lunes, 28 de diciembre de 2009

Breve manual para criticar lo que se hace bien (publicado originalmente el 28/12/09 en www.lapoliticaonline.com)

Los 6 años de Gobierno kirchnerista son vulnerables a varias críticas: casos de corrupción, no sistémica, pero corrupción al fin; política de extrema confrontación; ausencia de una reforma tributaria que permita atacar desde uno de sus cimientos la injusta redistribución de la riqueza; la destrucción del INDEC; pactos coyunturales con los Barones bonaerenses; presiones hacia las provincias por cierto manejo discrecional de la Caja; ausencia total de una política de Estado de recuperación de los cada vez más escasos recursos naturales estratégicos; poco apego a las formas, etc., etc. La lista podría seguir.
Sin embargo, las críticas que más se oyen no son éstas. En este sentido, Kirchner tiene razón cuando afirma “Nos critican por lo que hicimos bien”. En otras palabras, a juzgar por los discursos de “la gente”, los K resultan imperdonables por: el ensanchamiento del Estado especialmente en lo que tiene que ver con políticas sociales; el regreso a un sistema jubilatorio estatal y “solidario”; la política de Derechos humanos; una suerte de principio innegociable, llevado a límites absurdos a veces, de no reprimir la protesta social; una Ley de Medios audiovisuales que apunta al corazón de la corporación monopólica; la recuperación de Aerolíneas Argentinas; el intento, torpemente formulado, pero intento al fin, de aplicar retenciones a los productores de soja como parte de una política redistributiva; la asignación por hijo que no es universal pero casi; el impulso a una Nueva Corte Suprema independiente; el crecimiento del presupuesto en Educación (por Ley), a un 6% del PBI; más de 15 aumentos a los jubilados y una Ley que actualiza los haberes dos veces por año; la suba general de los sueldos por sobre la inflación real (no la del INDEC), etc., etc. La lista aquí también podría seguir.
Sin duda no resulta fácil criticar este último bloque de acciones del Gobierno. De aquí que me permita proponerles dos principios como una suerte de “Breve manual para criticar las cosas que se hacen bien”.
El primer principio del Manual es archiconocido aunque no por eso poco usado. Se trata de la famosa “falacia ad hominem”. Este eficaz artilugio retórico apunta a las características de la persona que realiza determinado acto y no al acto en sí. Por ejemplo, podríamos afirmar “Todo lo que dice tal persona es falso pues es ladrón/malvado/menor de edad/calvo/obeso/crítico del tiki tiki de Cappa, etc. Sin embargo, está claro que aun el individuo más aborrecible de la historia de la humanidad puede realizar un acto bueno o decir la verdad. Con los K esta falacia es recurrente pues ellos son la “yegua” y “el tuerto”, los “demonios”, los “montoneros”, “los que se sacaban la foto con Menem”, los “Ceaucescu”, los “auténticos peronistas”, los “falsos peronistas”, “los que, a pesar de que me permiten decirlo, no toleran la libertad de expresión”, los “chavistas”, los “capitalistas”, los “ricos”, “la fea con botox”, “el feo sin botox”, “los que no respetan las instituciones”, los “populistas”, etc., etc. Dado que son algo de todo esto, todo lo que hagan es nocivo.
El segundo principio es un poco más complejo aunque es primo hermano del primero y tal vez, más que un principio sea un derivado del mismo. Se trata de la idea de mostrar que detrás de cada acto bueno hay un motivo espurio. Así, todo acto elogiable es en realidad parte de una estrategia que esconde el mal. Todo lo que “es” es sólo un “parecer”.
Según este principio, si los K quieren una 125 y estatizan los fondos de jubilaciones es porque desean “Caja” ni siquiera para el Estado sino para sus bolsillos; si se extiende la asignación por hijo, como pedía toda la oposición, se lo hace para fomentar el clientelismo; si se toma una decisión firme respecto de una política de Derechos Humanos se lo hace por venganza trotsko-montoneril, para robarle las banderas a la izquierda, para fingir una posición políticamente correcta o para hacerse los “monto” cuando no lo fueron; si se tienen las agallas para librar una batalla feroz contra la corporación de Medios logrando una Ley difícilmente objetable, se lo hace contra la libertad de Prensa o por una afrenta personal contra Ernestina, Magnetto, Vila y Manzano; si se logra una Corte Suprema independiente, se trata de un hecho menor frente a la injerencia del poder ejecutivo en el Consejo de la Magistratura; si no se reprime la protesta social que corta calles es porque el gobierno busca la anarquía y desea que la clase media compre autos pero no pueda circular; si se aumenta el presupuesto en educación, con el consecuente crecimiento fenomenal de los sueldos docentes (alrededor de un 500% en 6 años en el caso de los universitarios), se reconquista el 82% móvil, se termina con el desastroso polimodal y se incentiva y se efectiviza el regreso de los investigadores que habían emigrado, se trata de una mera puesta en escena para lograr que la Cámpora tenga una representación en la Universidad, los gremios docentes de la Ciudad molesten a Macri y para que los intelectuales de izquierda sean condescendientes con el Gobierno en Carta Abierta; si los sueldos en blanco (y los sueldos en negro aunque en menor medida) aumentan más que la inflación real, se trata de una forma de poner de su lado a los sindicatos y los nuevos movimientos sociales; si se aumenta a los jubilados es porque siempre estamos cerca de una elección.
Estos dos principios algo más desarrollados, con fotos y un poquito de combustible espiritual para que no se deprima en estas fiestas, estará prontamente disponible en kioskos, taxis y como compra opcional de los diarios con mayor tirada. Será el mejor regalo para el año que comienza. Brindo por ello.

