Algo curioso que sucede con
hechos que están en boca de todos y que aparentemente son de una claridad
meridiana es que, paradójicamente, tienen infinitas interpretaciones. En este
sentido, el caso López no es la excepción pero lo que sí ha sido excepcional
fueron las declaraciones de distintos referentes kirchneristas, desde políticos
hasta hombres de la cultura y los medios, manifestando dolor, pesar, bronca y
desilusión (sentimientos por demás genuinos para quienes han puesto el cuerpo
defendiendo una idea sin pedir nada a cambio). ¿Por qué esta reacción ante este
caso? ¿Por qué no se generaron esos sentimientos ante casos en los que la
justicia falló y encontró culpables de corrupción a Felisa Miceli y a Ricardo
Jaime, por ejemplo? Probablemente la respuesta esté en la flagrancia de una
escena que, más que “lanatesca”, es “fellinesca”. Efectivamente, parece digna
de un grotesco del director de cine italiano que un alto funcionario del
gobierno anterior termine a la madrugada pasado de cocaína y/o con brote
psicótico tirando bolsos llenos de dinero en un convento, tratando de sobornar
a la policía, diciéndole a una monja nonagenaria que había robado para donar y
que alerte de lo sucedido un vecino llamado “Jesús”.
Lo cierto es que esta vez, en
general, los distintos referentes kirchneristas no salieron a afirmar que se
trataba de una operación mediática ni que, finalmente, en el macrismo ladrones hay
de sobra. Ambas cosas son también verdaderas pues la locura en que entró López
parece fruto de una información que alguien le brindó (probablemente un
servicio de inteligencia) y la celeridad con que llegó la policía también
resulta tan sospechosa como el hecho de que todo ocurriera horas antes de votarse,
en el Congreso, leyes estructurales que afectarán la vida de los argentinos por
generaciones; en cuanto a los casos de corrupción en el macrismo, no me haga
perder tiempo en la inmensa y vergonzosa lista empezando por un presidente que
asumió procesado y que dice no haberse dado cuenta que tenía plata en un
paraíso fiscal. Sin embargo, estos dos elementos no alcanzan a explicar por qué
López tenía ese dinero y todo hace suponer que se trataba de coimas vinculadas
a la obra pública. Judicialmente restará saber si López era el último eslabón
de la cadena o si recaudaba para superiores, hipótesis que la corporación
mediática intenta instalar desde hace mucho tiempo. También cabría, de una vez
por todas, investigar la corrupción empresaria toda (y no solo la de los
empresarios que vieron crecer sus negocios durante la larga década kirchnerista)
y avanzar en una legislación que logre mayor transparencia en las
adjudicaciones de la obra pública y en el financiamiento de las campañas
electorales.
Con todo, lo que me interesa
tematizar aquí es lo que considero que es la verdadera discusión de fondo. Me
refiero a unos corrimientos de sentido ayudados por una serie de falacias
lógicas y un conjunto de imágenes espectacularizadas. Hablo de los que intentan
presentar la “escena López” como representativa del kirchnerismo. ¿Cómo lo
hacen? Apelando a una figura retórica muy usada y que se trata de una de las
falacias más comunes: la sinécdoque. Se trata de hacer pasar una parte por el
todo. Por ejemplo, supongamos que tenemos una máquina que pesa una tonelada de
lo cual se infiere que se trata de una máquina de mucho peso. Sin embargo,
supongamos también que, sabiendo que está compuesta por miles de pequeñas
arandelas, engranajes y tornillos que en ningún caso superan los 100 gramos de
peso, concluyéramos que, dado que sus componentes son livianos, por lo tanto,
la máquina es también liviana. ¿Estaríamos razonando bien? Claramente no. Pues
una propiedad de sus componentes no supone necesariamente que esa propiedad sea
trasladable al conjunto y ni siquiera al resto de sus componentes. De aquí que,
quienes a partir del caso López, afirmen que el kirchnerismo es una maquinaria
corrupta estén cometiendo una falacia bastante vulgar por cierto.
