viernes, 31 de octubre de 2014

De Tinelli a Sabsay. Apuntes sobre el enemigo (publicado el 30/10/14 en Diario Registrado)

Hay un latiguillo que se ha instalado en la Argentina hace ya algunos años y que obedece a una clara intencionalidad basada en una tergiversada y torpe interpretación de categorías políticas con importante circulación en los ámbitos académicos. Más específicamente, casi todos los editorialistas opositores al kirchnerismo y, en la última semana, un preocupado Marcelo Tinelli y un crispado abogado llamado Daniel Sabsay, indicaron que el kircherismo divide a la política entre amigos y enemigos.
Tal idea es originaria de un alemán, filósofo del derecho, llamado Carl Schmitt con una relación, como mínimo, controvertida con el régimen nazi. Para Schmitt, el origen del Estado no es un acuerdo entre individuos libres e iguales sino el fruto de una decisión que establece un nosotros y un ellos, los amigos y los enemigos. Toda decisión política en tanto tal marca un adentro y un afuera y entre los amigos y los enemigos se da una tensión existencial capaz de derivar en el extermino físico. Más allá de que las interpretaciones que se pueden hacer sobre Schmitt merecen mucho más de 5 renglones, cuando se indica que el kirchnerismo sigue la lógica schmittiana (para algunos nazi) se estaría diciendo que busca eliminar físicamente a sus contrincantes políticos.
Y no hace falta ser kirchnerista para echar por tierra semejante brutalidad ya que es posible hacerle críticas a la administración actual pero adscribirle una supuesta pretensión persecutoria y hasta genocida resulta un despropósito. Porque el kirchnerismo es hijo de la democracia e incluye dentro de sí la impronta colectivista y verticalista del peronismo clásico complementada con principios liberales y universalistas como la defensa irrestricta de los derechos humanos. Por eso hay progresistas no peronistas que se sienten kirchneristas y muchos peronistas que afirman que el kircherismo no se puede comprender sin la base justicialista.
Lo que sí ha hecho el kirchnerismo es plantear que hay una alternativa a la política y a la democracia entendida como mero consenso. Sí, efectivamente, lo que se viene planteando desde 2003 hasta la fecha es que esa mirada liberal republicana de la política y la democracia no toma en cuenta la problemática del poder, es decir, esconde que cuando nos sentamos en una mesa a consensuar muchas veces no somos iguales y se le llama acuerdo a lo que es una mera imposición. En este sentido, el kirchnerismo entiende que la política es disputa, pelea, lucha y determinación de un nosotros y de un ellos. Sin embargo, ese “ellos”, ese “otro”, no es un enemigo al que se pretende exterminar sino un adversario frente al que se lleva la disputa política hasta las últimas consecuencias dentro de las reglas de la democracia. En otras palabras, estamos hablando de política, no de un juego de niños, y por eso al otro se lo intenta vencer disputando, militando, persuadiendo y enojándose hasta el día en que vamos a votar. Y allí se acepta el resultado y se hace política desde el gobierno o desde la oposición. No es ni más ni menos que eso y para la trágica historia argentina, aquella en la que dictaduras militares identificaban enemigos internos para exterminarlos, es un enorme paso adelante.         

  

lunes, 27 de octubre de 2014

Banco Central: ¿independiente de qué? (publicado el 23/10/14 en Veintitrés)

