jueves, 28 de julio de 2011

Delselópolis (publicado el 28/7/11 en Veintitrés)

Finalmente, lo que parecía una broma o la aparición de un nuevo personaje de Los Midachi en una performance de “Reality político”, le dio un tremendo susto a una construcción que gobierna la intendencia de Rosario desde hace 20 años y que intentaba lograr su primera reelección en la provincia. En otras palabras, el candidato del PRO, Miguel Del Sel, casi gana y eso obliga a que de la sorpresa haya que pasar rápido a la reflexión.

Seguramente se harán en estos días análisis de las razones específicas que hicieron que el amigo del Chino Volpato alcanzara tal caudal de votos. Los más ingenuos se lo adjudicarán al mensaje oracular críptico de Carlos Reutemann; los más empapados tomarán la calculadora y notarán que la cantidad de votos que Rossi perdió en relación a las primarias es casi exactamente el plus que llevó a Del Sel de ese sorprendente 15%, a este ya inexplicable 35%. De ahí concluirán con buen tino que el aparato del PJ, ese que todavía carga la rémora de las rancias derechas, existe, opera y puede, al menos en parte, mover el amperímetro en algunas provincias. El tema “conflicto con el campo” también pueda ser una variable aunque, probablemente, en este caso, sobrevalorada: si bien está claro que hay sectores que han roto para siempre su relación con el Gobierno Nacional, Rossi obtuvo 13 puntos más que en 2009 y es de esperar que en las elecciones nacionales, CFK obtenga un número más cercano al de la candidata kirchnerista ganadora en diputados: María Eugenia Bielsa.

A su vez, si bien hay similitudes entre los perfiles de Macri y Del Sel, la comparación entre las elecciones de Capital y Santa Fe tiene sus limitaciones, especialmente por el peso que los aparatos partidarios poseen en esta última. Además, quedará para una reflexión más pegada a las estadísticas observar los comportamientos de los votantes según clase socioeconómica y rango etario además de la siempre remarcada diferencia entre la Rosario “iluminista” y la Santa Fe “profunda”. Por último, se recorrerán fárragos de tinta en el que se pergeñe un aparente clima de retorno a los 90 que busque emparentar a la actual administración nacional con la corrupción y la burbuja del consumo. Sin embargo, hablar de tal regreso puede resultar un interesante slogan para debate y zócalo televisivo pero para el análisis político no ayuda demasiado. En todo caso, siempre habrá territorios, características personales de algún carisma particular y una coyuntura capaz de explicar las razones de apariciones como la de Del Sel, esto es, surgimientos que tienen algo de exótico y bastante de exabrupto. Pero hablar sin más de un retorno a la forma de entender la política que caracterizó la última década del siglo XX, es pura insidia de aquellos que apañan y apuntalan, justamente, a este tipo de personajes que, generalmente, con el título de hombres sencillos deseosos de hacer el bien, encarnan esa ideología subterránea que eufemísticamente llamamos sentido común y que generalmente es la cara amable de los populismos de derecha.

Pero si bien todos estos puntos merecen un análisis, y dado que el lector interesado debe estar cansado del desfile de repeticiones que hacen énfasis en alguno de estos aspectos, quizás sea más relevante pensar qué hay detrás de discursos como los de Del Sel. Digamos primero lo más obvio que no por trillado es falso. Estamos ante una política de la antipolítica: hombres que intentan involucrarse y ofrecerse como administradores de los destinos de la cosa pública, pero que se presentan como ajenos; hombres que provienen del exterior de estructuras partidarias anquilosadas y que ofrecen “equipos” con “gente que sabe”. Podrá ser el Fino Palacios o el Mago Coria pero se trata de elegir a los que aparentemente saben algo sobre algo. La cabeza votada por el pueblo es un mero seleccionador, una suerte de Coco Basile, que no es muy afecto al laburo pero que aparentemente elige bien a los que tienen que salir a la cancha. Elegidos a dedo por el hombre cuyo único mérito es tener un nombre instalado independientemente de las razones que lo hicieron reconocido, aparentemente, los que saben apuntan al bien y a la verdad y por ello no puede haber pelea allí porque la verdad y el bien son una sola y nos unen. Los que dicen que no hay una sola verdad y un solo bien y que, en todo caso, lo que encontramos es que hay espacios de disputa y de imposible sutura, simplemente, son facciosos, interesados, cuando no marxistas de sucio trapo rojo, camporistas de blackberry, cartaabiertistas de youtube, barbudos viejos o, simplemente, pelotudos.

