Después de la peor, vino la mejor
semana de la administración Milei. Efectivamente, el gobierno estaba grogui pues,
tras cargarse al Jefe de Gabinete y a decenas de funcionarios, el escándalo en
el ministerio de capital humano había trepado dejando al descubierto una trama
que pareciera incluir corrupción, mala gestión y hasta servicios de
inteligencia jugando una interna. Más que la primera etapa de una
administración, parecía replicar esos gobiernos que acaban de perder una
elección y están de salida.
Sin embargo, mutilada, pero
aprobada al fin, la Ley Bases aguarda ahora su forma final en una Cámara de
Diputados donde el mileismo la tiene más fácil; Xi Jinping dejó de ser un chino
que es igual a otro chino o, lo que es peor, un chino asesino comunista porque,
de pronto, renovó el swap cuando todos suponían que al gobierno le costaría
sangre, sudor, lágrimas y dejar de sacarse fotos en Taiwán; y en cuanto a la
inflación, más allá de que hay quienes observan un leve repunte en junio, lo
cierto es que el 4,2% de mayo es asombrosamente bueno. “¡Tócala de nuevo, Toto
rockstar!”.
Si nos posamos en la denominada
Ley Bases, hay una discusión acerca de cómo interpretar su aprobación en la
Cámara de Senadores. ¿Es un triunfo para el gobierno la aprobación de un
proyecto que, respecto al original, ha sido podado en aproximadamente dos
tercios de sus iniciativas? Soy de los que cree que sí, que es un triunfo por varias
razones, pero, sobre todo, por la poca representación que tiene el mileismo en
las cámaras. Compárese si no toda la cantinela del gobierno anterior que, con
las urnas a su favor, con un presidente con 80% de imagen positiva en la
pandemia, el control del Senado y una gran representación en Diputados, fue
incapaz de avanzar en proyectos que eran un juego de niños al lado del cambio
estructural que supone la Ley Bases. Si Milei hubiera seguido la lógica del
“equilibrio de fuerzas” ni siquiera hubiera asumido. En lugar de ello, va al
choque, pelea, putea, amenaza, se equivoca, pero avanza en una reforma más pretenciosa
que una Constitución y se lleva algo. Algunos apelarán al presunto historial psiquiátrico
del presidente. Lo cierto es que, sin ambición, no hay poder ni gobierno.
Párrafo aparte para lo sucedido
afuera más allá de que es cada vez más previsible: la policía que provoca y 200
lúmpenes que hacen su performance, pónganlo ustedes en el orden que quieran. Pero
si la oposición cree que de esas imágenes sacará un rédito porque se trata de
“la resistencia popular”, se equivoca. De hecho, circularon varios videos, uno
de ellos de una manifestante reclamándole a un policía que se venga “de este
lado”, del lado de donde está “el pueblo”. La manifestante incluso afirma que
el policía está llorando, lo cual sería la imagen a replicar infinitamente por
cualquier opositor que tenga una red social. Sin embargo, la gente está tan
podrida de la victimización de ciertos sectores poco representativos, que es
posible que buena parte de la sociedad acabe pensando como Pier Paolo Pasolini,
insospechado de fascista, cuando en el contexto de las revueltas estudiantiles
de fines de los años 60 provocó un escándalo que muchos comprendieron bastante
tiempo después. Me refiero a sus dichos acerca de que, en el enfrentamiento
entre estudiantes y policías, había una verdadera lucha de clases y que, frente
a los estudiantes de clases medias y altas, él prefería a los policías ya que
éstos, al fin de cuentas, pertenecían a las clases populares.
En cuanto a la inflación, ya lo
sabemos: motosierra, más licuadora, más aspiradora, más toda la línea blanca
que quieran incluir, generó una caída de la actividad pocas veces vista y una
consecuencia bastante obvia: si no hay un mango la inflación baja. ¿Se podría
haber hecho de otra manera o, al menos, con mayor parsimonia? Claro, pero
quienes tuvieron la oportunidad de hacerlo por gobernar antes que Milei, lo
cual incluye a Macri también, perdieron su oportunidad, duplicando la inflación
en el caso del expresidente de Boca, y cuadruplicándola en el caso del gobierno
de Alberto Fernández, CFK y Massa. De modo que, en ese punto, “el león”, “el
topo”, “terminator”, o como ustedes quieran llamarlo, tiene una a su favor.
