El fenómeno de la red social Twitter, cuyo crecimiento exponencial resulta evidente, viene ocupando febrilmente el centro de la escena mediática especialmente a partir de algunas controversias que se han generado por los cruces poco amistosos entre personajes de la farándula por un lado y políticos por el otro. Más allá de este furor por la red social cuyo símbolo es un pajarito, creo posible hacer un análisis que vaya un poco más allá de estas disputas envasadas en 140 caracteres.
Hay dos caminos extremos que mi punto de vista tratará de evitar. Por un lado, se buscará sortear el enfoque superficial que presenta a Twitter como un eslabón más de “las nuevas formas de comunicar”, y no es otra cosa que una suerte de elogio senil y acrítico de la mera novedad. Pero, por otro lado, tampoco se tratará de reivindicar un romanticismo bucólico y neo-hippie que observe con fobia todo lo que huela a tecnología. En el medio de estas dos posiciones quizás se puedan decir algunas cosas.
En primer lugar, el fenómeno Twitter bien puede ser visto como una de las manifestaciones de la espectacularización del yo, la compulsión por hacer públicas acciones de la vida privada. Se trata, claro está, de un zeitgeist, un espíritu de época que, aun a riesgo de descansar en un lugar común, tiene su máxima expresión en el programa televisivo Gran Hermano. Como el lector sabe, en la novela de Orwell, 1984, el Gran Hermano es aquel emblema de un sistema totalitario que “todo lo ve” y que no deja resquicio para la libertad individual. Cámaras escondidas en las calles, en los bares, en los teatros y en nuestros propios hogares son la marca distintiva de este gran Ojo. Casi perversamente, el formato televisivo resignificó esta idea de Gran hermano y patentizó lo que ni Orwell pudo imaginar, pues son los mismos hombres y mujeres los que ahora eligen ser mirados, los que desean ser espiados y los que creen que esa visibilidad de su cotidianeidad resulta interesante. No es esto demasiado diferente a lo que hacemos miles de usuarios de Twitter cuando indicamos “estoy viendo el partido”, “ahora, asadito con amigos, después boliche” o “Pachano y Passman un solo corazón”.
En segundo lugar está la excitación que la mayoría de periodistas y comunicadores exhibe cada vez que se menciona esta red social, excitabilidad que no toma en cuenta que probablemente una de las razones del auge de Twitter sea justamente el declive del periodismo. Dicho de otra manera, lejos de ser la panacea de la comunicación horizontal sin mediación, los mensajes que políticos y hombres y mujeres realizan en la red son la concretización de un periodismo decadente que perdió el hábito de preguntar y se ha transformado en una plataforma de propaganda que sólo “presta” micrófono para que el encuestado diga lo que quiera. En Twitter, al menos, esto se ha sincerado pues cada uno ha decidido afirmar de manera escueta lo que quiere sin acudir a los favores de un periodismo que ahora ya ni sirve para prestar ese micrófono. Con un mensaje de 140 caracteres evitamos la pantomima del diálogo incisivo, el gesto adusto y la performance de entrevistado acorralado.
En Twitter el diálogo se interrumpe y se reemplaza por un entrecruzamiento de sentencias y preguntas retóricas, de lo cual se sigue una serie de interrogantes respecto a qué forma de comunicación se está privilegiando. Esto parece exacerbar las objeciones que ya se le hacían al lenguaje escrito hace unos 2500 años y que explica que, salvo el ex Presidente Menem, nadie haya leído jamás libro alguno de Sócrates. La razón de la decisión de no dejar nada por escrito obedecía, en el caso del gran filósofo ateniense, no tanto a que “sólo sabía que no sabía nada” sino al convencimiento de que sólo a través del diálogo se podía llegar a la verdad. La forma oral existente en la conversación tiene un dinamismo que no tiene un texto escrito que queda fijo e inmodificable. Un libro escrito no puede responder nuestras preguntas, un interlocutor sí. Una conversación en Twitter es, cuando no imposible, fragmentaria.
Por último y vinculado a esto aparece la extensión, los 140 caracteres. Para el lector desprevenido que no maneja este tipo de código, la frase que está leyendo tiene 163 caracteres, es decir, no podría ser incluida en un mensaje de Twitter. Por qué 140 y no 280, 560 o ilimitado, es una incógnita o, más bien, la instauración de un corset capaz de obturar cualquier reflexión que se precie de tal.