La semana anterior, el grupo económico del candidato a presidente Sergio Massa dio a conocer su receta para eliminar las restricciones a la compra de dólares. A diferencia de su estrategia electoral en 2013, esta vez, su Frente Renovador no jugó a las escondidas sino que mostró todas sus cartas. Las razones de este cambio de estrategia pueden ser múltiples pero pareciera que la amplitud zigzagueante con la que Massa ha construido su carrera política (incluyendo haber sido Jefe de Gabinete del oficialismo) lo obligan a dar señales claras y precisas a lo más rancio del establishment, obligación que no cuenta para Macri quien, por sus credenciales, puede darse el gusto de decir que no reprivatizaría YPF ni los fondos jubilatorios.
Si se evalúa la propuesta específicamente podría decirse que ésta no pasará a la historia por su originalidad pues indica que hay que “volver” a los organismos internacionales de crédito como el FMI, liberar la posibilidad de que las multinacionales giren a sus casas matrices irrestrictamente sus dividendos y reformar la Carta Orgánica del BCRA.
Quisiera detenerme sobre este último punto pues, por si no lo recuerda, la pretensión del gobierno nacional de reformar la Carta Orgánica del BCRA fue el eje del conflicto que eyectó al ahora massista Martín Redrado de la presidencia de dicho organismo allá por enero de 2010.
El “Chicago boy”, fiel a su escuela, afirmaba que el BCRA debe ser independiente, es decir, manejarse con autonomía respecto a las políticas económicas del gobierno de turno. El latiguillo es que el BCRA está para “preservar el valor de la moneda” y lo que oculta esa idea es que los gobiernos populares con políticas económicas expansivas, redistributivas y de fomento del mercado interno lo que hacen es, justamente, debilitar la moneda. Así, por alguna extraña razón más esotérica que científica, la Escuela neoliberal de Chicago trata de explicarnos por qué el hecho de que muchos tengan más afectaría a la moneda pero que pocos tengan mucho la fortalecería.
Durante el “episodio Redrado” utilicé la figura del BCRA como un Vaticano, es decir, una suerte de Estado dentro del Estado, gobernado por una casta de técnicos que jamás se someten a las urnas y están al servicio de los intereses del capitalismo financiero. Pero esa definición sería sutilmente corregida por un pensador argentino bastante invisibilizado: Raúl Scalabrini Ortiz. Porque en el conjunto de textos reunidos bajo el título Bases para la reconstrucción nacional, que incluye artículos del segundo lustro de la década del 50, es capaz de decir lo siguiente:
“Para dar una idea aproximada de su poder se ha dicho que el Banco Central es un Estado dentro del Estado. La frase peca, no por ampulosidad, sino por deficiencia. Desde el punto de vista de la economía y de las finanzas con excepción de los valores inmateriales, constituye toda la vida del país. El Banco Central, en su estructura de 1939, es mucho más poderoso que el Estado argentino. Obedeciendo a razones que desconocemos, el embajador norteamericano, Mr. William Beaulac, nos lo ha recordado sorpresivamente hace poco, al decir: “Los problemas económicos no se resuelven con votos”. Ya lo sabemos. Los resuelve el Banco Central, que está por arriba de la política”.
Hay que recordar que el BCRA se crea en 1935, en el contexto de salida de la enorme crisis financiera que llevó a la quiebra a grandes bancos. En ese año, claro está, no había un gobierno democrático en Argentina y el encargado del proyecto para la creación de la entidad sería uno de los directores del Banco de Inglaterra: Otto Niemeyer.
Al servicio de los intereses del capital de su país, Niemeyer propuso un BCRA con clara preminencia de privados y extranjeros. Asimismo, como el propio Scalabrini nos recuerda, la lista de los designados como cuadros técnicos para lograr el correcto funcionamiento del Banco era bastante particular: “Contador fue designado Carlos Beckmann, dinamarqués. Jefe del Departamento del Tesoro, Aníbal Muschietti, suizo. Jefe del Departamento de Crédito, Silva, español. Del de Cambios, Grumbach, belga. De títulos, Korler, cuñado de Grumbach y Aris, español. Encargado del Estudio de los Tratados de comercio, Rey Álvarez, uruguayo, de larga residencia en Bélgica donde era asesor de B.R.U.F.I.N.A…y así sucesivamente. ¡Lo que se llama un elenco de primer orden! Los únicos heroicos argentinos eran los doctores Rául Prebisch y Edmundo Gagneux. ¡Qué honor!”
Lo cierto es que con la llegada al poder del peronismo, en 1946, una de las principales medidas fue la nacionalización del BCRA, que mantenía su autarquía pero en el que prevalecerían los bancos nacionales y se hallarían representados de forma más equilibrada los intereses del capital y del trabajo en el marco de un proyecto de desarrollo nacional. Sin embargo, en 1949, el BCRA pasó a depender directamente del ejecutivo puesto que el Presidente de la entidad, en tanto ministro de finanzas, sería designado por el presidente.
Como no podía ser de otra manera, tras el golpe de Estado contra Perón, hubo modificaciones en 1957 que luego fueron vueltas a retocar con el regreso del líder justicialista en 1973. Pero donde se ve un cambio claro es justamente en 1976. En ese año, se elimina la representación de los diversos sectores económicos y de los trabajadores y se incluyen tecnócratas de la monetarista ya mencionada Escuela de Chicago pregonando la apertura irrestricta al libre mercado.
Ya en la década del noventa hubo nuevas reformas que profundizaron el espíritu de la realizada por Martínez de Hoz y se impuso una normativa acorde a las necesidades del plan de convertibilidad. En un documento de trabajo del Centro de Economía y Finanzas para el desarrollo de la Argentina titulado “La regulación de la banca en Argentina (1810-2010)”, Guillermo Wierzba y Rodrigo López lo explican del siguiente modo:   
“[Con la reforma de 1992] (…) la llamada independencia del banco, no sólo fue expresada de forma literal, sino que fue asegurada por medio de otros artículos que tenían como resultado la escisión de la injerencia gubernamental en la política monetaria y crediticia: “En la formulación y ejecución de la política monetaria y financiera el Banco Central no estará sujeto a órdenes, indicaciones o instrucciones del Poder Ejecutivo Nacional””.