Pero algo un poco menos obvio es la cosmovisión que excede el ámbito de los candidatos PRO, sea que vengan en frasco de virginales esfínteres como Olmedo, de aforistas anagramáticos como Bergman o de implantes capilares de un tercio de grupo cómico. Lo comparten a grandes rasgos los amplios sectores de la oposición que más rabiosamente atacan al oficialismo: se trata de la política entendida como un mirar hacia adelante, una mera proyección.

Ahora bien, claro está, se habla de una proyección extraña porque generalmente, por más que hacen promesas, estos sectores aborrecen de las mismas pues las contraponen al “hacer”. De este modo, estarían por un lado los políticos que siempre prometen (pero no hacen) y por el otro, los hombres simples, gestores exitosos de una empresa o de su hogar, que simplemente hacen (y no prometen). En esta línea fueron sintomáticas las palabras de Del Sel cuando los cómputos lo daban arriba de Bonfatti: “ganamos porque no prometimos nada”. Se trata, entonces, de estar todo el tiempo en un aquí y en un ahora pero que debe mirar hacia el futuro quizás más por olvidar el pasado que por tener un punto de vista de largo plazo que no sea pura retórica vacía.

Estos políticos de la compulsión a mirar hacia adelante, del mero proyecto que sea un correr que deje el pasado, la crítica y la reflexión atrás, parecen haber nacido de un repollo o haber sido traídos por una cigüeña parisina (hipótesis, ambas, que pueden ser útiles para dar cuenta de los resultados de sendos análisis de ADN que han circulado en los últimos días tras 10 años de dilaciones); tienen pasado pero no les interesa mostrarlo; tienen espalda pero temen que mirándoselas notemos algo de suciedad en la parte donde ella termina. Están fascinados por el hacer pequeño, diario, el del contacto con los timbres y con la gente, porque es un contacto que mira hacia un futuro de reconciliación. Nadie sabe por qué el futuro debiera ser aquel en el que estemos todos juntos pero aparentemente allí estaremos, olvidando nuestro pasado porque el pasado equivale a diferencia mientras que el futuro es unidad. Que no sepamos todavía unidad en torno a qué, es otra cosa y que pensemos en que quizás no todos estaremos de acuerdo en los principios de este futuro en el que los ideales de Biolcatti pueden confluir y armonizarse con el de un trabajador golondrina de Formosa, es asunto de tipos problemáticos, jodidos, anclados en el pasado y deseosos de separarnos. Tipos que no serán invitados a Delselópolis, la ciudad del futuro en la que todos son bienvenidos.

lunes, 25 de julio de 2011

Intersticios para un espacio.... (entrevista que me hiciera Conrado Yasenza para la Revista La Tecla Ñ http://lateclaene.blogspot.com)


- Para comenzar me interesa saber cuál es la función o rol del intelectual en la sociedad contemporánea y si hoy es posible generar prácticas capaces de intervenir en la realidad.

- Me parece que el rol del intelectual es siempre el de la crítica y el de una crítica al poder. El punto es que en las sociedades contemporáneas el poder no es el Estado o el Gobierno sino las corporaciones económicas que a través de la monopolización informativa constituyen hegemonía. En este sentido, el rol del intelectual es el de un deconstructor de los discursos. Quizás ahí esté, hoy, su principal forma de intervenir.

