viernes, 29 de junio de 2012

Golpear desde la palabra (publicado el 28/6/12 en Veintitrés)


La destitución del Presidente Fernando Lugo en Paraguay, en una suerte de insólito juicio sumario ha convulsionado a toda Latinoamérica y abre un horizonte de complejidad que resiste cualquier simplificación. En principio, el gran debate se instala acerca de la nominación de este hecho pues ¿se puede hablar de un golpe de Estado? La respuesta a este interrogante supone incluir una serie de matices. En primer lugar, la definición tradicional de “golpe de Estado” tal como los hemos padecido en el sur del continente, por ejemplo, en la década del 70, no parece capaz de explicar lo que sucedió en Paraguay: no hay fuerzas armadas levantándose contra la democracia, ni enfrentamientos, ni guerrillas, ni, en principio, un plan sistemático de desestabilización continental orquestado por Estados Unidos. Por otra parte, lo ocurrido en Paraguay parece distinto de lo que acaeciera en Honduras cuando el ejército secuestró al presidente Zelaya, o en Ecuador cuando una sublevación policial casi se carga la vida del presidente Correa. Así, lo que pasó en Paraguay, alguien podría decir, pareciera ser nada más que una salida institucional a una crisis y sin embargo plantearlo de ese modo sería de una ingenuidad casi cómplice pues si bien se puede afirmar que la instancia de juicio político es un mecanismo dispuesto por la Constitución paraguaya, que éste se haya realizado apenas una semana después del salvaje enfrentamiento de Curuguaty (el hecho que fue el detonante del juicio) y que se le otorgaran a Lugo sólo dos horas para ejercer su legítima  defensa, resulta un episodio que no resiste menor análisis. En este sentido, bien podría alegarse que las formas institucionales no se han respetado y que ese juicio político está viciado. Por otra parte, no se puede pasar por alto el contexto político, esto es, la víspera de elecciones, el modo en que Lugo emerge por fuera de la estructura de los dos partidos tradicionales, el prácticamente nulo apoyo con que éste contaba en las cámaras y el hecho, bastante conocido en Argentina, de llegar a la presidencia a través de una alianza que, una vez en el poder, se fractura y lleva a una crisis institucional en el que el indiviso poder ejecutivo se parte y el vicepresidente se transforma en el principal opositor al presidente.
            Sin embargo, la comparación con el caso argentino no puede pasar mucho más de allí pues tras la crisis de 2008 existió una diáspora en el bloque legislativo del gobierno kirchnerista pero se mantuvo un núcleo no menor de lealtades que pudieron resistir los embates desordenados de una atomizada oposición que creyó que una potencia colectiva se lograba a través de una suma de individualidades.
            Pero de lo que quisiera ocuparme específicamente es del rol que están jugando los medios en estos intentos, a veces exitosos, de desestabilización de gobiernos democráticos. Tanto usted como yo sabemos que no hay golpe que pueda justificarse sin el apoyo de los principales diarios, las radios y los canales de cada país y que esto se vio con mucha claridad incluso en aquellos golpes que se sucedieron ya en los años 70. Sin embargo, también es necesario aclarar que el poder de penetración y ubicuidad que éstos tienen sumado al carácter cuasi monopólico que se manifiesta en todo el continente y por el cual algunos empresarios son capaces de extorsionar y doblegar al poder político de turno, merece un análisis más exhaustivo.
Voy a retomar algunos fragmentos de lo sucedido en los últimos tiempos como muestra. Cuando en uno de los últimos cacerolazos en Argentina, los manifestantes afirmaban “nos falta libertad”; “el gobierno avala a los delincuentes y son todos chorros”; “esto es peor que una dictadura”; “los K no respetan la propiedad privada y dividen al país”, se está frente a un diagnóstico que justificaría  cualquier acción contra un gobierno independientemente del amplio apoyo en las urnas que hubiera tenido. De hecho, no es casual que de ese contexto surgiera, desde esos mismos manifestantes con brutal violencia, la agresión a periodistas identificados con programas de sesgo oficialista.    
Ahora bien, esa terminología, esa inflación de las palabras, ese abuso, no es el producto de un micromundo marginal de caceroleros destituyentes. De hecho, no es otra cosa que la repetición de los mantra que venimos leyendo en los distintos editoriales de los periodistas del establishment en los últimos hace años. Insisto con esto: si estos diagnósticos representaran cabalmente la realidad y no se basaran simplemente en una posición ideológica carente de pruebas, no sería descabellado plantearse la legitimidad de un gobierno pues, como todos sabemos, la legitimidad de origen (las urnas), no avala que una vez en el poder el gobernante haga lo que le dé la gana.