A su vez para que no quedaran dudas del sesgo monetarista pro libre mercado, la reforma en la Carta Orgánica incluyó un artículo, el tercero, en el que se indicaba que “es misión primaria y fundamental del Banco Central de la República Argentina preservar el valor de la moneda”.

Ahora bien, la pregunta es hasta qué punto el BCRA con perfil neoliberal es independiente o en todo caso habría que preguntarse independiente de qué. Pues el principal problema no parece el depender de algo sino la injerencia del Estado. En palabras de Wierzba y López: “Según la ley, el Banco debía desarrollar una política monetaria y financiera dirigida a salvaguardar las funciones del dinero como reserva de valor, unidad de cuenta e instrumento de pago para cancelar obligaciones monetarias, pero en los hechos, la moneda argentina cedió tales atributos al dólar norteamericano. La experiencia llevó al país a una de sus crisis económicas y políticas más profundas de su historia: el colapso de diciembre de 2001”.


Independencia de los gobiernos y de los Estados. No del capitalismo financiero ni de los grandes centros económicos. Esa parece ser la particular independencia de la que nos hablan. Y frente a ello no cabe más que recordar aquella aleccionadora frase de Perón: “La economía nunca ha sido libre: o la controla el Estado en beneficio del pueblo o lo hacen los grandes consorcios en perjuicio de éste”.       

domingo, 19 de octubre de 2014

Bolivia: el triunfo de la profundización (publicado el 16/10/14 en Veintitrés)

