domingo, 31 de agosto de 2008

Representación y "partidos de"

En los últimos días, especialmente a partir de la estrategia utilizada por los candidatos presidenciales estadounidenses a la hora de elegir sus compañeros de fórmulas, parece haber resurgido una problemática que puede ser interesante para discutir el presente de nuestro país. Como suele ocurrir en muchos sistemas presidencialistas, la actividad del vicepresidente parece condenada al perfil bajo. Sin embargo, al momento de la construcción de la fórmula, el candidato a vice generalmente aparece como el objeto de seducción de aquella parte del electorado que el candidato principal no logra sumar. Sin llegar a ser su contraparte, generalmente, si el candidato es “demasiado” de derecha elegirá un vice “más” de izquierda y viceversa. Asimismo, y en la medida en que el género parece cobrar cierto peso en las decisiones, si el candidato a presidente es mujer, elegirá a un hombre como acompañante y, en los casos de coaliciones, el vice será con seguridad el referente del segundo partido en importancia dentro de ese agrupamiento. La campaña estadounidense no escapa a esta lógica casi de sentido común: un negro, eligió a un blanco como vice, y un hombre eligió a una mujer. Asimismo, si nos dirigimos a elementos más sustantivos, el compañero de fórmula de Obama, Biden, es más conservador, tiene más llegada a la clase trabajadora blanca, se opone a la despenalización del aborto y es experto en política exterior además de ser casi 20 años mayor que él. En el caso del veterano Mccain, eligió a la joven gobernadora de Alaska, Sarah Palin, reconocida militante en favor de la portación de armas y ferviente crítica de la despenalización del aborto. Si tenemos en cuenta que Maccain tiene problemas de salud y que cuenta ya 72 abriles, la elección de su vice tiene una importancia excepcional. Hasta aquí un análisis que probablemente no sea falso pero sí lineal. En otras palabras, todas estas estrategias de armado político descansan en el supuesto de que existe una relación más o menos directa entre el representante y los intereses de aquellos a los que representa de manera tal que, también de manera más o menos directa, el apoyo a través del voto está garantizado. Se cree que los negros votarán necesariamente por un candidato negro y que los blancos jamás lo harán; o que los hombres nunca votarán a una mujer pero que todas ellas sí lo harán, etc., etc.
Este error se apoya a su vez en la utilización recurrente de esa figura retórica de la sinécdoque en la cual es muy fácil caer y que presenta a una parte como si fuera el todo. Este error, tan utilizado para estigmatizar a ciertos grupos (todos los musulmanes son fundamentalistas; todos los villeros son ladrones, todos los políticos son corruptos) es el que opera también en la suposición de que Obama representa los intereses de (todos) los negros o que Palin es el emblema de las reivindicaciones de (todas) las mujeres. De más está decir que en ningún momento Obama parece erigirse en un discurso radical o revolucionario respecto a la situación de marginalidad en la que viven los afrodescendientes (véase, por ejemplo, el porcentaje de negros que ocupan las cárceles o la cantidad de embarazos no deseados entre las adolescentes negras) y que Palin, paradójicamente, es una mujer que se manifiesta en contra de los derechos de autonomía de su género.
En el ámbito vernáculo, estas fantasías y errores se vienen repitiendo en los últimos meses. Que una mujer sea presidenta, que la ministra de salud y la de acción social también lo sean y que una de las principales referentes de la oposición sea, también, una mujer de peso, no parece haber redundado en una política orientada hacia las reivindicaciones de la mujer. Como lo demuestran estudios realizados en diferentes países, que aparecieron tras el gran avance que significó la ley de cupo femenino (ley en la que Argentina fue pionera), no hay garantía de que esa representación genere un viraje en las políticas estales respecto a la mujer (lo cual, por supuesto, de ningún modo supone que la ley de cupo sea inútil). En esta línea, muchos casos, aunque no todos, muestran que de la representación meramente formal a una más sustantiva hay una brecha que no siempre es fácil de zanjar.
Por otra parte, en las últimas semanas, tras los 4 meses de lockout promovido por diversos sectores del campo representados por la Mesa de Enlace y algunos satélites como los autoconvocados de la, últimamente, irascible Entre Ríos, la inercia del triunfo por la derogación de la 125 y varios grupos interesados comenzaron a sugerir la posibilidad de armar un “partido del campo”. En esta línea, quien parece haber tomado la iniciativa es la diputada socialista Alarcón, cuyo único mérito parece haber sido ser expulsada de las filas del Frente por la Victoria y generar en cada intervención una profusa verba cacofónica desafiante de la gramática más amable.
Dado que es probable que “el partido del campo argentino” no se nuclee detrás del Pampa Sur de Alarcón que, dicho sea de paso, dice tener como faro al Partido del Campo australiano, reconocido por su perfil ultraconservador y por sus alianzas con el partido liberal, existen emisarios de la vieja y de la nueva política que intentan cooptar a algunas de las figuras mediáticas para generar algún tipo de alianza que les permita hacer pie en un, para ellos, siempre inalcanzable interior que parece responder mucho más a la lógica de los intendentes locales que a los grandes centros urbanos rebalsantes de sensaciones térmicas.
Hay varios puntos aquí para destacar. Por lo pronto, la insistencia en la aparente necesidad de la formación de tal partido puede obnubilarnos de tal modo que empecemos a considerar que el campo no tiene representantes ni en los partidos nacionales ni en los provinciales. Dejar de soslayo esto parece haber digerido acríticamente la operación discursiva por la cual se dejó entrever que todos aquellos que votaron contra la 125 lo hicieron por poseer la virtud de la racionalidad o la decencia.
Asimismo, como se indicara más arriba, que el descontento hacia el gobierno que buena parte de la sociedad manifestó durante los 4 meses de conflicto se canalice y efectivice en el partido de el campo parece más la fantasía de algún analfabeto “videographero” de programa de entrevistas que busca títulos efectistas y profesa una devoción patológica hacia la descontextualización, que una posibilidad que valga la pena discutir. Que algún operador nos diga que dado que CFK tiene una imagen positiva del 30% tras el conflicto, por lo tanto, un partido del campo obtendría el 70% restante es cuando menos una afrenta a nuestros raptos de inteligencia.

