jueves, 25 de agosto de 2011

"No seré bueno pero soy opositor" (publicado el 25/8/11 en Veintitrés)

No era tan difícil presagiar los carriles que adoptaría el discurso opositor después del triunfo apabullante del kirchnerismo en las elecciones primarias, aunque reconozco que me ha sorprendido que éste sea adoptado por un amplio espectro que incluye desde los sectores más reaccionarios que invocan una guerra santa contra los sucios trapos rojos hasta referentes que supieron ser nuestros héroes cuando éramos jovencitos. A través de una red social alguien me comentaba que con estos últimos pasa algo similar a lo que sucede cuando ya entrados en años observamos nuestra película favorita de la infancia y notamos que, finalmente, Papá pitufo es un gordito reaccionario, Pitufina invita al jet set a almorzar todos los mediodías, Gárgamel y Azrael han sido demonizados y Pitufo filósofo es un esquizofrénico que viste de mayo francés pero es a la vez la musa y el rapsoda de los discursos corporativos, muy poco bohemios, de la épica del peor liberalismo autóctono y rezongón.

En esta realidad azul, de pitufos que riman con Majul, insólitamente se afirma que lo que la ciudadanía elige se ha transformado en un peligro: el de una “hegemonía” política, lo cual no es otra cosa que la posibilidad de que el kirchnerismo tenga mayoría en ambas cámaras. No importa si esto es realmente posible ni que para logarlo haya que sacar bastante más que ese 50%. Lo que importa es que, aparentemente, hay razones para el temor. Se dice, así, que eso violaría el equilibrio de poderes lo cual, por cierto, hablaría bastante mal del sistema republicano pues supondría que tal equilibrio depende de que al interior de cada uno de los poderes existan fuerzas de diversa extracción ideológica recortadas en partes iguales de manera que ninguna pueda imponerse sobre la otra. De este modo, habría candidatos cuyo mensaje debiera ser más o menos el siguiente: “Hola señor elector. Yo sé que soy un opositor a las ideas del candidato que tanto usted como la mayoría de la gente va a votar. Pero justamente, por ello, es decir, para garantizar el equilibrio del sistema republicano le pido que me vote. No porque mis propuestas sean buenas. Sino simplemente porque soy opositor”.

Si bien está claro que estoy haciéndome un poco el zonzo al desestimar algunas buenas razones, más empíricas que conceptuales, acerca de los posibles vicios que puede traer aparejado un sistema en el que haya un partido inmensamente mayoritario sin rivales de fuste capaz de generar incentivos para mejorar, los invito a pensar un poco la lógica algo particular de los sistemas de gobierno, en este caso del endiosado republicanismo.

Recuerdo que Platón, con el interés de defender una sociedad aristocrática y no gobernada por las mayorías, ponía un ejemplo tan incómodo que era difícil de rebatir. Tal ejemplo se vinculaba con la metodología más democrática para elegir gobernantes, esto es, la práctica del sorteo. Esta forma de selección, sin duda, hace que todos seamos iguales y supone que todos los participantes están en condiciones de ocupar el cargo en cuestión. Allí, la pregunta razonable de Platón, era “si usted, cuando se le rompe una mesa, en vez de arriesgarse a hacer un sorteo entre los diferentes carpinteros, elige al mejor, ¿por qué se esclaviza ante el azar y no exige poder seleccionar voluntariamente al que mejor pueda desempeñarse al frente de los asuntos públicos?”

Siguiendo con la analogía, nos resultaría risible la situación en la que un Ernesto Sanz nos dijera que debemos llamar a otros carpinteros para que el mejor carpintero se sienta presionado a hacer las cosas bien, aun cuando éstos no sean buenos o incluso cuando sepamos que éstos nos dirán que la solución para el tema de la mesa es aumentar la tasa de interés para que ni se nos ocurra alentar el consumo de otra mesa.