Las últimas semanas han sido muy importantes, electoralmente hablando, para Sudamérica. En Brasil, Dilma ganó aunque sin poder evitar el balotaje y frente al acuerdo de cúpulas entre Neves y Silva es de esperar una elección pareja en la segunda vuelta si bien algo de intuición y algo de conocimiento sobre el perfil del votante de Silva me permite avizorar que el llamado de la dirigente derechizada a votar por el candidato de la derecha no implicará una automática respuesta positiva de su electorado. Con todo, los ocho punto de ventaja obtenidos por Dilma en la primera vuelta no garantizan el triunfo en la segunda. Habrá que esperar.    
En Bolivia, en cambio, el triunfo de Morales, obteniendo así su segunda reelección, fue, parece, claro más allá de que al momento de escribir esta nota restaban escrutar algo más de la mitad de las mesas. Se trata de un triunfo probablemente impensado desde la perspectiva de algunos años atrás, después de las enormes vicisitudes que atravesó el gobierno del aymara gracias a las trabas que los opositores le impusieron al proceso de Reforma constitucional durante tres años y a los intentos de secesión en los departamentos que conforman la “media luna” (un dato a destacar es que en Santa Cruz, uno de los epicentros donde mayor resistencia ha tenido Morales, el exdirigente cocalero estaría obteniendo entre 40% y 50% de los votos contra el 3% que había obtenido en la elección de 2002).   
Respecto de las razones para comprender el fenómeno de un presidente que tras casi una década en el gobierno no parece sufrir el desgaste natural de la gestión, hay que tener un poquito menos de pereza intelectual y no simplificar el asunto reduciéndolo a la lógica del clientelismo, la ausencia de capacidad crítica del pueblo, el afán dictatorial o la pretensión de permanencia eterna en el poder (circula, incluso, en Internet, la insólita denuncia de que Evo Morales amenaza con dar latigazos a quienes no lo voten) . Pues lo cierto es que hay algunos datos que muestran que hay buenas razones para que una inmensa mayoría se incline por Morales, a saber: desde el 2006 hasta la actualidad, esto es, desde que llegó al poder por primera vez en la historia un indígena, el PBI de Bolivia pasó de USS 9000 M a USS 31000 M, lo cual llevó el PBI per cápita a cerca de USS 3000.
Además, con Morales en el poder, Bolivia creció sostenidamente y la CEPAL proyecta que en 2014 será el país de la región que más lo hará, llegando a un 5,5% respecto del año anterior. En cuanto al nivel reservas, subió de menos de USS 2000 M en 2005 a casi USS 15000 M, un equivalente a la mitad del PBI y que marca una relación porcentual que no posee ningún otro país de la región.
Asimismo, entre 2005 y 2012 la pobreza extrema en el campo pasó de 62,9% a 40% y en la ciudad pasó de 24,3% a 12,2%. Esto muestra que Bolivia creció pero, a diferencia de lo que había sucedido con las administraciones de facto o con presidentes blancos que hablaban mejor inglés que español, esta vez tuvo un gobierno que decidió distribuir la riqueza. En este sentido,  en 1997, el 10% más rico tenía 96 veces lo que tenía el 10% más pobre. Hoy la diferencia se achicó enormemente y es solo de 36 veces. Además, la economía se ha desdolarizado y la inflación durante el año 2013 fue de 6,48%, con tendencia a la baja en 2014.   
Otro dato a resaltar es el que brinda el índice del Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo humano (PNUD). En Bolivia, antes de 2006, este índice alcanzaba el 0,489 y cerró 2012 en 0,675 (siendo 0 lo más bajo y 1 el óptimo).
Estos números no son simplemente parte del “viento de cola” sino la consecuencia de una decisión política de avanzar en la nacionalización de los recursos naturales lo cual implicó recuperar una treintena de empresas vinculadas a sectores estratégicos (gas, petróleo, electricidad, agua y servicios aéreos, entre otros) que han pasado a ser controladas por el Estado.