Ahora bien, usted preguntará ¿qué tiene que ver esto con Paraguay? Y mi respuesta es que el vínculo me parece contundente. Para ello me voy a servir de una parte del texto del líbelo acusatorio que presentaron los diputados paraguayos para destituir a Lugo. Allí se mencionan, en principio, cinco causales de la destitución: la realización de un mitin político en un cuartel; la presunta complicidad de Lugo con grupos sin tierra que ocupan la propiedad privada de los principales productores de soja; la firma de un tratado (Ushuaia II) por el cual se afectaría la soberanía energética de Paraguay; la ya mencionada reciente matanza de Curuguaty y, aunque usted no lo crea, la ola de inseguridad. Tras la enumeración y una brevísima explicación de cada una de estas causales, el texto afirma: “Fernando Lugo representa lo más nefasto para el pueblo paraguayo que se encuentra llorando la pérdida de vidas inocentes debido a la criminal negligencia y desidia del actual Presidente de la República, quien desde que asumió la conducción del país, gobernó promoviendo el odio entre los paraguayos, la lucha violenta entre pobres y ricos, la justicia por mano propia y la violación del derecho de propiedad, atentando de modo permanente contra la Carta Magna, las instituciones republicanas y el Estado de derecho”.     
Como usted nota, se trata de comentarios de un inmenso nivel de abstracción, hijos de controvertidas interpretaciones, pero si lo examina con detenimiento es casi lo mismo que se le adjudica al gobierno de CFK en Argentina. Se dice que su gobierno promueve el odio entre los argentinos porque utiliza la causa de los derechos humanos como venganza y no promoviendo la reconciliación; que persigue a los ricos por un odio de clase y se acerca a los pobres sólo con fines electorales; que no hay justicia; que como no se pueden comprar dólares para atesorar y se promueven leyes antimonopólicas, se viola la propiedad privada y, por último, que como se trata de un gobierno con rasgos autoritarios no hay división de poderes y se ataca así a los pilares de la República. 
Pero lo más interesante es, retomando al líbelo acusatorio, el apartado de las pruebas que avalarían semejantes acusaciones. Cito, una vez más, textual: “todas las causales mencionadas más arriba son de pública notoriedad, motivo por el cual, no necesitan ser probadas”. Leyó bien. Eso es todo. Ya está. Na hacen falta pruebas. Una interpretación completamente sesgada aparece como neutral y apoyada en la “pública notoriedad”, es decir, en lo que todo el tiempo las principales usinas mediáticas imponen. El juicio de los periodistas, en boca de los diputados, se transforma ya en razón suficiente y prueba. No hace falta preguntarle a la ciudadanía qué gobierno desea porque el periodista de repente se transforma en médium y/o representante de “la gente” lo cual no es otra cosa que el eufemismo por el cual se muestra que éste es el portavoz de los discursos dominantes, el que impone las categorías a través de las cuales se analizará el desempeño de un gobierno. Así notamos, una vez más, que los golpes comienzan instalándose a partir de una serie de discursos y un conjunto de categorías que acaban naturalizándose para materializarse en formas diversas y con distintos artilugios, algunos, incluso, con apariencia de legalidad. Es por todo esto que decimos que aunque siempre, en parte, fue así, hoy más que nunca la democracia se defiende en la calle, construyendo estructuras políticas capaces de, al menos, generar un equilibrio de fuerzas y, sobre todo, poniendo en tela de juicio las palabras a través de las cuales los discursos dominantes presentan  lo que consideran real y lo que resulta, supuestamente, evidente.

sábado, 23 de junio de 2012

Al fondo, a la derecha (publicado el 22/6/2012 en Veintitrés)


Parece extraño pero el domingo pasado el mundo entero estuvo pendiente de las elecciones de un pequeño país que supo ser la cuna de la civilización occidental: Grecia. ¿Qué era lo que hacía tan importante a estos comicios? La posibilidad del triunfo de una izquierda que llevaba como candidato a Alexis Tsipras y que prometía, entre otras cosas, acabar con las imposiciones de la Unión Europea; auditar la deuda pública; subir los impuestos a los que más tienen; gravar las transacciones financieras; abolir privilegios fiscales de la Iglesia; recortar el gasto militar; abandonar Afganistán; salir de la OTAN; subir el salario mínimo; nacionalizar hospitales, bancos ferrocarriles, correo y energía; recuperar los convenios colectivos de trabajo, etc.