La sensación es que la sanción de
la ley Bases, entonces, es un triunfo, pero también inaugura un tiempo nuevo en
el gobierno, un Milei 2. Y en todo caso, si no es así, Milei debería aprovechar
la oportunidad para que así lo pareciese. Porque la receta económica que hasta
aquí permitió que la inflación baje, no se puede sostener. Es que, digámoslo
así: ya hiciste una megadevaluación que espiralizó una inflación en dólares,
pero que tuvo a favor una recomposición de las reservas que el proyecto
presidencial de Massa había dejado en rojo por varios miles de millones. Luego,
no hay que ser un especialista: una devaluación de 118% que se traslada a
precios con un crawling peg del 2% mensual
se traduce en atraso cambiario y pocos incentivos para esos señores que, año
tras año, deciden cuándo liquidar sus dólares esperando un mejor tipo de cambio,
algo que, por cierto, haríamos todos en su lugar. ¿Acaso el gobierno espera un
ingreso extra de dólares del FMI y otros organismos que, sumados al swap chino
y a la baja de inflación confluyan en la estabilidad del dólar y en una
inflación en sintonía con ese crawling
peg del 2%? En un Excel todo cierra, pero hay un mundo allá afuera y habrá
que convencer a mucha gente de que el dólar no está atrasado.
Además, Caputo, apurado por la
necesidad de dar buenas noticias, lo cual, en este contexto, se llama “señales
de reactivación”, está haciendo mucho de lo que se le criticó al gobierno anterior.
Así, hay precios relativos que el gobierno no quiere soltar ante el temor de
que el apoyo popular se revierta, y el dólar vuelve a funcionar como ancla,
esto es, se atrasa artificialmente por la intervención gubernamental, hasta que
un día no aguanta más y, como dirían en la City, el mercado hace las
correcciones. Es una película repetida. Una remake.
Mientras, Milei sigue en una
suerte de estudiantina internacional, creyendo que el resultado de las
elecciones del parlamento europeo responde a su influencia y no a un largo
proceso por el cual, con sus lógicas y problemáticas locales, los
socialdemócratas, los verdes y los liberales pagan en las urnas el modo en que
se han alejado cada vez más de las reivindicaciones mayoritarias.
Alguien debería lograr que el
presidente vuelva a poner los pies sobre la tierra, aunque a juzgar por sus últimos
movimientos, el círculo íntimo cada vez se reduce más y se circunscribe a su
hermana y a funcionarios que no se llegan a contar con los dedos de una mano.
Una vez más, es demasiado desgaste para una gestión que lleva 6 meses nada más.
A favor, claro está, siguen las encuestas, aquellas capaces de torcer la
voluntad de los legisladores que hacen depender sus convicciones del resultado
que arroje la noble labor de una consultora.
De hecho, podría decirse que lo
único que tiene el gobierno es el apoyo de una mitad de la población para la
cual la expectativa supera cualquier padecimiento. Luego, no tiene gestión, no
tiene cuadros, no tiene territorio, elementos de los que Milei se dio el lujo
de prescindir en campaña, pero que suelen ser necesarios para gobernar cuando
las papas queman.
Asimismo, anotarse un triunfo,
supone también una responsabilidad. Ahora la casta podrá decir que “le dio la
herramienta” y, conforme pase el tiempo, cada vez será más difícil señalar con
el de dedo al predecesor.
Es que nadie elige a un gobierno
para que diagnostique, diga “Hola a todos” con la voz del león o explique qué
haría Von Mises. Se elige a un gobierno para que resuelva los problemas,
incluso si se lograra convencer a la población de que todos esos problemas eran
heredados.
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