Mientras el Congreso discute la
derogación de las dos leyes que le permitirían al gobierno pagarle a una parte
de los Fondos Buitre dejando abierta la posibilidad de un reclamo del 93% de
los bonistas que habían ingresado al canje, la opinión pública se indigna por
una cámara que muestra que en una financiera se cuenta plata y que miembros de
la Tupac Amaru retiran dinero de un Banco. Nadie demostró, al menos todavía,
que ese dinero se haya robado o que se trate de una maniobra de lavado de
dinero pero “ahora dicen” que las imágenes hablan por sí solas cuando, en
realidad, hay una voz detrás que está haciendo decir a las imágenes cosas que
las imágenes por sí solas no dicen. Algún tontuelo inferirá del párrafo precedente
una defensa de los implicados pero no es así. Si allí hubo delitos que vaya
preso quien tenga que ir. Solo se trata de llamar la atención sobre la enorme
subestimación que se tiene sobre la audiencia y sobre cómo unos señores con
micrófono instalan realidad a partir del relato de unos señores que están
detrás de las rejas. Paradójicamente, en el país del escepticismo, en el país
donde nada ni nadie es creíble, lo único creíble es lo que puedan decir un ex
espía sospechoso o condenados por crímenes y por delitos económicos que harían
cualquier cosa por morigerar su condena o recibir beneficios a cambio de
declaraciones altisonantes.
Pero como la novela detectivesca
de “la guita” no alcanza, se hace énfasis en Brasil, no porque lo que allí suceda
sea importantísimo para la estabilidad de la región sino para hacer una extrapolación
y afirmar que dado que el gobierno de Lula/Dilma es populista y es corrupto,
entonces el gobierno de Kirchner/CFK, dado que ha sido populista, también ha
sido corrupto. Y todos opinamos sobre el asunto, como suele ocurrir, sin saber.
Porque lo que importa en la actualidad es fijar posición sobre todos los temas.
No saber. No dudar. No averiguar. Solamente opinar y, si es posible, con
vehemencia.
Esta breve introducción no se hace
para justificar una teoría conspirativa pero sí para darle algo más de sustento
a un accionar bastante frecuente en medios de comunicación: el distraer a
partir de la manipulación de la agenda. Dicho más fácil, para orientar a la
opinión pública los medios tienen distintas variantes. La más obvia es la
mentira lisa y llana pero la más sutil es la decisión acerca de qué es y qué no
es noticia; qué es y qué no es digno de ser publicado. Porque la sensación que
la audiencia tiene es que los hechos mismos tienen un valor y se “imponen” pero
no es así. Se trata siempre de una decisión editorial. Sin embargo, claro está,
si usted insiste en que hay hechos que no se pueden pasar por alto déjeme
mencionarle una práctica frecuente que bien está ejemplificada en una película
mexicana estrenada en 2014 cuyo nombre es “La dictadura perfecta”. Se trata de
una parodia que denuncia la relación entre el principal grupo Multimedios de
México (entiéndase Televisa) y el poder político. Todo comienza con un
exabrupto del Presidente (amigo y con línea directa con el Gerente del
Multimedios) frente al enviado estadounidense en una rueda de prensa con todos
los medios presentes. Evidentemente, es algo que pareciera imposible de manipular
o modificar: el exabrupto existió y a través de las redes sociales se ha
viralizado. ¿Qué hace la señal de noticias amiga del Presidente? ¿Lo oculta?
No. Simplemente busca algún escándalo que pudiera desviar la atención de la
audiencia y, al final del resumen de noticias, anuncia que existió una reunión
entre el Presidente de México y el enviado estadounidense. En la película, la
maniobra distractiva tenía que ver con una cámara oculta en la que se veía a un
Gobernador “macondiano” con un narcotraficante. En este caso, el vínculo era
real y “obliga” al Gobernador a viajar hasta la Capital para entrevistarse con
el Gerente del Multimedios a quien le ofrece dinero a cambio de ocultar el
video. La respuesta del Gerente es la que daría cualquier periodista
independiente hasta que finalmente, a cambio de mucho dinero, le ofrece al
Gobernador, un “plan integral de lavado de imagen” que incluirá enviados
especiales a su distrito. Sin adelantar mucho por si usted no ha visto la
película, los periodistas enviados, jóvenes e inescrupulosos ansiosos de
ascenso, como tantos periodistas, intervienen y logran la exclusiva sobre un
secuestro a dos niñas (que luego se demostrará que había sido armado por el
propio Multimedios). El secuestro mantiene en vilo al país durante días y sobre
él se monta una enorme escena cinematográfica en la que el Gobernador aparece
como el hombre que con decisión política ha logrado dar con las niñas.
Naturalmente, nadie habló más del video que lo incriminaba.
Este es un buen ejemplo para
comprender lo que bien se describe en el libro El poder de la Agenda, de la investigadora sobre temáticas de la
comunicación, Natalia Aruguete. Allí, con extensión y rigurosidad la autora
analiza las diferentes fases de lo que se conoce como “agenda setting”, línea
que se diferencia de la teoría de la aguja hipodérmica, esto es, aquella teoría
de la comunicación que afirma que los medios determinan completa y
uniformemente las acciones de sus audiencias. La “agenda setting” no dice que
los medios transforman en zombies a quienes los consumimos. En todo caso,
acepta que los medios tienen efectos sobre nosotros pero con ciertas
limitaciones. Y en este punto es que el ejemplo recién desarrollado viene a
colación porque más allá de las diferencias entre los autores, parece haber una
coincidencia en cuanto a que los medios no son capaces de imponer qué decir o
qué pensar pero sí son capaces de imponer sobre qué vamos a discutir. En otras
palabras, no te dicen de qué lado ponerte (más allá de que hacen todo lo
posible para que te pongas de su lado) sino que te imponen sobre qué cosa tenés
que elegir de qué lado ponerte. Hoy tenés que opinar sobre la cámara oculta
tal, mañana sobre la difusión de fotos íntimas, pasado sobre Brasil y la semana
que viene sobre si las fracturas que ha producido Carlos Tévez han sido
accidentes o producto de la mala intención. Así, mientras vos ya tomaste
posición sobre todos los temas de la agenda que te impusieron y creés que
formas parte de la comunidad de la comunicación a través de tus comentarios en
redes sociales, se consuma la distracción perfecta, aquella que permite que
detrás tuyo, sin que lo percibas, pueda pasar de todo: desde elefantes de
colores con trompetas hasta la decisión de unos circunstanciales representantes
que ponen en riesgo un país y, con él, a varias generaciones de argentinos.
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