- ¿Acuerda Usted con la idea de que Argentina, en consonancia con otros países de la región, asiste a un cambio de paradigma político?

- Yo creo que, sin duda, en comparación con las políticas del Consenso de Washington que dominaron la región en la década del 90, estamos ante algo distinto.

- ¿Y cómo lo definiría?

- Es difícil. Hay lógicas que son particulares y tienen que ver mayoritariamente con una reacción al neoliberalismo de los 90. Este tipo de políticas, más allá de sus lineamientos generales, tuvieron su especificidad en cada región. Por ello, a veces resulta algo injusto hacer comparaciones aun con países vecinos pues no todos reaccionaron igual frente a las políticas neoliberales. Con todo, puede decirse que en líneas generales, los gobiernos progresistas de la región reivindican el rol activo del Estado y una suerte de nacionalismo latinoamericanista que mira con desconfianza las mieles de la globalización. Hay, en este sentido, un intento de reconstruir una historia con un sentido fuerte de soberanía anclado en la unidad de una identidad latinoamericana.

- ¿Qué importancia adquiere el lenguaje político, la palabra, en el contexto de la construcción de nuevos de paradigmas político-sociales?

- Me parece que es central porque la palabra hace mundo. No hay mundo independiente del lenguaje, y la realidad social es lenguaje. Nuestras categorías, aquellas con las que nos dirigimos al mundo, no responden a una ontología dada que espera ser nombrada. Es en el nombrar que construimos esa realidad. Por eso me parece esencial que la labor del intelectual se centre en el análisis de los discursos y en la denuncia de las naturalizaciones de ciertos discursos hegemónicos.

- ¿Qué opinión le merece la idea esgrimida por lo que podría definirse como la oposición, de que en el país impera una especie de restauración del odio social que puede traducirse en un clima de crispación política que derivaría en una suerte de totalitarismo parlamentario?

- Mi psicoanalista hablaría de “proyección”. Creo, profundamente, que los que verdaderamente están nerviosos, agresivos y rayanos en retóricas destituyentes son, en la mayoría de los casos, referentes de la oposición que se encuentran incómodos frente a un gobierno que sin proponer la reforma agraria ni la revolución maoísta, los interpela.

- ¿Cree usted que existe una suerte de fascinación irresponsable, digamos una actitud de negación de responsabilidades y culpas, en el hecho de regodearse cíclicamente en el apuntalamiento del fracaso de proyectos políticos?


- Si entendí bien la pregunta, creo que no hay un regodeo. Más bien lo que hay es una disputa acerca de la representatividad. En este sentido, lo que yo veo hoy día es que más que un enfrentamiento entre el gobierno y Clarín, hay una disputa entre discursos que reivindican la política como canal a través del cual representar los intereses ciudadanos, y discursos de la indignación que buscan otro tipo de referencias y ensalzan la espontaneidad de las acciones de la sociedad civil. Es esto lo que incomoda tanto al periodismo, pues eran los periodistas los que se habían erigido en representantes de la sociedad civil además de guardianes morales tras la gran crisis ético-política que tuvo su punto cúlmine en 2001. Ahora vemos que los periodistas tampoco pueden ocupar ese lugar, pues ellos son tan sospechados y corruptos como muchos políticos. Y a la vez, somos testigos de que es posible que desde el Estado, un gobierno avance con medidas profundas que la sociedad percibe como justas y necesarias.



- ¿Existiría en nuestra sociedad una inclinación a repetir ciclos o experiencias políticas y económicas que, ha quedado demostrado, dañaron profundamente el tejido social?


- Claro que sí. Sin ir más lejos, en 2003, a poco más de un año de la crisis, con la plata aún acorralada, el 85% de los votos se esparció entre Menem, Duhalde (en la figura de un desconocido Néstor Kirchner del cual se pensaba que era una simple marioneta), López Murphy, Rodríguez Sáa y Carrió. A mí me gusta creer que la gente no puede volver a equivocarse pero la historia suele darme varios cachetazos al respecto.