Si bien la lista de reivindicaciones de Tsipras no incluía la salida del Euro, resulta claro que sus propuestas eran radicalmente opuestas a los intereses de Alemania y a los de la coalición que gobernó Grecia y aceptó los condicionamientos de la Troika formada por la Eurozona, el Banco Central Europeo y el FMI.
La relevancia de la elección hizo que diferentes grupos de presión embanderados en las políticas neoliberales intentaran influir en la contienda con una lógica bastante conocida aquí, en Latinoamérica. Se trata de una campaña mediática que apunta a exacerbar el costado culpógeno de la sociedad. En este caso, casi siguiendo la línea de Montesquieu en cuanto al modo en que la geografía y el clima determinan el carácter de un pueblo, los griegos fueron caracterizados por estos medios como poseedores de un espíritu despilfarrador, holgazán y renuente a la legalidad. Esta operación cultural que también la vivimos en Argentina en los noventa, es el modo más eficaz de desviar la atención pues cuando el énfasis se pone en la idiosincrasia o el carácter de un pueblo determinado vaya a saber por qué geografía, que genética o qué cultura, se pasa por alto que el culpable es el modelo económico. Por si esto fuera poco y no alcanzase de por sí, una campaña paralela impuso “el terror a lo desconocido” y la amenaza de “quedar afuera del mundo”, de “ahuyentar inversores” y de transformarse en “territorio paria” por no poder “honrar los compromisos”. Por las dudas, igualmente, como corolario y sólo porque la situación así lo amerita, el capital financiero utiliza la presión, que es más exitosa cuando se cuantifica, de las Calificadoras de Riesgo para que los habitantes de los “países en crisis” sean testigos de cómo, cada media hora en sus respectivos informativos y bajo el eufemismo de la desconfianza, los tipos que crearon la necesidad de los préstamos y los brindan, determinan el interés que se va a pagar por tales préstamos.     
A tal punto las corporaciones comprometidas con la política neoliberal que ha sumergido a Europa en la peor crisis después de la segunda guerra, ha intentado influir, que la edición alemana del Financial Times dedicó un editorial bilingüe (alemán-griego) invitando a los herederos del poeta Homero a resistir la demagogia de la izquierda y a entender que la única solución a la crisis radicaría en respetar las condiciones impuestas por los acreedores. Toda esta presión fue efectiva y el partido de Tsipras, Syriza, quedó segundo con casi 27% de los votos tres puntos por detrás del conservador Nueva Democracia que formaría gobierno con sus viejos aliados, los socialistas moderados de Pasok que obtuvieron cerca del 12%.
Este resultado fue el que hizo que la edición de El país de España titulase el lunes “Alivio en Europa”, aunque, más bien debió haber dicho “alivio para los neoliberales europeístas” que cada vez se ven más interpelados por los que confusamente son denominados “euroescépticos” (por cierto, curiosamente, el diario La Nación en Argentina tituló exactamente igual). Aclarado esto, tampoco se puede pasar por alto que poco importa aquí el desastre social y económico en el que se sumirá el pueblo griego con un gobierno tecnócrata que obedece a una Troika que es económica y que está bastante alejada de aquellas propuestas utopistas del siglo XVIII y pensaban una Confederación o una República Europea donde lo económico era sólo el primer paso hacia un vínculo político.
Por otra parte, convengamos, la situación griega tiene muchos puntos en común con la crisis Argentina de 2001 aunque también diferencias pues más allá de los números macroeconómicos y de que se llame “rescate”, “ayuda”, “salvataje” o “blindaje” al modo en que los Estados sometidos acaban haciendo pública la deuda de los bancos privados, salir del euro para volver a la moneda nacional griega (el dracma) es todavía más difícil que salir de la convertibilidad. En ambos casos hay una pérdida de soberanía en la política monetaria pero sin dudas, las presiones son distintas y un default con posterior devaluación reactivadora en Grecia sería un pésimo ejemplo para los países considerados más díscolos, esto es, aquellos países periféricos generalmente del sur de Europa, que hacen cuentas y empiezan a poner en tela de juicio las ventajas de pertenecer a la Unión.
