En el mundo del “como si” hacemos “como si” empezaran las
clases y de esa manera instituimos que las clases online del año pasado no
fueron clases. Es que no hay dudas de que el encierro ha afectado a los chicos;
tampoco hay dudas de que la presencialidad tiene un plus que jamás podrá
suplirse con las clases online. Incluso parece razonable que en la medida en
que la gran mayoría de las actividades comerciales y la producción del país
están en marcha tenga sentido preguntarse por qué no intentarlo con los
colegios. También podría ponerse como ejemplo lo ocurrido en otros países donde
aun con marchas y contramarchas se intentó garantizar un mínimo de
presencialidad. Y sin embargo cabe preguntar: ¿por qué tanto apuro ahora y no
el año pasado? La pregunta es por demás pertinente porque durante buena parte
de 2020 tuvimos momentos en los que incluso había menos contagios que ahora. A
eso sumémosle un dato adicional: hoy sabemos que el horizonte de la vacuna está
ahí nomás. El año pasado no lo sabíamos. En este sentido era mucho más sensato
arriesgar a los chicos y a sus familias el año pasado cuando no había solución
a la vista y parecíamos estar obligados a acostumbrarnos a convivir con un
virus. Pero sabiendo que, semanas más, semanas menos, la vacuna estaría a mano
al menos para los docentes: ¿por qué la prisa? ¿En serio vamos a justificar que
un alumno aprende más yendo lunes, miércoles y viernes dos horas, para la otra
semana quedarse en la casa con clases online y a la otra volver a clase, pero
martes y jueves, y así sucesivamente? ¿Qué chicos y qué padres pueden organizar
una vida de ese modo? ¿Qué proyecto pedagógico es ese? ¿Por qué no postergar
algunas semanas el inicio de clases, para recuperarlo más tarde si hiciera
falta, y vacunar a los docentes al menos? La educación viene hecha mierda hace
tiempo por responsabilidades de políticas públicas de los gobiernos de turno
pero también por los gremios, los docentes, los padres; y sin embargo hay
funcionarios y referentes públicos que vienen a decir que continuar algunas
semanas online puede ser fatal para toda una generación. ¿Son cínicos o nos
toman el pelo? No descartemos ambas posibilidades.
Y ya que hablamos de docentes: ¿cómo se le dice al docente al
que se le pidió que se quede en su casa para cuidar su vida que ahora debe
arriesgarla? De hecho, les cuento un caso cercano: una docente que convive con
un adulto mayor y con un adolescente. Durante todo el año 2020 hicieron
cuarentena estricta por ellos pero, sobre todo, por el adulto mayor. Ahora a
ella le informan que de no asistir a dar clases perderá el trabajo. En cuanto
al adolescente, si no asiste a clases pierde la vacante. Naturalmente, por el
atraso en la llegada de las vacunas y por el atraso en la logística de
vacunación el adulto mayor no tiene su vacuna. ¿Quién se hace cargo de eso? Se
dirá que la vida es así. Y es verdad. Pero ¿cómo se pasó del “gobierno de la
vida” a “primero la educación de los chicos y si te toca enfermarte vos o
cualquier conviviente de riesgo te vas a tener que joder”? ¿En qué momento y
basado en qué se dio ese giro?
Asimismo, ¿qué burbuja puede respetar un docente pauperizado
que da 10 cursos en distintas escuelas? ¿Por qué los sindicatos no se han
plantado ante esta situación y apenas han hecho énfasis en acordar protocolos (incumplibles)?
Asimismo, y que nadie se ofenda: ¿ustedes se imaginan qué estarían diciendo los
sectores progresistas si fuese el gobierno de Macri el que estuviera obligando
a los docentes a volver a clases? ¿Por qué no hubo paro docente a pesar de que
el aumento de sueldo no llega y las condiciones edilicias no han mejorado? A
favor de los sindicatos, eso sí, podría decirse, claro, que si el gobierno
nacional acabó cediendo a la presión del PRO y los medios opositores ¿qué le
queda a un sindicato? ¿Podría soportar el referente del sindicato una
demonización total de parte de los medios mientras todos le han soltado la mano?
Por otra
parte, no quisiera estar yo como ministro de nada en un momento como este en
Argentina porque lidiar con una crisis económica heredada y una pandemia parece
el peor de los universos posibles pero las acciones del Ministro de Educación a
nivel nacional dejan mucho que desear. Esto va más allá de sus desafortunadas
declaraciones acerca de un “proceso de reorganización pedagógica” o la insólita
foto en un bunker amarillo graficando de manera no intencional que el regreso a
las clases había sido una imposición de
la oposición a la que el gobierno cedió porque se está quedando sin espaldas
para defender sus posiciones. Pero la gestión nacional de Trotta es muy pobre.
Y no alcanza con mostrar que Macri desprecia la educación y que el gobierno de
la ciudad está haciendo marketing mientras la oposición mediática revive el
gorilismo más delirante dando a entender que el oficialismo no quiere la vuelta
a las clases porque necesita gobernar gente analfabeta. Ya sabemos lo que es
Macri, ya sabemos lo que es el gobierno de la ciudad en materia educativa y ya
conocemos los mitos gorilas pero mientras tanto, ¿por qué no haber invertido
fuertemente en 2020 para dar un salto tecnológico que eventualmente pudiera
hacer frente a la necesidad de permanecer un tiempo más en el modo online?
Entonces
hagamos como si nos interesa la educación, los chicos y los maestros porque no
hay nada más intocable que la educación, los chicos y los maestros pero no nos
asombremos cuando empiezan a aparecer sectores de la sociedad profundamente
antipolíticos, antiestatistas y con discursos destructivos y marginales, máxime
cuando en la misma semana se dan escándalos como los de Verbitsky y las vacunas
para amigos VIP. Porque los gobiernos y los Estados tienen que demostrar un
sentido y una utilidad. Si no le hacen mejor a la vida de la gente es natural
que alguien se pregunte para qué están. Solo a manera de ejemplo y corriéndome
del asunto educativo: ¿cuál es el sentido por el cual el gobierno de la ciudad
creó un sistema de inscripción para vacunarse que se parece a un cibermonday en
el que de repente se abre la posibilidad de tomar un turno y la página colapsa
o se debe pasar todo el día haciendo click porque nunca se anuncia en qué
momento estarán disponibles los nuevos turnos? Adoptando un sistema de
preinscripción como el de la provincia de Buenos Aires este problema se
solucionaría. Entonces, ¿por qué lo hacen? ¿Ineficacia? ¿Perversión? ¿Era
necesario vacunar a algunos amigos del poder cuando millones y millones de
personas viven con angustia y esperan una vacuna tras haber estado encerrados un
año? En cualquier caso, ¿cómo no va a ser natural que mucha gente comience a
preguntarse por qué toleramos corruptos, ineficaces y/o perversos que nos joden
la vida, en este caso, en un sentido literal?
Para
concluir y volviendo al eje de estas líneas, el mundo del “como si” es un mundo
de ficción y a diferencia de la mentira lisa y llana la ficción del “como si”
tiene un objetivo. El objetivo en este caso parece político en el peor de los
sentidos, es decir, está vinculado a la necesidad de permanecer en el poder y
no desgastar la imagen. Se trataría de objetivos aceptables si es que en el
medio de la ficción pudiéramos pasar por alto la angustia extra que nos generan
y si no estuviera en juego nada más y nada menos que nuestra propia vida y la de
la gente que más queremos.