domingo, 20 de diciembre de 2009

El anacronismo totalizante (publicado originalmente el 21/12/09 en www.lapoliticaonline.com)

Resultaría simple incluir la designación de Abel Posse en la línea de nombramientos eufemísticamente llamados “controversiales” que formarían parte de un plan maquiavélico del Jefe de Gobierno por rodearse de la rémora del pensamiento procesista, si bien no por simple esta afirmación sería del todo falsa.
Sin embargo, la designación del nuevo Ministro de educación porteño en el paradójico contexto de la necesidad de renovación del Gabinete a dos años de asumido, debe circunscribirse a un fenómeno un poco más complejo en el cual Macri, consciente e inconscientemente ayuda, pero no lidera. Es esto lo más incómodo pues, para aquellos que intentamos pensar la actualidad política, se nos haría un favor si descubriésemos que la realidad responde coherente y tajantemente a una divisoria “buenos y malos” encabezada por líderes bien precisos. Así, si simpatizáramos con el oficialismo diríamos que todo lo que hace Macri es nefasto y fascistoide, y si nos viésemos agobiados por la crispación kirchnerista diríamos que todo lo negativo existente sobre la faz de la tierra, incluyendo la ausencia de lluvias o la mala maniobra rutera de un señor llamado Fernando Pomar, obedece al montoneril trotsko-lenisnimo que lidera nuestro “simulacro de República”.
En el Macrismo conviven, al igual que en otras fuerzas, distintos tipos de identidades que van desde liberales (algunos bastante tibios), arrepentidos ex integrantes del PC, evangelistas y apologistas de la dictadura. Esta es una confluencia sin líder, una mera agrupación de contingencias. Así el problema de Macri no es el eslogan de la (ideología de la) desideologización sino la falta de rumbo y el fracaso de sus políticas: considerar que el problema educativo de la Ciudad es un asunto de Infraestructura, de techos que se caen; que el sistema de salud falla porque lo usan no residentes porteños y porque hay muchos locos juntos en el Borda; y, por último, por entender que el porteño exige una policía propia cuando sólo reclama seguridad. Es sobre estos puntos que debemos hacer las valoraciones pues si hay prejuicio se sesga el juicio. Aquí otra vez, el problema de Posse no es tanto el hecho de que haya ostentado un cargo durante la dictadura. Invalidar la discusión partiendo desde allí supone una revitalización del “algo habrán hecho” sólo que desde la izquierda, por el cual Videla y cualquier técnico de quinta línea (no era el caso de Posse, por cierto), son igualmente responsables del terrorismo de Estado.
Posse es execrable por defender la probada judicialmente falsa teoría de los dos demonios; por condenar el derecho de huelga; por defender una insólita teoría por la cual la “entidad asesino” está por sobre la “entidad biológica” (SIC) de lo cual se seguiría que un chico de 6 años que mata a otro debería tener cadena perpetua tanto como un tiburón que en el Caribe se indigesta con un turista argentino desprevenido. Como intelectual es pobre y no hace más que teñir con pomposa osamenta barroca los pareceres del más vulgar sentido común. Es, al igual que Biolcatti, un hombre poco afecto a la democracia que no suscribe a la idea de “Luis-dieciséisización del Gobierno bonaerense” porque todavía no le han preguntado. Es parte de un grupo de provocadores que sólo pueden recibir apoyo parcial a sus ideas, fogoneados por comunicadores pacatos que no son antidemocráticos, son simplemente propietarios asustados.
Me animo a decir que Posse durará un verano y que los precios internacionales harán que Biolcatti tenga su otoño, increíblemente para la latitud Sur, cuando pueda volver a hacerse su agosto. Los ecos de autoritarismos intempestivos aparecerán de vez en cuando para provocar y dividir aguas pero no podrán pasar ningún test electoral. Serán parte de una realidad fragmentada, con ideologías y con estrategias que tendrán incidencia pero acotada; con resistencias, incoherencias y matices. Será el momento en que la opinión pública observe que el gran pecado de Posse como intelectual es el anacronismo de un pensamiento que no puede tolerar la intemperie de asumir una realidad en la que ya no es posible dar una explicación simple, lineal, clara y totalizante.

