Les podría
hablar del triunfo de Syriza en Grecia y la multitudinaria marcha de Podemos en
La Puerta del Sol y sin embargo, simplemente, tomaré esos dos hechos como
excusa para otro tipo de reflexión. Claro está que se trata de una decisión subjetiva,
hasta, quizás, caprichosa, que no busca minimizar lo ocurrido. Es más, déjeme
comenzar diciendo que lo que ha sucedido en Grecia puede transformarse en el
principio de un cambio que acabe poniendo en tela de juicio el camino que ha
llevado adelante la Unión Europea. No será fácil pues Grecia no es “de los
grandes” pero en la convicción y la capacidad negociadora de sus dirigentes
estará la clave. Syriza, como partido, ha dejado en claro que no pretende
abandonar la zona Euro pero para seguir perteneciendo pondrá límites. La
situación es paradójica pero es parecida a la de la Argentina post default ya
que en ese preciso momento nuestro país pasó de ser el que negociaba en
condiciones de debilidad a ser el que, al grito de “los muertos no pagan”, logró
una quita de dos tercios de la deuda que fue aceptada por todos los acreedores
salvo los fondos buitre. Es que la soga aprieta solo para el que está vivo.
En el terreno
de las comparaciones, la relación entre deuda y PBI de Grecia es similar a la
que tenía Argentina antes del 2001 pero las diferencias son importantes pues
Grecia no tiene el potencial de recursos que sí tenía la Argentina y porque la
decisión de romper con la, llamada eufemísticamente, política de “austeridad”,
choca contra las restricciones que la Troika impone a cualquier plan económico
mínimamente autónomo. Pues recuérdese que los países europeos no tienen estrictamente
un plan de convertibilidad sino algo bastante peor: están presos de una serie
de decisiones económicas que los trasciende y que es tomada por el FMI, el
Banco Europeo y la Comisión Europea al servicio del principal beneficiario,
esto es, Alemania. Por ello es que pese a las enormes presiones del capital
transnacional y los organismos de crédito, en Argentina, acabar con la
convertibilidad era una decisión propia que, en principio, solo afectaba a los
argentinos. En Grecia, en cambio, la situación es distinta y solo puede ser
efectivizada abandonando la Zona, decisión que no estará exenta de dificultades
y que tendrá a los ajusticiadores del neoliberalismo dispuestos a un castigo
ejemplificador. Mientras tanto, a días de asumir, Syriza paró el avance de la
privatización del sector eléctrico y brindó el servicio gratuito a más de
300.000 hogares. Además, comenzó con el proceso de reapertura de la TV pública
insólitamente cerrada por el gobierno saliente en tanto mero “gasto”, y subió
el salario mínimo tal como había prometido en campaña.
Pero el
triunfo de Syriza envalentonó al pujante movimiento español Podemos, con amplio
crecimiento en las encuestas en detrimento del bipartidismo tradicional.
Surgidos del “15 M”, aunque habiendo comprendido que la lógica asamblearia y
antipolítica no conducía a nada, Podemos llenó la Puerta del Sol y replicó su
convocatoria en distintos países, incluso Argentina. Las cabezas visibles de
este movimiento distan mucho del perfil dirigencial de, por ejemplo, un
referente peronista del conurbano. Más bien se trata de jóvenes universitarios
que están tratando de surfear un fenómeno cuyo crecimiento exponencial implica,
sin duda, un enorme desafío para ellos y que será cada vez más grande en la
medida en que las posibilidades de triunfo sean ciertas. Los referentes de
Podemos han seguido de cerca lo hecho en la última década en Argentina y en el
resto de Latinoamérica al punto de que la derecha casquivana les ha cargado el
mote de “populistas chavistas” para escándalo de las empresas españolas que
vinieron a Latinoamérica a hacerse su agosto en plena euforia del populismo neoliberal.
