Los 6 años de Gobierno kirchnerista son vulnerables a varias críticas: casos de corrupción, no sistémica, pero corrupción al fin; política de extrema confrontación; ausencia de una reforma tributaria que permita atacar desde uno de sus cimientos la injusta redistribución de la riqueza; la destrucción del INDEC; pactos coyunturales con los Barones bonaerenses; presiones hacia las provincias por cierto manejo discrecional de la Caja; ausencia total de una política de Estado de recuperación de los cada vez más escasos recursos naturales estratégicos; poco apego a las formas, etc., etc. La lista podría seguir.
Sin embargo, las críticas que más se oyen no son éstas. En este sentido, Kirchner tiene razón cuando afirma “Nos critican por lo que hicimos bien”. En otras palabras, a juzgar por los discursos de “la gente”, los K resultan imperdonables por: el ensanchamiento del Estado especialmente en lo que tiene que ver con políticas sociales; el regreso a un sistema jubilatorio estatal y “solidario”; la política de Derechos humanos; una suerte de principio innegociable, llevado a límites absurdos a veces, de no reprimir la protesta social; una Ley de Medios audiovisuales que apunta al corazón de la corporación monopólica; la recuperación de Aerolíneas Argentinas; el intento, torpemente formulado, pero intento al fin, de aplicar retenciones a los productores de soja como parte de una política redistributiva; la asignación por hijo que no es universal pero casi; el impulso a una Nueva Corte Suprema independiente; el crecimiento del presupuesto en Educación (por Ley), a un 6% del PBI; más de 15 aumentos a los jubilados y una Ley que actualiza los haberes dos veces por año; la suba general de los sueldos por sobre la inflación real (no la del INDEC), etc., etc. La lista aquí también podría seguir.
Sin duda no resulta fácil criticar este último bloque de acciones del Gobierno. De aquí que me permita proponerles dos principios como una suerte de “Breve manual para criticar las cosas que se hacen bien”.
El primer principio del Manual es archiconocido aunque no por eso poco usado. Se trata de la famosa “falacia ad hominem”. Este eficaz artilugio retórico apunta a las características de la persona que realiza determinado acto y no al acto en sí. Por ejemplo, podríamos afirmar “Todo lo que dice tal persona es falso pues es ladrón/malvado/menor de edad/calvo/obeso/crítico del tiki tiki de Cappa, etc. Sin embargo, está claro que aun el individuo más aborrecible de la historia de la humanidad puede realizar un acto bueno o decir la verdad. Con los K esta falacia es recurrente pues ellos son la “yegua” y “el tuerto”, los “demonios”, los “montoneros”, “los que se sacaban la foto con Menem”, los “Ceaucescu”, los “auténticos peronistas”, los “falsos peronistas”, “los que, a pesar de que me permiten decirlo, no toleran la libertad de expresión”, los “chavistas”, los “capitalistas”, los “ricos”, “la fea con botox”, “el feo sin botox”, “los que no respetan las instituciones”, los “populistas”, etc., etc. Dado que son algo de todo esto, todo lo que hagan es nocivo.
El segundo principio es un poco más complejo aunque es primo hermano del primero y tal vez, más que un principio sea un derivado del mismo. Se trata de la idea de mostrar que detrás de cada acto bueno hay un motivo espurio. Así, todo acto elogiable es en realidad parte de una estrategia que esconde el mal. Todo lo que “es” es sólo un “parecer”.
Según este principio, si los K quieren una 125 y estatizan los fondos de jubilaciones es porque desean “Caja” ni siquiera para el Estado sino para sus bolsillos; si se extiende la asignación por hijo, como pedía toda la oposición, se lo hace para fomentar el clientelismo; si se toma una decisión firme respecto de una política de Derechos Humanos se lo hace por venganza trotsko-montoneril, para robarle las banderas a la izquierda, para fingir una posición políticamente correcta o para hacerse los “monto” cuando no lo fueron; si se tienen las agallas para librar una batalla feroz contra la corporación de Medios logrando una Ley difícilmente objetable, se lo hace contra la libertad de Prensa o por una afrenta personal contra Ernestina, Magnetto, Vila y Manzano; si se logra una Corte Suprema independiente, se trata de un hecho menor frente a la injerencia del poder ejecutivo en el Consejo de la Magistratura; si no se reprime la protesta social que corta calles es porque el gobierno busca la anarquía y desea que la clase media compre autos pero no pueda circular; si se aumenta el presupuesto en educación, con el consecuente crecimiento fenomenal de los sueldos docentes (alrededor de un 500% en 6 años en el caso de los universitarios), se reconquista el 82% móvil, se termina con el desastroso polimodal y se incentiva y se efectiviza el regreso de los investigadores que habían emigrado, se trata de una mera puesta en escena para lograr que la Cámpora tenga una representación en la Universidad, los gremios docentes de la Ciudad molesten a Macri y para que los intelectuales de izquierda sean condescendientes con el Gobierno en Carta Abierta; si los sueldos en blanco (y los sueldos en negro aunque en menor medida) aumentan más que la inflación real, se trata de una forma de poner de su lado a los sindicatos y los nuevos movimientos sociales; si se aumenta a los jubilados es porque siempre estamos cerca de una elección.