Asimismo, falacia primo-hermana
de ésta cometen los Majul, los Lanata y los Carrió cuando habiendo sido
artífices de decenas de operaciones que fueron desestimadas por la justicia, de
repente, al acertar una te dicen con carita canchera e imploración a la
desmemoria de las audiencias: “¿Viste que teníamos razón?”
Pero hay una falacia todavía más
grave que también es muy común y que aquí la podríamos rebautizar como de
“falsa analogía”. Esta falacia vincula dos elementos que no tienen relación y
le adjudica al primero una propiedad del segundo. Específicamente, el
razonamiento que no nos cansamos de escuchar es: “dado que López es un ladrón,
por lo tanto, el modelo kirchnerista es un modelo de saqueo”. ¿Pero qué tiene que
ver la redistribución del ingreso, el énfasis en el mercado interno, el No al
ALCA, la política de DDHH, la AUH, el fin de las AFJP, la Ley de medios, la
universalización de la cobertura para jubilados, la estatización de YPF y
Aerolíneas con José López?
Cuando uno realiza este tipo de
preguntas, empezará a notar que hay una profunda hipocresía y que lo que
verdaderamente les incomoda a los que hoy se rasgan las vestiduras con los
casos de corrupción k, son las cosas que el kirchnerismo ha hecho bien. De
hecho, consulte a la lista de indignados que desfilan por los medios y ninguno
le dirá: “estoy de acuerdo con todas las políticas públicas del kirchnerismo
pero censuro la corrupción de sus dirigentes”. No dicen eso, sino que afirman
que la redistribución del ingreso ha sido un engaño; que el fomento del mercado
interno genera pérdida de incentivos; que el No al ALCA nos aisló del mundo;
que la política de DDHH es revanchismo setentista; que la AUH o bien es mérito
de Carrió o, si no lo es, resulta clientelista como todos los planes sociales;
que el fin de las AFJP era por “La Caja”; que la ley de medios era para
silenciar voces; que universalizar la cobertura a los jubilados es injusto para
con aquellos que han hecho sus aportes; que la estatización de YPF fue una
confiscación y que Aerolíneas pierde dinero. Les importa un carajo si hubo o no
corrupción. Lo que quieren es vincular las medidas centrales de un gobierno que
no les gustó, y al que siempre combatieron, con la corrupción, porque siempre
les resultó difícil convencer a una amplia mayoría de que las medidas
mencionadas no fueran virtuosas. En síntesis, quieren instalar que
redistribución del ingreso y justicia social son sinónimos de populismo y de
corrupción, no porque les interese condenar la corrupción sino porque les
interesa condenar la redistribución del ingreso y la justicia social.
Por último, engañan cuando te
dicen que hay hambre por la corrupción. De ninguna manera: el hambre lo produce
o lo deja de producir un modelo político, económico y cultural. ¿Aumentó la
pobreza porque un tipo o diez o cien se robaron unos millones de dólares o
porque hubo más de 150000 despidos, se transfirieron ingresos a los sectores
agroexportadores, la devaluación llegó al 50%, las tarifas vinieron con aumentos
de hasta el 1000%, el transporte cuesta el doble, la inflación se duplicó, la
deuda se disparó tras el acuerdo con los Buitres y vamos rumbo a la quiebra del
sistema de reparto? ¿Quieren que hagamos la cuenta?
Dicho esto: ¿Estamos afirmando
que la corrupción es un tema menor? No. ¿Estamos justificando un presunto “roban
pero hacen”? Tampoco. Quien infiera eso tiene mala fe o dificultades de
lectocomprensión. Estamos afirmando que los ejecutores de la única corrupción
estructural, esto es, los ejecutores del plan de transferencia de recursos
hacia los sectores más aventajados y enajenación de los activos públicos que
comenzó con la última dictadura militar, te están engañando y han puesto en
marcha un dispositivo de destrucción total del modelo que los enfrentó. Ya no
les alcanza con imponer su modelo económico. Ahora quieren que lo aceptes con
felicidad y, en la medida de lo posible, sin tener que recurrir a la represión,
quieren que les pidas perdón. O sea: ya se llevaron tu guita. Ahora vienen por
tu subjetividad.