domingo, 28 de febrero de 2010

678 y el abismo moral

Cuando Pablo Sirvén, en línea con el principal editorialista de Clarín quien realizó una analogía entre el Gobierno de Galtieri y el de CFK, afirma en La Nación que el programa de TV 678 hace una defensa vergonzosa de la administración K equiparable a la realizada por Gómez Fuentes en su tristemente célebre “60 minutos”, volvemos a ejercitar la capacidad de asombro y a preguntarnos sobre los límites (éticos) del periodismo, de la ignorancia y de la irritabilidad de las personas.
En lo que refiere al primer punto, el periodismo en la Argentina no sólo es mayoritariamente servil sino que, además, abusa de la impostura. En este sentido, nadie le exige a un Medio de comunicación que no persiga intereses; lo que se le exige es que al perseguirlos no se autodenomine independiente.
En cuanto a la ignorancia, tanto como sucede con la estupidez humana, es difícil mensurarla, pero es una variable que debemos tener en cuenta a la hora de analizar determinadas formas discursivas. Sobre este punto, a la idea de que existe una corruptela generalizada impulsada por las dádivas de La Caja se le suma otra, no menos anquilosada, que indica que sólo los ignorantes pueden apoyar al gobierno. Pues no: en las filas de los que apoyan al gobierno y también en las que apoyan a la oposición, sin duda hay estúpidos, ignorantes y apologetas a sueldo pero también hay, por sobre todo, gente con convicciones. ¿Acaso podemos afirmar que los reaccionarios y los liberales tienen menos convicciones que los peronistas, los populistas o los izquierdistas? Sin embargo, otra vez, lo que se debe subrayar es que el diario fundado por Mitre junto al resto de la agresiva corporación de Medios opositores, parece incapaz de comprender que del lado del gobierno no sólo hay masas amorfas y zoológicas cooptadas por choripanes adquiridos antes del aumento. Además, son estos mismos canales de información los que incluso hipotecan escrúpulos cuando, como sugiere Sirvén, afirman que cualquier medio o periodista cuya línea de pensamiento sea algo menos rabiosa que la de Clarín, es un émulo de camaleón neo-neustadtiano y candidato a “peor periodista del año”. Al fin de cuentas, hay gente que equivocadamente o no, cree tener razones para defender al gobierno tanto como del otro lado hay hombres y mujeres que creen tener razones para oponerse o, incluso, para intentar que el tiempo institucional del kirchnerismo halle un crepúsculo vertiginoso que libere a la pobre patria mía.
Pero no nos olvidemos de la irritabilidad, el último fenómeno a analizar. Como indicase Aliverti en una nota publicada en Página 12 el lunes 22/2/10, existe un fenómeno del orden del odio visceral hacia el gobierno que enraizado en cierta tradición del árbol genealógico de los simios superiores, si no aggiorna el “Viva el Cáncer” a un “Viva la Carótida” es porque esta obstrucción también afecta a ex presidentes embanderados en la línea del Consenso de Washington. Pero la irritabilidad no es exactamente odio, más bien se trata, en este caso, de la irritabilidad de la soberbia omnipotente. En este sentido, ¿qué es lo que hace que un programa con poco rating como 678, como indica Sirvén, haga “tanto ruido” y moleste?
Me temo que la respuesta apunta a la ceguera impune de quienes todavía no pueden digerir cómo, entre tanto consenso ideológico de agendas de productores y editorialistas, de repente aparezca un programa con gente que, defendiendo intereses o no, simplemente afirma otro punto de vista y realiza una tarea periodística y de opinión tan elogiable y criticable como cualquier otra. No soy íntimo amigo de ninguno de los panelistas, pero supongo que lo hacen de manera honesta tanto como lo hacen muchos otros periodistas a favor y en contra del Gobierno.
Sin embargo, la irritabilidad de una parte considerable de los periodistas opositores no les permite tolerar el juego de la libertad de prensa, ni el uso y a veces abuso, claro, de chicanas y recortes de lo real humanos, demasiado humanos. Tampoco les permite aceptar la hipótesis de que los que defienden al gobierno no necesariamente realizan sus observaciones en función de prebendas o intereses espurios. Ni siquiera se permiten dudar y pensar que tal vez los oficialistas no sean malvados y corruptos sino apenas, simplemente, personas con una ideología con presupuestos controvertidos (por cierto, como los de cualquier otra ideología).
A estos periodistas fácilmente irritables uno puede aceptarles tanto sus convicciones, como su ignorancia, su estupidez y su irritabilidad. Espero que ellos hagan lo mismo con aquellos que defienden crítica o acríticamente los grandes lineamientos de la política del Gobierno. Pero eso sí, lo que vamos a exigirles a los periodistas opositores es que consideren que lo que nos separa de ellos es simplemente un abismo ideológico pero nunca un abismo moral.

lunes, 15 de febrero de 2010

Cobos, como el jardinero Gardiner (publicado originalmente el 15/2/10 en Miradas al Sur)

