“Y te acosan de por vida, azuzando el miedo, pescando en el río turbio del pecado y la virtud, vendiendo gato por liebre a costa de un credo, que fabrica platos rotos que acabas pagando tú”. Joan Manuel Serrat
Buena parte del periodismo del establishment, crispado por el resultado que se avizora en las elecciones, ha cargado sobre los candidatos opositores en general y sobre sus spots publicitarios en particular. Y algo de razón tienen.
Restringidos a estos últimos, podría decirse que los de Alfonsín han equivocado el rumbo siempre: para las primarias, un énfasis en el elector reaccionario asustado por la inseguridad e indignado porque le aumenta el tomate, resultó una estrategia profundamente equivocada. Para la elección del 23 de octubre, en cambio, intentó apuntar al voto tradicional del radicalismo, al discurso de los valores éticos y a la capacidad de gestión nacional del partido centenario. Esto se vio en la mención a la cantidad de legisladores, intendentes, gobernadores y el presunto liderazgo que se manifestaba en el candidato desafiando los consejos de los mejores fonoaudiólogos. Así, Alfonsín reclamaba a los gritos la moderación y el equilibrio. Quizás hubiese dado más frutos adoptar la política comunicacional de Rodríguez Sáa, simpática y al borde de lo kitsch: desde la aparición con traje blanco sobre fondo blanco, como una suerte de entidad mitad divina, mitad extraterrestre hasta las consignas simples de “wi-fi para todos” y “El Alberto es una masa, te da una casa” al ritmo de wachiturros, el gobernador de San Luis parece ser más efectivo que su contrincante dentro del (ex) peronismo federal.
Por su parte, en las primarias, Duhalde apeló a la consigna paternalista del “sabe y puede”, es decir la misma que utilizase Ezequiel Martínez, joven militar delfín de Lanusse, para disputarle a Cámpora la elección de 1973. Asimismo, buscó instalar que todo lo bueno del momento actual se había cimentado en su breve gestión y que todo lo malo correspondía al kirchnerismo. Probablemente salga quinto, al igual que Martínez en aquellos comicios. Tal resultado puede ser obra del destino, la casualidad, la prueba del eterno retorno de las cosas, o una justicia divina que se burla de los provocadores.
El caso Carrió, como no podía ser de otra manera, apeló, en las primarias, al discurso moralista, aquel que hace énfasis en la necesidad de un gobierno con gente buena antes que en las propuestas y en la capacidad de gestión. Su candidatura fue rechazada por el 97% de la población y ahora la estrategia de sus legisladores parece más razonable: los rostros de Patricia Bullrich y de Fernando Iglesias sonrientes sin hablar. En el caso de la primera, se espera un nuevo cambio de partido lo cual conllevará otra vez un gasto en tarjetas personales y la incomodidad de dar de baja la dirección de e-mail patitobullrich@cc.com que pasará a tener el mismo destino que patomonto@erp.com; unabullrichenelpj@pjliberal.com y alianzapato@mintrabajo.gov.ar. Para los interesados en contactarla, pase lo que pase, se mantendrá su patriciaenclarin@fibertel.com.ar. En el caso de Iglesias, dejará abierta su cuenta de twitter para poder seguir recibiendo agravios y volverá a su pasión: la publicación de libros contra el kirchnerismo y la práctica del vóley.
En el caso del binnerismo, se buscó una mixtura entre la sobriedad del Frente Amplio uruguayo (sin hipótesis de conflictos bélicos, claro) y la desfachatez de una izquierda ecológica que busca captar el voto onanista que hace fila detrás de los escotes de Victoria Donda. Si esto no alcanzara, un grupo de intelectuales independientes lanzaron una solicitada de apoyo al actual gobernador de Santa Fe. A diferencia de los de Carta Abierta, esta solicitada no se pagó con fondos públicos del populismo fascista clientelar k sino que habría salido del bolsillo de la moderación, la libertad y la conciencia crítica.
En cuanto a los candidatos nacionales, un párrafo aparte para la izquierda que a pesar de generar estruendo en las convicciones sociales con afirmaciones del tipo “este gobierno es capitalista”, tuvo buenos publicistas que supieron con simpleza atraer un voto que estaba disconforme con el resto de las opciones.