Sin embargo, el hecho de que Europa, a diferencia de lo que ocurriese a lo largo de la historia, pareciese estar atrasada y viviendo lo que en Latinoamérica hemos superado con éxito hace ya unos 10 años, ha hecho que existan referentes políticos, sociales e intelectuales que estén mirando el modo en que los gobiernos latinoamericanos de tinte progresista han logrado reactivar la economía con políticas heterodoxas, fomentando el mercado interno y, sobre todo, estableciendo una cooperación internacional bajo otros parámetros. En este sentido debe resaltarse un hecho que suele pasarse por alto y es el rechazo al ALCA que se dio en 2005 en aquel inolvidable Encuentro en Mar del Plata. La posición de los países más importantes de América del Sur frente a la propuesta del ex presidente Bush, obligó a éste a sepultar el Tratado de Libre Comercio que generaría lo mismo que hoy está sucediendo en Europa: un vínculo comercial que en principio parece conveniente para los países emergentes pero que luego comienza a mostrar el modo en que una superpotencia con una política productiva de salarios bajos, inunda con sus productos el mercado y acaba devastando la producción nacional. Como el único modo de salir de esta situación es a través del crédito, esas mismas superpotencias, a través de sus órganos multilaterales (como el FMI), otorgan préstamos a cambio de la imposición de políticas de ajuste y austeridad fiscal que permiten que las condiciones anteriores se mantengan y así hacer de esto un círculo vicioso.           
En este sentido, no puedo otorgarme la prerrogativa de ser el poseedor del manual de salida de la crisis pues esa es una propiedad de los economistas del establishment, esos que siempre saben lo que hay que hacer pero no se responsabilizan por los fracasos de sus predicciones y de sus políticas. Con todo déjeme recordar que el ejemplo argentino ha sido exitoso, aun cuando a los opositores al kirchnerismo les moleste. En otras palabras, creo que nadie en el país podía imaginar que 10 años después del default, la Argentina mantendría un nivel de inversión aceptable, duplicaría su PBI y bajaría drásticamente la pobreza, la indigencia y la desocupación. Y lo más interesante es que lo hizo rompiendo el molde y a través de un razonamiento que tiene mucho de lógica de negociación callejera pero que se acomoda muy bien a los modos propios del capitalismo financiero. Pienso en aquellas palabras de Kirchner cuando en la renegociación de la deuda aclaró “los muertos no pagan”. Efectivamente, la lógica deudor-acreedor funciona siempre en el límite: se trata de que la soga apriete pero no ahorque. Mientras apriete y no mate el problema es del deudor. Cuando mata, el problema pasa a ser del acreedor. Kirchner lo entendió bien e hizo de la debilidad, su fortaleza, contra todos los pronósticos, incluso contra los consejos del ahora reaparecido ex ministro de Economía, Roberto Lavagna que sugería ser más permeable a los intereses de los acreedores.
En este sentido, la solución a la crisis no se dará ni con las propuestas de la derecha ni a través de las políticas del Fondo Monetario, pues al fin de cuentas, como bien indica el dicho popular, al fondo y a la derecha no está la salida sino nada más y nada menos que el baño.            

jueves, 21 de junio de 2012

2012 no es 2008 (publicado el 21/6/12 en Diario Registrado)


Al momento de analizar circunstancias políticas existe una natural inclinación a la comparación y a la analogía. Quizás por ello serán muchos los que intenten encontrar elementos en común entre lo sucedido a lo largo de aquellos meses de 2008 en los que el gobierno se enfrentó abiertamente con las patronales del campo, y lo que se avizora hoy como un conflicto que tendrá varios capítulos más pero que esta vez enfrenta al mismo gobierno con un referente importante del sindicalismo.
Por un lado bien cabe decir que el poder de daño que posee Moyano es importante y que quizás sea, incluso, bastante mayor que aquel que tenían las patronales que lanzaron sucesivos lock out. Esto tiene que ver con que quien maneja los camiones, en el marco de una red ferroviaria que no ha cesado de ser saqueada desde los años 60 y que ha tenido su acta de defunción en los 90, tiene la capacidad de literalmente “parar el país”. Este peligro será, por supuesto, azuzado por las principales usinas mediáticas que, a falta de referente político opositor, buscan irresponsablemente una situación de caos e ingobernabilidad.
Asimismo, quizás aún más que lo que lo hacía la Mesa de Enlace utilizando como excusa la situación de los pequeños y medianos productores, Moyano y sus camioneros sobreactúan sobre la base de un reclamo que no es del todo irrazonable y que puede ser claramente discutido. Me refiero a que existen casos en los que el aumento de sueldo a un trabajador se reduce a partir de los impuestos, por ejemplo, con la quita de las asignaciones familiares; incluso también está la discusión más conceptual acerca de si un trabajador debe pagar impuesto a las ganancias. 