Cuando Cobos se presente a internas abiertas en 2011 se estarán cumpliendo 40 años de la publicación de Desde el jardín, aquella novela de Kosinski que quizás sea más recordada por la versión cinematográfica protagonizada por Peter Sellers en 1979. Como todos saben, se trata de la historia de un jardinero, Chauncey Gardiner, con un desarrollo intelectual fronterizo y adicto a la televisión. Un accidente con suerte lo acerca a la mujer de un poderoso que interpreta los discursos plagados de metáforas botánicas de Mr. Chauncey como las genialidades de un intuitivo estadista. Gardiner es tan incoherente como un zapping televisivo y su discurso vacuo tiene la capacidad de adecuarse a cualquier tipo de interpretación.
Apareciendo como segundo del poderoso al que conoció en esas circunstancias fortuitas, Gardiner comienza a ser visto como el verdadero cerebro, aquel titiritero que mueve los hilos de un país. De aquí que obtenga importantes entrevistas en el que con un tono medido aunque dubitante, responde, entre exasperantes silencios, con gestos y frases similares a las que su canal de TV favorito repite a diario. La obsecuencia y la presunción de estar frente a un semidios, una suerte de oráculo posmoderno, hace que los entrevistadores no sólo se abstengan de repreguntar sino que inconscientemente se esfuercen en encontrar un sentido redentor en aquellas palabras.
Claro que, como es posible imaginar, cierto costado conspirativo de los comunicadores sumado a la ambigüedad de quien es sólo un médium transmisor del oficio del cuidado de las plantas, comienza a generar un halo de sospecha alrededor de su figura. Al fin de cuentas, este hombre esquivo que irrumpe en la arena política de repente, debe tener una capacidad excepcional para tener en vilo a la prensa y a la clase política cada vez que se pronuncia.
Pero no es el caso. Gardiner sigue observando sus programas favoritos, especialmente aquellos típicamente matutinos: los de ejercicios gimnásticos. De hecho, aun recuerdo la imagen de Peter Sellers con su ropa deportiva frente al televisor buscando emular torpemente los ejercicios que un Hércules de la pantalla le sugería. Todo esto, claro está, con una total indiferencia ante la mirada atónita de la esposa del hombre poderoso.
El final de la película no se los voy a contar aunque les puedo adelantar que en la última escena se puede observar a Peter Sellers dejar su lugar, acercarse a un bello y profundo lago y caminar sobre sus aguas. Se lo ve ido y sin entender nunca lo que ocurrió ni el lugar que la historia le dio. Como en aquel maravilloso cuento de Borges en el que un grupo interdisciplinario de “locos” decide falsificar una enciclopedia e inventar un país (Uqbar) que se caracteriza por poseer una literatura fantástica acerca de una región imaginaria muy particular llamada Tlön, la ficción parece haber penetrado en la realidad: el jardinero transita el lago sin hundirse. Así, la gran construcción discursiva en torno a la figura de Chauncey Gardiner no queda circunscripta a un delirio mediático ni a una sugestión colectiva, sino que se ontologiza, se hace realidad. Sin embargo, este hijo de la pantalla de Dios acaba yéndose solo, con un destino incierto y sin morada.
Nadie que intente entender la política argentina que viene puede dejar de leer el libro o ver esta película. Si no pueden encontrarlos en la librería o en su videoclub, pueden adquirirlos todos los días en el kiosko de diarios o bien licenciar el control remoto y clavarlo en el canal de noticias que responde a los intereses de un Multimedio.

viernes, 12 de febrero de 2010

Vademécum de modales políticos (publicado originalmente el 12/2/10 en www.lapoliticaonline.com)

El episodio de la intervención quirúrgica del ex Presidente Kirchner, además de haber generado cierta repentina zozobra, resultó una insólita excusa para una pretenciosa lectura del poder.
Especialmente Nelson Castro, en calidad de médico, observó en la obstrucción de la carótida del esposo de CFK, el signo de una forma de hacer política. En esta línea y más allá de la opinión de los principales especialistas que adjudicaron el episodio principalmente a la edad, el conductor de “El juego limpio”, famoso en los últimos días por comprar una importante cantidad de dólares y haberlos retirado, en parte, del país, presentó la obstrucción de esta arteria como la consecuencia de una forma casquivana y autoritaria de entender y practicar la política.
Más allá de la sorprendente impunidad con que se establecen líneas causales y se pretende aggiornar al siglo XXI el discurso medicalizador de las prácticas humanas, es de imaginar que los lectores de esta nota bien podrían predecir los padecimientos que las principales figuras de la política sufrirán. Así, no debería sorprender que una complejísima esquizofrenia afecte a aquellos que deciden cambiar compulsivamente de partido. Tampoco faltarían los delirios de megalomanía en aquellos y aquellas que se presentan como Mesías de la Verdad Política. Claro está, sin duda, no serán pocos los que en el Senado sufrirán una gastroenterocolitis crónica ni las segundas y terceras líneas de algunos partidos que padecerán el síndrome de Estocolmo; asimismo será imposible dejar de soslayo el autismo entre los que viven de las encuestas y la dermatitis entre los que se codean demasiado con gigantes criaturas del mesozoico. La lista no es exhaustiva y, al fin de cuentas, se hace extensible a todos los ciudadanos. Así es probable que muchos periodistas sufran una ceguera repentina, esto es, el “Síndrome Saramago” o el extraño fenómeno del desprendimiento de cara, particular enfermedad que se ha profundizado una vez sancionada la Ley de Medios.
Pero no nos distanciemos del tema convocante. La obstrucción de carótida K, estos ateromas de grasa piqueteros que impiden el paso y ponen en tela de juicio el derecho que tiene la irrigación sanguínea a transitar por su propio cuerpo, son señales que para un analista político como el que escribe esta nota, pueden ahorrarle muchísimo tiempo en lecturas y que permitirá a la ciudadanía toda manejar con prudencia el gasto público de sinapsis.
Resta ahora conocer el vademécum de esta política que se inscribe en los cuerpos aunque probablemente lo que se nos ofrezca sea no más que unos remedios vencidos y unas cuantas recetas viejas.