Según Atilio Borón, esta decisión es la que explica, por ejemplo, que se invirtiera la ecuación en lo que respecta a la renta gasífera y petrolera. Antes de la llegada de Morales, un 82% de esa renta iba a parar a manos del capital transnacional. Hoy, solo el 18%. El resto está en manos de un Estado que no es bobo y entiende que la ganancia está para ser redistribuida. En este sentido, no es casual que en su discurso triunfante Morales haya indicado que “ganó la nacionalización y perdieron los que quieren una alianza del Pacífico”, lo cual no es otra cosa que indicar que el modelo boliviano estructurado a partir de una cosmovisión alternativa a la del Estado monocultural y capitalista, se sobrepuso al modelo neoliberal que había sumido a Bolivia en una pobreza indigna. Los desafíos que tiene el gobierno de Evo Morales son, entre otros,  seguir disminuyendo los índices de pobreza extrema y pobreza, alcanzar la soberanía alimentaria y evitar una primarización de su economía industrializando y agregando valor al recurso objeto de extracción.     
Ahora bien, si dejamos el aspecto económico para introducirnos en el político, hay que destacar que el fenómeno de Evo Morales y el MAS en Bolivia es tan sui generis como el contenido expresado en la Constitución aprobada por referendo en 2009 pues, una vez más, con Borón, no se trata de un partido tradicional sino que allí confluyen una heterogénea lista de movimientos sociales e identidades diversas que en los últimos años han sabido atraer también a sectores medios sin tradición movilizadora.
Por último, no tiene sentido comparar Brasil con Bolivia en ningún sentido, como tampoco tiene sentido comparar estos países con Argentina, ni en lo político, ni en lo cultural ni en lo económico. Sin embargo, no deja de ser cierto que, con sus enormes diferencias, las experiencias populares que llevan un mínimo de 10 años siguen gozando del apoyo de una importante porción de la ciudadanía. En el caso de Bolivia, con un número que estaría mostrando que más de la mitad de los bolivianos se sienten representados abiertamente por el oficialismo; en Brasil, aun si perdiese la elección en segunda vuelta, con un PT que recibe el voto de casi 1 de cada 2 brasileños; y en Argentina la situación no es distinta pues hay una importante porción de la población que apoya al oficialismo más allá de que no parece razonable esperar números cercanos al 54% obtenido en 2011. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en los países mencionados, no hay aquí un candidato del oficialismo que pueda captar los votos que tiene la presidenta (alrededor de un 40%) ni una decisión política de ella de elegir un candidato como hiciera Lula con Dilma.          
Con todo, frente a los que auguraban una inminente caída de los gobiernos populares de la región en efecto dominó, con sus dificultades y particularidades, varios de esos procesos se mantienen en pie pese a los intentos desestabilizadores de las derechas vernáculas y transnacionales. Maduro se sostuvo, Morales se confirma, Dilma, en una puja voto a voto, podría llegar a mantenerse, Correa goza de importante aprobación y en Chile, la derecha ha perdido ante el modelo socialdemócrata de Bachelet. La lectura de estas performances electorales y de estos procesos políticos excedería las líneas de una conclusión. Sin embargo del mismo modo que decimos que las políticas de inclusión han generado una nueva clase media hegemonizada cuyos patrones de consumo y reivindicaciones van contra los gobiernos y las medidas que les permitieron alcanzar ese lugar, se debe reconocer que cada gobierno, a su manera, ha canalizado esas nuevas demandas. Y si se me apura un poco, entiendo que los mejores resultados electorales los han obtenido aquellos gobiernos que en momentos de zozobra han profundizado sus propuestas en favor de las mayorías. El kirchnerismo, por ejemplo, tomó esa decisión en 2009 después de perder enorme cantidad de votos en las elecciones de medio término. Pero qué hará ahora el oficialismo en Argentina es una incógnita que se develará solo cuando quede claro quién será su candidato a presidente.