Sin embargo, también puede decirse que Moyano tiene serias debilidades. En lo que refiere a las exigencias económicas en sí dígase que si bien su reclamo puede ser atendible deja expuesto que al fin y al cabo, los sueldos obtenidos por su gremio son sueldos entre medios y altos (van de 6000 a 20000 pesos) en un país en el que un tercio de la población todavía trabaja “en negro”. Asimismo su exigencia de un aumento del 30% más una suma no remunerativa resulta completamente extemporánea no sólo a la luz de lo que ocurre en el mundo sino comparativamente con los acuerdos que han conseguido otros gremios en el país a lo largo de este año (sumado, claro está, a las paritarias que les otorgó este gobierno y a la sucesiva recuperación del poder adquisitivo que han logrado en todos estos años no sólo respecto de la inflación del INDEC sino también de la inflación de “los privados”).
Pero en lo que refiere a la política su situación es todavía más endeble pues su soledad lo obliga a rodearse de la peor runfla de sindicalistas destituyentes (léase Barrionuevo y Venegas) y seguramente acabará presidiendo una CGT que a partir de julio quedará aún más dividida. Además, a diferencia de lo que ocurrió a lo largo del conflicto con las patronales del campo no hay posibilidad de una ruptura al interior del kirchnerismo en la cámara baja y alta, esto, claro está, gracias a la decisión de CFK de retacearle lugares en las listas. Por último su relación con Scioli y con cualquier otra línea partidaria no creo que sea ni que resulte simple porque Moyano podrá tener capacidad de movilización y enorme potencia para hacer daño pero, en términos callejeros, es “piantavotos” pues tiene una pésima imagen en una porción enorme de la sociedad. En este sentido, a diferencia del 2008, no estamos frente a un reclamo y a un referente capaz de aglutinar a los sectores medios y altos, o a figuras representativas de la política opositora. Puedo equivocarme pero, por ahora, no tengo dudas de que 2012 no es 2008.      

jueves, 14 de junio de 2012

La segunda naturaleza del Hombre (publicado el 14/6/12 en Veintitrés)


Días atrás, en ocasión de la discusión acerca de las restricciones a la compra de dólares, el periodista Víctor Hugo Morales lanzó una propuesta osada. Se trató nada más y nada menos que de un gesto que podría juzgarse como temerario visto desde la perspectiva de los últimos 30 años en Argentina y que no es otra cosa que el llamado al cambio cultural de desdolarizar la economía y, sobre todo, desdolarizar la cabeza de los argentinos. El periodista uruguayo ofreció pesificar sus propios ahorros y, algunos días después, la presidenta se hizo eco de la iniciativa y anunció que pasaría a pesos el dinero de un plazo fijo en dólares a la vez que exhortó al resto de los funcionarios a hacer lo mismo. La propuesta de Morales fue tildada de “cándida” por Jorge Lanata y puede que algo de eso haya pero creo que de este gesto pueden seguirse una serie de conclusiones interesantes para reflexionar acerca de la política, la cultura, la naturaleza humana y la función de las instituciones. 
 Lo diré en estos términos: el gesto de ninguna persona, aun cuando se trate de un presidente con amplio apoyo popular, puede generar un cambio cultural total pero podría decirse, al mismo tiempo, que las acciones que realizan quienes tienen grandes responsabilidades, no resultan indiferentes. Veamos un ejemplo cercano: la década del 90, creo yo, derivó en un desastre social y económico pero, por sobre todo, acabó en una debacle cultural. Me refiero a que independientemente de las privatizaciones, el desempleo, la exclusión y la inequidad, el menemismo fue ante todo símbolo del individualismo, la frivolidad, el derroche y la corrupción, todos elementos que estaban presentes en la sociedad, pero que fueron excitados hasta el paroxismo por aquellos años. A su vez, para ser indulgentes con la sociedad, dígase también que en escenarios de crisis colectivas sean éstas políticas, económicas o sociales, es bastante natural que afloren sentimientos egoístas y se concluya rápidamente que la única salvación posible es individual. Esta trillada observación sirve, a su vez, de puente para reflexionar acerca de una pregunta central de la teoría política desde sus orígenes, esto es: ¿cuál es la naturaleza de los hombres? ¿El Hombre es un animal social que depende de un vínculo con otros humanos o es malo, egoísta y asocial por naturaleza? ¿O no será que era bueno pero la cultura lo “pervirtió”? Algunas de estas preguntas son las que atraviesan las reflexiones de Aristóteles, Hobbes, Locke y Rousseau entre otros y resultan centrales porque de la respuesta que se dé dependerá el sistema de gobierno adecuado. En este sentido, si el Hombre es malo por naturaleza y tal condición lo lleva a una guerra potencial de todos contra todos, parece necesaria la existencia de un Estado fuerte capaz de imponer el orden. Como contrapartida, si el Hombre fuese bueno por naturaleza y tuviera cierto grado de socialización natural, aunque incapacidad para poder resolver algunos de los conflictos, necesitaría de un Estado mínimo capaz de hacer de juez en esas contiendas.