Y, en tanto académicos, les endilgan haber leído (y hasta, incluso, entendido)
a Ernesto Laclau. Asimismo, Alexis Tsipras, el flamante presidente de Grecia
también visitó nuestro país y declaró estar interesado especialmente en las
políticas que llevó adelante la Argentina y el modo en que se renegoció la
deuda soberana. De hecho, habló de ir hacia una latinoamericanización del sur
de Europa en lo que respecta a las políticas a adoptar pues, claro, de lo que
se trata es de recuperar la autoridad del Estado y la autonomía.
Ahora bien, al
principio le indicaba que quería tomar estos dos hechos para una reflexión que
los trascienda, una reflexión dirigida a ciertos sectores que ven con simpatía
lo que pasa allí, en estos países de Europa. Me refiero a cierto progresismo argentino
kirchnerista de “baja intensidad” o “portador sano” que se siente interpelado
por algunas de las transformaciones culturales que se han dado en los últimos
años. Sí, ese progresismo que habla de Tomás Piketty no solo porque pueda decir
cosas interesantes sino, antes que nada, porque es francés y porque leyó a Marx.
Gozan de cierta afectación, leen los diarios que hay que leer, y están
excitadísimos con lo que sucede en Grecia y en España sobre todo porque sucede
en Europa y porque a pesar de sentirse vanguardia cultural siguen creyendo que
las nuevas ideas vienen del viejo continente. Se trata del progresismo
bienpensante al que cuando se le hace una crítica como ésta rápidamente activa
el alerta de un desliz nacionalista y sigue sin comprender que, como nunca
antes en la historia, intelectuales y referentes políticos progresistas y de
izquierda europeos, están mirando con entusiasmo lo que viene sucediendo en
Latinoamérica, simplemente, porque consideran
que Europa es hoy la balsa sin rumbo o, para peor, la balsa con un rumbo otrora
harto transitado por nuestra región, esto es, el del ajuste y el de la
destrucción del Estado de Bienestar. Por ello es que Latinoamérica, en tiempos
políticos, está 15 años adelante que Europa y hoy es un faro intelectual y la
referencia donde ir a buscar al menos algunas respuestas que planteen una
alternativa a un rumbo que es presentado como inexorable y es solo una decisión
política y económica realizada por actores de carne y hueso detrás de la
virtualidad de la especulación financiera.
Por nuestra
historia cultural, es entendible que a los Latinoamericanos nos cueste darnos
cuenta del rol que ocupamos hoy, política e intelectualmente hablando, pero no
deja de causar desasosiego e indignación que las antiguas y las nuevas camadas
de pensadores, no solo mediáticos sino, especialmente, universitarios,
transiten obedientes su rol de colonizados culturales postrándose ante
cualquier publicación sajona firmada por un apellido sajón o ante la
posibilidad de poder pronunciar en francés o alemán el título de un posgrado
obtenido gracias al apoyo económico del Estado argentino. De tanto leer arriba
de la balsa no se dieron cuenta que hace ya algunos años que están sentados en
el faro que está lejos de estar quieto y tiene todo tipo de turbulencias, pero
que no deja de alumbrar. Debe ser porque pensar desde allí es incómodo, implica
responsabilidad y se hace a la intemperie, sin citas y con una nueva
bibliografía que, en la mayoría de los casos, está escrita en nuestro idioma.
Es real lo que dices, pero se te olvida que hoy en día en Venezuela no se puede vivir? ni comer? ni nada? porque no hay comida, no hay seguridad, ni derechos humanos para el pueblo.
ResponderEliminarMás importante que la economía o ideología de un país o mejor dicho de unos cuantos, son los derechos humanos del pueblo que habita en él o no? por eso pienso que quien apoya al Movimiento de H.Chavez y N.Maduro es cómplice de sus actos, a menos que no conozcan la realidad de lo qu se vive ahí y son muy bonitas las palabras que prometen la lucha por mejorar un sistema o modelo de bienestar y tal, pero distinta la realidad en la practica de las mismas. (te lo digo por experiencia propia)
Te lo dice un chico joven de 24 años que casi lo matan por salir a una calle a expresarse libre y pacíficamente camarada.(soy un pobre hablando económicamente y ni de izquierda ni derecha ni centro soy ante todo persona y humano amigo y espero una respuesta de parte tuya. un placer @cristianbr182