- ¿Cuál es, a su entender, la lógica de los mass-media en cuanto al tratamiento de la información?

- Espectacularidad, aun más que ideología. O si se quiere, una única ideología que es la de la espectacularidad.

- ¿Y qué relación existe en la actualidad entre periodismo, conocimiento y cultura?

- Una relación de extrañamiento.

- ¿Cómo observa el fenómeno de Internet y su relación con la difusión de ideas culturales? Tiene alguna posición tomada frente al auge de blogs y revistas digitales?

- El fenómeno de los blogs y las revistas digitales ha servido para que un montón de gente, en su mayoría jóvenes, pueda realizar importantes aportes en todo nivel. Asimismo sirvió para interpelar la atalaya desde la cual los periodistas consagrados legitimaban su impunidad y sus operaciones. Esto, por supuesto no implica desconocer que la gran mayoría de blogs brillan más por su egocentrismo que por su calidad y que la posibilidad del anonimato y de la interactividad da lugar a millones de comentarios violentos y pobres conceptualmente.

- Retomando la vieja idea de los medios como instrumentos manipuladores, ¿ qué es lo que ocurre con la capacidad de reelaborar el mensaje, de decodificarlo y reasignarle otra finalidad?


- Que los medios manipulan e influyen no es ninguna novedad, lo cual tampoco quiere decir que su determinación sea total. Quienes dicen que no influyen son, paradójicamente los que están más recelosos de resistir su lugar monopólico en la información y a su vez, quienes critican al gobierno de erigir una comunicación propagandística que influye en las masas desdentadas y analfabetas. Pero también es verdad que nunca la determinación es total. En ese sentido podemos pensar en la forma en que Foucault reelabora la cuestión del poder. Poder no es solamente el que viene “de arriba”. Hay resistencias y hay otros poderes que se disputan en la relación. Esos intersticios que se generan son aquellos en los cuales debemos introducirnos para salvaguardar un espacio de crítica y resistencia.

- ¿Cuál es su visión sobre la actualidad política del país y su proyección a futuro teniendo en cuenta los acontecimientos ocurridos en torno al conflicto campo-gobierno, la política económica y la crisis económica- financiera mundial?

- Sin ser un especialista en economía da la sensación de que en la medida en que nada raro ocurra en el mundo, es esperable que haya varios años, quizás décadas de bonanza y que el campo se beneficie con el precio internacional de los alimentos. En ese sentido, es de esperar que el conflicto con el gobierno disminuya tal como parece que se verá reflejado en varias ciudades donde hoy gana el gobierno y hace dos años se cortaban rutas reverenciando el grito desaforado de los de Angelis.

- ¿Está de acuerdo con la idea de que la política es conflicto y tensión? Y de ser así, cómo se resuelven estos conflictos o tensiones?



- Tema complejo. El paradigma de la idea de la política como tensión, tal como lo interpreto yo dirá que no hay reconciliación posible ni consenso pues la política es esencialmente tensión y disputa. Eso no quiere decir que se viva en la crispación, en la anarquía o en una guerra asesina entre bandos. Quizás, simplemente, debamos aceptar que se puede vivir en esa tensión.

- Arturo Jauretche decía que había que tratar de no irritar demasiado a las clases medias y tratar de sumarlas al movimiento popular. Cuál cree que es el rol de la clase media en una sociedad como la nuestra? Cuál sería su peso específico en la definición de procesos políticos?

- Creo que aún sigue siendo central el lugar de la clase media y más en un país como Argentina. De hecho, el futuro del kirchnerismo estará en su capacidad de acercarse a esa clase media y quebrar varios de los prejuicios que ésta tiene con todo aquello que huela a “popular”.