 Los gobernantes, entonces, sin duda, deben conocer las características de los gobernados lo cual, si no quiere expresarse en términos de naturaleza humana debe, al menos presentarse como aquello propio de la cultura y la idiosincrasia de un pueblo. En este sentido, siempre recuerdo aquella frase del Ministro de Economía de Raúl Alfonsín, Juan Carlos Pugliese que tras una reunión con empresarios en la que imploró apoyo, declaró resignado “les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”. No hace falta ser Maquiavelo para notar que Pugliese no conocía la idiosincrasia de los empresarios argentinos y que ese desconocimiento lo llevó a adoptar una posición, como mínimo, cándida. Algo parecido podría, quizás, achacársele al gobierno actual cuando le exige a la población que antes de comprar dólares piense en el bienestar del país y que adopte el punto de vista de aquello que resulta mejor para la sociedad toda. Que todos los ciudadanos obraran así resultaría maravilloso pero hay que tomar en cuenta que se es un gobierno de una comunidad de hombres y no de ángeles, razón por la cual habrá muchos que seguirán pensando en términos individualistas y que incluso no dudarían en afectar los intereses del país si este no se corresponde con sus pretensiones. Sin embargo, como decía en un principio, aun cuando muchas veces buena parte de las sociedades se encuentran más cerca del infierno que del cielo, es injusto afirmar que los gestos simbólicos de un gobierno acaban siendo irrelevantes. Y esto me traslada al pensamiento de un contemporáneo de Sócrates que pasó a la historia como “el malo de la película”. Me refiero a Protágoras. Se trata de unos de los sofistas más reconocidos, amigo de Pericles y la democracia, y con gran prestigio en Atenas. Pero, aparentemente, un Tratado agnóstico de su autoría, habría provocado la ira de las autoridades que lo expulsaron de la ciudad y quemaron todos sus escritos. Por esta razón es que el pensamiento de Protágoras es reconocido sólo a partir de comentarios de otros autores, algunos de los cuales, claro está, como Platón y Aristóteles, fueron sus abiertos enemigos. Para la posteridad ha quedado la frase “El hombre es la medida de todas las cosas”, definición que no está libre de variadas interpretaciones. La clásica es que Protágoras estaría defendiendo un relativismo absoluto por el cual lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo justo y lo injusto son determinados por cada individuo. Sin embargo comentadores contemporáneos han reconstruido el pensamiento de Protágoras desde otra perspectiva que podría catalogarse de comunitarista o relativista cultural. Por ejemplo, el profesor español José Barrio Gutiérrez afirma que cuando Protágoras indica que el hombre es la medida de todas las cosas, en realidad está diciendo que efectivamente cada uno es el que juzga pero ese juicio está determinado por la pertenencia de ese individuo a una comunidad. En este sentido, sería cada comunidad la que determinaría qué es el bien, qué es lo bello, etc. Pero algo que me sorprendió de esta reconstrucción del pensamiento del sofista de Abdera es el rol que éste le da a las instituciones democráticas y a la sociedad. Me refiero a que para Protágoras, el Hombre sería malo, egoísta e individualista por naturaleza. Sin embargo, al formar parte de una comunidad democrática, esto es, un sistema basado en la libertad como ejercicio colectivo, esa naturaleza hostil se modificaría paulatinamente. Dicho de otro modo, ese individualismo original iría cediendo terreno a un punto de vista general impulsado por la educación y las instituciones democráticas. Esto supone una transformación asombrosa que aparece como una suerte de “segunda naturaleza del hombre”, social y colectiva, una “naturaleza política”. Esta segunda naturaleza es la que permite al Hombre dejar de pensar en sí mismo, abandonar el “yo” y adoptar el punto de vista de un “nosotros”. En este sentido, está claro que el gesto de un periodista o de la presidente de un país no alcanza para generar un abrupto cambio cultural pero puede que sea un aporte a una mirada colectiva que se construye día a día, no sólo desde la familia y la escuela sino también a partir del ejemplo que brindan los máximos referentes de una sociedad.     

