Esta última
semana, Luis D´elía recibió una dura acusación desde el mascarón de proa del
Grupo Clarín. Se lo señaló como estafador por ser el titular de una cooperativa
que no habría otorgado las escrituras correspondientes y por poseer una casa
con pileta. Además se lo señaló por ejercer una suerte de tráfico de
influencias tras haber logrado que sus hijos trabajen en ANSES cobrando sumas
exorbitantes. Tales hechos fueron desmentidos por la presentación de
documentación que el propio D´elía realizó en 678 y a través del comunicado del
ANSES que aclaró que los hijos del líder social cobran, como cualquier otro
empleado de su jerarquía, entre 8700 y 11500 pesos.
Sin embargo no
quisiera quedarme en este hecho puntual sino, en todo caso, utilizarlo como
mero disparador para una reflexión general que podría iniciarse con esta
pregunta: ¿Por qué muchos opositores al gobierno se empeñan en afirmar que los
que apoyan a CFK lo hacen movidos por una conducta venal o una razón espuria? ¿Por
qué pregunto esto? Porque creo que la acusación contra D´elía se apoya en ese
mismo presupuesto que está a la base de afirmaciones tales como “los pobres la
votan porque les da planes”; “los intelectuales la apoyan porque les da cargos”;
“los jóvenes la siguen porque les da poder” o, simplemente, “vos la defendés
porque estás comprado”.
¿Cómo se
explica esto? Por una mirada que se dice dialoguista, abierta y plural y que,
sin embargo, defiende un punto de vista acerca de la verdad completamente restringido.
En otras palabras, aquellos opositores que entienden que todos los
kirchneristas apoyan este modelo por ser, de una u otra forma, corruptos,
consideran que la verdad es una sola y está de su lado. Así, consideran que
dado que la verdad es incontrovertida, los kirchneristas son o bien ignorantes
o bien sujetos que voluntariamente la tergiversan a cambio de un beneficio
económico.
La
consecuencia de esta mirada acerca de la verdad es dramática pues ¿qué diálogo
se puede sostener cuando creemos que el otro está deslegitimado desde un
principio? ¿Podemos aceptar como interlocutor válido a quienes consideramos
ignorantes o actores de dudosa moralidad? La pregunta es retórica y de ella se
sigue que muchos opositores consideren que a los ignorantes no hay que
escucharlos sino arrearlos como manada, y que a los presuntos inmorales no vale
la pena intentar convencerlos sino que, simplemente, hay que denunciarlos.
¿Esto
significa que no existe ningún corrupto en el gobierno o que no hay sujetos que
se han acercado al kirchnerismo por conveniencia y cuando la veleta gire serán
los primeros en arrojar la piedra? Claramente no. Conductas de este tipo suceden
en este y en cualquier gobierno. Pero también es verdad que tanto en este como
en cualquier otro gobierno existe una mayoría de ciudadanos que, pueden estar
equivocados, pero están convencidos de apoyar un modelo. Lo hacen
desinteresadamente, o, más bien, lo hacen porque les interesa el país y su
bienestar individual, y consideran que su proyecto es mejor que otro. No hace
falta revisar el papelerío a ver si se les encuentra alguna mancha pues la
inmensa mayoría de los ciudadanos lo defiende de manera honesta.
Quizás,
entonces, se trate de comprender que la mayoría de los kirchneristas simplemente
siguen esa máxima de Néstor Kirchner que decía defender una verdad relativa que
a través de la persuasión y la política busca sumar adhesiones. No es ni más ni
menos que eso. Es gente que piensa de determinada manera por convencimiento y no
por corrupción, como el resto de los argentinos e incluso, me atrevería decir,
como el resto de los humanos. Así de simple. ¿Que los kirchneristas no pueden
cambiar de opinión? Claro que pueden. Hay que escucharlos y ofrecerle otra
verdad relativa. Una que se presente como tal y que deje espacio para el
intercambio, algo que no sucede con las verdades absolutas.
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