sábado, 11 de octubre de 2014

Clarín trucho: sátira, mentira y ficción (publicado el 9/10/14 en Veintitrés)

La semana pasada causó enorme revuelo mediático la distribución de ejemplares paródicos del diario Clarín en diferentes partes de la ciudad. La idea fue de la agrupación kirchnerista La Cámpora y la publicación contaba con ocho páginas y tres tapas alternativas fechadas el 11 de diciembre de 2015, esto es, el día posterior a la asunción del nuevo presidente. El título principal es el que varía según la versión pero en todos los casos afirma que el nuevo presidente (Massa, Macri o Cobos) ha decidido aceptar las condiciones de los Fondos Buitre. Asimismo, incluye títulos más pequeños que en tono irónico indican que Paul Singer irá a la Selección de Fútbol, que el delito ha terminado en la Argentina y que el BCRA se ha quedado sin reservas pero los mercados se encuentran eufóricos por el nuevo rumbo.
El modo de titular recuerda a la también paródica Revista Barcelona que incluso llega a incluir falsas columnas que aparecen firmadas por hombres y mujeres públicos, desde Fito Páez hasta Axel Kicillof, por mencionar algunos. Pero, claro está, todos sabemos que ni Fito Páez ni Axel Kicillof escriben esas columnas, del mismo modo que todos los que recibieron el Clarín apócrifo se dieron cuenta inmediatamente que se trataba de una ironía sin ningún ánimo de confundir o engañar.
La utilización de la parodia, la ironía y la broma es tan vieja como la política y es una de las formas básicas de manifestación popular. De hecho, las comedias griegas tenían un fuerte contenido de burla a los políticos, jueces y a todos los funcionarios de la democracia. Es más, si bien los poetas generalmente realizaban sus burlas contra los principales hombres del gobierno, el propio sistema democrático estipulaba que dos veces al año, en Las Leneas y Las Dionisias, se ofrecieran comedias que, al fin de cuentas, podrían pensarse con rol pedagógico y tono admonitorio frente a un pueblo que puede olvidar fácilmente que es él la fuente de todo poder y que los funcionarios están para servirle.
Igualmente, lo cierto es que las comedias, en general, expresaban el punto de vista aristocrático y conservador que veía a los funcionarios y hombres del gobierno democrático como demagogos, corruptos, ambiciosos y con bajo nivel educativo. Si bien en ese momento no existía el diario La Nación, como se puede observar, hay argumentos y prejuicios que se vienen repitiendo desde hace 2500 años.
Para poner un ejemplo, la Comedia de Aristófanes, Los Caballeros, tiene como objeto satirizar de manera profundamente agresiva a Cleón, heredero de la influencia de Pericles en un contexto de ampliación democrática hacia los sectores más bajos que con Solón tenían vedada la posibilidad de ocupar altos cargos públicos. La sátira comienza cuando un oráculo predice que el sucesor de Cleón será un choricero, mostrando, de esa manera, que, en la democracia, cualquiera, incluso aquel sin instrucción ni aptitud alguna para ejercer un cargo público, puede llegar a lo más alto. Se cuenta que ningún actor quiso representar a Cleón por temor y que fue el propio Aristófanes quien se hizo cargo del papel lo cual deja al descubierto el desafío que este tipo de sátiras implicaba hacia el poder.
En la Argentina, la tradición de sátiras tiene una larga historia como manifestación popular y también en la gráfica con publicaciones caricaturescas como El Quijote y Caras y Caretas, a tal punto que se le adjudica a Leandro N. Alem haber indicado que “La revolución de 1890 la realizaron las armas y las caricaturas”. Más cercanos en el tiempo, la radio y la TV tuvieron espacio para el humor político si bien éste solía estar dirigido contra los que ocupaban el gobierno y nunca contra empresarios o dueños de empresas potencialmente anunciantes.  
Ahora bien, en un contexto donde los poderosos, generalmente, ya no son aquellos que circunstancialmente llegan al gobierno de un país a través de los votos sino las corporaciones económicas, parece natural que la crítica se dirija a estos sectores que desde las sombras pretenden digitar el destino de los pueblos.
Sin embargo, la incomodidad de éstos fue tal que la reacción del Grupo Clarín y sus satélites fue desmedida a punto tal que hasta recurrieron a alguna solícita parte de la dirigencia política para afirmar que el diario apócrifo representaba un atentado contra la libertad de expresión (SIC).
Pero lo más interesante es que el episodio del Clarín trucho se haya intentando presentar en términos del dilema entre la verdad y la mentira cuando en realidad lo que aquí está en juego es una tensión entre la mentira y la ficción. Porque la mentira busca engañar y necesita de un otro engañado que no conozca de lo que se trata. En cambio la ficción no propone engañar a nadie; es consciente y tiene en el receptor a un cómplice, o, para decirlo de otro modo, a alguien que acepta el juego.   
En este sentido, la efectividad de la parodia, que es una ficción, por supuesto, está en que el público comprenda que se trata de una parodia. De no ser así, el efecto disruptivo desaparece. Porque cuando Jorge Lanata pone una imitadora que hace de CFK, el efecto está en que la audiencia reconoce que es una sátira. Si alguien creyera que la imitadora es en realidad la propia CFK el efecto sería otro.
Ahora bien, cuando desde la tapa de un diario que se compra en el kiosko se tergiversa la información, se recorta aviesamente la realidad o, simplemente, se miente, no estamos frente a una sátira sino frente a un engaño. No hay ficción ni verdad. Hay mentira. Se abusa del lector desprevenido que deposita su confianza en una empresa periodística cuyo prestigio se construyó pacientemente y ha sido determinante para forjar el sentido común que acaba legitimando la necesidad y la existencia de un periodismo presuntamente neutral; un periodismo aparentemente atento a los hechos, a la verdad y comprometido con denunciar a los funcionarios públicos y al Estado que, como hace 2500 años, sigue siendo visto como un espacio atravesado por la corrupción en contraposición a lo maravillosa y digna que es la sociedad en su conjunto (y, en estos últimos siglos, la corporación periodística en particular).         
Por ello, para concluir, hay formas distintas de hacer política: la enorme historia de la sátira y el humor frente a los que tienen el poder muestra que desde la ficción se puede esmerilar la prepotencia de quienes pretenden controlarlo todo, no solo las acciones, sino el pensamiento y la expresión. Pero también se puede hacer política desde la mentira y el engaño tomando como rehén al desprevenido que no es precisamente el que recibe gratuitamente una publicación aprócrifa sino aquel que cree que para estar informado debe comprar el diario todos los días.     
  