- ¿Cuál es su visión del progresismo y de la izquierda en la Argentina de hoy?

- El progresismo y la izquierda han sido generalmente irresponsables y no han sabido generar opciones de gobierno. Más bien se han presentado con propuestas testimoniales que tienen cierto crecimiento en los ciclos en que el bipartidismo está en crisis. A su vez está el caso particular de la Argentina en que éstos sectores están en esa suerte de relación de atracción y de repulsión frente a ese movimiento tan particular que es el peronismo.


- ¿Y cuál es hoy el rol que cumple lo que se denomina centroizquierda?


- El rol de recuperar el vacío económico, político y cultural que dejó el neoliberalismo.

- ¿Se puede pensar en una reactualización del concepto de lucha de clases?

- No creo. Los tiempos han cambiado, el capitalismo no es el de antes, las variables son otras y las identidades son plurales. Para bien o para mal, la disputa hoy debe pasar por otro lado.

- ¿Cuáles son los usos posibles de la memoria en la construcción política de una sociedad ?

- Si tomamos en cuenta que la memoria es central para determinar una identidad puesto que la continuidad identitaria depende de su proyección en el tiempo y el apoyo en mitos que, por definición, deben ser lo suficientemente lejanos para como para poder cumplir esa función, deberíamos decir que no hay política sin memoria.

- ¿Qué opinión le merece el tratamiento de la realidad por parte de los medios de comunicación?

- Es oscilante y va de la ingenuidad a la insidia. Que en 2011 alguien sostenga que los medios representan la realidad tal cual es, es algo que no puede salir de esas dos opciones.

- ¿Cuál es su reflexión sobre la participación de Betaríz Sarlo en 678?
¿Hubo debate o estuvo ausente?


- No creo que haya habido debate pues de hecho, la argumentación de Beatríz Sarlo fue bastante pobre. Más bien parecía que lo que se buscaba era simplemente aparecer como ganador.

- ¿Sirven estos debates televisivos para instalar otros, quizás anteriores como la relación de los intelectuales con la política? Es decir, partiendo de la participación de Sarlo en 678, ¿se pueden abordar y profundizar otros posibles debates de peso político y social?

- Sirven pero tampoco hay que exagerar. Ganar un debate simplemente demuestra que se tienen capacidades o técnicas retóricas para persuadir a un auditorio. No tiene nada que ver con la supuesta superioridad de un ideario sobre otro.

- ¿Es el Kirchnerismo una instancia superadora del peronismo o todavía no puede concebírselo fuera de la estructura del Partido Justicialista

- El kirchnerismo se está haciendo todavía y el kirchnerismo que viene, sin Kirchner será distinto del que vimos tanto como su fisonomía fue completamente distinta tras la derrota en el “conflicto con el campo”. Pero sin duda, lo que será el kirchnerismo no puede pensarse sin una fuerte impronta peronista que a su vez no lo agota. Si esa excedencia se transforma en una instancia superadora o distinta del peronismo es algo que hoy no podemos saber.

- Para finalizar, cómo visualiza el proceso político inaugurado en 2003 y vigente hasta nuestros días?

- Lo veo como un proceso de grandes transformaciones y por sobre todo como un proceso que ha interpelado a la sociedad toda, desnaturalizando prácticas, saberes y lugares de presunta legitimidad. La sensación de que todo puede ponerse en tela de juicio, más que temor hacia lo desconocido, genera una tentación y una sanísima incertidumbre de esas que movilizan y, casi, obligan a responsabilizarse y a comprometerse.