jueves, 7 de junio de 2012

Una Argentina sin "panic attack" (publicado el 7/6/12 en Veintitrés)


Reconozco que podría hablarles del submundo de la ilegalidad que algunos llaman “dólar blue” o de los cacerolazos de una turba histérica que culminó dando patadas a periodistas del programa 678. Pero les quiero hablar de otra cosa porque me interesa mostrar que detrás de una cobertura mediática asfixiante que repite su mantra de panic attack, existe un sinfín de espacios donde la viveza de algunos, en frasco de angustia amplificada y violencia minoritaria, es dejada de lado para discutir modelos de país y políticas de largo plazo.
En este sentido, el último fin de semana fui invitado por el Instituto de Estudios y Formación política GESTAR a participar de su Segundo Encuentro Nacional realizado en la Ciudad de Resistencia. GESTAR fue creado en junio de 2010 a partir de una idea de Néstor Kirchner que se concretó apenas unos meses antes de su fallecimiento. Asimismo, si bien pertenece al Partido Justicialista, el Instituto tiene una mirada amplia y plural que permite convocar  estudiantes/dirigentes sub 35 pertenecientes a diferentes agrupaciones y con un sentido profundamente federal. Hecha esta aclaración, aun un antikirchnerista furioso, reconocerá que la iniciativa debe celebrarse porque deja en claro que existe una conciencia en la dirigencia de nuestro país respecto a que el recambio generacional no sólo tiene que traer menos canas sino, por sobre todo, una mejor formación. La Unión Cívica Radical en la historia reciente de nuestra democracia formó sus principales cuadros en las universidades públicas, en particular, en la UBA. Sin embargo, la universidad más importante del país siempre resultó un lugar hostil para el peronismo y esa dificultad en la formación de cuadros debe suplirse, sea a través de las nuevas universidades públicas del conurbano, sea a partir de institutos promovidos por el mismo partido.    
Del encuentro participaron los diputados Rosana Bertone, Eric Calcagno y Pablo Kosiner; el intendente de San Luis Enrique Ponce, economistas de la Gran MaKro y secretarios de áreas clave en los diferentes gobiernos provinciales, entre otros. Asimismo, también estuvieron presentes brindando discursos de comienzo y cierre los gobernadores Jorge Capitanich y Francisco Pérez, además del Titular de ANSES y Director de GESTAR, Diego Bossio, y el Presidente de la Cámara de Diputados  Julián Domínguez.  
El panel al que fui invitado se abocó a un tema que pocas veces es parte de los debates públicos: la relación entre ciencia básica, ciencia aplicada, sector productivo y poder político. Y allí disertaron, junto a mí, el diputado nacional Omar Perotti, el Subsecretario de políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación productiva del Ministerio de Ciencia y Tecnología creado en 2007, Fernando Peirano, y el Ingeniero agrónomo José Ruchesi.
 Empezaré por la intervención del subsecretario porque tiene algunos datos que me sorprendieron. Por ejemplo, entre 2003 y 2008 se triplicaron las exportaciones en biotecnología, equipamiento médico y nuclear, maquinaria agrícola, microelectrónica y software, entre otras “rarezas”. Asimismo, se espera que para 2020 este tipo de exportaciones alcancen el 20% de las exportaciones totales que realiza el país. Segundo aspecto a tener en cuenta: ¿sabe usted cuánto invierte Argentina en Investigación y Desarrollo? Si lo tomamos en relación al PBI y de forma comparativa encontramos que nuestro país invierte apenas un 0,6, esto es, aproximadamente la mitad de lo que invierten Brasil, Rusia, China, Reino Unido y España, un cuarto de lo que lo hace Estados Unidos y Alemania y apenas un 20% de lo que invierten Corea del Sur y Japón. Sin embargo, estos datos incluyen la sumatoria de la inversión pública y privada, algo que, en caso de desagregarse generará un dato curioso: la inversión pública del Estado Argentino está por encima de China, y es casi similar a la de Japón, Brasil, España y Reino Unido. Esto significa que lo que está faltando en Argentina es la inversión privada que esos países poseen, algo que no tiene que ver con el latiguillo de la seguridad jurídica sino con razones bastante más complejas en el que juegan un papel importante los aspectos culturales de la burguesía argentina.