Ahora bien, al principio de la nota prometí no caer en la crítica romántica a la tecnología y hasta ahora me ha costado cumplir mi promesa. Cabe, entonces, ser justos y decir que tanto Facebook como Twitter pueden ser útiles para aquellos que consideren que tienen algo que mostrar y en ese sentido puede traer beneficios para los políticos que deseen mantener informados a sus seguidores de las pequeñas acciones diarias o para un artista que quiera promocionar un evento. En este sentido, el abaratamiento de los costos y una inmediatez masiva son dos pilares esenciales de este tipo de redes. Un tercer elemento podría ser el de los contactos profesionales, amorosos y la posibilidad, no siempre remota, de poder intercambiar algunas palabras con una persona a la cual de otra manera resultaría imposible acceder. Sin duda, también, estas redes sociales son una potente vía de convocatoria que puede derivar tanto en loables movilizaciones políticas como en inútiles rateadas de estudiantes. La conclusión de esta nota se la dejo a usted. Yo estoy ocupado observando la forma en que el diputado Fernando Iglesias twittea con afán provocador olvidando que la ironía es un atributo de la inteligencia y cómo Luli Salazar me deja entrar en su alcoba virtual como un intelectual “Sin reservas”.
Hay dos caminos extremos que mi punto de vista tratará de evitar. Por un lado, se buscará sortear el enfoque superficial que presenta a Twitter como un eslabón más de “las nuevas formas de comunicar”, y no es otra cosa que una suerte de elogio senil y acrítico de la mera novedad. Pero, por otro lado, tampoco se tratará de reivindicar un romanticismo bucólico y neo-hippie que observe con fobia todo lo que huela a tecnología. En el medio de estas dos posiciones quizás se puedan decir algunas cosas.
En primer lugar, el fenómeno Twitter bien puede ser visto como una de las manifestaciones de la espectacularización del yo, la compulsión por hacer públicas acciones de la vida privada. Se trata, claro está, de un zeitgeist, un espíritu de época que, aun a riesgo de descansar en un lugar común, tiene su máxima expresión en el programa televisivo Gran Hermano. Como el lector sabe, en la novela de Orwell, 1984, el Gran Hermano es aquel emblema de un sistema totalitario que “todo lo ve” y que no deja resquicio para la libertad individual. Cámaras escondidas en las calles, en los bares, en los teatros y en nuestros propios hogares son la marca distintiva de este gran Ojo. Casi perversamente, el formato televisivo resignificó esta idea de Gran hermano y patentizó lo que ni Orwell pudo imaginar, pues son los mismos hombres y mujeres los que ahora eligen ser mirados, los que desean ser espiados y los que creen que esa visibilidad de su cotidianeidad resulta interesante. No es esto demasiado diferente a lo que hacemos miles de usuarios de Twitter cuando indicamos “estoy viendo el partido”, “ahora, asadito con amigos, después boliche” o “Pachano y Passman un solo corazón”.
En segundo lugar está la excitación que la mayoría de periodistas y comunicadores exhibe cada vez que se menciona esta red social, excitabilidad que no toma en cuenta que probablemente una de las razones del auge de Twitter sea justamente el declive del periodismo. Dicho de otra manera, lejos de ser la panacea de la comunicación horizontal sin mediación, los mensajes que políticos y hombres y mujeres realizan en la red son la concretización de un periodismo decadente que perdió el hábito de preguntar y se ha transformado en una plataforma de propaganda que sólo “presta” micrófono para que el encuestado diga lo que quiera. En Twitter, al menos, esto se ha sincerado pues cada uno ha decidido afirmar de manera escueta lo que quiere sin acudir a los favores de un periodismo que ahora ya ni sirve para prestar ese micrófono. Con un mensaje de 140 caracteres evitamos la pantomima del diálogo incisivo, el gesto adusto y la performance de entrevistado acorralado.
