La forma provocativa y, desde mi punto de vista, estratégicamente torpe con la que el Gobierno ha insistido en usar las reservas a través de DNU, no debe dejar de soslayo la peligrosa tentativa de instalar que el Gobierno de CFK “está por fuera de la Ley”. Esta irresponsable estrategia opositora es vicaria de neorepublicanos virtuales que dicen haber hallado una constante en los presidentes “progresistas” de la región: alcanzan el poder democráticamente y luego, permítaseme el neologismo, se “autoritarizan”. Ante esta situación, la receta de combate varía en cada país pero en el nuestro ha tomado la forma de una violación flagrante de los límites de cada uno de los poderes de la República. Poco importa si fue el estilo de conducción K o la crispación de una oposición de derecha que se ve tocada en su orgullo, (lo cual incluye sus intereses y una importante dosis de material para psicoanalista), la que exacerbó la injerencia desmesurada del Poder legislativo y, por sobre todo, del Poder judicial en la política que intenta llevar adelante el Poder ejecutivo. Lo cierto es que en la última semana asistimos a jueces que advierten sobre una presunta rebeldía de la Presidenta que podría devenir en juicio político y una importante dirigente opositora que en su escalada solipsista, temerariamente llegó a afirmar que el Gobierno de CFK se ha transformado en un “gobierno de facto” (SIC). Si esto resulta amplificado por editorialistas de Multimedios y otros Salieris filocastrenses que, según la coyuntura, indican que los K tienen un poder omnipresente y autoritario y renglón seguido hablan de la dispersión de la tropa, la anarquía y el poder vacante a ser rellenado, el resultado es, sin duda, peligroso para la democracia.
En este contexto, uno de los relatos que se está imponiendo, apoyado por algunos jueces, es aquel que indica que el único poder republicano en el que el pueblo se ve representado es el legislativo. Acompañado con la insólita aseveración de que CFK fue “puesta” por su marido, lo cual ignora el resultado de las urnas, el Poder ejecutivo parece haberse transformado en el segundo poder de la república que, junto al judicial, es indiferente a la confirmación popular. En esta línea, nuestro régimen presidencialista se transforma en un parlamentarismo de facto, algo que comenzó a suceder una vez que asumieron los electos el 28 de junio. Antes de ese episodio, el parlamento no representaba al pueblo, era una escribanía del ejecutivo. Ahora sí y por eso es el que tiene legitimidad para gobernar.
De más está decir que este parlamentarismo de facto está gozando de una primavera efímera pues deberá ceder, tanto como deberá hacerlo el ejecutivo nacional, para poder lograr salir de un empate que, a la larga, desprestigia a la clase política y por lo tanto, deja el campo abierto a la imposición, también de hecho, de los otros poderes de las repúblicas del siglo XXI: los jueces y las corporaciones. Asimismo, la unidad de la oposición frente a un “otro”, comenzará a resquebrajarse en la medida en que acercándonos a las elecciones, su heterogénea composición deba empezar a diferenciarse y señalar con el dedo a su compañero en la mesa y en la foto.
Para otro momento quedará el interesante debate acerca de la forma parlamentarista o presidencialista y cuál es la más adecuada para nuestro país. En la literatura académica el debate lleva décadas y quienes obnubilados por la tradición europea ensalzaron las virtudes de los sistemas parlamentarios han debido reformular y ceder ante quienes dieron buenos fundamentos a favor del presidencialismo. Asimismo que sean mayoritariamente sectores de derecha los que hoy en día abogan a favor del parlamentarismo (de facto) no debe impedir observar que académicos e intelectuales progresistas como Raúl Zaffaroni sean los impulsores de una reforma constitucional (es decir, de “iure”) que acabe con el presidencialismo. Sin embargo esta es la sutil diferencia: mientras para los adalides y hermeneutas de las formas republicanas, paradójicamente, el parlamentarismo es coyuntural y “de hecho”, para Zaffaroni y quienes abogan por este cambio de buena fe e independiente de las alianzas y las mayorías de turno, cualquier cambio será si y sólo si olvidamos las imposiciones de facto y los hacemos “de iure”, esto es, siguiendo todos los pasos de la Ley.
En este contexto, uno de los relatos que se está imponiendo, apoyado por algunos jueces, es aquel que indica que el único poder republicano en el que el pueblo se ve representado es el legislativo. Acompañado con la insólita aseveración de que CFK fue “puesta” por su marido, lo cual ignora el resultado de las urnas, el Poder ejecutivo parece haberse transformado en el segundo poder de la república que, junto al judicial, es indiferente a la confirmación popular. En esta línea, nuestro régimen presidencialista se transforma en un parlamentarismo de facto, algo que comenzó a suceder una vez que asumieron los electos el 28 de junio. Antes de ese episodio, el parlamento no representaba al pueblo, era una escribanía del ejecutivo. Ahora sí y por eso es el que tiene legitimidad para gobernar.