Dante Palma es Filósofo y columnista de la revista Veintitres

jueves, 21 de julio de 2011

La utilidad del asco (publicado en Veintitrés el 21/7/11)

Pasados ya varios días de la nota de Fito Páez en la que el cantante afirmara que le da asco la mitad de Buenos Aires, tal declaración sigue generando polémicas. Si bien la frase es, como mínimo, controvertida, no deja de sorprender la furiosa operación mediática por la que, de repente, el rosarino se ha transformado en la voz del gobierno y de sus votantes. Seguramente, muchos de los que eligieron al candidato del kirchnerismo y hasta quizás varios funcionarios del gobierno tengan sentimientos similares a los que expuso Páez, pero la ira ante un resultado adverso no es propiedad exclusiva del oficialismo nacional. Es más, si se hiciera la lista de las expresiones de desprecio y odio que los opositores de la dirigencia política y de la corporación mediática expresaron en los últimos años, el número que arrojaría sería asombroso. Sin ir más lejos, cabe preguntarse si no es una forma de discriminación tanto o más grave que la de Páez, indicar que la única razón para apoyar al gobierno kirchnerista es el choripán y la coca, los cargos de gestión o la publicidad oficial. Eso sí: nadie ha dicho que le tiene asco a los seguidores del kirchnerismo. Sólo les han dicho: corruptos, ignorantes, violentos, fraudulentos y venales, entre otras tantas calificaciones. Pero centrémonos en el tema del asco porque quizás afirmar que parte de un electorado produce ese sentimiento sea más grave que decir todo lo que comúnmente se dice del oficialismo.

La primera pregunta sería, entonces, ¿el asco puede ser un criterio para juzgar una acción, en este caso, la decisión de una parte de la ciudadanía en el contexto de una elección a Jefe de Gobierno de la ciudad? La respuesta la debemos encontrar en una tradición más que importante dentro de la ética y es aquella que hace hincapié en la importancia de los sentimientos morales. Se trata de una línea de pensamiento que a lo largo del siglo XVII y XVIII generó pensadores de la talla de Shaftesbury, Hutcheson o Hume entre otros. La controversia se daba frente a una tradición vigorosa que será llevada a su esplendor por Kant y que indicaba que juzgar como buena o mala una acción era un asunto de la razón. Esto significa que sentimientos tales como el asco o la ira, al no haber atravesado el filtro racional, no pueden ser fuentes de valoración de las acciones. Sin embargo, los defensores del rol central de los sentimientos indicaban que es imposible valorar acciones prescindiendo de ellos y que, en todo caso, parece necesario analizar pormenorizadamente tales sentimientos para evaluar los aspectos positivos y negativos de cada uno. Está claro que la tradición racionalista expresará que los sentimientos son irracionales y que, por lo tanto, podrían derivar en la arbitrariedad y, eventualmente, en el horror y la persecución infundada. Pero los defensores de los sentimientos morales también tienen buenas razones a su favor. De hecho, la importancia de los sentimientos tanto en la ética como en la política ha renovado su vigor en los últimos años, justamente, a partir del análisis de las posibilidades del asco como criterio de corrección moral. Así, Martha Nussbaum ha publicado diferentes trabajos entre 1999 y 2004 de los que se sigue una propuesta en la que se reivindica la importancia de los sentimientos morales en una sociedad liberal. Sin embargo, exige que los diferentes sentimientos se analicen por separado y concluye de allí que mientras la ira puede ser una reacción capaz de ser canalizada redundando en fines útiles para la sociedad, el asco parece intrínsecamente negativo pues está vinculado con la discriminación hacia el otro, lo cual afectaría la idea de dignidad humana, esto es, el supuesto de que todos los hombres y mujeres son iguales.

Si tomamos el caso de la bioética, en 1997 salió a la luz un artículo que se hizo bastante famoso y que llevó la firma de León Kass. Allí, el autor hablaba de “la sabiduría de la repugnancia” para, por ejemplo, rechazar la práctica de la clonación reproductiva en seres humanos. Si bien Kass utilizaba el asco arbitrariamente para rechazar todo aquello que no se condecía con una moral profundamente reaccionaria, su artículo revitalizó la importancia de la discusión en torno al rol de este sentimiento.