Volviendo al enfoque más conceptual, sabemos que democracia y republicanismo no son lo mismo y también sabemos que nuestros sistemas actuales son complejos y que aquello que llamamos “democracias/repúblicas liberales” es el resultado de una confluencia de tradiciones que hallaron en las estructuras actuales un modo, no ausente de tensiones, de compatibilizarse. En esta línea, será motivo de otra columna retomar este fantasma que la oposición azuza acerca de la posible intentona reformista del kirchnerismo buscando una “Cristina eterna”, pero es posible adelantar que el límite a las reelecciones es uno de los mejores ejemplos del modo en que las constituciones funcionan como un poder contramayoritario, esto es, una forma de limitar el alcance y la legitimidad de las decisiones de la mayoría de la ciudadanía a través de determinadas cláusulas legales. Si esto es bueno o es malo, no es asunto de esta reflexión hoy.

Ahora bien, retomando lo dicho algunas líneas atrás, si hacemos hincapié en estos pedidos de votos al modo trosko-altamirista, es decir, una suerte de apelación a la compasión, de buena parte del arco opositor, podemos leer entre líneas un paradojal desprecio por el funcionamiento de las instituciones que tanto se dice defender. En otras palabras, si el sistema depende del equilibrio de las banderas que llevan adelante los hombres de carne y hueso que ocupan sus espacios, hablaríamos de un sistema débil al cual habría que incluirle más restricciones aún. Por ejemplo: ningún partido podrá obtener más del 50% de los votos; si así fuese el excedente de esos 50 debería pasar inmediatamente a la fuerza que estuviese en segundo lugar. Es más, podríamos llevar al extremo esta idea y pregonar por una disolución total de las mayorías puesto que aparentemente, la existencia de éstas desequilibraría al sistema. En este sentido, si el problema del poder se resuelve en su dispersión total, podemos legislar en este mismo momento, es decir, en este interregno en el que el oficialismo no tiene quórum propio, para impedir que haya fuerzas que superen el 1% de los votos y promover una reforma política en la que se obligue a que existan no menos de 100 ofertas electorales. Para que participen todos, “los que quieren a Videla”, los que quieren la indignación de Pino Solanas o las epifanías de las performance de Carrió. Y si más gente quiere participar, bienvenida la división absurda hasta los límites de las paradojas de Zenón, porque, aparentemente el poder muerde, hace mal y apesta las instituciones. Sigamos dividiendo que lo que importa es que haya muchos, no importa lo que digan ni lo que propongan. Porque el sistema republicano de repente se ha quedado sin controles, ni equilibrios y los votantes de las mayorías son una suerte de zombies incapaces de generar un control sobre sus propios representantes; son seres babeantes, aluvionales, blackberrizados, chavizados, tinellizados, plasmazados, choripanizados. Con una población así no hay republicanismo que aguante. Piénselo, señor elector. Imagine que puede que el gobierno kirchnerista quiera seguir hasta el 2100 y que La Cámpora Internacional esté en Estados Unidos averiguando los costos que asumirá usted y yo con dineros públicos, para congelar a CFK y que sea nuestra presidenta en los festejos de nuestro tercer centenario organizada por bisnietos de Fuerza Bruta. Incluso todo esto podría darse en un contexto de viento de cola de cometa por el intercambio galáctico y el interés que nuestra soja producirá en civilizaciones extraterrestres, equilibradas, como Uruguay y Chile, con marcianos que alternan en el poder como toda democracia sana y vigorosa. Piénselo, estamos frente a un verdadero peligro. El republicanismo depende de su voto. ¡Moderación o muerte! ¡Hasta el equilibrio siempre!


















jueves, 18 de agosto de 2011

No es (sólo) la economía, estúpido (publicado el 18/8/2011 en Veintitrés)

Y de repente, sobraron las palabras. Se hizo un silencio. Todo se detuvo. La compulsión al análisis interesado o, simplemente, equivocado que ocupaba los espacios de diarios, revistas, programas de radio y televisión se paralizó. Fue como un instante de suspensión, un tiempo no cronológico sino interno, un vacío para muchos, un estupor acompañado en algunos casos por un hilo de senil baba, de búsqueda de razones, de la encuesta que no acierta, del asco disimulado, de un supuesto choripán que engrosa los bolsillos. Se anunciaba que CFK había obtenido más del 50% de los votos en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias y el ataque asfixiante de la prensa militante opositora mordió el polvo y alguna almohada también.