    

    

domingo, 5 de octubre de 2014

Tlön, Blue, Borges Tertius (publicado el 2/10/14 en Veintitrés)

El que mejor ha comprendido el fenómeno del dólar blue fue Jorge Luis Borges. Sí, leyó bien. Dije Jorge Luis Borges, el escritor argentino. No son los economistas ni los periodistas que hablan de economía presentándola como una ciencia exacta. Tampoco es la dirigencia política ni los académicos. Fue Borges y lo dejó escrito de forma encriptada para que usted y yo, casi 70 años después, encontremos nuestra piedra rosetta.
La revelación se me produjo la semana pasada, un día en que transitando por la calle México ingresé al kiosko de diarios del ciego Daneri y me hice de un ejemplar de un diario opositor que en su tapa hablaba de un dólar a $16. Estaba fechado en septiembre de 2014 y prometía futuras alzas para cuando usted estuviera leyendo esta nota. La incertidumbre se apoderó de mí y un estado de irrealidad y confusión me invadió cuando me topé con una casa de cambio oficial que en su pizarra hablaba de un dólar a $8,48. La sorpresa hizo que el diario cayera al piso, se desarmara y, de la sección de Economía, surgiera un extraño y único ejemplar del cuento de Borges titulado “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Un gentil hombre me ayudó a recoger el diario y sorprendido advirtió que su ejemplar de diario opositor no contenía esta particular edición del cuento publicado en Ficciones. Le sugerí que reclamara en el kiosko mientras la epifanía me indicaba que llamamos casualidad a aquellos episodios del destino que todavía no hemos podido develar. El primer impulso fue recurrir a mis pobres saberes acerca de la tradición judía y de la Kabbalah. Incluso creí ser Borges por un momento y ser uno de los vértices geográficos del Tetragrámaton cuando noté que una de las notas del diario estaba firmada por un Golem, pero un repentino viento quiso que mis elucubraciones se detuviesen frente a una de las páginas del cuento que rezaba lo siguiente:
“Siglos y siglos de idealismo no han dejado de influir en la realidad. No es infrecuente, en las regiones más antiguas de Tlön, la duplicación de objetos perdidos. Dos personas buscan un lápiz; la primera lo encuentra y no dice nada; la segunda encuentra un segundo lápiz no menos real, pero más ajustado a su expectativa. Esos objetos secundarios se llaman rhönir y son, aunque de forma desairada, un poco más largos”.
Recordé que cuando Borges hablaba de idealismo no se refería al Che Guevara sino a George Berkeley, aquel obispo irlandés que desarrolló su filosofía en la primera mitad del siglo XVIII y cuya máxima, “Ser es ser percibido”, fue parafraseada con sabiduría predictiva por Borges para indicar que, más bien, “Ser es ser publicado”. Me di cuenta que el dólar blue era un rhönir aunque no pude comprobar que los billetes tuvieran una forma desairada pues ningún “arbolito” se mostró solícito a mi pedido de un billete con fines comparativos. También recordé que los rhönir se multiplican pero en cada multiplicación se van a alejando cada vez más de la realidad, como cuando sacamos una fotocopia de una fotocopia, algo que Platón sabía antes de que existieran las fotocopiadoras.
Mis reflexiones se volvieron a interrumpir por un súbito pase de páginas que depositó mi vista en el siguiente pasaje: “El director de una de las cárceles del Estado comunicó a los presos que en el antiguo lecho de un río había ciertos sepulcros y prometió la libertad a quienes trajeran un hallazgo importante (…) Durante los meses que precedieron a la excavación les mostraron láminas fotográficas de lo que iban a hallar (…)”. Y fue así que aparecieron unos objetos más puros que los rhönir, los ur, esto es, aquellos objetos producidos por la sugestión. Me di cuenta que mi empresa era más compleja y que estaba embarcado en una verdadera maquinaria