 Vinculado con esto, la intervención del diputado Perotti, con conocimiento de los emprendimientos  productivos en Santa Fe, arrojó una dificultad práctica, esto es, cómo hacer para articular las políticas de un Estado activo con los sectores productivos y el conocimiento de las universidades. Se trata justamente de las tres patas del triángulo y a partir de allí se pudo ver con claridad toda una serie de problemáticas más que interesantes. Me refiero a la importancia que cobran los municipios en el arte de articular unidades productivas de pequeños emprendedores con las fuentes de conocimiento local y el financiamiento a proyectos innovadores que brinda el Estado Nacional a través del Ministerio de Ciencia y Tecnológica. En este sentido, un Estado que recupere la fuerza no está necesariamente reñido con una descentralización, aunque, claro está, ella debe ser distinta que aquella de matriz neoliberal que  en nombre de la eficiencia sólo buscaba el desguace. Un ejemplo de las posibilidades de transformación que se están dando en la actualidad lo dio justamente Juan Ruchesi cuando mostró el modo en que lo que era un pequeño laboratorio de estudios de plantas y flores se transformó, a través de la aplicación de técnicas biogenéticas, en un espacio que modificó sustancialmente la vida y la producción de buena parte de los agricultores del Chaco.
 Por último, antes de mi intervención apareció un aspecto que venía sobrevolando la charla. Me refiero a la relación entre tecnología y peronismo, y una respuesta a modo de hipótesis que considero plausible es que la tecnología aparece como eje central en la política de la primera presidencia de Perón porque lo que se está jugando es un modelo de país con una matriz productiva encargada de dar valor agregado, esto es, un modelo completamente diferente al que se planteaba desde el punto de vista agroexportador que regía en la Argentina del centenario. Por otra parte, yendo ya específicamente a la exposición, un primer asunto del cual me ocupé es el relacionado con el deber del científico respecto al Estado, tema al cual llegué a partir del disparador de una conferencia de Einstein, en 1950, en la que llama al científico a “rebelarse” contra el poder político. Más allá de las buenas intenciones, ese consejo parece guiado por una visión decimonónica y positivista que entiende al científico como alguien que trabaja completamente desvinculado de los intereses y necesidades de la sociedad y que persigue el conocimiento movido por una suerte de sentimiento universal que sólo puede derivar en el bien para toda la humanidad. Esa búsqueda desinteresada se refleja en el simbólico delantal blanco que denota autoridad pero, por sobre todo, neutralidad y asepsia. Desde esta representación, en algo que ya fue trabajado por el célebre Max Weber, el científico aparece como opuesto al político en tanto este último persigue siempre un interés particular y faccioso y es a partir de esta supuesta diferencia esencial que muchos científicos le cargan al poder político la responsabilidad por las consecuencias de las investigaciones científicas. Se supone así que el hombre de ciencia siempre busca el bien, pero el político no y usa ese conocimiento para el mal o a los fines de su partido.
 Dicho esto, mi intervención apuntó a romper con esa cosmovisión. Hoy tenemos un Estado con una política activa en materia de ciencia y tecnología, con gran suba de los sueldos de docentes e investigadores, una política de becas a través del CONICET que ha permitido un crecimiento enorme de egresos en los doctorados y un programa de repatriación de científicos que ya ha logrado que más de 900 de ellos regresen al país. Sin dudas, a este Estado le resta seguir aceitando la comunicación y los modos de poder llegar a cada rincón del país, a cada pequeño emprendimiento, y seguir siendo el articulador principal de los diferentes sectores, pero a los empresarios, al menos a una importante cantidad de ellos, les resta dejar de creer que “Estado” es sinónimo de “ineficiencia” y corroborar que sólo a partir de ese punto de vista general que éste brinda es posible optimizar y maximizar los beneficios. Por último, este país necesita de científicos comprometidos que entiendan que existe una obligación moral de devolverle al país algo de lo que les ha dado, en algunos casos a través de toda una vida, desde jardín de infantes hasta los estudios de posgrado, en el marco de una Educación pública gratuita y de excelencia. Ya muchos lo están haciendo, pero en el marco de un proyecto de país que está apostando a una revitalización de la ciencia, hace falta que ese delantal blanco se tiña de innumerables colores, los colores de las necesidades complejas de una sociedad plural como la nuestra. ¿Vieron? Hay una Argentina posible detrás del pánico y la hojarasca histérica.