A pocos días de cumplir un año como
papa, Francisco volvió a recibir a Cristina Fernández de Kirchner en un
encuentro que duró más de 2 horas. Al terminar la reunión, la presidenta hizo
un repaso de los temas conversados y resaltó la mirada latinoamericanista del
papa, su preocupación por los jóvenes y su crítica al capitalismo financiero.
Por último, declaró “muchos deberían leerlo [al papa]. Y no solamente sacarse
una foto”.
En esta línea, aceptando el convite de
CFK y para ahorrarle a usted la búsqueda, le propongo repasar algunos pasajes
de la Exhortación apostólica Evangelii
Gaudium que Francisco pronunciase el 24 de noviembre de 2013.
Allí, prácticamente, equipara la exclusión
a un nuevo pecado y afirma que ésta es producto de un sistema económico ideado
para el enriquecimiento de unos pocos: “Así como el mandamiento de “no matar”
pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que
decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. Esa economía mata. No
puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle
y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se
puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es
inequidad”. Mientras uno recuerda cómo se tiraba la leche en las rutas durante
el lock out patronal de 2008
protagonizado por muchos de los que hoy entregarían una parte de sus silo bolsas
para sacarse la foto con Francisco, me gustaría resaltar otro pasaje de la
Exhortación: “En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del
“derrame”, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la
libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión
social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos,
expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder
económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante.
Mientras tanto los excluidos siguen esperando”.
Entre los referentes de la dirigencia
y el periodismo opositor argentino no se suelen tomar en cuenta estas fuertes
palabras contra el modelo económico que hizo explotar a la Argentina en 2001.
Ni siquiera cuando las mismas generan el escándalo de los editoriales de los
principales diarios del mundo que aquí suelen ser recogidos cuando se refieren
críticamente a la administración kirchnersita. Por citar solo uno, el Wall Street Journal calificó está
Exhortación de “golpe al capitalismo global”.
Pero Francisco también dedicó un
párrafo al rol que debe cumplir el Estado y al carácter disciplinador que
tienen las deudas en los países periféricos: “Mientras las ganancias de unos
pocos crecen exponencialmente, las de las mayoría quedan cada vez más lejos del
bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que
defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera.
De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar
por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual,
que impone de forma unilateral e implacable sus leyes y sus reglas. Además, la
deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su
economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade
una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido
dimensiones mundiales”.
Como se puede observar, cuando se
habla de tiranía no se hace referencia a Venezuela sino a un modelo económico
globalizado que impone las condiciones a través de leyes al servicio del
capital transnacional. Asimismo, grata sorpresa despierta esta particular idea de “evasión fiscal egoísta”
pues cabe preguntarse cuántos de los que no pagan la patente de sus autos
importados piden diálogo siguiendo el “Francisco´s style”; o cuántos de los que
habían declarado como terrenos baldíos sus mansiones con pileta y fueron
descubiertos por ARBA van a la iglesia los domingos en familia mientras se
quejan de la que llaman “GESTAFIP”; o cómo sobrelleva moralmente la redacción
del mismo diario La Nación (que,
según unos de sus editores, lloró de alegría al enterarse de la designación de
Jorge Bergoglio como nuevo papa), la deuda de 280 millones de pesos que el
diario tiene con la AFIP desde hace 11 años y que no paga gracias a una medida
cautelar.
Pero en tiempos donde todos somos
expertos en Código Penal y más expertos somos en caso de ser víctimas, el
parágrafo 59 de este interesante documento del papa dedica un pasaje importante
a la relación entre seguridad y exclusión, criticando aquellas miradas
punitivistas que consideran que el problema de la delincuencia se soluciona subiendo
ad infinitum las penas: “Hoy en
muchas partes se reclama mayor seguridad pero hasta que no se revierta la
exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos
será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y
a los pueblos pobres pero sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de
agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano
provocará su explosión. Cuando la sociedad –local, nacional o mundial- abandona
en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos
policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la
tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción
violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y
económico es injusto en su raíz”. Seguramente, aquellos que proponen penas más
altas y mayor cantidad de policías como respuesta espasmódica a una opinión
pública, en buena parte, manipulada, no hablarán de este tema en esos escasos
minutos que tendrán de intercambio para poder ser retratados al lado del papa.
Ahora bien, yendo a lo conceptual, el
contenido de los fragmentos aquí expuestos se encolumna claramente en la
tradición de la doctrina social de la iglesia de la que tanto abrevó el primer
peronismo. La administración kirchnerista tuvo numerosos encontronazos con
Bergoglio durante su arzobispado pero hay un “lenguaje común” en el que estará
presente la idea de comunidad y la crítica a la “antropología egoísta” del
liberalismo; el bien común como finalidad con el Estado como único garante, y
una economía y un concepto de propiedad al servicio del Hombre lo cual no es
otra cosa que legitimar la intervención estatal y un límite a la posesión de la
tierra basado en el “destino universal de los bienes”. Claro que el
kirchnerismo tiene esa base “peronista” pero también se nutre de otras
corrientes que podríamos llamar “progresistas” cuya cosmovisión hace fuerte
énfasis en la autonomía y los derechos individuales. De aquí que en estos
últimos diez años se hayan sancionado una importante cantidad de leyes a favor
de las minorías y que existan sectores del kirchnerismo que, incluso, aboguen
por la despenalización del aborto. Es ahí donde seguramente no hay posibilidad
de acuerdo con el papa más allá de que del Bergoglio que interpretó como una
guerra contra Dios al tratamiento y posterior sanción del matrimonio
igualitario, al Francisco que se muestra algo más tolerante con los gays,
parece haber habido un salto importante.
Mientras tanto, el gobierno y
Francisco han comenzado a hacer política de la manera más natural posible: empezando
por aquellos puntos sobre los que ambos están de acuerdo.
Bueno, en un nivel más chiquito, los obispos salieron a hablar en contra del paro docente, olvidando decir que ellos, al igual que el estado, son empleadores.
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