Como nos enseña Borges, el hecho de crear realidades paralelas hace que rápidamente se olvide el carácter imaginario de estas construcciones lo cual tiene como consecuencia la posibilidad de confundir el ámbito de lo real con el ficcional. Hoy, el operador travestido de periodista, sólo en algunos casos sabe lo que hace y generalmente reproduce su Truman show, su excitabilidad ante los desastres y su onanismo fetichista ante la banalidad vista ya como un objeto de consumo profundamente adictivo.

Y sin embargo, paralelamente, pasan otras cosas. La reforma política da indicios positivos: las PASO tuvieron una altísima participación, incluso mayor que elecciones presidenciales anteriores; la gente sabía bien qué votaba y una prueba estuvo en que los votos nulos y en blanco se mantuvieron en el orden de los números que suelen darse elección tras elección; el control al financiamiento privado permitió que advenedizos adinerados no puedan seducir al electorado a través de la despareja y abrumadora prepotencia del dinero encarnada en publicidad implícita y explícita; y los espacios adjudicados gratuitamente a los partidos lograron que la ciudadanía tenga mayor conocimiento de los candidatos; por último, el piso del 1,5 pese al rezongo atávico y la histeria de una izquierda que encuentra su razón de ser en falsas persecuciones explicables menos por politólogos que por psicoanalistas, no resultó una barrera infranqueable ni mucho menos: sólo candidaturas pintorescas y testimoniales no llegaron a ese mínimo razonable.

Resta, claro está, que para próximas elecciones los partidos no desvirtúen el espíritu de la ley y se sometan a la voluntad ciudadana para dirimir sus internas de modo tal que no transformen a éstas en un trámite de confirmación de las decisiones que se cocinaron puertas adentro de los respectivos aparatos. Pero esto no es un problema de la ley sino de los partidos.

En cuanto a los resultados, las predicciones de los medios dominantes fallaron una por una en una especie de venganza cruel de la realidad: en el bastión de Macri, ganó CFK y Duhalde, con el apoyo explícito del PRO, ganó sólo en las tres comunas donde habitan un músico rosarino asqueado y una gran cantidad de mujeres estiradas a las que el peronismo de Lomas de Zamora sólo puede seducirle en las fantasías sexuales reprimidas que incluyen morochos rancios con cara y ropa de albañil. CFK además, ganó en la tierra de Cobos, para quienes no lo recuerdan, un ex político mendocino. Por si esto fuera poco, el aparato del PJ, que venía actuando díscolamente en las elecciones distritales anteriores demostró que, ante todo, es peronista, lo cual implica que en las nacionales no jode y se encolumna detrás del ganador más allá de que rumie por lo bajo. Pero no podemos olvidar el famoso pánico al “voto del campo”. De ello sólo quedó alguna declaración de De Angeli cercano ya a una suerte de Stand up agrario, y una foto que se filtró de Biolcatti, durmiendo en el banco de una plaza tapado con libros de Sarmiento. Por último, quienes apuntaban a las jugadas intestinas en provincias centrales ahora deberán explicar cómo pudo ser que Scioli haya sacado menos votos que CFK y que la lista de diputados que De la Sota heroicamente había descolgado del Frente para la victoria, obtuviera un pobrísimo sexto lugar.

Por otra parte, si se sale del espectro del abrumador triunfo del gobierno nacional, aparece la buena elección que hizo Hermes Binner más allá de que su 10% lleve consigo la mácula de haber perdido en su propio terruño. Claro que el porcentaje obtenido por el socialismo se explica por la más equivocada que errática campaña de Ricardo Alfonsín quien con un pésimo asesoramiento hizo un giro hacia la derecha en su discurso, en su estrategia de alianzas y en los spots publicitarios que apuntaban a azuzar los sentidos más trogloditas del burgués asustado.