Los spots del gobierno, en tanto, fueron bastante sobrios, haciendo énfasis en la gestión, la palabra “fuerza” con la voz de Cristina y “el pueblo” de frente. No hacía falta demasiado más ni jugarse: había que mostrar lo que hay y erigir un discurso con la emotividad de la liturgia peronista.
Con todo, en la provincia de Buenos Aires, la campaña de Scioli con gestos místicos no deja de sorprender más allá de que parecen interesantes todas las relaciones que pueden hacerse con el “creer” y el “crear”. Eso sí: ojalá no entienda que el triunfo se lo debe a una Virgen.
Por último, un breve comentario sobre la campaña de De Narváez, especialmente después de las primarias. Aun cuando pueda equivocarme, suponer que la gente elegirá al aliado de Alfonsín por una estrategia publicitaria que actúa subliminalmente inculcando en los electores el color rojo frente al naranja es, como mínimo una falta de respeto a las complejas teorías que dentro del mundo del marketing y la publicidad han superado a las ingenuas visiones de décadas atrás. Igualmente, en todo caso, si con la identificación de los colores no alcanza es posible sentirse representado por la publicidad de Graciela Ocaña en la que se la ve de niña haciendo de “sheriff hormiga” (SIC), que se prepara como una suerte de heroína para enfrentar el mundo marginal del mapa del delito que será visto a través de las cámaras de seguridad de los municipios que tienen arreglos con algunos canales de aire y cable.
Sin embargo, amigos, la publicidad no es todo, ni es la única variable explicativa para dar cuenta de los resultados. Por ello, este brevísimo resumen con mucha sorna y mucha malignidad no debe desviarnos de una idea que sobrevuela la cosmovisión de los que consideran que la política actual es mera apariencia. Pues son los mismos que consideran que alcanza con contratar un Durán Barba para ganar una elección y afirman que sus consejos, expuestos en libros que mezclan recetarios universales para políticos de derecha con algo de autoayuda y mucho de sentido común, funcionan como los nuevos mandamientos (del vaciamiento) de la política.
Son bastantes llamativos los vaivenes al respecto pues aquellos que consideran que el electorado es una masa informe de imbéciles con tarjetas de crédito o imbéciles con planes sociales, indican que la publicidad todo lo explica al mismo tiempo que en el marco de la discusión en torno a los medios, defienden las posiciones dominantes afirmando que los medios no influyen y que la gente no es tonta. Es extraño porque son los mismos que se victimizan y desde los todavía vigentes oligopolios de información, y aún desde los medios aparentemente cooptados por el gobierno, erigen una épica de la víctima de los poderes del totalitario Estado y sus brazos paraestatales, fingen persecuciones y se escandalizan con el desembarco del gobierno en algunos medios.
Así vociferan su aparente invisibilización a través de multimedios que reproducen insistentemente el grito de censura, se quejan por no ser consultados desde las páginas de los diarios, los micrófonos de las radios y los canales de televisión que los consultan insistentemente en detrimento de la pluralidad de voces. Rezongan, se enojan con la oposición que repite el decálogo del editorialista y cargan de culpa al candidato y no a las ideas con que ellos los modelaron. Sueñan que La Cámpora es un monstruo con dientes feroces y un miembro viril desproporcionadamente grande, se preocupan del sindicalismo disidente y de sus peluqueros, y de vez en cuando nos hablan de los qom y de El Mal. Muchos golpeaban cuarteles, otros, progresistas, se golpeaban el pecho frente al espejo que les decía que eran los más transgresores de la Argentina. Ahora todos golpean las puertas de las corporaciones económicas que todavía monopolizan los medios, y su falta de autocrítica hace que, como sucede en Venezuela, la única esperanza de transformar el orden de cosas, sea a través de crisis internacionales, presiones extranjeras o algún favor que la biología les haga llevándose vidas antes de tiempo. Como cantaba Serrat: “Si no fueran tan temibles, nos darían risa. Si no fuera tan dañinos, nos darían lástima”.