investigativa que incluía elementos filosóficos y policiales. Pero el punto es que mientras pensaba que Borges podría incluir al dólar blue como un híbrido entre los rhönir y los ur, recordé que, en el cuento que yo había leído ya, todo esto era un gran invento y que estos objetos eran creaciones fantásticas de una literatura igualmente fantástica de un país ficticio llamado Uqbar. Éste había sido una ocurrencia de una sociedad secreta fundada siglos atrás y que contó, entre otros miembros, con el ya mencionado Berkeley y con una figura reconocida como Dalgarno. Según Borges, “al cabo de unos años de conciliábulos y de síntesis prematuras comprendieron que una generación no bastaba para articular un país (…) y después de un hiato de dos siglos la perseguida fraternidad resurge en América. [Allí, uno de los miembros conversa con un millonario que le dice] que en América es absurdo inventar un país y le propone la invención de un planeta. A esta gigantesca idea añade otra, hija de su nihilismo: la de guardar en el silencio la empresa (…) [El millonario] descree de Dios, pero quiere demostrar al Dios no existente que los hombres mortales son capaces de concebir un mundo”.
Nunca fui muy afecto a las teorías conspirativas pero me dejé llevar por el rigor y la coherencia de la explicación pues finalmente, para escribir una nota periodística nunca se necesitó verdad si no, y a duras penas, algo de verosimilitud.      
El punto es que Borges, en la Posdata del cuento, advierte que objetos de Tlön han penetrado en este, nuestro mundo real, y que desde ese momento ya nada volvió a ser igual. Especialmente cuando este contacto con otro mundo o, para decirlo con mayor precisión, con “otro relato”, tomó estado público y fue amplificado por las usinas de la amplificación. 
De aquí que Borges comentara: “El hecho es que la prensa internacional voceó infinitamente el “hallazgo”. Manuales, antologías, resúmenes, versiones literales, reimpresiones autorizadas y reimpresiones piráticas (…) Casi inmediatamente, la realidad cedió en más de un punto. Lo cierto es que anhelaba ceder. (…) El contacto y el hábito de Tlön han desintegrado este mundo. Encantada por su rigor, la humanidad olvida y torna a olvidar que es un rigor de ajedrecistas, no de ángeles. Ya ha penetrado en las escuelas el (conjetural) “idioma primitivo” de Tlön; ya la enseñanza de su historia armoniosa (y llena de episodios conmovedores) ha obliterado a la que presidió mi niñez; ya en las memorias un pasado ficticio ocupa el sitio de otro, del que nada sabemos con certidumbre –ni siquiera que es falso. Han sido reformadas la numismática, la farmacología y la arqueología. Entiendo que la biología y las matemáticas aguardan también su avatar. Una dispersa dinastía de solitarios ha cambiado la faz del mundo. Su tarea prosigue (…) Entonces desaparecerán del planeta el inglés y el francés y el mero español. El mundo será Tlön”.
Me incorporé y volví a leer la tapa del diario. Donde antes decía “dólar blue” ahora decía simplemente “dólar” y el dólar oficial a $8,48 había desaparecido. No me atreví a afirmar que la sociedad secreta era la dueña del diario pero sí me di cuenta que ya no había forma de poder discernir entre Tlön y la realidad, entre lo blue y lo oficial. Una vez más, lo habían logrado y el mundo ficticio había sustituido a un mundo real en el que todavía siguen viviendo personas reales en las que persiste la incertidumbre del recuerdo del viejo país que habitaban y en el que sistemáticamente los estafaron. Los que todo lo envenenan, los que todo lo pudren en la indiferenciación parecen haber tomado la delantera y sin embargo, al pasar por una verdulería, en el pizarrón que indica el precio del tomate alguien escribió “Tlon será un laberinto, pero es un laberinto urdido por hombres, un laberinto destinado a que lo descifren los hombres”.