al Fútbol? ¿O cuántas AUH se podrían
otorgar? Para ser justos, habría que decir que este argumento es un clásico de una
tradición liberal que tampoco se ha privado de apelar a la demagogia. Se trata
de un argumento igualmente peligroso porque en nombre de la necesidad podría
reducir el Estado a una función básica de seguridad y alimentación. En otras
palabras, si el argumento es que no se puede gastar en Fútbol mientras haya un
niño con hambre, habría que cerrar el Ministerio de Cultura, el de Ciencia y
Tecnología e incluso el de Educación porque al fin de cuentas siempre es más
urgente un pedazo de pan que un libro, al menos hasta que los libros se puedan
comer. Pero vayamos a los números finos: ¿sabe qué porcentaje del presupuesto
nacional se destinó a Fútbol para todos en el año 2015? Apenas algo más del
0,1. Sí, leyó bien. Por supuesto que ese dinero puede ayudar a muchos niños con
hambre pero ¿sabe qué? La decisión de quitar las retenciones al campo significó
una transferencia de ingreso para los sectores agroexportadores que se calcula
en 60000 millones de pesos, esto es, veinticuatro veces más que lo que el
gobierno dice haber ofrecido a la AFA en 2016. ¿Sabe cuántos hospitales se
podrían construir con esos 60000 millones destinados a gente con niños que no
tienen hambre sino 4X4? ¿Sabe cuántas facturas de gas se podrían pagar?
En lo
personal, siempre consideré un error del gobierno anterior no abrir más el
espacio de las trasmisiones a la pauta privada porque las transmisiones de Fútbol
son un derecho pero también pueden ser un negocio. El punto aquí es de cuántos
va a ser el negocio. Si me pregunta a mí, y que me perdonen los pocos y los
mozos, mientras el Estado cumple con mi derecho, prefiero que el negocio sea
para todos.