De más está decir que este parlamentarismo de facto está gozando de una primavera efímera pues deberá ceder, tanto como deberá hacerlo el ejecutivo nacional, para poder lograr salir de un empate que, a la larga, desprestigia a la clase política y por lo tanto, deja el campo abierto a la imposición, también de hecho, de los otros poderes de las repúblicas del siglo XXI: los jueces y las corporaciones. Asimismo, la unidad de la oposición frente a un “otro”, comenzará a resquebrajarse en la medida en que acercándonos a las elecciones, su heterogénea composición deba empezar a diferenciarse y señalar con el dedo a su compañero en la mesa y en la foto.
Para otro momento quedará el interesante debate acerca de la forma parlamentarista o presidencialista y cuál es la más adecuada para nuestro país. En la literatura académica el debate lleva décadas y quienes obnubilados por la tradición europea ensalzaron las virtudes de los sistemas parlamentarios han debido reformular y ceder ante quienes dieron buenos fundamentos a favor del presidencialismo. Asimismo que sean mayoritariamente sectores de derecha los que hoy en día abogan a favor del parlamentarismo (de facto) no debe impedir observar que académicos e intelectuales progresistas como Raúl Zaffaroni sean los impulsores de una reforma constitucional (es decir, de “iure”) que acabe con el presidencialismo. Sin embargo esta es la sutil diferencia: mientras para los adalides y hermeneutas de las formas republicanas, paradójicamente, el parlamentarismo es coyuntural y “de hecho”, para Zaffaroni y quienes abogan por este cambio de buena fe e independiente de las alianzas y las mayorías de turno, cualquier cambio será si y sólo si olvidamos las imposiciones de facto y los hacemos “de iure”, esto es, siguiendo todos los pasos de la Ley.
Que curioso, busque y busque en la política on line y no encuentro el artículo fuente......
ResponderEliminarMariucho: dale un tiempo porque a veces ellos demoran la publicación de la nota. Calculo que a lo largo del día estará publicada. Abrazo. Dante
ResponderEliminarEsa estrategia hobbesiana de la oposición me parece, una vez mas, bastante endeble pero no por eso menos peligrosa. No entiendo el sector opositor, "defensor de las instituciones y la democracia", se permite declaraciones tan insensatas como lo de que el "Gobierno de CFK se ha transformado en un “gobierno de facto”.
ResponderEliminarHOy escuche por radio (mas exactamente en El Exprimidor, de Ari Paluch) decir que la argentina estaba en guerra. No pude terminar de escuchar el nombre de quien lo decia porque tuve que bajarme del taxi. Por la voz parecia el dip Fernando Iglesias, pero ante el silencio del conductor, la falta de la repregunta, asumi que tal vez haya sido un columnista.
ResponderEliminarDe todos modos, decir que el pais estaba en guerra es de una peligrosidad enorme sea de un comunicador o de un diputado.
Ya dejaron de llamarme la atencion las declaraciones de medios y oposicion.
Carrio llego a decir que Kirchner era golpeador, que la gente piden que los bajen, que los van a matar (a los K), que habia gente armada en las calles para diciembre del 2009, dijo que los hijos apropiados de Noble "eran nuestros hijos", que Stroessner podia justificarse ya que "no mando a matar opositores", que kirchner quiere sangre, quiere ser fujimori y que quiere hacer de argentina una honduras...
En fin, que haya dicho ahora que es un gobierno de facto es bastante previsible de su parte y de todo el arco opositor.
Acá el problema no es Cristina, Néstor o pindonga. Acá el tema es el modelo que queremos. Claramente están sobre la mesa aquellos que extrañan los 90', y algunos incluso los 70', y otros incluso a Roca o a Cristobal Colón.
ResponderEliminarYa no odian más a Cristina o Néstor, odian el modelo de país planteado.
Nos instruía Don Jauretche en sus polémicas: "las ideologías no molestan; molestan las ideas concretas para el país concreto".
Presidencialismo, parlamentarismo, fascismo.........da igual para nuestro caso en particular. Unos quieren lo que tenemos ahora, otros quieren lo que había antes (hubieron muchos pasados eh).Pero hay un solo presente, y molesta. Toca las fibras musculares más molestas de la derecha.
Ya no se habla de sus carteras y ropas caras, directamente se propone el golpe y la vuelta a ciertos pasados.
Lo triste: la "izquierda" perdiendo suúnica arma, la coherencia.
Lo lindo: todos y todas estamos manchados, nuevamente, de ideología y de política.
Agur.
Muy bien Dante. Sigamos apoyando el modelo nacional y popular contra la oposición gorila y la izquierda que le hace el juego a la derecha (si a ellos no les dieron kiosquito que se jodan! Ahora encima te discriminan...).
ResponderEliminarBesos, nos vemos el sábado en Olivos. Van a hacer costillitas de cerdo, riquísimo.
Dante: leí tu nota y comparto la mayoría de las cosas que decís.
ResponderEliminarEn mi última nota:
"El parlamento: ¿un quilombo o un tablero de ajedrez? ... toco el mismo tema, desde la óptica del humor
Te invito a vos y a tus lectores a que pasen un rato agradable en el post o, al menos, que pasen un rato.
Si no les gusta no me echen la culpa a mí: EL ÉXITO DE UN CHISTE NO DEPENDE DE QUIEN LO DICE SINO DE QUIEN LO ESCUCHA.