En Twitter el diálogo se interrumpe y se reemplaza por un entrecruzamiento de sentencias y preguntas retóricas, de lo cual se sigue una serie de interrogantes respecto a qué forma de comunicación se está privilegiando. Esto parece exacerbar las objeciones que ya se le hacían al lenguaje escrito hace unos 2500 años y que explica que, salvo el ex Presidente Menem, nadie haya leído jamás libro alguno de Sócrates. La razón de la decisión de no dejar nada por escrito obedecía, en el caso del gran filósofo ateniense, no tanto a que “sólo sabía que no sabía nada” sino al convencimiento de que sólo a través del diálogo se podía llegar a la verdad. La forma oral existente en la conversación tiene un dinamismo que no tiene un texto escrito que queda fijo e inmodificable. Un libro escrito no puede responder nuestras preguntas, un interlocutor sí. Una conversación en Twitter es, cuando no imposible, fragmentaria.
Por último y vinculado a esto aparece la extensión, los 140 caracteres. Para el lector desprevenido que no maneja este tipo de código, la frase que está leyendo tiene 163 caracteres, es decir, no podría ser incluida en un mensaje de Twitter. Por qué 140 y no 280, 560 o ilimitado, es una incógnita o, más bien, la instauración de un corset capaz de obturar cualquier reflexión que se precie de tal.
Ahora bien, al principio de la nota prometí no caer en la crítica romántica a la tecnología y hasta ahora me ha costado cumplir mi promesa. Cabe, entonces, ser justos y decir que tanto Facebook como Twitter pueden ser útiles para aquellos que consideren que tienen algo que mostrar y en ese sentido puede traer beneficios para los políticos que deseen mantener informados a sus seguidores de las pequeñas acciones diarias o para un artista que quiera promocionar un evento. En este sentido, el abaratamiento de los costos y una inmediatez masiva son dos pilares esenciales de este tipo de redes. Un tercer elemento podría ser el de los contactos profesionales, amorosos y la posibilidad, no siempre remota, de poder intercambiar algunas palabras con una persona a la cual de otra manera resultaría imposible acceder. Sin duda, también, estas redes sociales son una potente vía de convocatoria que puede derivar tanto en loables movilizaciones políticas como en inútiles rateadas de estudiantes. La conclusión de esta nota se la dejo a usted. Yo estoy ocupado observando la forma en que el diputado Fernando Iglesias twittea con afán provocador olvidando que la ironía es un atributo de la inteligencia y cómo Luli Salazar me deja entrar en su alcoba virtual como un intelectual “Sin reservas”.
Me incluyo como una mas sentado detrás de la PC, que a veces le teme a la nota del intelectual, del filosofo que deja en descubierto que somos mas ignorantes de lo que creemos y necesito de google (lejos quedo el diccionario hoy) para buscar "X" palabra.
ResponderEliminarQuizás el maltrato a las nuevas tendencias es lo cotidiano, no? Con mis 23 primaveras encima me cuesta recordar: ¿cuando la sociedad acepto un cambio sin chistar?. Hasta de Av. Santa Fe doble mano nos quejamos, muchos mas lo haremos algo tan -frívolo- como Twitter.
Llegue a la nota por Twitter, te escuche en la radio (perros de la calle) y puedo tomarme 15 min. en el trabajo, leer tu nota y sacar la siguiente conclusión.
Definitivamente los intelectuales como vos deben tener mas protagonismo en la sociedad, molestar y hacernos pensar.
Lo único que te critico (como nerd que soy) es que si bien el pajarito de Twitter es la figura oficial, pensar en twitter es sinónimo de: la ballena y su "over capacity".
Saludos!
PD: me gusto la frase "twittea con afán provocador olvidando que la ironía es un atributo de la inteligencia" Esa entra en 140 caracteres.
Leyendo mi propio comentario pienso: Que pésimo comentario, mezcle todo.
ResponderEliminarNo Alan. No me pareció pésimo ni mucho menos pues de hecho tenés razón en cuanto a que siempre hay una resistencia hacia todo tipo de novedad. Si te interesa el tema buscá un libro de Walter Ong que se llama Oralidad y escritura. Allí hay un artículo muy interesante sobre Platón y las nuevas tecnologías. Abrazo
ResponderEliminarEl
ResponderEliminarfuncionario Rios de la Agencia Gubernamental de Control de la CABA fue
exonerado porque mientras se realizaban los operativos de resacate, él
estaba reunido con la comisión directiva de Boca arreglando el contrato
de Riquelme. Y no es un chiste: tienen más gracia que los de Kikito que
...escribió la nota:EL DERRUMBE DE ... MACRI http://www.kikitodulce.blogspot.com/
Estimado Dante:
ResponderEliminarLamentablemente, la confusión lo puede todo. La ignorancia más.