Por otra parte en términos más generales, esta idea de “los partidos de” parece implicar un retroceso hacia las formas corporativas de representatividad medievales, relegando así las visiones más plurales, mediadoras y generales de los grandes partidos. En el juego de particularizar cada vez más los intereses, llegaremos a partidos unipersonales donde salvo en algunos casos patológicos, sin duda no habrá internas. Claro que los partidos, como su propio nombre lo indica, representan intereses de una parte, pero gobernar un país supone poseer una plataforma mucho más robusta que una identificación veleidosamente coyuntural como la que ha unido a las 4 entidades del campo. En esta línea fracasaron los “partidos de” la seguridad como los de Patti, Rico y Blumberg y probablemente fracase también el del campo, languideciendo pálidamente conforme la euforia se vaya canalizando por los carriles normales. Pero por si esto fuera poco, el partido del campo, quizás a diferencia de otras formaciones de este estilo, contendría una heterogeneidad pasmosa pues como ya se ha dicho varias veces, está claro que hablar de “el campo” sin más es como mínimo una ingenuidad que intenta instalar que los intereses de la sociedad rural pueden ser los mismos que los de un trabajador golondrina, que trabaja en negro y con sueldos de miseria. Que Buzzi aparezca en la foto inaugurando la Rural habla de una crisis de representatividad de la Federación agraria y de la transformación de los sujetos representados que en muchos casos han pasado de arrendatarios a rentistas. Pero es de esperar grandes fracturas allí especialmente tras la insólita postal de un Buzzi festejando la derogación de la 125 y con ello, reafirmando una situación comparativamente peor para todos los pequeños y medianos productores que con las modificaciones que se le iban haciendo a la ley, habían conseguido el reconocimiento de devoluciones, subsidios y bajas en las retenciones.
Llama la atención que mientras llevamos años escuchando que lo que necesitamos es un proyecto de país, visiones a largo plazo y una cosmovisión amplia para insertar a Argentina en el mundo, retrocedamos y seamos testigos de cómo el bicentenario nos encontrará subdivididos en intereses microparticulares que pueden llevarse al infinito y que son guiados por los espasmos de las reacciones ante la compilación arbitraria de dos o tres asesinatos, el aumento del tomate y el precio de los commodities.

2 comentarios:

  1. Dante querido: por empezar el grupo de María del Carmen Alarcón y, en especial, Miguel Saredi es un grupo que no nació al calor de la 125 sino que vienen laburando con el campo desde hace unos cuantos años. De hecho, como sabés perfectamente, Alarcón integra el gabinete de Binner, pero NO es socialista (divertida chicana igual eh!). Lejos de ser una idea mezquina o fiel a la crisis de representatividad (una noción que ya me tiene un poco cansado y se acerca al orden de cosas a esta altura más que a una crisis), sería una consecuencia interesante para develar intereses y programa específicos que defienda un sector. En general, nos hemos visto plagados de mutaciones borocotizadas y planes que nunca se llevan a cabo. Ahora, sería muy difícil concebir, por ejemplo, un diputado del Partido del Campo que esté a favor de la 125. Por otro lado, la cristalización y la puesta en acción de una masa crítica de un sector poderoso y acaso central en la economía argentina pondría blanco sobre negro. En cambio, si te fijás, la UIA se esconde tras los brazos del duhaldismo para futuras devaluaciones y, en 2002, se escondió para grandes licuaciones de pasivos. Pero no existe el Partido Industrial. Tal como decis, atinadamente, en otros países hay experiencias, no sólo en el sentido del sector agrario, sino también hacia otros sectores. Es saludable, insisto. La carencia de representatividad, en sentido exactamente OPUESTO a lo que eexpresàs, surge de una crisis de identidad de los partidos políticos. En criollo: hay PJ de izquierda y de derecha, radicales de centro y progres. Es decir, nadie sabe qué carajo vota. Por lo menos en un partido del campo, los que los voten tendrán bien claro que intereses defenderán sus representantes, en mayor o menor medida. Asi evitaríamos listas con Díaz Bancalari y Kunkel que poco tienen que ver en todo sentido, salvo en la chequera K. Como siempre, quiero Dante, en desacuerdo. Y, como se trata de un blog y un espacio de debate, sigo compartiendo con vos y con los lectores del sitio mis pareceres. Abrazo.

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  2. Juglar querido: quizás se presta a la ambigúedad el pasaje en que me referí a Alarcón. Como bien vos decís, ella no es socialista si bien está con Binner y su partido, el Pampa Sur es previo a la 125. Lo que yo quise decir es que ella buscaba que el partido del campo se "encarne en" el preexistente Pampa Sur, algo que seguramente no sucederá. Por último envidio tu optimismo respecto a la certeza que tendrán los electores a la hora de saber qué tipo de decisiones tomaría su representante de "el partido del campo". En ese punto me permito ser algo escéptico. Abrazo grande

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