Estos dos principios algo más desarrollados, con fotos y un poquito de combustible espiritual para que no se deprima en estas fiestas, estará prontamente disponible en kioskos, taxis y como compra opcional de los diarios con mayor tirada. Será el mejor regalo para el año que comienza. Brindo por ello.
Sin embargo, las críticas que más se oyen no son éstas. En este sentido, Kirchner tiene razón cuando afirma “Nos critican por lo que hicimos bien”. En otras palabras, a juzgar por los discursos de “la gente”, los K resultan imperdonables por: el ensanchamiento del Estado especialmente en lo que tiene que ver con políticas sociales; el regreso a un sistema jubilatorio estatal y “solidario”; la política de Derechos humanos; una suerte de principio innegociable, llevado a límites absurdos a veces, de no reprimir la protesta social; una Ley de Medios audiovisuales que apunta al corazón de la corporación monopólica; la recuperación de Aerolíneas Argentinas; el intento, torpemente formulado, pero intento al fin, de aplicar retenciones a los productores de soja como parte de una política redistributiva; la asignación por hijo que no es universal pero casi; el impulso a una Nueva Corte Suprema independiente; el crecimiento del presupuesto en Educación (por Ley), a un 6% del PBI; más de 15 aumentos a los jubilados y una Ley que actualiza los haberes dos veces por año; la suba general de los sueldos por sobre la inflación real (no la del INDEC), etc., etc. La lista aquí también podría seguir.
Sin duda no resulta fácil criticar este último bloque de acciones del Gobierno. De aquí que me permita proponerles dos principios como una suerte de “Breve manual para criticar las cosas que se hacen bien”.
El primer principio del Manual es archiconocido aunque no por eso poco usado. Se trata de la famosa “falacia ad hominem”. Este eficaz artilugio retórico apunta a las características de la persona que realiza determinado acto y no al acto en sí. Por ejemplo, podríamos afirmar “Todo lo que dice tal persona es falso pues es ladrón/malvado/menor de edad/calvo/obeso/crítico del tiki tiki de Cappa, etc. Sin embargo, está claro que aun el individuo más aborrecible de la historia de la humanidad puede realizar un acto bueno o decir la verdad. Con los K esta falacia es recurrente pues ellos son la “yegua” y “el tuerto”, los “demonios”, los “montoneros”, “los que se sacaban la foto con Menem”, los “Ceaucescu”, los “auténticos peronistas”, los “falsos peronistas”, “los que, a pesar de que me permiten decirlo, no toleran la libertad de expresión”, los “chavistas”, los “capitalistas”, los “ricos”, “la fea con botox”, “el feo sin botox”, “los que no respetan las instituciones”, los “populistas”, etc., etc. Dado que son algo de todo esto, todo lo que hagan es nocivo.
El segundo principio es un poco más complejo aunque es primo hermano del primero y tal vez, más que un principio sea un derivado del mismo. Se trata de la idea de mostrar que detrás de cada acto bueno hay un motivo espurio. Así, todo acto elogiable es en realidad parte de una estrategia que esconde el mal. Todo lo que “es” es sólo un “parecer”.
Según este principio, si los K quieren una 125 y estatizan los fondos de jubilaciones es porque desean “Caja” ni siquiera para el Estado sino para sus bolsillos; si se extiende la asignación por hijo, como pedía toda la oposición, se lo hace para fomentar el clientelismo; si se toma una decisión firme respecto de una política de Derechos Humanos se lo hace por venganza trotsko-montoneril, para robarle las banderas a la izquierda, para fingir una posición políticamente correcta o para hacerse los “monto” cuando no lo fueron; si se tienen las agallas para librar una batalla feroz contra la corporación de Medios logrando una Ley difícilmente objetable, se lo hace contra la libertad de Prensa o por una afrenta personal contra Ernestina, Magnetto, Vila y Manzano; si se logra una Corte Suprema independiente, se trata de un hecho menor frente a la injerencia del poder ejecutivo en el Consejo de la Magistratura; si no se reprime la protesta social que corta calles es porque el gobierno busca la anarquía y desea que la clase media compre autos pero no pueda circular; si se aumenta el presupuesto en educación, con el consecuente crecimiento fenomenal de los sueldos docentes (alrededor de un 500% en 6 años en el caso de los universitarios), se reconquista el 82% móvil, se termina con el desastroso polimodal y se incentiva y se efectiviza el regreso de los investigadores que habían emigrado, se trata de una mera puesta en escena para lograr que la Cámpora tenga una representación en la Universidad, los gremios docentes de la Ciudad molesten a Macri y para que los intelectuales de izquierda sean condescendientes con el Gobierno en Carta Abierta; si los sueldos en blanco (y los sueldos en negro aunque en menor medida) aumentan más que la inflación real, se trata de una forma de poner de su lado a los sindicatos y los nuevos movimientos sociales; si se aumenta a los jubilados es porque siempre estamos cerca de una elección.
Estos dos principios algo más desarrollados, con fotos y un poquito de combustible espiritual para que no se deprima en estas fiestas, estará prontamente disponible en kioskos, taxis y como compra opcional de los diarios con mayor tirada. Será el mejor regalo para el año que comienza. Brindo por ello.