Sin embargo, en un artículo que recogía los puntos de vista de Nussbaum y Kass, Arleen Salles intenta una defensa “progresista” del asco como criterio de evaluación de las acciones morales.

Lo que la autora indica es que no se puede descartar de por sí al asco puesto que éste puede ser útil como primera reacción que luego debe ser revisada racionalmente para no quedar expuesta a las reacciones viscerales y casquivanas que un individuo pudiera llevar adelante movido por la repugnancia. En esta línea, Salles reconoce que en nombre del asco se han perseguido judíos, católicos, homosexuales, negros y todo tipo de minorías. Pero eso no significa que el asco no pueda darnos algunos indicios para determinar lo bueno y lo malo. Así, podemos indicar que si hacemos referencia al origen natural del asco, presente en todos los animales, se notará que éste tiene que ver con una forma de defensa frente a un objeto comestible “peligroso”. Dado que en la naturaleza no existían envases que advirtieran que tal sustancia no es apta para el consumo humano, nuestro cuerpo, a través del asco, nos protegía de no llevar a la boca lo que pudiera dañarnos. Claro que luego hay una suerte de asco “social” que ya deja de ser “natural” para estar determinado por el contexto cultural. En este sentido, por más que algunos no quieran verlo así, la xenofobia y el rechazo a prácticas sexuales determinadas no es producto del “asco natural” sino del “cultural”. Sin embargo, los teóricos que defienden el asco indican que éste cumple también una función social en el sentido de que del mismo modo que impide que el cuerpo natural individual enferme por consumir un objeto inapropiado, es capaz de salvaguardar la estabilidad de las creencias y las instituciones de una comunidad.

Dicho esto, cabe preguntarse qué es lo que tanto molestó de la utilización de la palabra “asco” en la nota de Fito Páez. Evidentemente no debe ser la referencia a algún tipo de sentimiento moral pues aquellos que tildaron de “fascistas” las declaraciones del músico, son los primeros en reivindicar, por ejemplo, la acción de los indignados en España. En este sentido resulta llamativo que se reivindique la indignación, un sentimiento quizás tan visceral e irracional como el asco, aunque tal sorpresa encuentra una respuesta clara: la indignación fue reivindicada por las principales plumas porque estuvo dirigida contra la clase política, sea de España, de Argentina o de cualquier otra parte del mundo. En cambio, el asco estuvo dirigido hacia un electorado que habría “votado bien” pues votó en contra del gobierno nacional. De este modo, la corporación periodística manipula la referencia a sentimientos morales. Así, tales sentimientos serán aceptados si coinciden con sus intereses pero defenestrados como irracionales y totalitarios si van por un camino alternativo.

Diferente asunto será el que deberá plantearse en aquellos que están del otro lado de aquella corporación y que defienden los principios del gobierno nacional. En todo caso, parece claro que dejar al asco como criterio no revisable racionalmente puede llevar a la peor de las atrocidades aunque, en el caso de la actualidad argentina, apenas podría servir para fastidiar a un electorado que según todas las encuestas, tiene a CFK primera en sus preferencias. Quizás, como se decía algunas líneas atrás, el asco no deba descartarse de plano como sentimiento moral capaz de decirnos algo acerca de las acciones de las decisiones de los hombres y mujeres porteños, pero necesariamente debería complementarse con una evaluación lo más racional posible para hacer, de esa reacción visceral, un disparador capaz de penetrar en las razones para entender cómo es posible que tras una gestión tan pobre, el 47% de los porteños vote a Macri. La única explicación no puede ser que todos los porteños sean estúpidos ni tampoco podemos adjudicarla exclusivamente al marketing de un asesor con más prensa que buenas ideas. Así, porque molesta que indiquen que CFK gana por el clientelismo, la cooptación, el pragmatismo y el luto, parece necesario ir un paso más allá y no creer que todo empieza y termina en Clarín y Durán Barba.