En lo que respecta a Duhalde, un político retirado en funciones que no dudó en recurrir a la retórica retrógrada que incluye palabras como “subversivos” y referencias extemporáneas a las supuestas ideologías foráneas que comandarían a los militantes del Frente para la Victoria, dividió los votos del peronismo de derecha con la sorprendente elección de un Rodríguez Sáa que tuvo una gran performance en San Luis y obtuvo muy buenos porcentajes en Mendoza, San Juan y La Rioja, más allá de que las malas lenguas indiquen que sus vínculos galácticos redundaron en un fuerte apoyo de electores camuflados provenientes del espacio exterior. Por último, Pino Solanas quedó plantado y a los gritos en los estudios de TN con un 0,8, Carrió seguirá su carrera en el espectáculo y Altamira demostró que Dios, antes que argentino, es trotskista.

Ahora bien, usted se preguntará, más allá de los números, cuál fue la razón del triunfo de CFK. En esta línea, los que se escandalizaron con aquellas palabras de Fito Páez comienzan a construir su salida elegante aunque igualmente discriminadora: la gente vota por la bonanza económica. Es un razonamiento peligroso porque supone que la ciudadanía podría, entre otras cosas, sacrificar sus derechos, sus libertades y los principios democráticos con tal de tener un bolsillo abundante. Sin duda, en la racionalidad de muchos votantes, el bienestar económico es determinante pero no son ingenuos quienes intentan instalar esta idea pues buscan desestimar que también existe una importante cantidad de hombres y mujeres que votan al gobierno nacional por la ideología, por el horizonte simbólico que pregona, y por las conquistas obtenidas en materia de ampliación de ciudadanía y derechos. Si, como reza aquel trillado apotegma utilizado en la gestión Clinton y sólo los estúpidos no se dieran cuenta que la explicación del comportamiento electoral no pasa exclusivamente por la economía, sería difícil comprender por qué durante 2008 y luego en 2009, una amplia porción de la población, aquella que se vio claramente beneficiada por la política económica del kirchnerismo, rechazó visceralmente todo lo que se escribiera con K. Quien diga que la razón fue la crisis mundial y el detenimiento circunstancial del crecimiento de la Argentina en ese fatídico 2009, o falta a la verdad o nos toma por zonzos.

Quedará para octubre observar si estos números se confirman aunque la ciudadanía parece haber interpretado estas primarias como una primera vuelta de hecho en la que sin miramientos ni con “razonamiento estratégico” que tendiera a dispersar los votos para dar visibilidad a otras fuerzas, se manifestó masivamente a favor de su candidato.

Lo que vendrá, serán dos meses en los que las corporaciones opositoras por sí mismas y a través de sus candidatos, buscarán desesperadamente dar un golpe de timón cuyo formato es conocido pero del cual hay que estar prevenidos. En su lucha por seguir ocupando sus espacios de poder, en esa batalla cultural que se da a través de los canales de información, dirán que el 50% de votos para CFK demuestra que los medios no influyen de lo cual debiera seguirse que los monopolios informativos no son peligrosos. Asimismo, diferenciando el espectro de consumidores, con el afán de satisfacer a los institucionalistas, le prenderán una vela a Diana Conti para que vuelva a cometer el exabrupto de la reelección eterna; en cuanto a los progresistas bienpensantes, les darán una cuota de socialismo suizo con curvas de Victoria Donda para atraer la mirada joven masculina que se excita con tapas que libremente desafían la gramática y que con el lema “vamos a portarnos mal” de fondo, son capaces de titular “Hermes Binner porro”; para la derecha blumberbergmaniana habrá algún profesional asesinado y un cura indignado que fomente una pueblada en la que se linche a un intendente por la muerte de una beba por un broncoespasmo; por lo demás, algo de Schoklender, un campeonato con 1200 equipos que estaría preparando Grondona ante la posibilidad del descenso hasta el infierno de los grandes y la guitarrita de Boudou. Y mientras tanto, la Argentina, con una mayoría abrumadora, parece optar por el camino que se viene desarrollando desde 2003, un camino que no ha sido perfecto pero que, en la balanza, tiene en su haber una importantísima cantidad de logros.