lunes, 7 de diciembre de 2009

El destino transversal (publicado originalmente el 7/12/09 en www.lapoliticaonline.com)

No es fácil desbrozar el camino y quitar de éste el triunfalismo, la exageración y el odio visceral con que se analizó el episodio legislativo por el cual el kirchnerismo perdió la mayoría en las comisiones y en la Cámara de diputados en general. Para realizar tal tarea, sin duda no parecen ser de ayuda aquellos que con extrema liviandad e irresponsabilidad intelectual, afirman que lo que viene es “el fin del stalinismo patagónico”, o equiparan los movimientos sociales kirchneristas con las fuerzas que apoyaban a Mussolini y Hitler. De aquí que no me ocuparé de este tipo de apreciaciones y dejaré que los archivos se burlen de ellos el día de mañana.
Lo más fácil de analizar son los datos más o menos objetivos, a saber: es falso que esta es la primera vez que el kirchnerismo no es mayoría en las cámaras. Quienes afirman esto faltan a la verdad por omitir que recién en 2005 el kirchnerismo comenzó a traducir en representación en las cámaras el creciente apoyo que las medidas de gobierno empezaban a tener entre una ciudadanía que apenas dos años antes le había otorgado sólo un 22% del voto a Néstor Kirchner; y, además, desconocen que cuando lo que está en juego son leyes que afectan intereses o creencias profundas la supuesta homogeneidad y el carácter monolítico de los bloques no son más que la descripción temeraria de una dudosa ontología (el resquebrajamiento del bloque oficial durante y después de la 125 y la forma en que se eludió el tratamiento de una ley a favor del matrimonio gay son ejemplos cercanos).
Pero lo más difícil es saber lo que vendrá. Aquí, me atrevería a afirmar que contrariamente a la opinión mayoritaria, la clave de supervivencia del kirchnerismo no es un deslizamiento hacia la moderación, es decir, hacia los reclamos que provienen de la derecha, si no más bien lo contrario. En otras palabras, aunque resulte paradójico, sólo en la radicalización de políticas de centroizquierda, el kirchnerismo podrá lograr un consenso (acotado) que acerque a representantes de fuerzas alejadas de los dictados del establishment económico-discursivo (para muestra, en este sentido, obsérvese lo ocurrido respecto de la ley de Medios).
Por todo esto, otra vez, quizás paradojalmente, el presente del kirchnerismo lo obliga a refugiarse en la otrora rechazada transversalidad que, en esta etapa, no forma parte de un proceso amplio que teóricamente iba a incluir a diferentes sectores de la ciudadanía con ideales progresistas sino que se restringe a acuerdos de cúpula entre los representantes de la centroizquierda y el kirchnerismo a la hora de impulsar determinadas leyes. Por supuesto que cualquier no kirchnerista que apoye una propuesta oficialista se habrá “borocotizado” mientras que cuando un aliado del gobierno como Cobos, Solá y Graciela Caamaño, entre otros, todos elegidos en las listas del FPV, se pase a las filas opositoras se transformará en un hombre digno, con valor y conciencia. Pero ese será un tema de los videographs y de los noteros. Lo que importa es que la propia lógica confrontativa de Kirchner y la intransigencia de la derecha llevan indefectiblemente al oficialismo, casi al mejor estilo de una tragedia griega, a retornar a una estrategia transversal por el camino de la profundización de las políticas que afectaron intereses de grandes corporaciones. Demostrado que la pejotización no garantiza ganar elecciones y sin embargo supone cargar con el lastre de apoyar barones bonaerenses; y comprobado que una alianza con moderados como Cobos aporta sólo un mínimo apoyo para triunfos circunstanciales, el destino parece decirle al oficialismo que su supervivencia estará en reestructurar una alianza entre sectores progresistas que incluya al “peronismo de izquierda” y, contra aquellos que exigen moderar las acciones, radicalizar la agenda.