Mostrarse desesperadamente, contar cuanto te ocurre y querer ser miembro de pseudo farándula, creer que mostrarse es pertenecer, exhibirte como en una vidriera casi al estilo de las meretrices de la zona roja de Holanda es inversamente proporcional a la educación, la cultura, el recato y las buenas maneras. Quien tiene méritos, saberes y elementos constitutivos de una personalidad bien definida, confianza en sí, en lo que hace y a dónde va, no esta en esas idas y venidas alcahuetas de la propia existencia.
Hay redes de distinto tipo, vendrán otras, muchas, como hay tipos de personas, cine, estilos, modas etc. Habrá un nicho para cada uno. También estará en cada quién querer ser parte de qué.
Siempre hubo gustosos de mostrarse,hacer uso de inciertas cosas, creerse actuales y espectaculares y creerse distintos.
El mundo recuerda con respeto a los más recatados, a los más seguros de su camino entre el prójimo.No, a los definitivamente pobres tipos que prestos se prendieron a cada acto de ¿modernidad?
El asco es algo muy cercano al exceso.
Creo que es un momento de muchos excesos.
Cordialmente
Mario Sorsaburu
Gracias por comentar Mario! Un abrazo. Dante
ResponderEliminargenial Dante, me gustaria que los filosofos sean mas famosos, que lleguen mas a la gente pero claro, a un filosofo no lo podes controlar ni manipular entonces es dificil.
ResponderEliminarcon lo de twitter, ¿podria ser que se este manifestando, como en los años de las polis, "la importancia de lo publico"? esto de que la gente se muestre de una manera tan abierta casi sin privacidad. pensemos en los realitis pero no solo gran hermano, esos realitis de las celebridades que se muestran todo el tiempo. dios, que estresante. tambien creo que es una moda y que va a pasar, pero esto me da a pensar ¿cuantas personas se necesitan para que algo sea catalogado como "fenomeno social? por que yo estoy seguro que los usarios de twitter o facebook no pasan el %3 o %4 de la sociedad.
tambien rescato esto que los periodistas "prestan" sus microfonos. yo no se si los educan para eso pero Lanata siempre hace incapie en eso tambien.
y para recriminarte que no dejas el link del twitter de la salazar che, egoista.
saludos.
Leandro querido: gracias por escribir. Ojo con la comparación con los griegos porque creo que allí estaba clara la esfera privada y la pública y no había una necesidad de publicitar lo privado. En cuanto a lo de Luli.....ni loco te paso el mail........ Abrazo!!!!
ResponderEliminar¡Muy buen artículo Dante!, la exposición, la falta de intimidad, o mejor dicho, la necesidad de publicar la intimidad y querer compartir lo que "se cree" que a muchos le interesa, es propio de la generación que se crió en la TV con el "reality", con Tinelli,con el Guiness, etc.La exposición y valorización pública como elemento de la virtud personal es deprimente (tal como lo decribió perfectamente Sorsaburu).
ResponderEliminarLa pérdida del diálogo personal que mencionaste, es el cadáver de este nuevo suceso, y me pregunto ¿si es la excusa del aislacionismo que se intenta generar desde algunos intereses políticos, religiosos y periodísticos?, que creen por ej. que un grupo de personas que cortan una calle generan CAOS. creo que el caos que les produce es el ver a 20 personas reunidas y coincidiendo.. Es en el fondo una propuesta a un estado de ostracismo social o auto "estado de sitio" propio de esos pensamientos fascistas.
Creo que Twitter y Facebook, es la herramienta de los que creen que desde una PC tienen miles de "amigos" que no ven nunca, que privilegian relacionarse desde una pantalla y nó desde una mirada, donde vale lo que se escribe o se vé, no desde la mirada y emoción de quien lo dice y como.
Pd Che ¿me pasé de los 140 caracteres?
Dante, sólo hacía falta googlear la pregunta para saber por qué twitter tiene 140 caracteres: la idea, desde un principio, fue que la gente posteara desde sus celulares (muchos lo hacen). El mensaje de celular tradicional tiene 160 caracteres. Como en la primera versión de twitter (y en algunas viejas compañías de celulares) primero va el nombre de usuario, twitter reserva 20 caracteres para el nombre de usuario y los 140 restantes para el mensaje. No es tan enigmático, finalmente.
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